Aesther
Soberana de la Primavera
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Post by Aesther on Apr 24, 2017 3:32:33 GMT
El corazón de Aesther rebosaba con dicha después de haber visitado a Ariel en los territorios del Otoño. Aquella melancolía que su hermano siempre llevaba como un tatuaje en el rostro le causaba mucha preocupación. Esperaba al menos que con su visita las penas de su corazón se hicieran más ligeras. Llevaba entre sus manos las semillas de Tragaluna; no solía llevar ningún tipo de bolsas, no le gustaba cómo se sentían al chocar contra su cuerpo. La noche había caído, cubriendo de una luz plateada y generosa las copas de los árboles. Parecían brillar con un halo tan delicado y etéreo, como si realmente aquella luz tuviera cuerpo y vida propia. Salió sin avisar del templo; no pensaba tardar mucho. Aunque ansiaba poder ver aquellas plantas cerca de su ventana, supuso que sembrarlas en el bosque les haría sentir más contentas. Viniendo de la Corte del Otoño seguramente que no conocían tierras con tanta vivacidad... deseaba poderles dar la oportunidad de sentirse infinitas.
Caminaba con cuidado entre los árboles, cuidando de no tirar las semillas y de no tropezarse con su vestido. Su cabello se deslizaba sobre el césped como un manto de hilos rosados que reflejaban la luz lunar. No tardó mucho en encontrar un sitio; era como si las semillas pudieran hablarle. Se hincó sobre el pasto para hacer un hueco con un movimiento de su mano y colocar aquellas cápsulas de vida dentro de éste. Al cubrirlas con la tierra, hizo brotar un poco las plantas. Aunque bien podría hacerlas crecer a su tamaño en cuestión de segundos, quería darles el regalo de crecer como ella lo había hecho alguna vez. Sonriente al ver aquellos pequeños retoños, se quedó con las rodillas apoyadas sobre la tierra por un instante, antes de escuchar un ruido que terminó por llamar su atención.
Levantó la mirada, sólo para ver a unos cuántos metros el cuerpo débil de un pequeño zorro. Se encontraba jadeando; daba sus últimos respiros. Aesther corrió hacia él para tomarlo suavemente del cuello. Le habló con dulzura pero el zorro no podía responder; parecía que su alma se encontraba pendiendo de los hilos que ataban a la vida y la muerte. Una lágrima corrió por su mejilla, dejando un rastro húmedo que sólo le hizo sentir un escalofrío. Aesther no podía lidiar fácilmente con la muerte... Aún se cuestionaba si había paz... si había un descanso. ¿Habrían descansado sus hermanas? ¿Todos aquellos arcanos caídos? Pasó su mano suavemente por el rostro de aquél pobre animal, esperando al menos darle algo de compañía en sus últimos momentos de vida.
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Post by B̹̫͍́ḷ̶̮̩a͚͔̺c̠̻̦k̹̙ ̛̺̞̝̟S͈̙ on Apr 24, 2017 6:20:37 GMT
Jadeos y pestañas pegadas. Ojos entreabiertos y la garganta seca. EL último suspiro de un viejo zorro pidiendo a gritos ahogados que el tiempo se detuviese para el y al fin poder descansar. El tacto de la Primavera que con frustración no podía hacer más que verle morir.
Un paso.
Dos pasos.
Silencio y miseria.
El cráneo sin piel se ocultaba entre el negro y la profundidad del bosque. La muerte estaba cerca y el lo sabía. Por eso estaba aquí. De un lado a otro. El descanso eterno y la oscuridad pura y transparente. El contraste de la luz y la sombra. El cabello rosado cayendo como una cortina sobre el animal agonizante y una lágrima que no alimentaría la vida de nadie.
Un hueco en el pecho. Era la primera vez que estaba tan cerca. Nunca había estado tan cerca. ¿Por qué estaba tan cerca?
Se detuvo. El eco, el eco.
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Aesther
Soberana de la Primavera
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Post by Aesther on Apr 24, 2017 6:35:36 GMT
Casi podía ver el alma de aquél zorro saliéndose por su boca entreabierta. Secó las lágrimas que corrían por su rostro con una de sus manos. Le conmovía realmente estar frente a semejante escenario. El pecho del zorro dejó de moverse; sus ojos inertes y sin vida la miraban. Aesther sintió un escalofrío, sin embargo, esperaba que se encontrara por fin descansando, abrazado por la dicha del más allá. Sí... eso quería pensar. Escuchó un ruido... tal vez otro animal... tal vez alguno de los amigos de aquél zorro. No... sonaba a que era algo más grande. Por alguna razón no quería alzar la cabeza... ¿Sentía miedo? Pero su curiosidad fue aún más grande que su temor el cuál crecería al caer en cuenta de lo que realmente tenía frente a ella. Sus ojos se abrieron más las lágrimas aún mojaban su piel. -Black Stag- dijo en un susurro que desobedientemente se escapó de entre sus labios.
No había tenido aquella visión frente ella en doscientos años más la veía tan clara y real como aquél día. Del susto, las plantas a su alrededor comenzaron a brotar descontroladas. Algunas comenzaron a cubrir el cuerpo sin vida de aquél zorro. Aesther no estaba reparando en aquello, aún se encontraba sorprendida... asustada... e inquieta por tener frente a ella lo que ella consideraba era un mal augurio. Lloraba... aún lloraba mucho. Podía sentir el trémulo en sus labios y en la punta de sus dedos apoderarse de ella... Nunca jamás pensó que estaría tan cerca de él... No sabía cómo hablarle... ¿debía hablarle? Tragó saliva. Sentía seca la garganta. -Y...y...y...yo... yo- no podía hablar. Todo su ser se encontraba en una parálisis involuntaria. -Bu... buenas noches- dijo al fin. Podía sentir lo salado de sus lágrimas introducirse traviesamente en su boca... No estaba segura si seguía llorando por aquél zorro o si el miedo había logrado apoderarse hasta de sus ojos... El hueco de su estómago se hacía grande, muy grande; deseaba poder refugiarse en él.
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Post by B̹̫͍́ḷ̶̮̩a͚͔̺c̠̻̦k̹̙ ̛̺̞̝̟S͈̙ on Apr 24, 2017 6:51:03 GMT
Un paso más. El cráneo del venado bajó hasta la mortalidad de la Soberana de la Primavera. No era una reverencia, era una inspección. Era ella. Si, era ella. Las flores se marchitan con el paso del tiempo pero ella seguía igual. Como aquel día en el que llegó y cubrió Mirovia con flores. Era ella. Si, era ella. Un hueco en el pecho y piedras en el estómago. El olor de la primavera envuelta en la pestilencia de la muerte. Las cascadas de dolor y un rostro tan hermoso como la vida misma. Se ahogaba. Se ahogaba con la belleza y la dulzura. Pero su deber era imperativo. Su deber. Estaba ahí por una razón. - I̝ͭs̴͉h̼̮̫̖͛ͥ ̇̋k̮̳̍ͮ̾̍aͮ̍̽ͣ̓̑e̮̤̮͓ͮͥͪ̿ͭ͊͞r̟̦̂̇́ ̷̓ͧ͗̓͆̃k̲͍̦̠̥̝̳ͮ̈́͑͊ͭ͛ạ̸̃͂̃͒ ͇̭̖ͯ̐͛͛͗̾m̯̊ͬͧ̃i̩͈̻ͥ͂̑̽͆̄ͨ͞t̥̮͍͇̰̞̠̏ͣ͋̌͑ͦ ̞̯̼̪̠ͧ̑ͯ̀ͤ͠s̥̃ͧͣ͌̈ͅh̲̘̻ͣͪͣ́ͩͧͨk̝̟͈̰̰̠̀a̢̋̽ -
Su mano sobre el zorro. El zorro hecho cenizas. Las cenizas haciéndose con el viento.
Su mano acercándose a las cascadas de dolor. La pestilencia pretendiendo tocar a la vida. El miedo latente de un algo que no era nada y un alguien que lo era todo.
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Aesther
Soberana de la Primavera
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Post by Aesther on Apr 24, 2017 7:03:54 GMT
Tener el rostro de Black Stag tan cerca del suyo era sobrecogedor; aquél cráneo que cubría su rostro sólo era un eco, algo que Aesther no podía ubicar. Desconocía lo que él era y eso le asustaba mucho. Su corazón golpeaba las puertas de su pecho; se sentía pesado, impaciente... alarmado. Le dijo algo pero no podía comprender... aquella voz no parecía un sonido... era algo más allá de cualquier onda resonante... De nuevo, parecía un eco, una sombra... un fantasma. Sentía como si estuviera siendo abrazada por el más frío de los inviernos y aún así, sentía calor. Siguió la mano de la criatura, viendo cómo convertía el cuerpo de aquél zorro en nada más que polvo. La Soberana no pudo evitar inhalar de manera ruidosa; era un grito que no había podido salir de su pecho. Las cenizas se movían con el viento, desapareciendo entre la oscuridad, el aire... haciéndose uno con todo lo que existía. No tenía suficiente valor para alzar la mirada; su rostro se quedó suspendido en aquél momento, observando a un punto ya muerto. La existencia de aquél animal se había transformado en algo más... ¿era eso? ¿o se había desvanecido?
Su cuerpo templó al sentir aquél tacto en sus mejillas. Por un momento no pudo encontrar fuerzas suficientes para moverse, sin embargo, como movida por una fuerza que no era la suya, comenzó a seguir con aquellos brillantes y enrojecidos ojos, el camino hacia el rostro de Black Stag. Desde su mano, gris y fría, hasta aquél cráneo que bloqueaba la vista a un rostro, si es que lo había. Su labio aun temblaba, sin embargo, la última de sus lágrimas descansó sobre los dedos de aquella criatura. -¿A dónde fue?-. ¿Había una respuesta para ello? ¿La entendía? Ver las cenizas de aquél zorro la llevó a los recuerdos que tanto intentaba mantener guardados en su mente... ¿Dónde estaba el alma de aquél ser? Estaba confundida, aterrada pero tal vez esta era su única oportunidad para descansar al fin su consciencia.
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Post by B̹̫͍́ḷ̶̮̩a͚͔̺c̠̻̦k̹̙ ̛̺̞̝̟S͈̙ on Apr 24, 2017 7:18:32 GMT
La había podido tocar. Pudo sentir la calidez de su rostro. ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? Una de sus lágrimas cayeron sobre su piel. La retiró, observando la lágrima en la palma de su mano. ¿Podía conservarla? ¿Era un regalo? Apretó su puño. No... Era miedo. Todo era miedo de su parte. Lo quería lejos. Había gritado. Era miedo. Era miedo y no lo entendía. - J͝i̥̜̟ͬ̕s͍̪̜͚̼̈͛͊͛͞ṯ̛ỏ̫̮̘̘͉͖̈́̅r̳͖̯͔̰̤͇̎ȋ̻̫͖̼̙͇̬̔͆ͨ̏͠ ̻̯̱̫̈́̚x͍͉̙̥̤͌eͫ ͕͉̟͗̈́̃̈́̒̔̎́o̶͈̙̠͈̮̤̹͐ū̴̩n̹̯̦̖̜͚͑͗͆͋̂ͅ ̧̣͉͓̙̭̹͋̌̍ͧ͛̃e̟͚̮̰n̸̜̽̇̍ͥ̾͒d̘͖͌͊r͚͖̯̍ͥ̎͗̑e̲̜͍̯d͉͍̭̣̰͉͍̀ ̵̫̪̖̙̩̯̈́̉ͫ̿̓̚- Alzó su rostro y se irguió sobre la Soberana, proyectando su sombra en ella . Debajo de el no parecía haber luz. No parecía haber esperanza. Pero había un hueco, un hueco y piedras en su interior. Le dolía verla tan de cerca. Le dolió verla cuando bajó de aquel dragón blanco. Cuando sus piés pisaron Mirovia por primera vez y el gris se pintó de verde. La misma mano con la que había sostenido su ya evaporada lágrima se dirigó hacia su propio pecho, en donde uno pensaría, estaba su corazón. Bajó el rostro y comenzó a dar varios pasos hacia atrás, alejándose lentamente de Aesther.
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Soberana de la Primavera
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Post by Aesther on Apr 24, 2017 7:32:48 GMT
La vegetación a su alrededor aún crecía, rodeando su cuerpo... casi invadiéndolo como reclamándola a la tierra. Observaba aún con ese sentimiento en su corazón. Sentía un nudo en la garganta... Parecía... curioso por aquella lágrima, ¿por qué? ¿Sabía lo que era eso? Sintió de nuevo aquél eco, simplemente mezclándose con la brisa del aire... una voz... perdida. No podía entenderla. -¿Qué dices?- preguntó. De nuevo una lágrima salió de sus ojos... No había respuesta, no la entendía. ¿Qué había dicho? Sus ojos lo siguieron, atentos y preocupados. Su figura frente a ella, abrazándola con las sombras. ¿Qué pensaba?
Las flores comenzaron a rodear su rostro, a punto de cubrir sus ojos pero Aesther aún se encontraba confundida y expectante ante Black Stag quien ahora se llevaba una mano al pecho. De pronto, su miedo parecía irse... o tal vez, se estaba haciendo parte de ella. Lo vio alejarse... ¡No! Debía saber... debía descansar. Se levantó con dificultad, provocando que las ramas que ahora la rodeaban crujieran con el movimiento. Se liberó de aquél abrazo provocado por su propio temor. Sus pies sentían las caricias del césped y la humedad del sereno dándole un poco de cobijo. Aún estaba en casa... Estiró su mano para tocar la que Black Stag tenía sobre su pecho. Le imploraba con los ojos; de nuevo sintió el temblor. Aquella mano... era real... fría y gris pero real. Debía saberlo... debía saberlo. Apoyó su frente contra ella, dejando que las lágrimas humedecieran la piel ajena. Se conformaba con dejar el dolor salir pero anhelaba la verdad. ¿A dónde fueron?
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Post by B̹̫͍́ḷ̶̮̩a͚͔̺c̠̻̦k̹̙ ̛̺̞̝̟S͈̙ on Apr 24, 2017 16:46:18 GMT
Las sombras empezaban a comerlo. La oscuridad, su única amiga. La cubierta a la seguridad, el manto del misterio y el qué será. Estaba a punto de partir. No podía quedarse más ahí. Ella, ella, ella. La Primavera chocó con la muerte y se acercó a la orilla del abismo. Cerca, buscando respuestas. Tomando con su mano aquella que jamás creyó sentir. Estremecido. Agitado. Las olas de la oscuridad se voltearon. ¿Qué hacía? ¿Por qué lo hacía? ¿Dónde había quedado el miedo de hace unos momentos? El agua de sus ojos rozó el gris y se hicieron uno con el. Tembló. La incertidumbre. El cráneo sin piel ni carne se distorsionaba. Las sombras lo hacían ver como un espejismo. El traedor de la muerte comenzó a desaparecer hacia la nada, dejando a la Primavera y su reinado de flores gobernar en su ausencia. La incertidumbre. Lo había tocado. Lo había tocado. La piel, sus lágrimas y su desesperación. El agua de sus ojos se había absorbido. Sintió vida. Un punto blanco entre el inmenso negro. Y nada. Y nada…Nada.
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Aesther
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Post by Aesther on Apr 24, 2017 17:02:54 GMT
Sollozaba como si estuviera apoyándose sobre un viejo amigo pero era más el sentimiento de soledad que oprimía por siglos su pecho. Dejaba correr aquellas lágrimas con libertad. No sentía pena, no sentía opresión. Sentía libertad. Aún en esos instantes de sufrimiento, había algo bello que la llevaba a los límites de aquél dolor; necesitaba seguir llorando. Poco a poco sus manos comenzaron a sentirse de nuevo suspendidas en el aire. Alzó la mirada obstruida por la transparencia de su llanto. Aquella presencia comenzaba a fundirse entre la oscuridad, perdiendo su cuerpo y su presencia. Se había ido.
Aquella mano con la que lo sostenía se mantuvo así por un momento, como si aún estuviera tocándolo. Había sido real... sí, estaba segura. Debía serlo. Era igual que como había sido doscientos años atrás; una figura en el horizonte, rodeada de tristeza y niebla entre un paisaje gris, sin esperanza, sin alma y sin futuro. Debía ser él. Bajó la mano, enroscando sus dedos sobre la tela que cubría su cuerpo. Sus ojos descendieron al suelo en donde había estado Black Stag de pie frente a ella. Las marcas de su presencia aún sometiendo el pasto; había sido real... Giró su cuerpo buscándolo, como si aún pudiera encontrarlo entre las sombras pero nada. Dejó de llorar.
No había habido respuesta... sólo aquél eco de algo que no podía entender. ¿Podría hacerlo algún día? No lo sabía... tal vez nunca lo haría. Dio unos pasos lentamente, aún preguntándose si se encontraba en casa... viva. Sintió la brisa acariciar su rostro, escuchó las hojas de los árboles, olió el perfume de las flores. Sí, aún estaba en casa. Caminó de vuelta al templo, rozando sus mejillas con sus manos; no quería que la vieran con esos rastros húmedos. No se le había visto llorar en mucho tiempo.
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