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Post by Angel Hauteclere on Aug 9, 2017 18:59:00 GMT
¿Cuanto faltaba?... o ¿Hace cuanto que había comenzado?.. Era difícil saber con exactitud el inicio o comienzo de la primavera, cuando al asomarte por la ventana solo azules y grises colmaban tu vista. Una visión gélida que lejos de incomodar, se tornaba solemne, con el debido tiempo, incluso reconfortante. El frió apagaba las llamas, calmaba las aguas, y silenciaba los violentos gritos que provenían desde e fon de nuestras almas. Pero aun así, incluso el lugar mas recóndito no es invulnerable a ser penetrado, invadido, unos rayos anaranjados contrastaban con el horizonte, surcaban el cielo y daban a los mortales un pequeño entendimiento sobre el infinito tiempo. -Ocaso...- Susurre. Hora de mi guardia.
Aparte las sabanas de mi cuerpo y deje que el agua fría me complaciera. Solo en mi recamara, cubriendo mi piel con el frió acero de una armadura, escuchando la dulce melodía de un silencio sepulcral interrumpido solo por el susurro de las ventiscas, rememorando los pasos que daría hasta el final del día, eso, eso era paz. Y ya en la puerta, doy un ultimo vistazo al perfecto orden y cierro tras de mi las puertas de mi recamara.
Mas adentro en el templo no era diferente, no por que no se escuchase nada, no por que ignore los murmullos de las cortesanas que parloteaban entre si, o el caminar pesado de mis compañeros de la armada, no es que no me afecten los ruidos desde la cocina, el ajetreo de los sirvientes o el tropiezo de uno que otro travieso. No era diferente, por que en mi cabeza se planteaba un único plan a seguir y no había nada que me distrajera de aquello.
Mi soberano, aquel regente que con la bendición de los dioses gobernaba sobre toda la corte, aquel que con su corazón helado dio hogar y paz a aquellos a quienes aun guardan tormentas oscuras dentro de su pecho. Aquel al que debía servir ahora, y por el resto de mi vida como soldado.
Llego hasta la puerta, aquellas con magníficos acabados, custodiada por soldado ya exhausto, esperando por un merecido descanso.
-¿El soberano continua en sus aposentos?- Pregunte al soldado, recibiendo por parte de el una respuesta afirmativa y con ella, mi mirada cruza hacia las afueras, escapándose por un ventanal, para apreciar nuevamente aquellos rayos anaranjados, que aunque débilmente visibles, se identifican. -Es tarde...- Dije al soldado girando hacia el y dando unos pasos para acercarme y darle la respuesta que de seguro ya esperaba. -Es mi turno de guardia, puedes retirarte.- Y se marcho, finalmente, dejando a este silencioso soldado en su lugar, junto a la puerta de los aposentos del soberano.
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Asthur
Soberano del Invierno
Sólo corazones destrozados, dirán que amaron.
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Post by Asthur on Aug 9, 2017 22:55:20 GMT
La frialdad de su naturaleza le hacía inmune al gélido ambiente. Abrió los ojos con pereza, recuperando la consciencia sobre su estado poco a poco, ¿Cuanto tiempo había pasado dormitando? Su médico le había ordenado reposo absoluto, pero su subconsciente no cooperaba y le dejaba en un limbo entre la realidad y la inconsciencia. Aunque sintiéndose aletargado por las pociones y brebajes que le hacían tomar con regularidad, se sentó al borde de su cama, cubierta únicamente por suaves y cálidas pieles que para un ser cómo él, eran meramente decorativas. Mirando con brevedad a su alrededor, deteniéndose justo en el enorme ventanal que revelaba un pleno atardecer en colores naranjas y rosados, el cual le pareció de lo más normal, le pareció de lo más común. Ese día, era uno de esos días.
El aire no llegaba con facilidad a sus pulmones, algo en su pecho le obstruía su función primaria más importante. Estaba cansado y sus energías parecían haberlo abandonado en lugar de reponerse, casi sucumbió ante el deseo de volver a recostarse, pero no debía dejar que su ausencia preocupara a nadie, pues su deber era velar por todos en Mirovia. Se levantó con solemnidad en la mirada, como si con aquel pensamiento el desanimo fuera puesto a raya en un recóndito rincón. Fue hasta donde sus ropajes pulcros y ordenados, le esperaban como cada día. Se vistió armando con paciencia cada parte de su armadura ligera, para después mirar su espada de metal reluciente como la plata, dura como el acero, pero ligero como el aluminio, siendo una aleación poco común pero increíblemente eficaz. Finalmente la ató a su cintura para poder completar su atuendo protocolar, y encaminarse a las enormes placas heladas de la entrada a sus aposentos.
Inhaló con cuidado una vez más, tomando las elegantes manijas plateadas de la puerta, abriéndose el paso para por fin exponer su presencia fuera de su recamara. De inmediato los arcanos que con cotidianidad caminaban por el pasillo, dejaron sus quehaceres y charlas para reverenciar al soberano, quien no hacía más que asentir para dejarles proseguir con normalidad. Miró entonces a su costado, distinguiendo a un hombre de facciones duras junto a su puerta. Ya le había visto antes, pero seguía siendo alguien nuevo entre sus cortesanos. Un ser tranquilo y poco sociable, pero con una rectitud indescriptible, incluso creía más que la suya. Sin cambiar su semblante ante sus pensamientos, Asthur comenzó caminar en una dirección fija. - Angel. - Con voz apacible y firme, mencionó su nombre como una orden para que le siguiera hasta el gran salón, donde su trono esperaba por la presencia de su único y legitimo dueño. A travesando pasillos y otras áreas del castillo, se mantuvieron en estoico silencio. No fue hasta que llegaron y Asthur tomó su lugar en aquella fría estructura de hielo que por fin habló. - Pareciera que ya se ha acostumbrado al templo.- Comentó al saberlo como uno de los guardias más recientes, pero sin duda de los más ecuánimes y silenciosos de toda su corte. ¿Qué tan raro le resultaría vivir en Mirovia ahora?.
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Post by Angel Hauteclere on Aug 10, 2017 18:12:59 GMT
Pareciera un día como cualquier otro, las personas iban y venían de la manera habitual, algunos con mas prisas que otros, pero todos siguiendo su propia rutina. Resulta increíble cuanto puedes observar y aprender cuando solo eres una extensión de las propias paredes, un pilar que se mantiene regio y observa con cuidado a los cortesanos perderse en su cotidianidad. Pareciera que otro día al igual que el de ayer transcurría con normalidad en el templo. Pero fue su presencia, la de aquel ser que representa la razón por la cual cada uno de los cortesanos servia arduamente, aquel ser que acogió a cada uno de nosotros bajos sus alas draconianas, fue su presencia, la que detuvo a cada uno de los cortesanos, para unirlos en una única reverencia al unisono ante el, siendo tal vez el único punto en común entre la rutina de cada uno de nosotros.
Me mantuve atento, pues a partir de ese entonces mi voluntad y deseos personales serian puestos a un lado, para dejar el espacio al único propósito de servir a la voluntad del soberano. Ni la mas mínima expresión se mostró en mi rostro cuando este pronuncio mi nombre, mas bien, como si de manera automática se tratase, procedí a seguirlo. Caminando tras el, a una distancia prudente y a un paso moderado. Lo que para algunos podría parecer una simple caminata, para los soldados era la distancia exacta a seguir, no tan cerca como para invadir su espacio y lo suficientemente alejado como para tener una visión amplia de los lugares a los podría acceder al soberano, cada paso estaba medido por un protocolo creado para garantizar su seguridad. El único punto de distracción era tal vez, es mismo soberano, que con su atuendo imperial y su frió parecer parecía complementarse perfectamente con el resto del templo, casi como si de camuflaje se tratara. Y en esos momentos en los que lo observaba me preguntaba. ¿Por que siquiera estábamos aquí? ¿Realmente necesitaba el soberano de sus soldados? ¿Quien en su sano juicio osaría levantar una mano en contra del regente del invierno? O bien podría ser el hombre mas valiente de todos, o el mas estúpido.
Finalmente fue en el momento en el que llegamos a la sala principal, que cada uno se dirigió a tomar su lugar correspondiente. El de el en el trono que innegablemente le pertenencia por derecho, y el mio, de pie y a poca distancia cerca suyo. Y de nuevo, todo seguiría como el resto del día, todo seguiría como lo habitual. Sin embargo, algo extraño para mi aconteció en aquella sala cuando el soberano se tomo la molestia de dirigirme la palabra. ¿Era común que hablara con sus soldados? No eramos a caso una mera decoración como solíamos ser para los humanos, ¿Que seria diferente?. Con un leve movimiento de mi cabeza, dirigí mi vista hacia el, para luego tomar un breve momento y pensar correctamente en su pregunta. -Así es, Mi Soberano.- Le conteste. Realmente, ¿Que hacia que me acostumbrase tan rápido a este templo? ¿Por que era tan diferente y a la vez tan reconfortante aquí? ¿Era el silencio sepulcral, el frió penetrante, o la dureza del ambiente? ¿Cual de esos detalles era el que hacia conexión con mi maltratada alma? -Lo cierto es, que el templo es un lugar totalmente diferente a cualquiera en el que haya estado, pero... es el mas reconfortante que jamas pudiese encontrar.-
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Asthur
Soberano del Invierno
Sólo corazones destrozados, dirán que amaron.
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Post by Asthur on Aug 11, 2017 4:54:46 GMT
Apoyó su mejilla en los nudillos de su mano, recargando la mayor parte de su peso en el costado en donde el soldado se encontraba, cerró los ojos y simplemente relajó un poco su postura mientras Angel respondía. Sin duda aquello le hizo soltar una risilla suave, pues entendía la trivialidad de aquella oración, ¿Cómo es que el lugar más inhóspito de Mirovia lograba ser reconfortante para alguien?, Realmente era muy simple, y se trataba de la esencia de todos los arcanos que allí habitaban, pues la energía que daba esa calidez dentro del helado castillo les pertenecía. - Siempre resulta diferente al inicio. Pero acostumbrarse les es increíblemente fácil.- Le concedió la razón, sin embargo también era común llegar a tener problemas para adaptarse, más en los que lograban escapar de la gran caza, pues desarrollaban ciertos trastornos en su comportamiento, pues las profundas cicatrices en sus almas no les dejaban habitar en completa paz con su nuevo entorno, pues se mantenían ariscos y retraídos, desconfiados por las secuelas, sólo en espera del desastre. Al menos en los primeros años.
Le daba gusto decir que hasta el día de hoy, no había habido algún arcano que se mantuviese en aquel estado de alerta por mucho tiempo, si acaso por unos cuantos años.- Angel...- Nuevamente le nombró, pues deseaba que el hombre le escuchase con sumo cuidado.- Tu historia intriga a muchos en mi corte...Yo entre ellos.- Esta vez, movió con levedad su mirada haciendo que su vista periférica divisara al individuo. - Sería impertinente de mi parte preguntar directamente, pero te hago saber que si deseas hablar, yo escucharé.- Sus ojos nuevamente se cerraron, pero su expresión serena cambió cuando sintió aquel malestar que lo agobiaba con frecuencia durante sus días, corrompiendole con lentitud, forzándolo muchas veces a convalecer en su habitación, pues la presión en su pecho y esa sensación de estar respirando brea le dificultaba sus actividades. Frunció con levedad el entrecejo, no iba a decaer ahora que apenas aparecía ante sus cortesanos. Con disimulada premura sacó de entre sus ropajes un pequeño frasco con un liquido teñido de rojo y lo bebió hasta el fondo, sintiendo de inmediato el alivio de sus efectos.
Inhaló con lentitud por la nariz y soltando una nube vaporosa por la boca trató de volver a su semblante apacible. - La vida para quienes escapamos de aquella persecución nunca será la misma. - Horas, días, incluso años. Asthur había dedicado todo su tiempo a atender a aquellos que gritaban en silenciosa agonía por ser escuchados, por ser atendidos de sus heridas no físicas. - También sintió que el mañana le era incierto ¿No es así? - Inquirió, al tiempo que su mirada se dirigía hacía el frente, al acceso de una gran terraza privada.
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Post by Angel Hauteclere on Aug 11, 2017 18:15:35 GMT
Al parecer mi respuesta le había complacido, al punto de poder divisar en su rostro aquella ligera risilla. Algo común para otros seres, común para aquellos cuyo corazón rebosa de vida cual tierra fértil rebosante frutos y flores. Pero para aquellos cuyo duro corazón se asemeja mas a un rocoso valle, o a una profunda cueva recubierta de acero y hielo, aquellos pequeños detalles pasaban de ser percibidos. Incluso yo había olvidado la ultima vez que en mi rostro se dibujo una sonrisa, fue antes de Mirovia sin duda alguna, mucho tiempo atrás, cuando los azares del destino aun no me habían lanzado a un abismo de guerras y decisiones duras.
Había colocado mis puños tras mi espalda, y mi postura entreabierta seguía firme, mi mirada seguía al frente fija a un costado del soberano pero sin mirarlo directamente, al menos hasta que el soberano me nombro nuevamente. No respondí verbalmente, pues en su tono podía distinguir la firmeza de una orden, pero al mismo tiempo la suavidad de una sugerencia, un tono único en el que solo un regente estaba entrenado en hablar. Inevitablemente le escuche con atención, me centre en su rostro mientras este me hablaba, pero a medida que lo hacia, dentro de mi crecía una pequeña sensación que hace tiempo percibía pero no acaba de reconocer.
Mi historia le intrigaba, al punto de dejar la puerta abierta para poder expresar lo que habitaba en mi vacío corazón. Pero, ¿De que serviría? ¿Por donde comenzaría? ¿Tendría algún sentido contarle sobre la humillación de ser encadenado y humillado por tus propios ideales? ¿Podría expresar correctamente la confusión e incertidumbre de un ser al que le fue despojada su vida en tan solo una tarde? ¿Podría tolerar el hablar de la amargura de aquellos recuerdos, cuando en nombre de todo en cuanto creía, derrame la sangre de mis hermanos, e incluso, de mi amor? Ese sentimiento, aquella pequeña sensación, era intriga, la intriga causada al desconocer la sensación de dejar salir cuanto sientes ante alguien que lo escuche. Ya sea por armaduras, armas o cadenas, mi piel había pasado tanto tiempo e contacto con el acero que había olvidado la sensación de calidez que podía emitir otra persona. Si, tal vez serviría de algo... -Le agradezco mucho el que se preocupe por mi, mi señor, admito que ni siquiera yo suelo dar importancia a mis propias heridas.- No, no, las físicas, esas eran algo mucho peor.
Pero justo en aquel momento, la herida del soberano, aquella que se escondía entre su pecho clamo por atención, reclamando del soberano sus momentos de paz, su serenidad, forzándolo a olvidarse por un breve momento de todo a su alrededor y recordar, al menos por un breve instante, el dolor, no por que no lo olvidase, si no por el hecho de que seres como parecían estar destinados a vivir con el por el resto de sus días. Gire la cabeza, a punto dar voces en petición de un boticario quien atendiera sus males, pero el sonido de una botella destapada cayo mi voz antes de que saliere, y para cuando me di cuenta aquel liquido rojo que ahora se deslizaba por os labios del soberano, esta cumpliendo la función que yo inútilmente no podría cumplir.
El soberano inhalo, y yo suspire de alivio, parecía que aquel pequeños susto había pasado, y el soberano tan apacible retomo su charla mientras yo le escuchaba, con la cabeza hacia el suelo, perdida en el vació de los recuerdos. -Incontables veces, a veces podía parecer que mi pasado era solo una ilusión y que no tenia futuro alguno, en esos momentos no eres mas que un ser ciego en un bosque de densa niebla, en donde el único sonido que te acompaña es el de tus lamentos.-
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Asthur
Soberano del Invierno
Sólo corazones destrozados, dirán que amaron.
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Post by Asthur on Aug 17, 2017 23:26:39 GMT
Suspiró profundamente, nuevamente quedaron en un sepulcral silencio. Era verdad que entre más tiempo pasabas con una herida abierta, más te acostumbrabas al dolor y te era más difícil reconocer la sensación de bienestar, porque todos los días el sufrimiento estaba presente. Pero no cambiaba el hecho de que, al sentir el verdadero alivio de la tranquilidad, los arcanos lograban explorar más allá del dolor.
De pronto, otro soldado con paso acelerado y firme había ingresado al gran salón, inclinándose hasta que una de sus rodillas tocó el frió suelo, presentándose ante el soberano según el protocolo del castillo. Asthur lo miró con un gesto inquisitivo, no era común que le llegaran noticias de algo por medio de soldados, normalmente eran sus sirvientes mensajeros los que se ocupaban de ello. Pero éste levantó la mirada con una tremenda preocupación marcada en su rostro, anunciando que venía de las afueras de la isla gélida y que su cuadrilla había sido victima de un misterioso ataque, el cual se le atribuían a unos extraños seres echos de fuego y ceniza. Asthur frunció el ceño al escuchar dicha descripción, pero no interrumpió el relato del hombre. El capitán del escuadrón reportó que sus acciones de atacar no fueron acertadas, pues los seres poseían la terrible habilidad de calcinar la piel que tocaban. Sin embargo, cuando apenas se tomaban decisiones para una nueva estrategia, se dieron cuenta que el ataque había cesado completamente, pues estas criaturas fueron tragadas nuevamente por la nieve.
Asthur se levantó con la expresión endurecida y el terrible presentimiento de que algo maligno estaba comenzando a manifestarse. Entendiendo la gravedad de la situación, caminó en dirección de la gran terraza, abriendo aquellas puertas con bellos vitrales y saliendo hasta sentir el frío viento ondear bajo su capa. - Iremos a investigar. - Anunció con tremenda autoridad, dejó que su cuerpo se transformara por completo en un reptil de negras escamas y ojos amarillentos, extendió sus alas batiéndolas con fuerza para despegar su pesado cuerpo de la tierra. Su propósito al ir hasta allá sería encontrar indicios, algo que le advirtiera de dónde habían salido aquellos seres y tal vez cómo podría prepararse para un segundo ataque, pues tenía muy claro que la información siempre era la clave para la victoria en una guerra.
Surcó el helado cielo de su territorio, dirigiéndose a las coordenadas descritas por el soldado sin dudar por un segundo, pues conocía perfectamente cada hectárea, al menos superficialmente. Le habían surgido muchas incógnitas con respecto a la misteriosa emboscada, como ¿Por qué habían atacado a sus soldados?, ¿o si serían arcanos de alguna corte? ¿Cómo habían llegado y desaparecido tan de repente? Desconocía demasiado como para tener alguna ventaja y lo único que podía hacer era tratar de reunir toda la información que se pudiera de la escena. Llegaron hasta donde según el capitán, habían sucedido los hechos, teniendo en mente que la nieve no era el terreno más apropiado para conservar pistas por muchas horas, se apresuraría en buscar.
Recuperando su forma sellada, Asthur intentó alterar lo menos posible la zona. Rondó lentamente entre montañas de nieve y rocas congeladas, agudizando como mejor pudo su visión. - Angel.- Llamó a su subdito, creando un gran halo de vapor de su aliento. - Si encuentras algo, avísame. -
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Post by Angel Hauteclere on Aug 19, 2017 23:51:54 GMT
Las ultimas palabras de esa conversación se habían ahogado entre el silencio de aquella sala, un solmene espíritu que merodeaba constantemente los mas recónditos rincones del castillo, ahogando los pequeños comentarios, los pasos y el susurro del viento, colocando su inaudible velo sobre las salas, brindándole a los arcanos el único sonido de su de su propia respiración. Para cualquier otro cortesano podría resultar incomodo en verdad, pero para los siervos del invierno, entre el silencio y los lamentos es cuando hallamos paz.
Pero el silencio fue interrumpido por pasos apresurados, pasos de un soldado cuyo andar desesperado pronunciaba lo que con su boca aun no había dicho, era la llegada de noticias, urgentes o malas o ambas, muchas veces ambas. Era el anuncio de un ataque, uno que desde mi llegada a Mirovia creía posible solo en las historias de los mas experimentados soldados, seres de ceniza, que roían la carne cual maldición ardiente que lo consumía todo sin dejar vestigio alguno. Era solo una sospecha, pues algunos soldados suelen exagerar sus historias, otros confundirlas, otros inventarlas, pero en los ojos de aquel soldado, incluso el mas despistados podía ver que lo que decía no era exageración, confusión o invento.
El soberano reacciono, y yo con el, siguiéndolo un paso detrás mientras se dirigía a la terraza para rápidamente abrir las puertas y dejar entrar el frió viento con ellas. Acto seguido, el Soberano daría una orden y con ella, en una muestra de magnificencia y poder tomaría la forma de uno de los arcanos mas antiguos jamas conocidos, escamas resplandecientes cual una oscura joya y penetrantes ojos draconianos. Todo parecía indicar que tendríamos acción esa noche. Le seguí, dejando emanar desde mi cuerpo la sagrada luz de mi espíritu, transformándome en aquel ser de piel plateada y celestes ojos resplandecientes. Tres pares de alas brotaron de mi espalda y con ellas emprendí el vuelo junto a mi Soberano.
Y al llegar a la escena, tomando nuevamente mi forma sellada, sus ordenes fueron precisas y su propósito fue claro, la probabilidad de encontrar rastros era escasa, y si no nos apresurábamos pronto seria nula, por lo que sin tardanza me separe del soberano entre la nieve. Buscaba pistas, siguiendo deformaciones en la nieva que vagamente parecían huellas, alzando la vista sin éxito, inmerso en un escena en donde aparentemente nada había sucedido.
Pero no fueron mis ojos los que captaron el primer hallazgo. Fue mi olfato el que capto aquel olor indescriptible, una mezcla entre ceniza y carbón, como los restos de un bosque ya arrasado por las llamas, mezclado sutilmente con aquel olor a podrido y azufre. Mire hacia los lados, intentando divisar la fuente, pero no la encontré, entonces mire hacia abajo, y junto a mis pies pude ver, aquel negro objeto que contrastaba con la blanca capa de nieve, eran los restos de lo que antiguamente había sido un ser, una negra calavera que yacía inerte sobre la nieve junto a los vestigio de un cuerpo y su armamento sobre la nieve. -Mi Soberano.... necesita ver esto.- Exclame con fuerza, dejando escapar antes un suspiro de desilusión, acercándome lentamente al vestigio de muerte, acercando mi mano levemente. Estaba caliente, era reciente, y los huesos estaban limpios... había sido atroz.
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Asthur
Soberano del Invierno
Sólo corazones destrozados, dirán que amaron.
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Post by Asthur on Sept 5, 2017 0:52:10 GMT
No había huellas, apenas y detectaba la nieve removida por la ajetreada pelea. No fue hasta que Angel le llamó, que Asthur pudo ver lo que vendría siendo un terrible y afortunado hallazgo. Guardó silencio un momento, a modo de respeto por el que alguna vez sirvió con fervor a su templo. Se inclinó para tocar con levedad la superficie, manchándose de aquel oscuro hollín. - Esto es...- Cerró su puño y miró alrededor en busca de algún otro indicio. - ¿Qué significa esto?. -Susurró para si mismo. No tenía las respuestas, no había manera de enterarse con exactitud qué es lo que había pasado o que apariencia y poder tenían los enemigos, y aunque esta vez sólo había sido una victima, eso no lo tranquilizaba precisamente.
Se levantó y miró hacía el recio soldado que se mantenía expectante por más ordenes o indicaciones. - Volvamos, la nieve lo borró todo ya...Llegamos tarde.- Arrastró las ultimas palabras con un deje de irritación. - Toma las coordenadas, deben venir por el cuerpo.- O al menos lo que quedaba de él, pues le darían un funeral digno de un arcano del invierno. Observó entonces la armadura con manchas negruzcas, no había señales de golpes o cortes, ¿Todo ese caos había sido sólo a base de fuego? La nieve con apenas rastros de aquel calcinado cuerpo decía que si. - Honraste a tu corte hasta el final, pero la nieve no será tu tumba. - Su cabeza se inclinó y sus ojos se cerraron. - Serás recordado por como viviste fiel a tu corte...Tienes mi gratitud, descansa en paz.- Una vez dicho esto, Asthur irguió su espalda y miró hacía su escolta. - Vamos. - Tomó la forma alada una vez más, aun consciente de que tal vez podrían haber buscado más pistas, pero lo importante por ahora era reforzar el templo y su seguridad, no daría apertura a otro ataque. Alertaría a todo arcano en la isla de ser necesario.
El camino fue inusualmente más rápido, pues su mente se concentró en planear estrategias con la premisa de impedir más bajas en su corte. Accedió de inmediato al castillo por aquella terraza y un escuadrón ya le esperaban formando firmes hileras frente a su trono, haciendo que los arcanos que desempeñaban tareas domesticas dentro del castillo, murmuraran y especularan preocupados sobre una posible guerra. Fue entonces que Asthur pidió a todos calma y el salón entero se sumergió en silencio. Respiró profundo y comenzó a hablar.- Los tiempos en Mirovia han sido benevolentes para todos, los Dioses nos dieron la oportunidad de obtener lo que se nos arrebató y de volver a construir lo destruido. - La voz del soberano llegaba con firmeza a todo rincón del gran salón, siendo que la gran mayoría de los arcanos que vivían en el templo se encontraban allí, sólo para enterarse de qué sucedió a las afueras de la isla. - Pero no hay lugar en el mundo que esté exento de la oscuridad o del peligro...- Hizo una pausa, dando oportunidad de que los presentes lo asimilaran. - Sin embargo, no hay peligro que no enfrente por ustedes. - Señaló su pecho, haciendo una simbólica referencia a aquella cicatriz que portaba al haber salvado a una de sus cortesanos. - No puedo prometer que no ocurrirán desastres...Pero puedo jurar que entregaré mi vida por protegerles.- Hubo un silencio sepulcral, nadie pudo hablar, nadie podía si quiera moverse, el soberano estaba consciente de que el miedo podría propagarse como el fuego y si no lograba calmarlo a tiempo, perdería el control dentro de su templo, pero entonces, la luz de la confianza brilló, pues alguien comenzó a aplaudir, seguido de otros dos, y luego diez, ya eran treinta y en cuestión de segundos, todo el gran salón estalló en aplausos y gritos de aliento. Todos unidos como una gran corte, todos unidos como familia.
Asthur ordenó alertar a todos los centinelas y comenzó a movilizar patrullajes nocturnos por el perímetro de la isla, con la nueva indicación de no atacar y sólo recopilar información y retirarse. - Eso es todo. - Los lideres de cada escuadrón se despidieron cual soldados que eran y se retiraron acatando todas las ordenes. Todo el mundo se movilizaba, parecía que cada quién tenía una ocupación demasiado importante para hacerlo con calma. - Angel. - Era consciente de que el malestar estaba volviendo, pero no quiso regresar a estar postrado. - Hiciste un buen trabajo ahí afuera. Y debido a que he reforzado la seguridad, de ahora en adelante serás escolta permanente. Te necesitaré a mi lado.- El hombre se encaminó entonces fuera de la vista de todos los demás arcanos, siendo seguido por el arconte de cerca. - Trabajaremos la estrategia en mi estudio. - Sus pasos fueron seguros hasta que en determinado momento, una sensación de fatiga le obligó a recargar su hombro en una de las paredes heladas sin llegar a caerse. Casi enseguida se valió de su fuerza para volver a caminar erguido, ignorando olímpicamente el hecho de que su pecho comenzaba a escocer.
Llegaron a donde su estudio se encontraba, el cual consistía en una habitación con metros y metros de libros en vertical, todos y cada uno ya devorados por el soberano, un escritorio de madera gruesa, mapas de todos los lugares descubiertos en Mirovia, expuestos en las paredes o enrollados como pergaminos, y un par de mullidos sillones con pieles. - Aquí planearemos todo lo que se hará de ahora en adelante.-
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Post by Angel Hauteclere on Sept 17, 2017 16:32:56 GMT
Asthur descendió hasta estar más cerca de aquel calcinado cuerpo, lo observo por unos momentos, analizándolo, buscando respuestas que no obtendría, o al menos no por ahora, pues incluso los cadáveres hablan, y este susurraba avisos sobre tiempos oscuros. Y así, junto con el sol que se prontamente se ocultaba, un soldado mas había terminado su misión eterna.
El Soberano dio nuevas órdenes y yo obedecí, mire hacia al rededor, al horizonte, hacia el lejanos castillo, sopese la distancia aparente en mi mente e hice un juicio de lar coordenadas aproximadas de donde nos encontrábamos, algo que podía llegar a ser complicado para quien visitara estos paramos helados, pero relativamente sencillo para los que ya lo conocíamos.
Mientras Asthur, lejos de ser aquel ser frió que los ojos a simple vista podían creer comprender, dio son sus palabras un último adiós digno de un soldado, lo honro como era debido y despidió con honor. Al igual que él, incline la cabeza, cerré los ojos y coloque las manos juntas tras la espalda mientras de sus labios salían aquellas nobles palabras. Y culminado aquel último adiós alcé la cabeza para contemplar nuevamente aquella triste escena, sin poder decir nada más que una palabra de despedida para complementar las del Soberano. -Amen.- Me limite a decir, una palabra corta, pero que en mi fe significaba tanto.
Tome mi forma celestial cuando el Soberano tomo su forma draconiana, y le seguí en un batir de alas devuelta al castillo. El viaje de vuelta fue igual de silencioso que el anterior, aunque el había apresurado esta vez el vuelo. No se había sopesado aun sobre lo ocurrido, pero desde entonces se podía percibir la tensión que se acercaba silente, algo que los marineros solían llamar la calma antes de la tormenta.
Una vez llegado al Templo las cosas no fueron más tranquilas, los soldados se habían alineado formando filas, como era su deber después de todos, pero que provocaba la preocupación del resto de los cortesanos. Mire hacia el resto del salón para tomar cuenta de cuantos cortesanos se habían reunidos, y luego dirigí la mirada hacia el Soberano, esperando de el una pronta acción para controlar el estrépito, acción que tomaría apenas unos segundos más tarde.
Curiosamente, aquel discurso me hizo recordar. ¿Cuántas veces? ¿En cuantas ocasiones los reyes a los que servía se paraban frente a su pueblo con palabras nobles pero vacías? disfrazando la podrida corrupción de sus gobiernos con riquezas ilusorias. Como una espada oxidada, cubierta por una vaina dorada para ocultar su podrido interior. Había desviado la mirada al suelo en ese pequeño momento de distracción, para luego volver la vista hacia el Soberano una vez este termino con su discurso. Lo vi allí parado, solemne... el era diferente. No nació en un trono, con la corona en la cabeza, tampoco lo reclamo a filo de espadas de algún otro reino, no. Su trono se le había sido entregado por los dioses, por haber amado y sufrido como el resto de nosotros, por haber sido perseguido y perseverado. Porque en sus palabras se hallaba la verdad, porque él no buscaba riquezas, pues lo más valioso eran sus cortesanos. Junte las manos, a un ritmo lento, que luego se tornaría en un sonar de aplausos al unísono con el resto del salón y una leve sonrisa en mi rostro.
Luego vino la movilización, era un estado de alerta para el Templo, de ahora en adelante los centinelas y solados estarían más alerta que de costumbre, y normalmente se ejecutaban exploraciones y reconocimientos contantes de las zonas exteriores, así como se reforzaba la vigilancia en el interior. Podría ser una situación tensa para él los arcanos que no pertenecieran a ninguna de las fuerzas armadas, pero era lo más sensato para estas situaciones.
El Soberano llamo a mi nombre, yo permanecía junto a él esperando nuevas órdenes, pensaba que probablemente me movilizaría con el resto de los soldados, sin embargo, su decisión de hacerme su escolta permanente me tomo por sorpresa. Aquella posición requería de un cuidado y disposición mayor de la que alguien pensaría. ¿Era siquiera yo digno de merecerla? ¿Merecía yo la confianza que se estaba depositando en mi en ese momento? De ahora en adelante estar a su lado era mi mayor deber, de ahora en adelante estaría siempre su disposición y su voluntad. ¡Y Dios sea testigo! Que recibiría mil espadas antes de que alguna de ellas corte siquiera uno de sus cabellos. -Será un honor, Mi Soberano.- Dije, inclinando la cabeza en una reverencia.
Posterior a eso nos marchamos del salón, le seguí de cerca cuando notablemente el dolor volvió a arremeter contra el soberano frenando por un instante su paso. Enseguida había dado un paso más cerca para sostenerlo del hombro, pero antes de que lo hiciera el soberano ya se había incorporado nuevamente. Podía verse en él la determinación, no iba a dejarse llevar por el dolor, no perdería esa batalla.
Entramos al estudio. Para ojos materiales aquel salón podía verse lujoso en cuanto la fineza de sus muebles. Sin embargo, para ojos más observadores, lo más valioso de ese edificio eran sus libros, todos y cada uno llenos de valiosos conocimientos, y que según la última orden del soberano, puede que necesitaros más adelante.
''Estrategia'' Pensé mientras asentía ante la ultima orden del soberano, pensativo, las manos juntas tras mi espalda y le mire a los ojos con seriedad. -Casi se escucha como una guerra...- Mantuve el silencio, esperando alguna respuesta, para luego suspirar y continuar. -Necesitara a los exploradores y centinelas en un reconocimiento constante de la Isla Gélida, lo normal seria construir nuevas bases, para cubrir mas terreno y evitar los viajes largos que puedan cansarlos. También incluiría cambiar las rutas y rutinas, para evitar que nos tomen por sorpresa.- Las palabras eran claras y constantes, repasando sin mucho esfuerzo el protocolo normal de alerta. -Reforzar la seguridad interior es vital, aunque eso pueda tensar a algunos de los cortesanos...- Finalmente, hice una pausa, había desviado la mirada hacia el suelo y mi expresión se había tornado distante.
-Sin embargo, esto no es mas que el protocolo normal de un estado de alerta, no debería de haber ningún problema en ejecutarlo, pero...- Alcé la mirada, y nuevamente dirigí los ojos al soberano. -Con todo respeto, nada de eso servirá si no conocemos siquiera de quien o de que nos estamos defendiendo. Todo lo que podemos hacer es ponernos a la defensiva ha esperar el ataque de un enemigo invisible.- Deje que la gravedad de aquellas palabras flotaran en el aire un momento, dando tiempo de que aclararan por si solas la duda que plantearía mas adelante. -Soberano, ya había escuchado rumores de algunos soldados, rumores sobre estas criaturas. Fui escéptico, nunca les preste atención, pero lo que paso allí fuera fue real, dejo a un muerto.- El ritmo de mis palabras se había apresurado, pero aun así seguían tan claras y precisas como en un principio. -Soberano... ¿Que son estas criaturas? ¿A que nos estamos enfrentando?-
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