Post by Aagron on Aug 13, 2017 18:04:57 GMT
El estómago de Aagron empezaba a gruñir.
Ya era más de la mitad de la noche, no era solo él, todo el grupo llevaba ya dos o tres días sin llevarse algo a la boca. No encontraban nada para cazar, acercarse a un poblado humano habiendo niños que aún no controlaban su forma sería suicida. Aagron se sentía sofocado; él no tenía la madera de un líder y sin embargo todos lo tenían a la cabeza, casi encima de un pedestal como si fuera un salvador inimaginable. ¡Él no era todopoderoso, no podía prometerles el cielo aunque quisiera!
Desesperado, bajó la cabeza y se pasó las manos por el cabello rascándose con ferocidad; ya tenía heridas en la cabeza de tanto repetir ese gesto y lo seguía repitiendo a pesar del dolor. ¿Qué podían hacer? ¿Qué podían hacer?
—Hey.
El brinco que pegó del susto, pequeño no fue, Prowuls, el Rakshasa que había traído a él los rumores de la tierra prometida se estaba sentando en el mismo tronco que habían tirado al suelo para que les sirviera de banca. Gracias al cielo estaban bastante lejos de cualquier lugar habitado, podrían hacer todo el ruido que les diera la gana sin miedo a que les escuchara, y eso iba sobre todo con los pequeños del grupo, quienes por más deprimente que fuera la situación siempre estaban corriendo de un lado a otro hasta que las energías no les llegaran... Ojalá conservara la ignorancia a los problemas de un niño pequeño.
—Prowuls, me has dado un susto de muerte... —le dijo a su colega.
—Bah, más susto te dio Jefrey el otro día cuando lo diste por muerto —Bromeó su amigo
—Por favor, no lo menciones de nuevo...
De nuevo se rascó la cabeza, observando el fuego crepitante brillar en el centro del pobre campamento. Todos, o al menos aquellos que no montaban guardia estaban dormidos. Uno de los centinelas de turno, Jefrey, se acercó también. Era de los más jóvenes entre los adultos; un Elfo de treinta años que aún a esa edad tenía cara de niño pequeño para ser exactos.
—No puedes engañarnos, jefe —le dijo Jefrey— desde que nos quedamos sin comida, vas a medias ¡Necesitas descansar un poco!
—¡Tarado! ¡Necesita ayuda! —espetó ahora Prowuls golpeando a Jefrey tras la cabeza. El muchacho se llevó las manos donde recibió el golpe quejándose
Aagron se hubiera reído hasta que sus pulmones estallaran, pero era verdad, necesitaba más ayuda que nunca antes en su vida. Su maestro lo había criado como un soldado eficiente, un subordinado capaz de seguir órdenes concretas a rajatabla aún a costa de su vida; nunca se había puesto como opción ser el que impartiera las normas y reglas, el tema lo tenía sumamente tenso, y preocupado.
—Necesitas a alguien de confianza, enano —le dijo Prowuls— No solo a un hombre, tiene que ser alguien en quien confíes, una mano derecha o algo...
No, más que una mano derecha, lo que necesitaba eran verdaderos amigos. Gente que lo apoyara en las buenas y en las malas, que le dijeran cuando algo estaba mal en la cara, que dieran sus puntos de vista...
—Prowuls... necesito tu consejo —dijo— No estoy echo para esto... el grupo no es muy grande, pero dudo que solo entre dos se pueda hacer mucho para mantenerlos tranquilos si empiezan a exaltarse…
Prowuls lo observó, de la punta de los pies hasta la cabeza, Aagron llevaba el cabello corto, casi rapado en aquellos días. Asintiendo, le puso la mano en el hombro en señal de apoyo
—¡Eres un hombre de bien! —le dijo— estoy más que seguro de que harás la decisión correcta…
Aagron, no dudó un momento de las palabras de su amigo. Los días siguientes se dedicó a escoger a cinco de los miembros que a su juicio tenían mayor rectitud de corazón y también una mente despejada y consciente, entre ellos, Prowuls y Jefrey. “La Hermandad de los Fenómenos” así fue como se nombraron; una pequeña comunidad errante de arcanos con un consejo de cinco personas que escuchaban, atendían, y dirigían al grupo de la mejor manera posible. Ellos organizaron el circo que les ayudó a abastecerse de comida, protegieron al grupo de todo mal, ya habían llegado al punto de llamarse hermanos los unos a los otros; más que simples arcanos que se abrían paso a una vida mejor, La Hermandad de los Fenómenos era una modesta familia.