E3: How Far I've come ( Priv +18 )

Agradeciendo que lo dejó comer por su propia cuenta, Atlas tomó con cuidado el pedazo de pan que había en el plato, sintiendo su textura y oliéndolo con detenimiento para luego mojarlo con la sopa que estaba a un lado. Fué cuidadoso para asegurarse de que estaba lo suficientemente templado para llevarselo a la boca y lo consumió. En ese justo momento pudo probar sabores nuevos, deliciosos inclusive. Tuvo que detener sus pensamientos y dejar su mirada en el plato mientras masticaba aquel bocado que, quizá era la cosa más sencilla para los mirovianos terrestres, pero para el era un manjar que le costaba creer era real.

Atlas estaba tan ensimismado con los alimentos que no le prestó mucha atención a Kaira mientras hablaba. No pretendía ser grosero, pero estaba siendo bombardeado por tantas estimulaciones y cosas nuevas que era difícil seguirle el paso. Pronto el trance fué roto cuando Kaira dejó varios libros sobre el colchón, haciendo que, mientras seguía masticando, acercara la mano a abrirles la tapa y curiosearlos, y luego, levantó su mirada para ver la pictografía de Kaira cuando era menor. - … - No dijo mucho, solo continuó masticando aquel pan que tristemente, estaba apunto de acabar.

Suspiró, dejando la bandeja a un lado. Sus fuerzas comenzaban a reponerse gracias a la medicina y el alimento. - Creo que la sorpresa no salió como esperaba, pero… Gracias por ayudarme una vez más. -

Se quedó en silencio ante la confesión de Kaira. ¿Siempre estaría para el? Ese era un compromiso que nisiquiera el mismo sabía si podría corresponder. ¿Cuánto tiempo era siempre? Carraspeó un poco en reacción a aquella genuina sonrisa. Y luego… Aquella pregunta. La pregunta que lo hizo sentir nauseabundo por un instante. Claro… El motivo por el cual había cruzado el desierto y se había expuesto a terribles temperaturas.

-Creí que sería algo obvio. Vine por que quería visitar a un amigo. - Contestó entrecruzando sus profundos y azulados ojos con los del unicornio pero no pudo mantener aquella visión por mucho tiempo sin sentirse avergonzado. No lo había logrado como hubiese querido. En estos momentos, en vez de estar viendo los fuegos artificiales, estaba postrado en una cama intentando recuperarse de una mortal travesía.

- Si… Es lo mejor que he comido en… mucho, mucho tiempo. No te negaría otro plato… -

Dicho lo de la comida, un pequeño chispazo salió de los ojos de Atlas. Estaba emocionado por comer más, por conocer y probarlo todo. Tenía que aprovechar el tiempo que tuviese en esa forma para inundar su mente de todos los conocimientos posibles. Kaira tomó la bandeja y amablemente se retiró para traerle más comida, esta vez, con una doble porción de pan.

Atlas estaba listo para ponerse a comer, tomando el pan y trozándolo para mojarlo nuevamente en la sopa, pero la repentina caricia de Kaira lo paralizó por unos instantes. Le había pasado la mano por el cabello, el rostro y finalmente se había acercado a besarle la mejilla. Su reacción inmediata fué la de voltear con extrañes. Su corazón había empezado a palpitar fuertemente y por unos instantes había olvidado que tenía pan entre las manos. Las acciones de Kaira solo denotaban que su amistad estaba cruzando los límites ordinarios, y Atlas no estaba haciendo nada por detenerlo. El tritón se quedó pasmado, había perdido el apetito por completo.

- Yo… - Dijo poniendo la bandeja en la mesa de al lado con cuidado. Hubo un silencio abismal entre ambos nuevamente. Atlas no podía dejar de ver a Kaira en ese momento. Tragó saliva. La punta de sus dedos quemaban… - Voy a dormir. - Dijo, dándole la espalda a Kaira y recostándose sobre el colchón.

Dormir no era algo a lo que Atlas estaba acostumbrado. Aún conservaba su cerebro de tritón y por más que quisiese conciliar el sueño, la mitad de su cerebro seguía despierto y atento a lo que pasaba a su alrededor.

Entre la oscuridad, pudo escuchar los pasos de Kaira que aunque muy leves, se hicieron presentes en el silencio de la habitación. Buscaba algo entre sus cajones. Supuso que ropa para dormir. Dejó salir un largo suspiro para luego inhalar el aroma del unicornio impregnado en la almohada. El olor pronto se volvió más fuerte y, de un momento a otro, sintió como la cama se había sumido del lado contrario. Atlas se mantuvo alerta, pero no volteó a verlo. Lo sentía sumamente cerca, tanto, que casi podía percibir sus cabellos tocándole la piel.

Silencio.

Sentía algo extraño gestándose en su vientre. Una necesidad impetuosa por voltear se cruzar aún más aquella línea en donde la amistad se distorsionaba en deseo y demás cosas que no se atrevería a nombrar. Su corazón retumbaba con violencia, golpeando su pecho en un intento por salir de su sitio. Pensó en todas las posibilidades y el poco tiempo que le quedaba. ¿Qué tan prudente era aprovecharlo en posiblemente arruinar una amistad?

- Kaira… - Rompió el silencio con su voz. - ¿Tu también… - Pausó ahí. Tenía la intención de preguntar si el también sentía esa tensión. Esa barrera que pedía a gritos romperse. Era obvio lo que estaba sucediendo ahí. Más allá de cualquier sentimiento, era claro que existía una pesada tensión sexual entre ambos. Atlas apretó un poco sus puños y tragó saliva. La habitación de Kaira era fresca pero no pudo evitar sentir como un poco de sudor se acomodaba en su frente. Estaba nervioso. ¿Cómo podía ir más allá sin parecer un completo idiota o un aprovechado? Era tan solo natural que las ansias de Atlas se incrementaran con la cercanía de otro cuerpo. Un cuerpo que si bien era más pequeño, no era diminuto e imposible de desear.

Sintió que su estómago había caído hasta lo más bajo de su cuerpo y de regreso. Era verdad. Kaira también lo sentía. No necesitaban decir más, estaba todo más claro que el agua misma. El cansancio y el vapor en su cabeza mezclados fueron lo suficientemente estupefacientes como para hacerle perder la razón. Se vió presa de sus instintos y deseos carnales que por tanto tiempo había censurado. Dicho eso, el unicornio había cedido para continuar.

Sintió el pequeño beso sobre su espalda, después de haberle pedido que se acercara. Atlas apoyó su codo sobre el colchón para darse la vuelta y encontrarse frente a frente con aquel chico hermosos ojos y lacia cabellera. La luna había sido caprichosa esa noche, y una muy, muy tenue luz se coló por la ventana de Kaira, no era la suficiente para verse con toda nitidez, pero si para al menos apreciar su cercanía. El cuerpo de Atlas, antes fresco, ahora emanaba una calidez sofocante. Su sangre estaba actuando para el, despertando todos sus sentidos. Esa era una clase de calor que no le molestaba, al contrario. Quería sentirla aún más.

Creyó que en cualquier momento despertaría de aquel sueño. Un cruel sueño en donde tenía el tamaño adecuado para estar frente a Kaira y que sus labios embonaran a la perfección de manera natural y magnética. Pero no fué así. Todo era real. El sentir de los suaves y dulces labios del chico sobre los suyos, algo resecos y partidos por el sol. ¿Era así como se sentía ser besado? Era algo de otro mundo, indescriptible. ¿Cómo era que algo tan suave y delicado podía despertar en alguien los más oscuros deseos y avivar al mismo tiempo una luz de creciente felicidad? ¿Era eso lo que sentía? ¿Felicidad? ¿Gozo? ¿Alivio? Fuere lo que fuere...Ahí se encontraba el, compartiendo su respiración en un beso que se repitió y que esta vez, fué aumentando la temperatura de sus pensamientos.

Sus manos, temblorosas, llegaron a la cintura de Kaira rodeándole en un abrazo. Fué fácil abarcarlo. Aún y teniendo ese tamaño, Kaira se sentía tan pequeño y frágil que se obligaba a si mismo a ser cuidadoso, paseando las manos sobre su espalda y acariciándolo por debajo de su largo y sedoso cabello. Entre las respiraciones entrecortadas, el hombre abrió ligeramente su boca, subiendo el tono de aquel intercambio de aliento. Ambos se habían dispuesto a explorar sus lenguas, no pudiendo ni queriendo razonar. En este momento sus cuerpos solamente obedecían a su necesidad de sentir placer a manos del otro y nada más.

El calor en su rostro se hizo cada vez más palpable cuando Kaira se separó de su boca y susurró aquellas palabras de añoro, para luego posar sus labios sobre su cuello y dejar aquella escencia impregnada en su mallugada piel. Cada beso era como una descarga que obligaba a su cuerpo a reaccionar en pequeños espasmos . De igual modo, era un completo inexperto en cuanto a la práctica se trataba, más no era un tonto. 300 años en soledad definitivamente hacen a uno curioso y más vivo. Las manos de Atlas viajaron a zonas más al sur del cuerpo del unicornio, cubriendo sus caderas y más abajo, acariciándolo con vehemencia. Cada respiro se transformaba en un suspiro, cada caricia era un disparo al corazón. No había espacio ya para el pudor o las inseguridades. Estaba expuesto a Kaira, vulnerable. Esa noche entraría hasta su alma, y arrancaría la tensión que por tanto tiempo se ancló a su ser.
- Kaira... - Apenas susurró mientras el otro continuaba besando su cuello. - Estas... - Tragó saliva. - ¿Te sientes listo... para esto? - Dijo, apenas audible para los oídos del chico.