Post by Maeralya Halerin on Aug 30, 2017 4:38:07 GMT
Poco a poco, cada noche que Maeralya pasaba en la ciudadela, comenzaba a agotarla. Siempre había ruido, siempre personas hablando. Y en la noche, sus sueños comenzaron también a ser oscuros, carentes de personas, pero llenos de sombras con sus siluetas.
Ante la primera pesadilla, la joven kirin tomó al día siguiente su mochila y decidió darse un respiro de las calles atestadas.
Unos antiguos pergaminos que conservaba, hablaban de la particular esencia de las ranas azuladas. Anfibios, aparentemente, muy difíciles de encontrar pero cuyas propiedades de luminiscencia valían completamente la pena. Maeralya siempre había querido tener algún químico para crear luz en la oscuridad. Nada que dependiera de energía externa, solo de agitar un liquido. Quizá ese reactivo fuera la respuesta a esa idea.
Muy temprano, entre la niebla de la mañana, salió hacia los campos de cultivo de Mirovia. No sabía si iría más lejos o si acaso retornaría a la ciudadela; prefería dejar esas decisiones al momento. Siguiendo los pequeños canales de regadío de siembras, llegó hasta el afluente regular de agua, un río de poca profundidad y fuerza, con algunos rastros de musgo encima, pero bien sabía, que los anfibios prefieren los lugares de agua calma, por lo tanto, ensimismada en la búsqueda, comenzó a recorrer río abajo, entre montes de frondosa vegetación, buscando el lugar donde aquella agua reposase.
La ropa que llevaba era resistente a la humedad presente en el ambiente, llevaba también unos guantes azules de material antideslizante, pues las rocas de las laderas eran bastante afiladas.
Pasadas unas cuantas horas, al fin Maeralya se encontró con esa sinfonía natural que le otorgaba calma. El aroma húmedo de la tierra labrada. Aquello le hizo detenerse por un momento a lo alto de una roca. Miró al cielo con una sonrisa amplia en los labios. El sol le dio de lleno traspasando la bruma, y su calor le hizo emitir una suave risa. Luego de unos instantes, se apresuró nuevamente en su búsqueda.