Asthur
Soberano del Invierno
Sólo corazones destrozados, dirán que amaron.
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Post by Asthur on Sept 5, 2017 4:45:57 GMT
Tocó la puerta haciendo que la madera de ésta crujiera un poco por el fuerte tacto, la lluvia no dejaba que los sonidos se escucharan con claridad, pero estaba seguro que ella se encontraba dentro.
Días atrás y siendo consciente de lo que significaría tener esa información en su poder, Asthur le había encomendado a uno de sus mensajeros más allegados, una misión que trascendía en importancia para él, una misión de la que nadie, nadie debía enterarse bajo ningún motivo, por lo que le ordenó completa y rigurosa discreción al realizarla. Éste asintió y al cabo de unas horas volvió, habiendo cumplido con prontitud y eficiencia su encargo. Se arrodilló frente al soberano y le ofreció un pequeño pergamino, doblado en cuatro partes iguales, siendo sólo el modesto empaque de la importante información que éste contenía. Asthur le miró por un momento sin llegar a tomar el papel de inmediato, pues algo dentro de él le estaba reteniendo de hacerlo, obligandolo a alejarse, obligandolo a pensar racionalmente y considerar las consecuencias. Su mano tomó aquel mensaje.
Dos días habían pasado ya y el pergamino seguía perfectamente doblado sobre una mesa de su habitación. Días en los cuales el hombre no había dado tregua pero tampoco había sido capaz de dormir o descansar como era debido, pues hubo terribles momentos en los que su voluntad fluctuó peligrosamente, momentos en los que sostuvo el pergamino sobre el fuego de su chimenea, o instantes en los que por fin creyó tendría el valor y sus manos lo único que hicieron fue arrugarlo con cólera.
Pasó un día más y nuevamente la noche pintaba el cielo. Todos dentro del templo yacían dormidos y descansando plácidamente, abrigados con las cálidas y suaves mantas que les protegían del inclemente frío que venía de afuera. Pero a Asthur, no podría preocuparle menos dicho frío, pues siempre había coexistido con él, incluso como un mismo ser. Sin embargo, existía una gélida sensación de la que nunca podía deshacerse, una que nunca le dejaba dormir pues le abrazaba noche con noche en un interminable ciclo de soledad, y se trataba del vacío en su cama, justo a un lado de él.
Tomó una vez más aquel papel, lo miró con ojos ausentes, cansado de resistir, asustado por lo que sus decisiones traerían a su vida, pero incapaz de negar más lo que sentía. Cerró los ojos con fuerza, inhaló con lentitud y lo desdobló una vez. Algo dentro de él le gritaba que por favor no se rindiera, que por favor no cediera, que hacer las cosas de ese modo sólo les traería sufrimiento a ambos. Desdobló por segunda y ultima vez el papel.
La tormenta que ese día se soltaba en Repeage no era normal, pareciera que los Dioses estaban enojados y se habían ensañado demasiado con esta zona tan abandonada por ellos mismos. La sombra de un draconiano ser voló por sobre los techos de las pequeñas cabañas, pero pronto fue la silueta de un hombre encapuchado la que deambulaba por aquellas calles. No pasó desapercibido el como ciertas mujeres le ofrecían sus servicios por poco presupuesto y otros hombres le mostraban armas que consideraban las mejores en Mirovia, robadas quizá, pensó en ese momento. Pero se abstuvo de hacer cualquier acto que le delatara y siguió caminando hasta dar con lo que había venido a buscar.
Tocó nuevamente, esta vez con una fuerza llena de impaciencia. No sabía qué diría ni cómo iba a reaccionar ella, pero él deseaba llegar a un acuerdo. Uno que le convendría a ambos.
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Post by Agatha Bloodspell on Sept 5, 2017 5:49:07 GMT
Vivía absorta en la miseria y aún más desde los últimos encuentros que le habían hecho añicos lo poco que quedaba tierno en su corazón. Llovía a cántaros por lo que esa noche se disponía a someter las gotas de agua que se intentaban colar entre la madera, intentando inundar su pequeña y modesta casa. Los sonidos de la lluvia y el agua al caer en los charcos creados dentro de las cubetas de madera sonaban cual compás dispuesto sólo para ella. Sentada frente a su mesa, una que no estaba muy lejos de su cama, preparaba las flores que vendería al día siguiente. Se refugiaba en sus tallos y pétalos, buscando en ellas un alivio… una distracción. Catalina se encontraba recostada a sus pies, mordisqueando algunas de las hojas que caían de las manos de la súcubo.
Era cosa de todos los días; una rutina que estaba condenada a repetirse con el paso del tiempo. Su castigo incluso estando en libertad, sin sometimientos. Escuchó el sonido de la madera al ser golpeada pero de inicio pensó que eran sólo los sonidos de la tormenta, sin embargo, el golpeteo persistió lo cual la hizo levantarse al fin. Serpenteó entre las goteras, cuidando de no mojarse hasta llegar a la entrada. Abrió con cuidado, estando consciente de que a esas horas seguramente no se trataba de nada que pudiera ser bueno. Por un instante quien se encontrara del otro lado no la vería, sólo le llegaría la luz tenue de las velas y un ligero vistazo a lo que se hallaba dentro. Asomó la cabeza con cautela, de inicio no percibiendo el rostro que la atormentaba por las noches entre la oscuridad, sin embargo, al ajustar la vista lo reconoció. Palideció. Sus ojos no podían estar más abiertos; aquello delataba su sorpresa e incluso miedo. Vivía con la idea de que en cualquier momento el Soberano vendría a tomar su vida con sus propias manos… tal vez el día había llegado.
A pesar de ello, abrió más la puerta, diciendo con ello que era bienvenido de pasar. Cubrió su pecho con la tela que pendía de sus hombros, sintiendo vergüenza a pesar de que su cuerpo había sido tomado por él antes sin recato alguno. Se sentía minúscula por tenerlo frente a ella en primer lugar y segundo porque tuviera que ver las deplorables condiciones en las que habitaba. -Pase- fue lo único que pudo salir de sus trémulos labios. La madera rechinaba con cada paso que se posaba sobre ella, delatando aún más la fragilidad de la choza. Apenas había luz suficiente para mirar por dónde se pisaba. Se acercó a su mesa, despejando las flores que se encontraban regadas en su superficie. Dispuso de la silla que había usado antes para que el Soberano tomara asiento y ella, colocarse sobre su cama a una distancia prudente. Aún tenía sus manos sobre la tela que cubría su pecho, de cierta manera a reserva y distancia de él. Se mantuvo callada; se había prometido no colmarlo con su despreciable voz. Si él precisaba de sus palabras entonces hablaría. Catalina se puso de pie para colocarse cerca de su dueña, ajena a la tensión presente pero siempre a su lado. Lo miraba, sabiendo que eso era suficiente atrevimiento pero inevitablemente estaba completamente desubicada y sorprendida por su aparición.
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Post by Asthur on Sept 14, 2017 19:43:29 GMT
La expresión en el rostro del hombre era pobre, incluso ausente. Agatha por otro lado, palideció de su piel y sus ojos usualmente serenos se abrieron con una sorpresa tal vez desagradable. El soberano entró al ver que ella se hacía a un lado para dejarle más espacio al ingresar, la mujer cubriendo su pecho de una forma recelosa y recatada en el proceso, ocultando lo que en aquel día devoró sin miramientos. Asthur sólo tensó los labios ante el gesto, pues al parecer la joven no entendía aun que no era su cuerpo lo que deseaba y no era a ella a la que venía a buscar.
Su casa era más bien una choza, pobre en estructura y decadente por la longevidad, pero el olor una vez dentro...El olor era sumamente agradable. Ella se dirigió a donde su cama y una mesa peleaban por un mismo espacio, se sentó en el colchón para así lograr ofrecerle los pocos asientos que poseía su casa y le miró con ¿Ansiedad? ¿Miedo? ¿Qué estaba pensando exactamente? ¿Le parecería patético de su parte romper sus propias reglas? ¿Se burlaría de él internamente?
El hombre la miró por largos segundos en silencioso escrutamiento, y mientras de su capa escurrían gotas sobre el suelo de madera vieja, retiró con lentitud la capucha de su cabeza, mostrando su rostro en todo su esplendor. - Entiendo que su confusión sea mucha. - Habló por primera vez, y ya no con aquel tono despectivo, pues su cinismo no llegaba a tanto, pero no había emoción en su voz, sólo una calculada cortesía. Su garganta de pronto seca y su vientre apretado para controlar un pequeño e imperceptible temblor, le dificultaron el comunicar el motivo de su llegada. - Pero...Las circunstancias me superan. - Su figura estaba estática, las sombras de su rostro definían sus rasgos con tenebrosidad y su mirada se perdía en la fogata que daba luz y calor a todo el cuarto, ¿De verdad había caído tanto en su desesperación a tal punto de pedir estos...Favores? - Usted ha condenado mi tranquilidad. - Dio un paso al frente, sumamente inconsciente de cómo percibiría Agatha este gesto. - No puedo dormir, no puedo comer...- Retiró la capa de sus hombros y la puso sobre la silla que la mujer le había ofrecido. - No puedo concentrarme. - Dicho esto, caminó otro paso y ahora la prudente distancia que Agatha había marcado entre ambos, se veía dramáticamente reducida. - Y si he venido hasta aquí, no fue para irme con las manos vacías. - Alzó el mentón de la joven mujer, sin lograr hacerlo con delicadeza debido a su angustia. - ¿Me entiende? - Una vez dijo esto, se acercó a ella y susurró muy cerca de su oído, lento y casi demandando por ello. - Deseo volver a ver a Alyn. -
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Post by Agatha Bloodspell on Sept 15, 2017 0:10:51 GMT
Las palabras que salieron de la boca de Asthur jamás las habría imaginado. Sintió un escalofrío esparcirse por cada parte de su piel, erizando sus sentidos por completo. Su voz tan suave en sus oídos pero tan dolorosa para su corazón. Verla de nuevo… eso era perderse en un recuerdo, en algo que no era real. Dejó que alzara su mentón, viéndolo con temor y algo de tristeza. No tenía suficiente fuerza para negarse; su cuerpo era débil y su voluntad flaqueaba por el hambre. Tragó saliva mientras el peso de sus párpados los hacía caer para aislarla de las visiones que tenía al frente por unos cuantos segundos. -No fue mi intención trastornar su vida de esa forma- respondió obligándose a mirarlo puesto que no tenía suficiente valor para hacerlo con tanta facilidad.
Deseaba resistirse cuanto fuera posible. Advertir al Soberano de que lo ocurrido bien fue un sueño y nada más. De ser otra persona, tomaría la situación para su beneficio pero no podía brindarse la responsabilidad de quebrar a un ser casi sagrado, que tanto había hecho por Mirovia. -Soberano… eso no la hará tenerla realmente a su lado- susurró. Aún se escuchaba la lluvia golpear contra el techo de la choza y las pequeñas gotas de agua chocando sobre las cubetas llenas, una por una, golpeteando sin darle tiempo al silencio de formarse con mayor libertad.
Creía comprender lo que estaba insinuando y por más que deseara negarlo estaba formándose el deseo en su vientre. Mentiría si dijera que no extrañaba su cuerpo y sus caricias, sentir el amor que fue suyo a través de una imagen ajena. Suspiró. -Soy lo que soy… es peligroso… es peligroso acercarse así- replicó con los ojos cerrados, pensando que si se prohibía de la vista sería más sencillo controlar sus impulsos pero el aroma del hombre permanecía y las imágenes de los recuerdos sustituían la falta de visión inmediata.
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Post by Asthur on Oct 10, 2017 6:31:48 GMT
Ella había cerrado sus ojos, sumiéndose por completo en las sensaciones no tangibles, tal vez creyendo que así la abstinencia le resultaría menos dolorosa. El hombre por otra parte se separó de pronto, sintiéndose culpable de acorralarla cual venado herido, pues temía cruzar aquella linea tan delgada, la linea entre sus obstinados deseos y el libre albedrío de otro ser. Sin embargo se negó a quitarle los ojos de encima, se negó a dejarla escapar.
¿Peligroso, decía?, Si, tal vez, pero la verdadera razón detrás de sus acciones, superaba cualquier signo de raciocinio en él, pues cegarse era inútil, ya estaba harto de ese gélido dolor en su piel, de ese ahogo de sentimientos y pensamientos turbios, de la ansiedad convertida a un dolor casi físico y que como un adicto a sus impulsos, regresó buscando más de las emociones y del calor de Agatha.
Y por ende no podía mantener el control de la situación, pues era Agatha quien accedería o lo haría a un lado. - Me resulta imposible alejarme.- Respondió importándole poco si aquello carecía de sensatez, pero sobre todo como si eso fuera la mejor excusa que pudiese dar. Y lo era.
Sus ojos no se alejaron de la fémina figura en ningún momento, sólo en espera de ver la apariencia de Alyn emergiendo de sus recuerdos una vez más, pero al parecer la voluntad de Agatha persistía aun sobre sus demandas, ¿Era tan terrible la propuesta que veía imposible ceder? El silencio sólo era acallado por la lluvia cayendo a cantaros, y el fuego crepitando reduciendo la leña a simple ceniza. ¿Por qué su cordura se perdía cuando se trataba de Alyn? ¿Sería porque no existió un ultimo adiós? ¿Porque nunca se le dio ninguna explicación?. - Si me voy ahora, me sentiré infeliz en todo momento hasta el día de mi muerte... - Dicho esto, se acercó hasta Agatha nuevamente y con cuidado, acomodó un mechón rebelde que sobre su frente se cruzaba. - Pero si me quedo...- Las chispas del fuego hicieron grujir la madera por sobre cualquier otro ruido dentro de la choza. Asthur cerró sus ojos y con el más puro y pequeño deje de esperanza musitó. - Podré verla cada vez que lo desee. - Alzó sus manos poco a poco, buscando el rostro de la bella joven para primero tocar sus mejillas, después sus marcados pómulos y recta nariz, pasando suavemente sus pulgares bajó hasta su mentón y luego repasó con cuidado sus delicados labios. - Alyn. - Pronunció sumido en un suave vaivén de acompasadas respiraciones, mientras su mente viajaba cientos de días y cientos de noches atrás. - Creo que...No tengo una mejor razón para no hacer esto. - Su altura fue igualándose a la de la mujer, hasta quedar tan cerca que terminaron respirando el mismo aíre. Sin querer rozó el labio inferior de Agatha y las chispas volaron, Asthur abrió los ojos por instinto y lo que vio lo dejó embelesado. Sonrió cual joven enamorado y acunó el rostro de Alyn entre sus manos. - Volviste.- Susurró uniéndose en un beso tan desesperado, como si de siglos de espera se tratara.
Y mientras se dedicaba a quitarle el aliento a esa mujer, nuevamente olvidó que durante varios años se había propuesto dejarla en paz en sus recuerdos, dejarle alegre en su ultimo encuentro y seguir su vida en allí en Mirovia, pero lo único que logró con eso fue engrandecer el deseo de tenerla de vuelta, cálida y real.
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Post by Agatha Bloodspell on Oct 10, 2017 7:11:33 GMT
El amor que el Soberano le profesaba a Alyn era algo que deseaba experimentar de nuevo mas no era prudente. Su cuerpo no debía dominar sobre su razón la cual comenzaba a flaquear más y más al sentir la cercanía entre ambos acortarse a distancias peligrosas. El susurro de su voz rozando contra sus oídos provocaba que su piel se tornara sensible ante las vibraciones de sus palabras. Permitió que le pusiera las manos encima, tomando control sobre sus deseos, deseos que ahora comprendía tenía toda intención de saciar en ella, en su cuerpo y por su naturaleza.
Sentía el palpitar de su corazón golpetear en su pecho sin vergüenza de mostrarla emocionada e impaciente. Sí, extrañaba el roce de sus manos contra su piel, la humedad de sus besos y el peso de su cuerpo sobre ella, pero también sentía una inmensa tristeza de ser receptáculo de un amor ajeno. Desde la última vez lo deseaba para ella pero conocía bien que eso jamás sucedería. Asthur se encontraba enterrado en un recuerdo y en un amor tan puro que iba más allá de la lógica de lo que era terrenal.
Su cuerpo se estremeció al tacto de sus labios, queriendo más… sin embargo, se mantuvo quieta. Conocía bien sus límites y lo despreciable de sus acciones. Por más que el Soberano pareciera desear depositar en ella la frustración de su nostalgia, no movería ni un dedo de no estar segura que era prudente. La culpa la visitaba cada noche, nublando su consciencia con terribles voces que deseaban llevarla a cometer terribles actos contra su persona.
Las lágrimas corrieron por sus ojos mientras el Regalo de Pandora cobraba poder sobre ella. Frente al dragón debía verse, oler y escucharse, tal como su amada, pero la realidad era que el rostro de la súcubo se encontraba nublado por la culpa y la tristeza. El beso que terminó por quebrarla fue cálido y poderoso; comenzaba a despertarse esa parte que tanto detestaba de sí misma. La voz. Sus labios respondían desesperados; había anhelado por sentirlos de nuevo desde la última vez que los tuvo cerca. Dudaba si debía responder como ella… Tomar su lugar en cuerpo era ya lo suficientemente doloroso pero hablar por ella… De momento sollozó, apoyando su mano contra el pecho del Soberano. Apenas un ligero impulso por detenerse mas no fue lo suficientemente poderoso. Esa necesidad de matar la soledad fue más fuerte que su moralidad.
La lluvia cayó más fuerte como si actuara en sincronía a los sentimientos de la mujer. La cabra que reposaba a los pies de su dueña se puso de pie, alejándose a un rincón de la choza donde se recostó a dormir. El mundo a su alrededor seguía su curso pero Agatha se sentía suspendida en un momento y una sensación en especial. Se separó del beso por un momento, bajando la cabeza mientras las lágrimas caían sobre su regazo. Sentía su cuerpo temblar ante el sentimiento y el desborde de emociones. Había una dicha incontrolable, una que no creía volvería a sentir al pensar que el Soberano no deseaba tener que ver con ella pero sólo deseaba verle para poder tener frente a sus ojos la imagen de su amada. Finalmente, siendo sólo un instrumento para satisfacer los deseos de alguien más… no siendo ella la persona deseada. //No es novedad, no eres digna de ser amada por nadie; confórmate con esto. Come//. Alzó el mentón de nuevo, capturando con su boca el beso anhelado. Esta vez ella fue lenta pero precisa, permitiéndose sentir los labios de Asthur a detalle, como si por medio del tacto se llenara de su imagen. -Por usted, siempre- susurró separándose por un breve instante del segundo contacto que de inmediato reanudó. Conservó el recato esta vez, aún sosteniendo con una de sus manos la tela que protegía su pecho y con la otra acariciando el rostro de Asthur.
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Asthur
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Post by Asthur on Oct 17, 2017 17:50:58 GMT
Lo sentía venir, sentía crecer esa locura que lo dejaba en un estado de inconsciencia e inestabilidad, de instintos y reacciones carnales. Su cuerpo le dictaba cómo actuar, cómo moverse y qué parte devorar primero, pues el hombre tenía sed, tenía hambre y en su mente sólo existía la orden de satisfacerse, por lo que esa noche se daría a la tarea, de agregar un pecado más a su lista, la cual no dejaba de crecer desde que la conoció.
Buscaba ese calor con desespero, besó su cuello dejando un rastro de húmedas marcas, subiendo hasta llegar a la cuna de todos sus deseos y el origen de su insomnio, ahí fue cuando unió sus labios con los de ella, embonando cual par de piezas fabricadas para quedarse juntas de por vida. Sin embargo tuvo que alejarse jadeante y un poco acalorado, no por voluntad claro está, pero si para lograr mirar aquel gesto lleno de impotencia y desolación, esa terrible y clara muestra de dolor ante sus acciones, que le dejó pasmado, pues de entre decenas de escenarios y reacciones posibles, no se esperaba una como aquella. Pero la rapidez con la que ella volvió a capturar sus labios, le dejó anonadado, perdido entre sus pensamientos, agitado y angustiado, y a la vez anhelante ¿Qué clase de maldición había puesto en él?.
Se dejó llevar por el ritmo que Agatha marcaba, pensando que tal vez su acompasada pero exigente reacción, le quitaría poco a poco aquella amarga sensación del pecho. Pero pronto le hizo falta más, pronto se negó a seguir devorando sólo sus labios y su cuerpo retomó el instintivo control, por lo que dejó que sus manos retiraran con lentitud aquella prenda que cubría su pecho y espalda, la cual no hacía más que estorbar en sus propósitos.
La tela cayó como ceda de sus hombros y sobre el colchón donde ella seguía sentada, con una postura conservadora y llena de recelosa precaución. Tocó sus hombros dejando que sus dedos trazaran cada curva y relieve en ellos, notó que su necesidad era demasiada en ese punto, pero debía esperar un poco más. Imponiéndose en tamaño y fuerza, recargó su peso más y más hacía adelante, provocando que la mujer no tuviese otra opción más que retroceder y conseguir que su espalda se apoyara sobre la cama, que suave les esperaba como confidente y cómplice de su acto.
Una vez lo logró, se tomó tan sólo unos segundos en los que miró a la sucubo sin decir nada, simplemente sosteniéndose sobre ella con ayuda de sus brazos y la respiración algo irregular. Sin duda la imagen que Agatha le ofrecía, era sumamente hermosa, completamente irreal pero también fiel a sus recuerdos, pues su cabello esparcido de esa manera tan salvaje, mientras su pecho subía y bajaba tan sugerente, le provocaba de una manera inimaginable.
Se irguió por un momento, sólo para deshacerse de la prenda que cubría su torso, para después tomar ambas piernas de la mujer y colocarse en medio de estas, impidiéndole escapar. Ahora su vestido había quedado levantado sobre sus muslos y su escote ya a la vista, dejaba entrever dos abultadas cimas. Pero lo mejor de todo en aquel cuadro pintado por las adiestradas manos de un artista, eran sus ojos, que en un idioma universal gritaban "Más". Por lo que compadecido de sus ordenes, el hombre bajó hasta que sus labios tocaron la sensible piel de su pecho y devoró cuanto pudo, devoró cómo quién no ha comido en cien años.
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Post by Agatha Bloodspell on Oct 18, 2017 3:41:27 GMT
Su cuerpo caía presa de la seducción que incluso a la distancia el Soberano lograba infundir en ella. Las noches de insomnio y pesadilla tenían en común la imagen tan clara de ese hombre sometido al placer de estar poseyéndola. "Recuerda que eres un instrumento" pensó, buscando maneras de convencerse de que su dolor y tristeza no eran válidos, que era la simple labor de alguien de su naturaleza, rendirse ante los sabores de la carne para sobrevivir. Sin embargo, su cuerpo le traicionaba, causando sensaciones que iban más allá de recibir en cuerpo el alimento; eran del tipo que parecían clamar sin permiso por la compañía del otro, por fundirse con él.
Su respiración se agitaba más y más, conforme la suavidad de los labios de Asthur descendía por su cuello hasta llegar a su pecho. El gozo era tal que le era complicado mantener las manos quietas. Las posaba sobre la clavícula del dragón, expectantes, de cierta manera temerosas. Desconocía la timidez que de pronto la abordaba; ¿era la culpa? ¿era el no sentirse digna de semejante tacto? Por primera vez la culpa la embargaba; esa sensación de sentirse indigna de ocupar un lugar. Aquello jamás le había provocado remordimiento, nunca le había hecho sentir que su alma estaría comprometida al sufrimiento eterno. "Señor, llévame. Sométeme a tu oscuridad". Sabía perfectamente que estaba quebrando el pacto que había hecho por el precio de su alma; el de someter el hambre, someter el deseo del fuego interno por rendir tributo a Él.
Atrapada en el firme tacto del Soberano, se sabía sin escapatoria alguna; no había forma de huir al deseo que tanto se esforzaba por ocultar. Un deseo que a duras penas pudo contener al verlo en semanas anteriores, al verlo en el umbral de su puerta... al invitarlo a pasar a su hogar. Los golpeteos de las gotas de agua eran aún su única conexión a la realidad; parecía que con el simple pasar de los segundos se sumía más y más en el engaño que su propia naturaleza había creado. Esos besos llevaban consigo el calor de una inmensa pasión, una que no creyó sería siquiera capaz de experimentar en su vida. -¿Qué busca con esto?- preguntó depositando sus dedos entre los platinados cabellos de Asthur que apenas lograban brillar entre la luz de las velas. Sabía que rompía la ilusión con su voz llena de duda pero no podía callar las inquietudes que comenzaban a carcomerle por dentro. Apenas podía contener la respiración a un ritmo tranquilo pero las caricias que el Soberano infundía en ella despertaban sus más oscuros pensamientos. Su instinto luchaba de nueva cuenta en su interior queriendo dominarla y ella, por más que quisiera negarlo, también se aprovechaba del dolor de Asthur. No quería hacerlo, no así.
Si se dejaría entregar tanto ella y su cuerpo para satisfacer sus caprichos y también los de él, al menos deseaba llenarse de respuestas. Comprender aquello que despertaba su curiosidad y hacía nacer preguntas en su mente que se desbordaban entre las yemas de sus dedos. //SÓLO TÓMALO//. Se quejó por lo bajo, intentando acallar a la voz. ¿Por qué no podía disfrutar simplemente? Dejarse llevar por el desenfrene de su pasión, de la necesidad de sentir el calor del cuerpo que se imponía sobre la fragilidad de su cuerpo. En un intento por negarse de sus dudas, alejó el cuerpo de Asthur con cierta brusquedad para colocarse encima de él. Sentada sobre sus caderas, exploraba con los dedos los bordes del pálido pecho que tenía frente a ella, deslizándolos lentamente entre cada músculo. Un par de gotas cayeron desde el techo, dejando un rastro húmedo que se paseaba lentamente hasta alcanzar el ritmo de su mano. El cabello de Agatha descendía sobre sus hombros, cubriendo la desnudez de su piel que apenas estaba resguardada por la tela de su bata, cuyos tirantes parecían tentarse ante la gravedad, apenas dejando entrever el borde rosado de la cúspide de uno de sus pechos. -¿Sabe quién soy?- su pregunta era en vano; para Asthur en ese momento quien tenía sobre él no debía ser más que su amada, el objeto de su deseo. Movió suavemente sus caderas, aún por encima de la ropa, tentando las reacciones del hombre a quien tenía prácticamente a su merced. -¿Siempre se ha sentido así conmigo?- preguntó agitada, avivando en sí misma el calor entre sus piernas, mostrando más y más su desesperación en el sonido de su voz.
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Asthur
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Post by Asthur on Oct 19, 2017 8:24:05 GMT
Creyendo que el acuerdo había sido aceptado por ella, se topó con la sorpresa de escucharle cuestionar sus acciones. "¿Y quién no lo haría?". Sus ojos buscaron hacer contacto con ella, pero la pronta acción de Agatha al empujarlo con fuerza y colocar su cuerpo sobre él, tomando el control y poder sobre las circunstancias, bloqueó más de una reacción en él.
Entonces sólo le miró desde abajo, desde esa desventajosa posición, jamás una mujer le había tomado por sorpresa así, pero no le molestó ni mucho menos. Sin embargo, la pregunta que le hacía era sumamente directa, sin mencionar que exigía una respuesta coherente y con sentido de la razón, dos cosas que ahora mismo se desvanecían de su criterio. ¿Entonces por qué? ¿Qué poder superior a su razón le hacía actuar así?. Tal vez era fruto de su reencuentro tan espontaneo, demasiado shockeante para superar y demasiado breve para no querer intentarlo de nuevo. - Quiero asegurarme que no fue sólo un sueño. - O tal vez estaba tan desesperado por sentir calor, que no pudo resistir a la primera chispa.
Los movimientos que la mujer estaba realizando sobre su cadera, lograron provocar un suave suspiro de su parte, haciendo que un instintivo vaivén igualara aquel ritmo que Agatha marcaba con sus ingles. Y aunque aquella sensación tan placentera le tentaba a poseerla ahí mismo, consiguió tolerar aquella singular presión en su entrepierna, que se manifestaba con más obviedad que antes.
Sin duda Asthur ahora estaba más consciente de muchas cosas, no de tantas como para lograr retirarse en buenos términos, pero si como para no hundirse por completo en el espejismo, porque era verdad que Agatha funcionaba como un oasis para él, pero ya no habría sorpresa como tal al encontrarse, sólo mucha ansiedad y frenesí. - Eres...El amor de mi eternidad. - Respondió para después echar su cabeza hacía atrás con levedad, pues los movimientos de Agatha se habían tornado tan tortuosamente lentos, que la contracción en su vientre no le permitió reaccionar de otra manera.
Fue entonces, cuando escuchó la verdadera urgencia en la voz de la mujer, que encendió un interruptor en su interior, el cual le hizo tomar su autocontrol y arrojarlo por la ventana. En este punto ya no había razones para no ceder, ya no había retorno, ni punto de quiebre, sólo unas tremendas ganas de hacer, lo que estaba escrito que pasaría esa noche. - Mis sentimientos no han cambiado desde que te vi. - Y cómo si las sabanas fueran de lava, Asthur se levantó sin quitar a la mujer de arriba de su entrepierna, simplemente para plantarle un beso de insaciable desenfreno.
Bajó por la espalda de la mujer haciendo un lento recorrido hasta llegar justo a su zona pelvica, para entonces sujetarla con firmeza y obligarla a sentir más cerca la temperatura de sus cuerpos, a sentir más de aquello que ella provocaba y que crecía conforme ella le estimulaba. - Por favor. - Susurró en su oído, siendo indirecto y bastante intrínseco en su petición. Y no fue hasta que realizó la acción de tomar la mano de Agatha y colocarla en su entrepierna, la que reveló el significado de aquellas palabras.
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Post by Agatha Bloodspell on Oct 19, 2017 22:10:15 GMT
Era satisfactoria la forma en que Asthur parecía contener el placer que se desbordaba por cada pedazo de su piel. La sucubo sentía aquella tensión que por si sola pedía ser atendida pero esta vez deseaba ser lenta, más precisa. Conocía lo que el Soberano deseaba: encontrarse con el recuerdo de su ser amado. Lo había hecho por otros incontables veces y aunque esta vez era distinto, no haría una excepción. Las palabras del dragón resonaron en su cabeza, golpeteando contra cada rincón, cada recuerdo y muralla impuesta que apenas lograba sostener su compostura. "El amor de mi eternidad"; para tal punto, él debía saberlo... No era a ella a quien sus manos acariciaban, no era a ella a quien su cuerpo deseaba poseer. Ese recuerdo y esa imagen se había quedado atrás y estaba frente a un simple espejismo, tan falso y tan frágil. //Házle creer//
La besó, tomando posesión de su cuerpo nuevamente. Podía saborear la desesperación en sus toques agitados y ansiosos. Con las últimas palabras su corazón se hundió, se hundió al abismo. No era más que una herramienta para devolverle algo de paz y cordura al Soberano. Se lo debía. Su mente divaga en ese compromiso mientras se permitía experimentar la complacencia de ser besada por un ser como él. Serpenteaba encima de sus caderas, rozado con mayor fuerza la intimidad ardiente de sus cuerpos. Entre suspiros y suaves gemidos lo escuchó suplicarle. Aquello logró encender en ella algo más fuerte que cualquier caricia. //Es tuyo// La voz tomó control, hundiendo la timidez de Agatha por un momento mientras su mano obedecía el camino guiado por el Soberano. Acarició por unos segundos por encima de la ropa pero podía sentirlo; firme y demandante a su cuerpo.
Se hizo ligeramente hacia atrás, haciendo contacto con los ojos de Asthur. No detenía sus caricias puesto que deseaba observar sus reacciones. La manera en que sus profundos suspiros ocupaban el aire a su alrededor, en que su piel pálida cobraba algo de color y la forma en que su cabello descendía por su hombro y pechos, al estar dejándose vencer ante la lujuria. "Al menos su cuerpo...". Se resignaba con verlo y poco a poco provocarlo hasta que llegara el momento de brindarle satisfacción y ella de alimentarse. Ese parecía ser el trato. Aún encima de él, comenzó a desabrochar lo necesario para tocarlo y sentir el calor de su piel. Lo liberó de la prisión de su ropa para mantener un ritmo que sacara reacciones electrizantes en él. La mano que tenía libre la colocó en la nuca de Asthur, apoyándose y así también obligándolo a mantener el rostro firme y así poder ser testigo de sus reacciones. -Un sueño...- dijo de pronto, de nuevo volviendo a la melancolía y tristeza. -Un sueño es que haya vuelto a mí-. //Olvídate de eso, sólo tómalo//. De nuevo Agatha luchaba con esa voz que intentaba dominarla al mantener a raya un sentimiento extraño y nuevo.
Apoyó sus rodillas suavemente sobre el colchón para darse espacio y consentir con el calor de su boca al Soberano. -Pero no está soñando- replicó dándose un momento entre el recorrido que su lengua marcaba sobre él. Podía escucharlo sucumbiendo ante ella, sin embargo, el hambre no era más grande que las ganas de verle envuelto en placer. Por más que la voz deseara imponerse; luchaba por seguir a su deseo.
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