Post by Deleted on Nov 20, 2017 6:54:04 GMT
Trago pesadamente al ver las insinuaciones del kelpie. Izark no era un hombre que se dejara llevar por los halagos, comprendía el poder que tenían las palabras sobre otros y le parecían cuanto menos interesantes, sin embargo él no caía tan fácilmente, no estaba en su naturaleza dejarse llevar por el momento o seguirle la corriente a los demás. Sin embargo, si había algo que lo hiciera cambiar de parecer era obviamente la sangre. No iba a mendigar por unas gotas eso nunca, pero la falta de aquel elixir rojo en su sistema lo convertía en otra persona completamente diferente.
Sostuvo el cuello de Galder con algo de fuerza mientras lo miraba directamente a los ojos –Perdiste mucha sangre esta noche- podía oler perfectamente las gotas que el kepie había derramado a las afueras de la mansión –Pareces un chico listo, creo que puedes deducir que te pasara si sigues provocando a un vástago hambriento- una pequeña sonrisa se formó en los labios del hombre mientras apretaba su agarre –O quizás eres más estúpido de lo que aparentas y te gusta jugarte la vida, la verdad no me sorprendería tomando en cuenta las condiciones en las que te encontré- los ojos del vástago parecieron cambiar de color por breves momentos, de aquellos raros tonos bicolor a un carmesí intenso. No pasó mucho tiempo para que aflojara su agarre y volviera a alejarse del kelpie, esta vez no salió de la habitación, caminó hasta uno de los muchos libreros que adornaban su oficina y tomó un libro al azar, dentro de este no habían paginas ni letras, sino un frasco de cristal lleno con aquel líquido rojo que tanto ansiaba el hombre.
Con aquel frasco en mano, se sentó en uno de los muebles de madera y piel de amplio tamaño ubicados casi en medio de su oficina, colocó el “libro” a un lado y abrió aquel frasco lentamente –No estaba entre mis planes dejarte transitar por Mirovia sin saldar tu deuda- antes de darle un largo sorbo, acercó su nariz e inhaló profundamente, llenándose sus muertos pulmones con aquel característico y embriagante olor a sangre fresca, como si de un vino se tratase –Y usar tu cuerpo para pagarme no sería suficiente- después de varios sorbos aquel frasco quedó a medias –Pero supongo que podría ser un buen inicio- musito una pequeña risa al mismo tiempo que posaba el recipiente justo a un lado del libro –Veamos que tienes para ofrecerme- se cruzó de piernas y estiró los brazos por todo el contorno del mueble donde estaba sentado.
Sostuvo el cuello de Galder con algo de fuerza mientras lo miraba directamente a los ojos –Perdiste mucha sangre esta noche- podía oler perfectamente las gotas que el kepie había derramado a las afueras de la mansión –Pareces un chico listo, creo que puedes deducir que te pasara si sigues provocando a un vástago hambriento- una pequeña sonrisa se formó en los labios del hombre mientras apretaba su agarre –O quizás eres más estúpido de lo que aparentas y te gusta jugarte la vida, la verdad no me sorprendería tomando en cuenta las condiciones en las que te encontré- los ojos del vástago parecieron cambiar de color por breves momentos, de aquellos raros tonos bicolor a un carmesí intenso. No pasó mucho tiempo para que aflojara su agarre y volviera a alejarse del kelpie, esta vez no salió de la habitación, caminó hasta uno de los muchos libreros que adornaban su oficina y tomó un libro al azar, dentro de este no habían paginas ni letras, sino un frasco de cristal lleno con aquel líquido rojo que tanto ansiaba el hombre.
Con aquel frasco en mano, se sentó en uno de los muebles de madera y piel de amplio tamaño ubicados casi en medio de su oficina, colocó el “libro” a un lado y abrió aquel frasco lentamente –No estaba entre mis planes dejarte transitar por Mirovia sin saldar tu deuda- antes de darle un largo sorbo, acercó su nariz e inhaló profundamente, llenándose sus muertos pulmones con aquel característico y embriagante olor a sangre fresca, como si de un vino se tratase –Y usar tu cuerpo para pagarme no sería suficiente- después de varios sorbos aquel frasco quedó a medias –Pero supongo que podría ser un buen inicio- musito una pequeña risa al mismo tiempo que posaba el recipiente justo a un lado del libro –Veamos que tienes para ofrecerme- se cruzó de piernas y estiró los brazos por todo el contorno del mueble donde estaba sentado.