Post by Zaniah Neshmet on Oct 3, 2017 4:24:20 GMT
“No existe algo más preciado que los sueños, aquellos que nos alejan de la realidad, que enjaulan el ahora, cohíben el futuro, y hacen realidad nuestros pensamientos… es como un trato, un deseo… algo tan inexistente que quema la piel, y el alma”
La pieza de ajedrez se movió de manera lenta y calculada, pensando cada uno de sus movimientos, con una tranquilidad llena de ferocidad, quitó el caballo de su camino, para acomodar la torre en el lugar que le correspondía.
―No está mal ―Habló un hombre de cabellera larga, de color dorado atado a una coleta, en conjunto con una camisa de lana color perla, un chaleco de cuero marrón, con unos pantalones gris oscuro de seda, aquellos que usaban solo los más finos caballeros, y unas botas negras perfectamente pulidas, tenía la piel pálida grisácea, y los ojos apagados, fríos. El perfecto cuerpo de un muerto, pues, quizás lo único que brillaba en aquel individuo, era la joya roja que colgaba en su pecho. El caballero se incorporó, ahora buscando su propio movimiento.
―Nada mal para quien ha jugado tan solo dos veces en su vida ―Zaniah observó a su contrincante con aquella sonrisa tan natural en su rostro, su cabello suelto anaranjado caía sobre sus hombros en forma de una cascada llena de rizos, llevaba su camisón blanco, aquel que utilizaba para dormir.
―Partidas de ajedrez en vez de noches de pesadillas, de recuerdos y de pensamientos ―El hombre acomodó los codos en la mesa, apoyando su barbilla sobre sus manos entrelazadas. ―Debo decir que ha sido la propuesta más extraña hasta ahora, pero debo decir que, en cierto modo, no me disgusta, el ajedrez es un juego de estrategia, y entre el juego se pueden llevar a pláticas interesantes. ―La torre de mármol negro se movió de su lugar, tomando la pieza blanca de la ajena.
Zaniah observó el tablero, pensando su próximo movimiento, tanto en el ajedrez como en las palabras.
―Exactamente por eso lo he escogido.
El hombre levantó su mirada azul opaco, observando la bicolor de la arconte. Estaba tranquilo, sumamente tranquilo.
―Porque hay algo que deseas saber.
―Desear es una palabra muy fuerte, mi querido Jezabel.
―Tienes razón ―El hombre acomodó el cabello tras su oreja, observando como Zaniah movía la pieza blanca a un cuadro. ―¿Entonces qué es lo que pides?
―Solo quiero saber las reglas ―Zaniah miraba el perfecto contraste de blancos y negros, eran colores tan atrapantes, aquellas piezas que decidían el control de todo, y que, a la vez, manipulaban con el simple hecho de mirarlos.
Se escuchó una risa ronca del otro lado de la mesa ―Las reglas son exactamente igual que el ajedrez ―El Jezabel movió el rey detrás de sus pupilos, tumbando un alfil en el camino ―Hay movimientos, ganancias, estrategias… ―Miró a la mujer ―Y sobre todo, sacrificios, pues no puede haber una ganancia si no hay una buena parte que se deja atrás…
―¿Qué es lo que quieres? ―Zaniah ya no miraba el tablero, toda su concentración se guiaba en él.
El hombre acomodó una mano en su mejilla, fingiendo que pensaba ―Eso depende.
―¿De qué?
―De lo que tú quieras y qué quieras darme al respecto.
Zaniah apoyó su espalda en el respaldo de la silla.
―¿Esta es tu forma real? Creo que merezco una respuesta sencilla, después de todo te he dado azúcar antes de dormir.
El Jezabel ladeó la cabeza, levantando una ceja con la sonrisa ladina que tanto conocía Zaniah, pero no de él, sino de su dueño anterior, después de todo, cada quien tomaba ciertos rasgos ajenos que, al fin y al cabo, conformaban la personalidad.
―No ―Dijo al fin ―Como ya sabes, soy un mensajero, no poseo un cuerpo en específico a parte del que ves todos los días, una parte del conocimiento que adquiero es de aquellos que ya están muertos, es como una máscara que me gusta utilizar, además de que es mucho más fácil comunicarme contigo de este modo. ―Antes de que Zaniah preguntara lo obvio, Jezabel levantó la mano ―El nombre que le pertenece a tu oponente de ajedrez es Edmund, un caballero de espuela dorada ―Apuntó a la joya en forma de collar ―Enterrado hace cien años con el premio de su última batalla, la joya arrebatada de la corona de un rey.
Zaniah estaba impresionada. ―¿Y él está ahora aquí? ¿Acaso es solo como el cascarón de Edmund?
―Claro que no es un cascarón, pero en estos momentos estás hablando conmigo, ¿No es así? ―El Jezabel observó la joya, moviéndola de un lado a otro ―A menos que quieras saber algo, puedo dejarte a solas con él.
―No, bueno, al menos no ahora. ―Zaniah decidió al fin mover la pieza, comiéndose la torre con otra. Sus dientes mordisqueaban su labio rojizo con nerviosismo, la señal de que quería decir algo, pero no se atrevía a pronunciar palabra alguna hasta que, el momento fuera indicado o su curiosidad le ganara. La mayoría de las veces ganaba la segunda opción.
―¿Qué pasaría… ―Jezabel levantó la mirada del juego, completamente atenta a las facciones del rostro de la joven, Zaniah intentó calcular sus palabras ―…si te propongo un trato?
―¿Otro? No lo sé, eres una jovencita muy egoísta, quieres más para ti de lo que das ―Jezabel observó las manos pálidas y las uñas moradas del individuo. ―Pero te escucho.
Ahora fue Zaniah la que sonrió, con las pestañas caídas y los mechones naranjas sobre su rostro, sabía que siempre lograba captar su atención, y a pesar de que se preguntara el por qué, decidió ignorar sus propias preguntas, pues en el fondo, sabía la respuesta, aunque se negara a escucharla.
―Quiero aprender.
―Creo que eso ya lo haces bastante.
―Aprender más… aquello que un vínculo no pueda limitar.
Cuando el Jezabel sonrió, pudo notarse aquella oscuridad en su mirada, con un deseo contenido, apretujando su pecho frívolo y muerto, pues, aunque las palabras eran cortas, podía entender perfectamente a qué se refería; Conocimientos encerrados por aquellos que creyeron que podían mantener la oscuridad aprisionada, magia prohibida, deseos siniestros, el Jezabel sintió un cosquilleo en la punta de la lengua.
―Eso tiene muchas consecuencias, querida mía… ¿Por qué querrías hacer eso?
Zaniah se mantuvo un momento en silencio, con la vista puesta en las nuevas marcas de sus manos.
―Hay algo dentro de mí que no puede ser llenado, que la magia convencional o la simpatía no pueden conocer, me he sentido incompleta desde hace tanto, que creí que el conocimiento simple podría hacer ese trabajo, pero ya me di cuenta que no ―Zaniah acomodó sus dedos en su rey ―Desde que pasó lo que pasó, me he sentido algo más que un sirviente de la luz, algo que no era realmente, algo que solo me puede pertenecer a mí ―La mujer movió la pieza hasta un lugar en específico ―Quiero conocer más de aquella parte que me pertenece.
>>El mundo es cruel ―Zaniah se cruzó de brazos ―Intenté de huir de él por mucho tiempo, estoy cansada de huir, de tener miedo, y daría lo que fuera por encararlo como debe ser, por ser más poderosa que él...
Jezabel levantó una ceja, pensativo, y después de un momento soltó una pequeña risa, tomó su rey atezado, y lo movió hacia el tablero.
―Que comience el juego, entonces.