Post by Aagron on Oct 6, 2017 0:12:44 GMT
El licor, era uno de los tantos lujos que podrían darse una vez en la vida si es que no llegaban a la tierra prometida pronto.
Habiendo ayudado a unos mercaderes errantes, habían terminado por ganar una buena cantidad de alcohol. Ya para esas horas, los hombres ebrios se habían dormido unos sobre otros, varios habían llorado hasta el cansancio, otros tantos prefirieron no beber por miedo a perder el control de sus propios cuerpos y directamente habían ido a dormir. Aagron era uno de estos últimos.
No había dado un solo sorbo a su bebida, y no era por miedo a su autocontrol, pues si bien ya la habían recomendado no emborracharse, también le dijeron que no era agresivo. Había permanecido totalmente callado, algo raro en él; observando el licor de mala calidad que todos sus compañeros habían disfrutado como si fuera un manjar de dioses o como si la vida se les fuera en ello; él no podía ni siquiera tragar su propia saliva sin sentir que su pecho se apretaba.
Recientemente habían perdido a dos hombres, una niña y tres mujeres por culpa de una enfermedad que no se vieron en capacidad de tratar a tiempo. Aagron se sentía responsable, él era el líder, cargaba con toda la carga de su gente. Jefrey se dejó caer a su lado y pasando un brazo por sus hombros empezó a reír a carcajada limpia.
—¿Sigues culpándote? —cuestionó el elfo que era su mano derecha— No había nada que pudiéramos hacer, jefe, lo sabes bien.
El joven líder de La Hermandad de los Fenómenos, estiró los labios hacia atrás con cierto recelo, estaba deprimido, quería llorar un poco. No podía hacerlo sin bajarle la moral a los suyos. Todos estaban ebrios, quizá dejarse caer un momento no le haría daño. Prowuls, también se acercó a sentarse a su izquierda. Sus hermanos empezaban a reunirse junto al fuego, uno por uno. Sus rostros se veían agotados, tristones, incluso Jefrey, con su fama de despreocupado, tenía una sonrisa tan triste como esperanzadora en el rostro, incluso algunas lágrimas corrían por su rostro.
—Hecho de menos a mi madre... —dijo entonces su mano derecha— ¿Ustedes no quieren ir a casa?
Ah... Directo a las heridas ¿eh? "Yo no sé que es de mi hija" Dijo uno "Mi hogar ya no existe" comentó otro. Vio a Prowuls bajar de nuevo el contenido de su jarra hasta dejar el fondo vacío, su camarada contó que toda su familia fue sometida, esclavizada, y por último dividida entre muchas compras.
Cierto, todos tenían sus cicatrices bien cubiertas, todos tenían dolor encima. En ese momento, no supo porqué exactamente, pero terminó por alzar su jarra suspirando. Sus labios se alzaron en una sonrisa, algo forzada, si, pero era reír para no llorar.
—Un brindis por nosotros... —dijo entonces. Jefrey se secó las lágrimas como pudo, y aún entre sollozos, también habló.
—¡Y por aquellos que llegarán a reemplazarnos! ¡Para que ellos cuenten la historia de hoy!
Esa noche, los cinco hermanos que guiaban a esa pequeña comunidad, bebieron, rieron, lloraron sujetando sus hombros, también alzaron su voz a los cielos en oración por un mañana mejor. Los cinco de ellos, sacaron todo su dolor de sus pechos, y al día siguiente, pudieron alzar la cabeza y fijar de nuevo un mejor rumbo.