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Post by Deleted on Oct 8, 2017 3:32:54 GMT
No importaba si la noche era tormentosa, fría o demasiado oscura como para hacer temblar hasta al mas valiente. No importaban los problemas, los obstáculos o la falta de tiempo, tampoco importaba lo ocupada que pudiera estar al ser el ama de llaves del vampiro más temido en Reapergate ni mucho menos lo cansada que se encontrara por su trabajo. Para Haru, ninguna excusa era lo suficientemente fuerte como para que abandonase su puesto y no inundara con las notas melancólicas de su violín aquel vacío, lúgubre y tenebroso cementerio. ¿Cual era la razón tan fuerte como para hacer que alguien que a simple vista se podía catalogar como antipática y amargada asistiera día tras día a un lugar como ese? Realmente nadie lo sabía, nisiquiera las casi inexistentes personas que tenían una pizca de su confianza.
Quizá sólo buscaba tranquilidad, una tranquilidad que verdaderamente no podía tener en el Castillo Velfast debido a su posición y que (en sus palabras) los sirvientes eran demasiado distraídos como para poder ordenarles algo sin tener que repetirlo 2 veces o tal vez simplemente trataba de evitar que le viesen. Verdaderamente no era una opción el ponerse a tocar ahí sin que los demás comenzaran a tirar su veneno o a preguntar cosas molestas. Eso nos dejaba con otra opción: ¿Será que la razón por la que iba ahí todas las noches era para acompañar a algún ser querido fallecido? La verdad es que cualquiera podría pensar que sí. ¿De qué otra manera alguien podría estar tan loco como para ir una y otra vez a un lugar donde bien podría pescar una maldición por perturbar los sueños eternos de los que ya se habían ido?
Sea cual fuese la razón, como cada noche ahí se encontraba ella; Tocando, danzando lenta y delicadamente entre el frío cruel de la noche y la tenue luz de la luna menguante como toda un ánima en medio de la desolación. ¿Quién habría de interrumpirla en un momento así, cuando se miraba tan bella y elegante? Tan trágica, tan efímera. Seguramente un demente que deseaba ser parte de los cadáveres que ahí descansaban, o quizá... Un futuro confidente.
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Post by Regis Salvatore on Oct 8, 2017 4:20:08 GMT
Regis, no era un hombre que abandonara su puesto con frecuencia.
Siendo dueño del que podría considerarse, el único bar de todo Reapergate (O al menos el más transitado y ameno) Raras eran las ocaciones en las que no saliera solo para ir al mercado de la ciudadela para volver a surtir la despensa. El corazón del vástago sentía que debía descansar, que colapsaría de no ser tomase un respiro. Esta vez había simplemente echado a andar cuando el reloj señaló el atardecer; sin prestar atención a donde fuera que sus pies lo guiaran. Ya conocía Reapergate de una punta a otra, pero siendo el lugar tan gris y lúgubre para su gusto, había terminado por llegar a los confines, atravesando el cementerio antes de darse cuenta. Sus pies, ligeros gracias a su habilidad de incluso le permitía andar por las paredes, apenas hacían ruido alguno al pisar la hojarasca que cubría el suelo.
Y sus ojos, fueron luego capturados por la silueta danzante varios metros frente a él ¿Qué escuchaba? ¿Un violín? Sus oídos podrían deleitarse por primera vez en mucho tiempo con el sonido de aquel instrumento. Bello. Siempre había gustado de la música; y sin embargo, daba la sensación de que aquella ánima solitaria resguardada por la suave luz que se ofrecía al panorama guardaba algo dentro. No sabía lo que era, solo sabía que estaba allí. Regis avanzó, y luego se sentó en el frío suelo observando cada movimiento con mera atención, como si hubiera caído en algún hechizo. No costaba nada darle espacio, no costaba nada respetar su silencio tampoco; antes de saludar como era debido, le daría su tiempo para finalizar aquella oda que ofrecía a quienes ya descansaban bajo la tierra ¿Se la dedicaría a alguien en específico? No lo sabía...
Su deber, dentro y fuera de su bar no cambiaba, era lo que le llenaba el alma: Le escucharía si quería ser escuchada, se dejaría golpear incluso sin oponer resistencia ninguna. Él, era un hombre de bien, un hombre de bien que estaba dispuesto a abrir sus brazos a quien lo necesitara
Y por algún motivo, algo en ella le decía que era necesario- no; que era imperativo que le extendiera una mano. Pero ya vería si solo era una simple corazonada.
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Post by Deleted on Oct 12, 2017 19:29:33 GMT
A pesar de sentirse observada y de escuchar las hojas muertas crujir, la dragona no se inmutó del todo y si bien dejó de danzar tan libremente de manera disimulada y comenzó a tocar una melodía diferente, su última sonata de aquella noche antes de retirarse y volver a su rutinaria vida dentro de los muros del castillo de su lord que tan asfixiantes se sentían últimamente. Sabía bien que aquella persona que se había acercado no tenía intenciones de robar sus pertenencias y que tampoco buscaba problemas, eso lo había dejado en claro con el tranquilo paso de su caminar y con su paciencia, pues a pesar de que bien pudo interrumpirla abruptamente prefirió guardar su distancia y mantener aquel silencio que era tan necesario para poder hacer fluir los sentimientos a partir de las cuerdas y el arco. Sentimientos que al parecer no le importaba compartir con aquel misterioso ente, el cual bien podría tratarse de una alucinación de su mente o algún espíritu que la pilló desprevenida y la había seguido o simplemente de un desconocido que vagaba aquella nostálgica noche bajo la luz de las estrellas y que por alguna razón el destino decidió entrelazar sus caminos aunque sea por un momento. Sea como fuere, el respeto que aquel ser había demostrado poseer había sido merecedor de su música, cosa que no rebelaba nunca ante cualquier chusma. Al parecer había descubierto que sí existía al menos otra persona considerada además de su amo en aquella bazofia falsa llamada Mirovia. La melodía se extendió un poco más de lo habitual, dejando en el aire tintes de nostalgia y tristeza, pero también una tranquilidad que pareció reinar sobre todo el cementerio una vez la mujer bajó su instrumento. - ¿Quién es usted? - Preguntó por fin con un tono sutil y apacible, mirando hacia el cielo en lugar de voltearse y averiguarlo por sí misma. - La noche es peligrosa aún para los más experimentados... ¿No debería encontrarse resguardado en su hogar en compañía de sus seres queridos en lugar de vagar en un lugar desolado como éste? -
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Post by Regis Salvatore on Oct 13, 2017 1:19:54 GMT
Regis había escuchado hasta la última nota. La bella sinfonía que podía apreciar en el silencio había sido bastante para llenar su corazón suave y en general sereno. Hubiera aplaudido sin problemas, pero sabía que respetar ese silencio sería crucial si quería mantener una conversación amena. Aquella mujer parecía arrastrar consigo un aire casi hostil, como si de una coraza se tratara. No iba a golpear un escudo una y otra vez, él era la clase de persona paciente que en lugar de escurrirse por debajo de una armadura esperaba a que todos se despojaran del pesado metal poco a poco. Un hombre que sin dudas, buscaba que la gente a su alrededor primero que nada se sintiera seguro con su presencia. No, no era malicioso al respecto, tampoco venenoso; simplemente era un corazón noble que por más años que pasaran, no dejaba de velar por el bien de todos por más que ya no fuera ni Rey ni alguien importante.
—Mi nombre, es Regis Salvatore —dijo entonces con solemnidad y educación, incluso sabiendo que no le vería, había inclinado la cabeza a modo de saludo. Y no le iba a llevar la contraria, las noches eran peligrosas en un lugar como lo era Reapergate, con tantos seres de oscuridad asechando, sobre todo sus propios congéneres en busca de alguna presa indefensa con la que saciar su sed, pero aún así...— El calor de una fogata es bien recibido, lo admito —empezó a argumentar— Pero la noche, puede ser tan bella como peligrosa dependiendo de los ojos que la vean. Los seres más tímidos de la naturaleza encuentran seguridad y calma bajo las estrellas, nos cantan cuando el sol se ha ido... incluso el silencio nos ofrece su respeto para escuchar alegrías y lamentos.
Si, era complicado de creer que un hombre con una percepción tan bella del mundo hubiera terminado específicamente en un sitio tan lúgubre como lo era Reapergate. La forma de expresarse de Regis era franca, educada, y al mismo tiempo sumamente sutil; su voz entrenada por más de medio siglo para llenar los oídos de audiencias enormes era perfectamente acompañada de palabras tan suaves como las caricias del viento matutino. No, era lógico que Regis no sería agresivo en ningún momento, y aunque tuviera que serlo sus principios le prohibirían ponerle un solo dedo encima a una dama.
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Post by Deleted on Nov 1, 2017 6:14:43 GMT
La sirvienta estaba acostumbrada a recibir comentarios toscos y maleducados a cambio de todas y cada una de sus preguntas, por lo que quedó bastante sorprendida al escuchar como aquel misterioso hombre se presentó antes de decir nada tan solo para posteriormente continuar con una bella e inesperada respuesta, la cual le pareció extrañamente familiar a la forma en que cierta joven y risueña dragona solía hablar acerca de todo lo que para los demás era terrible, pero a sus ojos parecía ser lo más hermoso del mundo. - Tiene razón. - Respondió en un tono sutil mientras esbozaba una leve sonrisa, la cual fue demasiado corta como para que el extraño siquiera sospechara que aquello había ocurrido.
Un extraño sentimiento mezclado entre curiosidad y nostalgia invadió a la mujer, por lo cual no pudo resistir por mucho tiempo antes de dar una mirada de reojo hacia atrás y pronto voltearse completamente hacia el desconocido, al cual miró en silencio durante algunos segundos. Su piel era pálida y aparentemente tersa, su cabello oscuro y claro a la vez, tal como una noche llena sin luna pero llena de resplandecientes y solitarias estrellas blancas. De haber visto a alguien así antes lo hubiera reconocido, pero como no era el caso, la mujer no dudó en hacer una leve reverencia hacia él a modo de saludo. - Mi nombre es Haru... Sólo Haru. - Dijo mientras aún hacía la reverencia y se ponía una mano frente al pecho, mas pronto retomó la compostura. - Es un gusto conocerlo, Regis Salvatore. -
Después de decir aquello la mujer quedó en un profundo silencio, uno que no sabía como romper ya que realmente nunca había sido buena iniciando una conversación con extraños, pero ésta vez por alguna razón sentía la necesidad de hacerlo... Era una lástima que su garganta no respondiera de la misma manera que su deseo. Simplemente se quedó ahí... Mirándolo.
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Post by Regis Salvatore on Nov 4, 2017 4:14:57 GMT
Sutileza, le gustó verla aparecer en los gestos de la dama. Regis podía sentirse satisfecho, su primer objetivo al entablar una conversación era lograr un ambiente agradable, de respeto mutuo y suma comodidad; ya lo consideraba exitosamente cumplido. La sonrisa del vástago fue suave y pacífica por más que el entorno estuviera rodeado de lápidas grises y blancas, algunas negras de granito, todas sin lugar a dudas soltaban cierto aire melancólico al que él parecía ser impermeable. No era necesario sacar esas cosas a relucir, era bueno ocultándolas, encerrándolas y dejándolas a un lado por tiempos tan largos que cada día le asustaba más el momento de tener que abrir el arcón de los recuerdos y darse el permiso de llorar sin motivo real para aquellas fechas.
Si... Todo lo que tanto amó una vez ya debía ser poco más que polvo...
—Un bello nombre, para una bella dama —fue su comentario al respecto. Antes de hablar había respetado su silencio nuevamente, lo había admirado. Dejó que el nuevo silencio le inundara los oídos por el tiempo que creyó prudente; no más de un minuto.— Perdone que le pregunte pero, si me permite saber ¿Qué le trae por aquí?
No era de su incumbencia, lo sabía y por ello había hablado sin rastro alguno de malicia, ¡Oh condenada fuera la curiosidad! Había hablado sin pensar por primera vez en tanto tiempo arrastrado irremediablemente por un impulso que sabía podía haber controlado a la perfección. Regis sintió pronto la urgencia de disculparse, sin embargo era una buena manera de mantener la comunicación; preguntar para el mejor modo que habían inventado los seres racionales para mantener una conversación sin sentido alguno tan interesante como lo sería una charla de poesía épica o alguno de los grandes estudios instrumentales. Recordaba esas charlas tan superfluas rebotando de un lado a otro de la sala cuando gente a pocos kilómetros de ellos morían de hambre por culpa de una guerra que desgraciadamente para muchos, no terminó a tiempo.
El vástago se puso de pie. Su figura tan alta que parecía poder alcanzar sin dificultad las copas de los árboles, era sin embargo robusta; obediente a los cánones de belleza de un auténtico europeo; era suficiente verlo para saber que a Regis, alimento no le hacía falta, mucho menos un buen techo o comodidad. Sus ropajes humildes sin embargo contrastaban. Una vulgar camisa de tela barata; los pantalones, sucios desde la bota hasta las rodillas, El alto hombre tenía viejas manchas de vino y de otros alimentos encima, pues había salido de su puesto de trabajo habitual de completo imprevisto. Una necesidad emocional y quizá hasta física de alejarse cuando tanto alcohol embriagaba sus sentidos en exceso, había estado bebiendo más vino que de costumbre también, un truco que había aprendido: emborrachar sus sentidos, engañarlos ante la falta de sangre que haría cuatro días no probaba.
—No es de mi incumbencia, lo admito, así que permítame empezar —añadió entonces— El trabajo bien hecho, por más satisfactorio que resulte, o deja de ser sumamente agotador para las emociones y para el cuerpo. Un corazón abatido es incapaz de servir cuando el cuerpo se niega a cooperar; requería de un buen descanso. —fue su explicación.
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Post by Deleted on Nov 6, 2017 9:47:19 GMT
Mientras sonido de la solitaria noche transcurría lenta y tortuosamente por aquellos escasos segundos, la mente de la sirvienta pareció llenarse de pequeños rayones sin forma, color o trazos definidos, por lo que simplemente no pudo pensar en nada que la hiciera salir de aquel trance en el que se había sumergido debido a sus nervios por no saber que decir. Pero afortunadamente, y como si aquello fuera gracias a que el mismísimo buda hubiese intervenido, el lapso de silencio incómodo fue roto por fin debido a la sutil y curiosa pregunta del vástago. Una pregunta que sin duda hizo que la Lung llegara a tensarse levemente y a incomodarse un poco, además de que prácticamente la obligó a voltear su mirada hacia otro lugar debido a la fuertemente sentimental respuesta que dicho cuestionamiento conllevaba.
¿Debería responderle con sinceridad? Bueno, primeramente y más allá de ser sincera ¿Debería siquiera contestar? Es verdad que la mujer era más que reservada cuando de hablar sobre sus asuntos privados o sus días mas antiguos se trataba, esto mayormente debido a malas experiencias en el pasado con personas que creían que por el hecho de vivir vidas más amenas y pacificas, se sentían con la libertad y el derecho de juzgar la vida de la desdichada dragona, la cual si bien sabia que sus acciones nunca fueron las mejores, tampoco gustaba de oír cada día el monstruo que era. Sin embargo, y fuera de todos los malos pensamientos, aquella pregunta era el gancho perfecto como para iniciar la conversación que tanto anhelaba y no supo por cuenta propia como comenzar, pero... ¿Era buena idea aprovechar la oportunidad? ¿O quizá no y simplemente debería decirle al hombre que se metiera en sus propios asuntos?
La mujer movió nerviosa y rápidamente la mirada de un lado a otro por un segundo, más luego devolvió su mirar al hombre encontrándose con la sorpresa de que se había levantado en algún momento en el que ella estaba distraída, por lo cual tuvo que elevar notoriamente su vista debido a su gran altura para poder observarle nuevamente a los ojos, como si de esa forma pudiera descubrir la respuesta que tanto ansiaba encontrar en el brillo de su mirada.
Después de un breve tiempo de miradas cruzadas, Haru apenas se iba a dignar a decir algo cuando escuchó nuevamente las finas y educadas palabras provenientes del hombre, las cuales hicieron que la mujer se relajara y llegase a sonreír debido a la explicación que, sin pedirla, había llegado hasta sus oídos junto con la oportunidad de tener a su disposición al menos algunos segundos más para idear alguna excusa y así mantener sus asuntos para ella misma si es que así lo deseaba... Pero por alguna razón no fue así.
Más allá de las ropas que vestía, la suciedad que lo cubría e incluso lo descuidado que lucía, Regis parecía ser alguien educado y sincero a quien podría confiar al menos uno de sus secretos. Pero si bien por alguna razón llegaba a demostrar lo contrario después de haberle dicho aquello tan sagrado, al menos tendría la ventaja de que eran desconocidos y así tendría oportunidad de alejarse y desaparecer ante su presencia para siempre, haciendo que aquella joya que le confiaría no pudiera ser usada mas que como un simple carbón sin beneficio. Así pues, después de pensarlo profundamente, la sirvienta decidió por fin hablar:
- Comprendo totalmente ese sentir y he de admitir que las caminatas por el cementerio son excelentes en esos casos. - Respondió de forma tranquila, caminando y acercándose un poco más hacia el hombre para recargar su mano en una lápida de granito oscuro que se encontraba justo a su costado. - Pero la razón por la que me encuentro aquí...- Pausó, bajando su mirada para así observar las flores marchitas que adornaban el lugar. - ...Es por el peso de una promesa que hice hace mucho tiempo... -
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Post by Regis Salvatore on Nov 7, 2017 0:45:51 GMT
Tensión, incluso duda, Regis vio cada una de las emociones pasar por los ojos de la mujer. Había visto esa clase de mirada antes, la había visto tantas veces y por tantos años frente al espejo en el que desgraciadamente haría siglos no se miraba a si mismo que sabía perfectamente bien lo importante que debía de ser aquel motivo; quizá no debió preguntar, nunca estaba tarde para disculparse, y sin embargo decidió cederle más tiempo. Las cosas apresuradas nunca salían bien, nunca eran las mejores; la calma arrastraba las palabras por su cuenta, no las empujaba, no las atoraba ni hacía atropellarse entre ellas enredando la lengua. Él, antes de ser Rey había sido un hombre del montón, había sido un niño pobre que no tenía para comer más que la carne a medio podrir de algún animal viejo y muerto, él había escondido sus orígenes a tanta gente en el pasado por conservar las apariencias que, de saber que había ocurrido, podría entenderlo quizá. Algo se lo decía.
—Mil perdones. repito que sé no es de-
Y sus palabras fueron cortadas.
Al escucharle a ella hablar, sus labios se sellaron, la línea que quedó entre ambos fue suave, ligera y calma; la suave ondulación que formaban se convirtió en una línea recta cuando los mordió en una manera de guardar explícito silencio y tranquilidad, en guardar y callar cada posible palabra que pudiera interrumpir a la dama que ante él, se podría decir que incluso se veía pequeña. Regis le escuchó, el amable corazón del vástago escuchó y sintió tanto que al momento de ser su turno de hablar, las emociones fluyeron a sus acciones. ¡Era admirable! ¡Admirable mantener las promesas! La palabra era la mejor arma que muchos podían poseer, la mejor arma que cualquiera desearía tener. Regis la había amaestrado, había amansado sus palabras y domesticado el sucio acento de sus tierras natales; había vuelto su palabra tan impecable como su imagen a un punto que todo aquello que saliera de sus labios era única y exclusivamente lo que él consideraba verdad.
—Es admirable —pronunció. Su voz, tan gruesa como suave se alzó sin prisas, había realizado un además de querer alzar las manos, quizá ponerlas en los hombros de la mujer como si felicitara algún joven, como si le ofreciera alguna buena noticia a un viejo amigo. Sin embargo se detuvo: trataba con una dama, una que aún tenía a la mano su escudo, apresurar las cosas sería fatal si quería evitar conflictos cercamos. De nuevo: La calma era su mejor aliado, y la tranquilidad y la paz que él emanaba mejores que cualquier espada—. Guardar las promesas es un signo inequívoco de sinceridad. —completó— Es bueno saber, que aquellos valores que consideraba perdidos entre muchos sigan apareciendo aún en estas tierras tan jóvenes que son fácilmente contaminanbles por el menor de los suspiros. La malicia desgraciadamente, no ha desaparecido ni siquiera en este nuevo lugar, donde se supone muchos han llegado cansados y tristes de las penurias que los acechaban.
Entonces cruzó las manos tras la espalda, la suave sonrisa adornaba su rostro y la postura recta era propia del más respetable gobernante. Recordó entonces el otro comentario, el paseo por el cementerio a él le parecía tan relajante como alentador en realidad; admitía él era un tanto sensible, podía sentir aún tanto paz como tristeza provenir de las lápidas, sentía tantas cosas en aquel lugar que era bueno que la compañía de las estrellas apaciguara su alma y su corazón noble. Sus ojos luego viajaron lentamente, hacia la lápida en la que ella había apoyado la mano, por último a las flores marchitas.
—¿Ha visto alguna vez los campos a rebosar de flores? —Cuestionó— Hay algunas tan bellas que solo se abren al alba y comparten su esplendor en los días antes de volver a dormir en las noches, otras, vanidosas y hermosas se alzan ávidas de luz de luna cuando sus hermanas descansan. Dígame ¿Tiene alguna preferencia?
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