Pinus Cembra [ Privado ]

Agotado contra un árbol, con la mente nublada creyó escuchar el sonido del agua golpeando las rocas. Pero en ese bosque árido y lúgubre no había corriente alguna. Era su mente, si. La que con malicia jugaba aún con los registros akashicos, con sus memorias perdidas, entre las ramas y la dura roca, una raíz en forma de dedo pinchaba su espalda, sin embargo estaba demasiado cansado para moverse y respirando con dificultad estrecho los ojos ahogando el sueño. Últimamente no importaba cuanto dormía, cuando comiera o cuanto pasara estirando el cuerpo al sol para obtener sus propiedades beneficiosas. No era suficiente.

También, los tentáculos de un malestar ligero pero más profundo se arropaban contra su piel, erizandole los sentidos. Le parecía que el resto de personas se volvía una masa insípida que no le provocaban nada.
Tan cansado.

El olor del pino le trajo viejas sensaciones. Y recuerdos del mundo humano, de Italia y el culto en Nemis. Había visto, con sus ojos negros de unicornio, y sentido con sus fosas negras y toscas. Los ritos naturales de esas tierras, robados de otras más viejas. Un sacerdote, musculoso y herido por su profesión y el tiempo permanecía en constante vigilia. Caminando a lo largo de aquel árbol, en el centro del templo.
El árbol sagrado era igual o era distinto a aquel en el que el unicornio descansaba sin embargo, crucial para el hombre.

En esas tierras Rey y sacerdote eran sinónimos y se obtenía el puesto por la sangre y la espada.

Su nombre era Rex Nemorensis, "El rey del bosque", el ch'i-lin era nombrado así por los antílopes y las cabras en el pico más alto de la tierra pero no por los humanos.

Para convertirse en un rey humano debía asesinar al sacerdote luego de arrancar una rama del árbol sagrado. Luchando por su vida. Se elevaba a un puesto de poder desgraciado.

Con una sonrisa ladina, tormentosa se pregunto si no era ahora un "rey" como aquel.
Atrapado bajo su puesto de idealizaciones...
Al escuchar un ruido a la lejanía pensó que era su mente la que seguía gastandole bromas.

—Te saludo Rez nemorensis, diana o un Manius del de Manía... fantasma, deforme o espectro... no he venido a robar tu puesto, apenas puedo con mi propio bosque y mi propio árbol...

No estaba herido y lo estaba, no estaba cansado y lo estaba.
Entre sus prendas guardaba muchos secretos, algunos que deseaba conservar lejos de cualquier mirada.
Había vuelto a terminar con lo que la arconte y él habían dejado ahí, pendiente, susurrando oscuridad. Había traído con él el ojo perdido y la falta de visión que comenzaba a escarbar en lo profundo de su pecho.

Estrechando los ojos, le costo entornarlos de vuelta hacia la silueta extraña que conforme se desprendía de las sombras adquiría cualidades únicas. Era por esas cuestiones que al unicornio no le gustaba mucho el bosque susurrante, sus sombras modificaban incluso su vista la cual, aunque ahora afectada, seguía siendo buena de un lado.

Reclinando la cabeza contra la corteza estiro el cuello inyectando algo de energía a sus extremidades perezosas que no parecían querer obedecer.

—No soy muy bueno con ellas de todos modos, ser oposicionista desafiante, es uno de mis grandes talentos.— Rodó los ojos aunque no se notara aquel gesto en la forma y color de estos. Cerrando el derecho, lo mantuvo así durante el resto de su ociosa verborrea. Y es que cansado y débil la lengua se le iba lejos, y las palabras se desbordaban sin tener un sentido aparente más allá de él.

Estrechando de nueva cuenta los ojos examino las orejas ajeas mientras le escuchaba, perdiéndose a medias lo que decía y deteniéndose un tanto en la sonrisa.
—Siempre se a donde voy, aunque no sepa el camino ni como llegar.—Musitó restandole importancia mientras se reclinaba para una postura mejor sobre el suelo rocoso y polvoriento.

—Sólo se de un puñado de elfos en Mirovia...—Una sonrisa perfecta de dientes blancos se asomo en su boca. —Y puedo decir algo sobre elfos oscuros, con total seguridad...

—Se que uno se llama Gideon, claro esta.

Agregó en una mueca, con una película tenue de sudor cubriéndole el rostro y la sonrisa temblando en una esquina, el sueño lamía tras sus parpados y tiraba de sus extremidades. Y es que se sentía tan cansado desde hacía días terriblemente cansado. Desde la perdida del ojo... no mejor no pensar en ello.

Levanto el rostro para mirar mejor al extraño, recorriendo el color de su cabello y el brillo de sus ojos en la penumbra, le recordaba a un gato. Por suerte sus ojos eran buenos incluso con la perdida de uno podía vivir bien, y era sobre todo un animal. Los animales viven el día sin resentir perdidas tan simples como un ojo o una mano. Empujando los cabellos sobre su frente ladeo la cabeza satisfecho con lo que veía mientras extraía la tableta de entre los múltiples bolsillos de su capa. Con dedos hábiles tecleó:

"¿Qué hay, niño?" en la pantalla que arrojaba destellos sobre sus altos pómulos y mentón. Mirando de vuelta al elfo en silencio, una ceja oscura se arqueó con diversión oscura.

"Una envenenada, sin duda"

Fue la frase que sus dígitos entrenados tocaron en la pantalla, jugando el juego entre la quietud del bosque una sonrisa ladina ligera se extendió de nueva cuenta hacia el moreno y una ceja negro cuervo se alzo divertido ante la reacción ajena. Pensó en las viejas leyendas y mitos y ciertamente su situación se parecía mucho a aquello. Respirando profundamente se concentro en ello para no cerrar los ojos y embotarse. Últimamente las horas de sueño no eran suficientes y el mantener su forma sellada se volvía ligeramente agotador, como un sobrepeso que se hace consciente mientras subes una pendiente. Estrechando los ojos evaluó al elfo que tenía delante repasando lo que sabía, con seriedad, de estos.

Eran de la única especie que había leído alguna vez y que parecía manejarse bien fuera de Mirovia. Los elfos oscuros en particular parecían regirse por el matriarcado, rindiéndole culto a antiguas deidades femeninas más malignas que benignas. El "atacar por la espalda sin que te pillen" parecía ser su lema. Sin embargo aquello estaba, en su mayoría, escrito por humanos. Y si se rigiera enteramente por lo que estos predicaban. Él sería una entidad pequeña y graciosa rellena de buenos deseos y algodón incapaz de ser diferenciada de un caballo.
"Si la comes, querida princesa podrías morir, o podrías dormir una buena siesta un rato"

Arrulló, bufando interiormente su mala frase, pensando que su elocuencia se quedaba cortada por su momentánea debilidad.

Levantando el rostro de la luz azulina de la tableta, ladeó la cabeza, casi como si lo pensara.—Dormido no, pero he usado la cama. Un tema de interés bastante agradable para empezar las presentaciones, mi niño.

Si fuera un completo extraño, jamá habría dejado que lo tocara, si sus intenciones no fueran tan transparentes, se habría echado atrás y soltado una pulla. Su especialidad era desarmar con la palabra. El usar los golpes era innecesario cuando podías encontrar un par de palabras para hacer añicos la confianza ajena. Más esta vez solo se estremeció, tensando los omoplatos, los magros músculos estiraron la tela de la capa que se abraza alrededor. Su boca se hizo una línea tirante que se arqueó gatunamente en las esquinas y la lengua rojiza bailó un par de veces antes de volver dentro, dubitativo.

Su piel casi siempre estaba fría, así que el calor ajeno fue bien recibido, y hocicando separo las pestañas para clavar su penetrante mirada en el rostro ajeno, salvo por uno de sus ojos que seguía cerrado con una linea apenas visible, platinada.

—Planeas aprovecharte del momento, huh.—Masculló con ronquera y el tono que caracteriza a los pensamientos maliciosos. Enarcando una ceja, se puso rígido a momentos cuando el otro deslizaba sus brazos a su alrededor para ponerlo en pie. Evaluando el cuerpo ajeno y cuidándose de las partes cubiertas con metal. En ese estado parecía un pacha ocioso que se había pasado con las bebidas o el opio. Dejándose hacer hasta alcanzar una altura conveniente, habló con el rostro vuelto al bosque.

—Nada de estilo princesa, no eres el Cid y yo no uso vestido.—Agregó divertido buscando coger la pitillera de oro entre la maraña que ahora le parecía su capa sin éxito.

Soltando una obscenidad, clavo de nuevo sus ojos en el extraño con una sonrisa ladina.
—Anda, llevame a ese lugar y pon un maldito cigarrillo en mis labios...

No iba a culparlo, puesto que él habría hecho lo mismo, y generalmente era esa la reacción que conseguia de los que le rodeaban por lo que acostumbrado se limitaba a recibir las atenciones. Estabilizandose a medias, estrecho los ojos para ahuyentar la debilidad que parecia decidida a aferrarse a sus rodillas. Cuadrándose de hombros, lleno sus pulmones un tanto más repuesto, consciente de que él otro le rodeaba atento a si podría caer, Piri le enseño a conservar algo de orgullo y como criatura ignea sentía que debía mantenerse asi mismo en pie más que por factores externos.

Ladeo la cabeza atento a las sugerencias suaves que se escurrían por debajo de las palabras pensando en lo evasivo que resultaba aquello.—Puedo andar si no vas demasiado rápido. Aún tengo asuntos pendientes en este lugar, no es más que el sopor.

Tranquilizo, hundiéndose de hombros para restarle importancia, avanzando entre los árboles servia poco apoyarse en ellos ya que eran demasiado delgados y quebradizos, así que de vez en cuando recurría al cuerpo del elfo para darse un impulso extra.

—Los míos, en la capa, pero no es bueno hacerlo en el bosque, uno no enciende una fogata si es consciente de que atraerá a los lobos...en este bosque los lobos son la buena cosa, ¿no es asi.—Sonrio con decadencia y malicia mientras volvía a mirarse los pies. Entendía que el elfo oscuro vivía en la zona y que aquello no era más que verborrea sin sentido para un local.

Suspiro desdeñoso cuando escucho que sería un viaje corto, secretamente aliviado, necesitaría un tiempo para reponerse, era en su mayoría descanso lo que buscaba antes de completar el objeto que llevaba guardado entre sus prendas. Ante sus últimas palabra sno pudo evitar soltar una carcajada gutural mientras alzaba una ceja negra.
—¿Me estas pidiendo felatio?