Diana
La Resistencia
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Post by Diana on Oct 10, 2017 22:34:26 GMT
El frío se apoderaba de la raíz de sus huesos, quemando un poco. Diana se cobijaba entre pieles sintiéndose algo vulnerable al clima. La noche los cubría y la mayoría dormitaba, pero la loba no podía obligarse siquiera a cerrar los ojos. La angustia la invadía por lo ocurrido; los cambios en Mirovia llenaban su pecho de con un peso que se hacía difícil de cargar. Miró a su alrededor, preguntándose si sería capaz de proteger a la manada y muy pronto a quienes llevaba cargando dentro de su vientre. Se llevó la mano por encima de la piel, bajando ligeramente la cabeza que parecía ocultarse entre los cabellos del abrigo que la protegían.
¿Qué sucedería ahora? Lo que tenía por seguro era que no bajaría la cabeza ante Lysander. De pronto sintió un dolor… un dolor familiar. No pudo darse el gusto de sentir dicha ya que estaba totalmente aterrada. De nuevo aquél tirón; su rostro se contrajo en un gesto lleno de dolor. Se quejó suavemente, intentando ponerse de pie mas las reacciones de su cuerpo indicaban que no debía moverse; la hora había llegado. -Fauce- llamó entre la oscuridad. Entre el terror que experimentaba, sus sentidos parecían entorpecidos. Lo había perdido de vista horas antes ya que había decidido montar guardia fuera de la cueva donde estaban refugiándose. -Fauce- volvió a llamar, esta vez más fuerte. Se apoyó contra la pared apenas pudiendo ponerse de pie. El dolor era cada vez más agudo, tanto que pudo apenas caminar una corta distancia. Apoyaba su mano contra la pared hasta que finalmente dejó caer el peso de su cuerpo sobre ésta, siendo imposible mantenerse de pie por sí sola. -¡Fauce!- esta vez llamó con un grito ronco y lleno de angustia.
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Post by Fauce del Norte on Oct 10, 2017 22:55:42 GMT
Justo del otro lado de Mirovia, muy alejados de Reapergate, las Cordilleras parecían ser el lugar más seguro para estar. Por más inhóspitas y heladas que fuesen, no entorpecían a la manada en lo más mínimo. La noche había caído y junto a ellos una fuerte ventisca, trayendo consigo más nieve de la que ya había en la montaña. Habiendo mandado a todos a dormir, Fauce del Norte se sentó fuera a hacer guardia y a pensar los sucesos recientes. El alza de Lysander y la disolución de las Cortes tan solo anunciaban oscuros porvenires. El lobo alfa estaba angustiado, sin embargo su rostro era solemne y osco como de costumbre. Era difícil siquiera imaginar que podría estar pasando por su mente al ver aquellos ojos tan mancillados por el tiempo. Al escuchar el ronco llamado de Diana, sintió un jalón en su estómago. No, no podía leer mentes, pero la conexión de sus miradas fué más que suficiente para saber el por qué de su grito. Se le cayeron los hombros y entreabrió la boca, dejando salir el vaho de su respiración que el frío clamaba sin piedad. Dando un par de zancadas, Fauce llegó hasta donde estaba Diana, sosteniéndola con miedo a lastimarla y con sus manos incontrolablemente temblorosas. No era el frío. Era algo más. No tuvo cabeza para decir nada, simplemente la llevó hacia adentro, a un lugar en donde ella se sintiera segura. Dentro de la cueva, había ya una fogata a medio apagar. Fauce tomó uno de los leños cercanos a esta y alimentó al fuego para reavivarlo. En toda su vida había sentido tales nervios. ¿Qué se supone que debía hacer? ¿Cómo debía comportarse? ¿Estaría Diana bien? ¿Lo lograría…? Puso su abrigo de piel sobre tantos otros y ahi recostó a su mujer, quien no podía ocultar sus muecas de dolor agudo mientras el mismo luchaba contra un nudo en su garganta. En este momento no podía flaquear. Necesitaba ser tan fuerte como Diana lo estaba siendo. El fuego les brindó la calidez y la luz necesaria después de unos minutos. Fauce tomó a Diana de la mano y mirándola a los ojos, le dijo. - Dime que hacer… -
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Post by Diana on Oct 10, 2017 23:33:37 GMT
El dolor era inmenso, tanto que por instantes su mente divagó a otro sitio hasta encontrarse ya de vuelta en el interior de la cueva con Fauce a su lado tomando su mano. Estaba aterrado, podía verlo en su mirada; ella se sentía igual. Su rostro afligido por el dolor e invadido por la angustia no podía hacer más que distorsionarse entre sus respiraciones agitadas y llantos repentinos. Cerró los ojos a la vez que inclinó su torso hacia adelante, sometiendo un grito por un repentino tirón que parecía jalar de su cuerpo. Negó con la cabeza mientras las gotas de sudor corrían por su frente. Sentía un frío que no era del mundo físico.
Estaban lejos de Reapergate y eso al menos le brindaba algo de paz sin embargo, traer vida a un mundo que de pronto se había tornado más complejo y peligroso le provocaba miedo y frustración. Ojalá pudieran esperar un poco más, estar seguros dentro de ella por sólo un poco más... Volvió a recostarse sobre las pieles, de momento no teniendo fuerzas para responderle a su pobre hombre. Debía apoyar su columna y así amansar un poco los dolores de sus contracciones. Alzó las rodillas que se separaron, provocando que la tela de su ropa se deslizara sobre sus muslos. Llevó sus manos por debajo de su vientre, respirando con profundidad mientras sus ojos se abrían para ver en un punto muerto entre las rocas de la cueva.
Con la voz entrecortada explicó paso a paso lo que debía hacer: someter el movimiento de sus piernas al apoyar cierto peso sobre sus rodillas, inspeccionar la apertura hasta ver a los cachorros encajarse para salir y por último, sostener a los pequeños cuidadosamente de la cabeza protegiendo sus cuellos de movimientos bruscos. -Tú puedes- indicó con una débil sonrisa en su fatigado rostro. Sentía la presión en su pelvis, lo cual no era más que la pauta que indicaba que uno de ellos estaba ya por salir. Apretó la mandíbula, intentando inútilmente no gritar.
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Post by Fauce del Norte on Oct 11, 2017 0:08:00 GMT
Asintió a las indicaciones de Diana, apretando los labios y sin sentir que sus cejas se inclinaban en una expresión de completa angustia. Los gritos de dolor de la loba le hacían estremecer, como si el mismo estuviese sintiendo aquel dolor, más sabía que jamás llegaría a experimentarlo. Al ver como la sangre debajo de Diana comenzaba a empapar el abrigo Fauce sintió que la fuerza se le escapaba del cuerpo, a punto de desvanecerse. No porque le tuviese temor a la sangre, sino porque se trataba de Diana. Era una situación que jamás había vivido y por más que creía estar preparado para ello, era simplemente imposible no sentir que sus rodillas se doblaban cada vez que Diana daba alaridos de dolor.
A pesar de aquello, el hombre se enfocó lo suficiente para ayudarla siendo sumamente cuidadoso, poniendo sus manos para recibir a los bebés, uno por uno. La ténue luz de la fogata le dejó ver que el primero estaba por salir. -Vamos… Tu puedes… - Todo pendía de una cuerda floja. No sabía que esperar. Las dudas inundaron su cabeza pero sus manos se mantuvieron firmes. ¿ Iba a estar bien ? ¿ Lo lograría? No pudo evitar pensar por un momento que entre sus manos caería una criatura sin vida, y sin poder evitarlo, cerró los ojos al sentir el peso entre ellas. Sintió que su vida se había pausado en ese instante. Y de pronto… lo escuchó llorar. Su mente volvió al lugar y espacio en el que se encontraba y al abrir los ojos, pudo ver entre sus sangrientas manos a una bebé que lloraba con los puñitos cerrados, buscando el calor de su madre. Las comisuras de la boca del hombre temblaron, y comenzó a jadear como si estuviese a punto de echarse a reir. Sus ojos, cristalinos y acuosos, miraron a Diana mientras de manera rápida, limpiaba a la bebé con trapos que la loba había guardado para aquella ocasión. Quiso dársela en cuanto antes, pero venía otro en camino, asi que aunque la pequeña llorase incontrolablemente, tuvo que dejarla arropada a unos cuantos centímetros de ahí.
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Post by Diana on Oct 11, 2017 0:25:02 GMT
Enfocaba todas sus fuerzas en mover los músculos necesarios para facilitar la salida de los lobeznos. Sin embargo, era inevitable que sus pensamientos volvieran al mismo temor de siempre; sentir el peso de un bebé muerto en sus brazos. Escuchó la voz de Fauce más le parecía lejana, era como si su cabeza de pronto estuviera sumiéndose en un abismo que la aislaba de toda razón. Podía sentir el sudor juntándose en sus pestañas, acunándose en los ligeros dobleces de su cuello; sin embargo el dolor no se comparaba con el temor de ver frente a sus ojos una tragedia y peor, ver a Fauce sufrir por ella.
Sintió que uno de ellos había salido de su cuerpo y sin poder controlarse, el llanto se apoderaba de ella. Sollozaba predisponiéndose a un panorama oscuro y triste. Cerró los ojos no teniendo suficiente valor para mirar a Fauce a la cara pero el sonido de un llanto le trajo la esperanza que ya había perdido. Abrió los ojos, buscando desesperada ver a quien fuese dueño de esa diminuta y frágil voz. Intentó estirar la mano mas fue imposible alcanzar a tocar al bebé puesto que sus otros hermanos no estaban siendo pacientes para dar tiempo de un encuentro de primera vez entre el primogénito y su madre. Alcanzó a ver el rostro de Fauce pero fue fugaz, apenas y pudo mantener los ojos abiertos antes de que las contracciones le robaran la compostura.
Gritó de nuevo ahora dos llantos haciendo estruendo dentro de la cueva. La desesperación por tener en sus brazos al bulto tan delicado y tierno que yacía cerca eran inmensas pero era imposible teniendo aún una labor de parto que requería de toda su fuerza y voluntad. Apoyó sus codos sobre el suelo, permitiendo que su espalda se encontrara ligeramente erguida. Podía ver frente a ella las manos de Fauce extendidas, esperando a resguardar en ellas al resto de los pequeños que hicieran falta. Lo amó más en ese momento pero no tenía fuerzas para hablarle. Tomó una de ellas por un momento para llevarla a sus labios y besarla. Le agradecía su compañía y valentía; detestaba no tener suficiente aliento para expresarlo con palabras. Otro tirón, otro bebé. Este parecía más desesperado por salir lo que quería decir, más dolor.
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Post by Fauce del Norte on Oct 11, 2017 0:50:51 GMT
Continuó ayudando a Diana, después de haber sentido su frágil mano tomando la suya, besandola con agradecimiento. No necesitaban de palabras, pues sus miradas eran más que suficientes para entenderse y saber que el amor que se tenían era legendario.
Después de la primera bebé, había ahora arropado a otra más, y luego a un tercero. El orgullo de Fauce era tan grande que no cabía dentro de la cueva. Cuando estuvo a punto de entregarle los bebés a una Diana que, poco a poco se desvanecía del cansancio, algo le dijo que regresara a donde estaba.
Preparado, extendió sus manos para recibir a un cuarto. Pero esta vez, lo que Fauce había temido al principio se volvió una realidad. Entre sus manos sostuvo el cuerpecito frío e inherte de lo que hubiese sido su cuarto hijo. Sintió un mareo, sintió que su corazón se quebraba en mil pedazos. Todo estaba pasando demasiado rápido y a la vez, demasiado lento como para poder saber como actuar.
( No puedo hacer nada... No lo puedo salvar. Se ha ido. Se fué. No fué culpa de nadie. Diana...
Diana no debe de saber. )
Y lo que venía con intenciones de un acto de amor, sería el error más grave que Fauce del Norte cometería jamás.
Sin que Diana viera o sintiera al cuarto bebé, Fauce lo arropó, dejandolo lejos de su vista. Tomó luego a los otros tres, que aun lloranan buscando a su madre y por fin los acercó a ella, tragándose su dolor que estaba entremezclado con la alegría de poder ver a Diana retozar junto a sus hijos, vivos. Fauce acercó su rostro a la mujer y le besó la mejilla mientras dejaba entre sus brazos a aquellos tres hermosos niños. - Te amo... Los amo. - Susurró a los oídos de la loba exhausta.
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Post by Diana on Oct 11, 2017 1:08:49 GMT
Para el segundo bebé, el cansancio cobraba lo mejor de Diana, haciéndola sólo usar sus fuerzas para lo necesario. Volvió a apoyar su cabeza sobre el suelo, escuchando un llanto tras otro. Apenas podía sonreír. Sintió al final una mínima presión mas no recabó en ello; debía ser respuesta a sus músculos ya fatigados y su vientre tenso de tanto dolor. Sentía al fin su pecho libre de temor; escuchar a los bebés llorar era el sonido más hermoso que sus oídos pudieron haber percibido jamás. La promesa de vivir… de la posibilidad de sobrevivir y además de no ver en Fauce la tristeza de una pérdida la cual, ella conocía a la perfección lamentablemente.
El hombre se acercó a ella, sosteniendo en sus brazos a los pequeños lobeznos. Eran tan pequeños y frágiles, algo que debía ser normal por el embarazo múltiple. Los recibió con gusto, apenas pudiendo abrir los ojos para verlos. Sus rostros enrojecidos y distorsionados por los gritos y los sollozos; eran tan amados ya. Sintió otra dicha al recibir el cariñoso beso de Fauce y al escuchar sus palabras. La familia había aumentado y ahora más que nunca encontraba en ella la pasión de mantenerlos a salvo y siempre a su cuidado.
Al fin Diana suspiró aliviada, teniendo sólo un poco de energía para descubrir su pecho para alimentar a los recién nacidos. Hambrientos buscaron el seno de su madre y fue así como el silencio y la calma volvieron a las montañas. -Fauce- lo llamó pero el alfa ya no se encontraba a su lado. Asumiendo que habría salido a dar las noticias a la manada, volvió a prestar su total atención en los trillizos.
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Post by Fauce del Norte on Oct 11, 2017 1:45:03 GMT
Deseando volver pronto con Diana, Fauce tomó el pequeño bulto y se dirigió hacia la salida de la cueva, caminando lejos de esta sin que nadie lo viese. Se adentró al bosque con la mirada perdida en su lamento, sosteniendo al bebé entre sus brazos. A la mitad del recorrido, sus piernas dieron de si, cayendo de rodillas en la nieve y sin poder callarlo más, el alfa de la Tormenta Aullante rompió en llanto, llevandose a la frente aquel ser envuelto que no pudo mirar más. - Perdóname Diana... Perdóname... hijo. - Su decisión de mentirle a quien más amaba en todo el mundo solo para salvaguardar su felicidad había sido su más grande pecado.
Los copos de nieve cubrieron su espalda humana, pero titiritaba de tristeza más que de frío.
Después de unos momentos, busco en lo más profundo de su ser la fuerza para resignarse, prometiendose que todo estaría bien y que el bosque nevado sería quien guardaría su secreto. Se levantó a duras penas para continuar caminando y, cerca del árbol más grande que pudo encontrar, excavó un agujero con sus manos aun manchadas de sangre y lentamente, depositó al bultito dentro de este. Se quedó mirándolo un momento más, ya nisiquiera pudiendo sentir como las lágrimas se resbalaban de su rostro para luego enterrarlo y decirle adiós.
En un abrir y cerrar de ojos, Fauce del Norte encarnó su forma Lupus y aulló para despedir a su hijo y partir.
El eco del aullido se quedaría impregnado en el bosque por siempre.
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Post by Sven Velfast on Oct 11, 2017 2:06:37 GMT
Como depredadores merecedores de su vil título, las serpientes más leales mantenían a la vista a la manada, siendo cautos en sus pasos y rastreo, esperando la oportunidad de ejecutar aquella preciada misión que su Lord había impuesto sobre ellos.
El tiempo se alargaba y los momentos parecían eternos, hasta que finalmente, el momento se presentó ante sus ojos, poniéndolos alertas de no desperdiciar aquella apertura en la defensa de los lupinos a raíz de su inmensa perdida y dolor.
-Akane- instó el mayordomo, primero asegurándose de que los lobos se hubieran alejado a una distancia prudente para llevar su cometido sin ser interrumpidos. Se acercaron a la zona donde el alfa había estado previamente, lamentándose del trágico destino de su pequeño.
-No tenemos mucho tiempo- acotó a la arcana de la oscuridad, mientras le daba la espalda con pos de vigilar los derredores mientras la oni se encargaba de obtener aquello escondido en la tierra.
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Post by Akane Enomoto on Oct 11, 2017 2:40:24 GMT
La desgracia de ellos, será la gloria para el... Sintiendo la angustia de su compañero al vigilar desde lejos, presenciando cada minúsculo movimiento de la manada lupina para esperar el momento preciso de actuar según las palabras de su Amo. Ellos, como fieles serpientes no dudaron ni un segundo en acudir a aquel lujubre lugar, sentía la presión de la misión, sentía la adrenalina a tope, pero mas que nada se sentía útil...desde hace mucho había escuchado a palabras sueltas de como habían ejecutado misiones mas o menos similares para el Lord...pero esto, era totalmente diferente.
Tick, tack, tick, tack... El resonante reloj de bolsillo de la sirvienta daba un poco de ambiente a la larga espera, mirando cada tanto de reojo al hombre de negros cabellos quien, con el sueño fruncido, expectante y también con la paciencia llegando a su tope, observo como los lupinos, consolidandose en su luto acompañaban a quien seria su líder. Dio un respingo al escuchar que no tenían tiempo, ni corta ni perezosa la oni tomando cartas al asunto, se dedico a cavar lo mas rápido que pudo con sus manos, alargo también sus garras para mayor facilidad y en breves minutos accedió por fin a lo que tanto buscaban: aquel cadaver de ese pequeño infante a quien la vida se le había escapado. Miro un segundo a la criatura, no era momento de ponerse sentimental, dejándolo cuidadosamente en el suelo decidió quitarse su delantal para envolver al pequeño en el y cargarlo entre sus brazos. -Listo Sven...ya lo tengo-. La mujer de cabellos plateados resoplaba por la tensión, pero ya el trabajo sucio estaba hecho.
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Post by Diana on Oct 11, 2017 3:20:22 GMT
Habían transcurrido ya varios minutos en los cuales Diana se había despojado de su ropa manchada y cubierto con más pieles. Dos de los trillizos dormitaban a su lado, mientras que el otro, el único varón, aún comía de su seno. Miraba con insistencia hacia la entrada de la cueva, apenas alumbrada por la luna filtrándose por encima de las rocas. Su manto plateado aumentado por la nieve que cubría las montañas. Comenzó a nevar y aquello preocupó a la loba. Escuchó un aullido… lo conocía bien. Se trataba de Fauce. Era difícil precisar el significado de aquél gesto; ¿estaría reunido con la manada? Se hallaba intrigada.
Reposaba sobre el suelo apenas pudiéndose apoyar sobre su codo para dejar descansar la cabeza sobre su mano. Su cabello extendido sobre la tierra como una cortina que le cubría los hombros. Aún no había señas de Fauce. De pronto escuchó sus pasos; vio su figura destacarse a la entrada, descubierto, viéndose abatido. Parpadeó un par de veces por un instante intentando cobrar energías pero también para ajustar la vista. Extendió su mano, pidiéndole que se acercara a ella. Estaba preocupada, por alguna razón no podía ver felicidad en el rostro de su pareja. -Acércate- indicó con voz débil mas su tono sonaba firme en su intención.
Podía escucharse entre el silencio los sonidos del pequeño al alimentarse; ligeros quejidos entre el sonido del líquido que tanto necesitaba. Era una sensación tan extraña pero a la vez tan familiar; era como si siempre hubiera sabido lo que debía sentirse. Deseaba que Fauce comenzara a tomar su papel, asumir lo que se merecía; lo que juntos habían logrado. Le sonrió a pesar de que sus ojos delataban su enorme cansancio.
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