Post by Denard Fantôme on Oct 14, 2017 18:50:18 GMT
El sendero del bosque era demasiado tranquilo para un atardecer tan hermoso, Boher subió a duras penas la colina empinada, sosteniéndose de las ramas de los árboles cercanos, y las piedras grandes. Soltó un jadeo, se notaba que ya no era el mismo muchacho ágil de hace años. Cuando el camino se hizo más sencillo de recorrer, el minotauro pudo sostener con delicadeza un pequeño ramo de flores que portaba entre sus dedos. Eran flores salvajes, de los colores del arcoíris, tan brillantes que incluso podrían alumbrar la cueva más oscura.
Mientras se acercaba a la punta de la colina, Boher presenció una sombra de color negro puro, completamente inmóvil, sintió una punzada en el pecho, pues no sabía que más arcanos conocieran aquel lugar tan apartado y escondido del bosque. Conforme se fue acercando, el corazón le latió rápido, pero una sonrisa se mostró en sus labios, mientras sus ojos mostraban tranquilidad.
―Denard
El grifo se volteó de pronto, como cuando acabas de descubrir a un niño haciendo alguna travesura, con los ojos bien abiertos y las cejas estiradas hacia arriba, pálido como las flores de los nenúfares del lago bajo la colina, al ver a Boher, los hombros de Denard se entumecieron hasta que casi se encogió de hombros.
―No pensé que fueras a venir aquí hoy…
Boher se acercó hasta postrarse a su lado, con aquel semblante tan paciente que siempre portaba.
―Durante estos años, siempre me pregunté quien dejaba las rosas frescas aquí ―Se agachó con las flores en las manos y las dejó al lado de tres rosas rojas recién cortadas, sobre una pila de piedras, joyas, cristales y un símbolo escrito en una piedra grande encima de todas ellas, diciendo un nombre, un nombre de aquellos que ya no se escuchan porque han perecido a manos de la muerte.
―Vengo cada vez que creo que se han secado, a traer unas nuevas ―Denard metió las manos a los bolsillos.
―¿Por qué? ―Boher se sentó sobre una piedra lo suficientemente grande para aguantar su peso, con la mirada sobre la tumba a tan solo algunos centímetros de ellos.
Denard se sentó a su lado, con la mirada perdida. ―Nunca pude hacerle un entierro digno…―El aroma de las rosas se mezcló con la de las flores de arcoíris, haciendo una melodía de olores ―Estaba lleno de ira, y rencor por encontrar al culpable, que olvidé darle un monumento por todo lo que había hecho por mí ―Negó con la cabeza ―Pensé que, si le mandaba mis condolencias por medio de alguien que conocía el cariño hacia alguien más, entonces se lo diría, y mi maestro podría descansar en paz, además, creo que ella merece flores todos los días.
Boher sonrió.
―Lamento haberla utilizado como mensajera, sé que no me incumben tus asuntos de una manera tan egoísta.
La gran mano del minotauro palmeó la espalda del hombre, Denard lo miró con suma seriedad.
―Amigo mío, no hay disculpa que deba ser saciada ―Boher dejó su mano en su hombro, mostrándole que de verdad no había nada de qué preocuparse ―Además, a ella siempre le gustaron las rosas, estoy seguro de que tu maestro descansa en paz y algo más.
Denard sonrió observando la tumba llena de flores frescas y olores agradables.
―¿Crees que debería poner rosas blancas también? Ya sabes, por ella…
Boher lo miró con el ceño fruncido.
―Acaso ella…
―No, aún sigo recibiendo sus cartas, y sus pinturas.
―Entonces no veo por qué debas de mandar mensajes al más allá si ella no se encuentra allí.
Denard se encogió de hombros. ―Quizás como despedida, Boher, amigo, sabes que ella jamás debe volver ―El grifo agitó la cabeza ―De milagro que pude sacarla de aquí, Mirovia anda en un caos escondido que al más mínimo pinchazo podría ocurrir un desastre… Lo he sentido.
Boher se acercó a él, mirándolo fijamente.
―Mientras haya esperanza, y buenos corazones, aunque sea la mínima pizca, nada se perderá.
El arcano de ojos grises y cabello negro soltó una risa.
―Espero que tengas razón.
―Siempre la tengo ―Bromeó Boher mirando a su amigo con una gran sonrisa, Denard lo miró arqueando una ceja, y tomando la pipa entre sus manos, dejó un poco de hierbas frescas dentro y lo encendió con un pequeño fósforo. ―Además, si no tuvieras esperanza, no estuvieras aquí, acomodando rosas rojas en su descanso.
Denard sonrió.
―Quizás…