Aenea
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"Viajaba unido, hoy solo soy fragmentos."
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Post by Aenea on Oct 24, 2017 18:55:30 GMT
Eran las primeras horas de luz del día aquellas en donde la luz tocaba perezosamente las hojas y se reflejaba contra el roció de la mañana cuando el aroma a tierra húmeda invadía el olfato y el cantar de los pájaros daban la bienvenida al nuevo día, pero hoy callaban, el silencio se había apoderado del Bosque de las Hadas o al menos aquel cerbero dormitaba plácidamente con el vientre lleno luego de una masacre a una manada de ciervos la noche anterior en cuyos restos que no eran más carne triturada o manchas de sangre ya que el cerbero incluso devoraba los huesos de sus presas dejando pequeños vestigios carmesí como testimonios de sus víctimas, algunos animales otros arcanos.
La larga y suave lengua de perro del cerbero lamia con tranquilamente su negro pelaje acariciando las cicatrices que habían dejado como recordatorio las heridas que al fin se habían logrado curar a excepción de un par las que les habían causado y abierto en aquella batalla días atrás como las que jamás cerraban por más que el tiempo pasara aquellas dos heridas cauterizadas, pero las cuales se negaban a dejar de gotear sangre generándole al cerbero el cual si les prestaba atención una gran molestia justo como en aquel momento en que recordó la existencia de aquellas heridas que solo hizo que soltara un largo y sostenido gruñido ante la creciente molestia, pero no reparo en lamer o nuevamente quemar la carne viva de aquella herida al resultar algo completamente inútil.
Aun perezoso el cerbero permanecía recostado en el suelo deseoso de dormir un par de horas más, pero el viento que soplaba gentilmente hacia el cerbero cambio de dirección, algo sin importancia alguna hasta que un aroma, uno que era capaz de reconocer llego a su olfato. Levanto la cabeza junto a un silencioso gruñido en dirección al olor, una fragancia dulcemente sangrienta junto a hierbas que sabía que no eran de aquel lugar ya que resaltaban por su fuerte aroma por sobre el perfume de las flores del bosque.
¿Sabría que él se encontraba allí? No, el viento le era favorable, su aroma a muerte estaba yendo en sentido contrario mientras él era capaz de olerle y su aroma se intensificaba, se acercaba y el solo debía ocultarse y esperar.
Los arbustos de aquel bosque eran inmensos y frondosos, no tardo en encontrar uno que fuera capaz de albergar en su interior todo su porte y esperar así al acecho de aquel licántropo que junto a esos otros dos arcanos le habían infringido aquellas nuevas heridas que aún no sanaban del todo siendo las causadas por el grifo las que más tiempo deberían tomar para cerrarse. Se relamió con su larga lengua sus blancos dientes ansioso de sentir el sabor de la venganza en su paladar solo le quedaba esperar.
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Alek Layne
La Resistencia
“Mi voz es un silencio sin adornos.”
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Post by Alek Layne on Nov 5, 2017 20:43:32 GMT
Como cualquier día, nuevamente se hayaba fuera y lejos, pero esta vez era diferente; no había siquiera un rastro de energía para querer entrenar, únicamente un vacío dentro suyo, confuso y algo doloroso. La licántropo se hayaba en su forma lupus, no había intención alguna de querer hacer esfuerzo para sí misma y su comportamiento tranquilo lo demostraba.
¿Cuanto tiempo había pasado ya en que la joven no se tomaba un descanso? Uno adecuado. Mucho, pues los últimos años siempre los había vivido llenos de tensión y estrés emocional que claramente nunca los demostraba, pues sabía canalizar esos sentimientos... Aunque la mayoría del tiempo sólo los reprimia.
¿Qué estás haciendo Tian? ¿Para qué continúas aquí? ¿Cuál es la razón de haber sido salvada?
La mujer se hacía estas preguntas en su cabeza conforme avanzaba entre los arbustos, concentrada en lo que tenía frente a su único ojo, sintiendo la agradable sensación de frescura entre sus patas al palpar la tierra. Cuestiones surgian continuamente pero nunca podia hayar la respuesta correcta, no fue hasta ese mismo día que recordó lo que había ocurrido tiempo atrás con aquel cerbero y las hadas.
Tian recordaba muy vagamente lo que había ocurrido en aquel entonces, pero algo que tenía marcado en su memoria eran las hadas, debido a ello que continuamente se preguntase si estaban bien y el porqué de su actuar tan osado y "entrometido" en ese momento. ¿Qué la había motivado a ser tan imprudente? Esa era la respuesta, vaga, pero certera ya que le ayudaba a comprender su situación y lo que realmente quería intentar hacer. Proteger a otros.
La licántropo seguía en su andar a la par que su mente se distraia de la posibilidad de ejercitar y poner un esfuerzo extra en sí misma, atenta a los ruidos que había en el exterior... Ahora observando con cierto desgano el suelo. ¿Y si realmente ese era un objetivo que quería alcanzar? ¿Qué debía hacer? Actuar con cabeza y dejar de seguir esos instintos salvajes que aún no podía calmar, era lo primero que debía lograr.
Caminaba a paso lento, oliendo su alrededor... más sin embargo, un ruido le hizo levantar la cabeza, atenta para cualquier sorpresa, olfateando con cierto cuidado.
No era nada, el aroma del cerbero estaba lejos de su rango y la idea de que aquel ente siguiese ahí le parecía poco probable, pero mantenía la guardia por cualquier cosa como prevención. Siguió en su andar, apacible, ahora desviando su mirar hacia arriba.
Nunca había notado lo hermoso que era el cielo.
Lentamente sus pasos disminuian, hasta el punto en que se detuvo por completo; quería descansar y respirar con aún más calma, quería meditar como su maestro lo hacía. Quería recordar ese amor que hace tanto había olvidado.
¿Pero cómo?
Rebuscó con su mirar los alrededores, hasta que vio una roca en lo alto, alejada del suelo. Era perfecto. La joven se levantó y a toda prisa corrió ahí, saltando entre árboles para así finalmente aterrizar en aquella roca que le permitía ver tranquilamente lo que había cerca. Calmada lo olfateo y sin más se dejó caer con lentitud, reposando sus patas y su cuerpo con bastante gusto. Estaba tranquila y eso era agradable. Poco a poco comenzó a bajar su hocico a la par que dejaba caer su párpado para reposar. Guardó silencio para escuchar lo que le rodeaba; únicamente podía escuchar su respiración y las hojas de los árboles, tan tranquilo y sereno. Permaneció así, no dormía pero parecía que lo hacía; solamente recordaba.
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Aenea
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Post by Aenea on Nov 20, 2017 21:17:55 GMT
El gran can permanecía completamente oculto y quieto al interior del arbusto en el cual había logrado entrar, las ramas de este le molestaban pinchándole en las cicatrices y heridas ya cerradas de su cuerpo, pero aun así se mantenía completamente quieto en el interior del arbusto con una creciente impaciencia de poder llegar a observar la figura del licántropo y esperar así el momento oportuno para poder echarse encima suya y devolverle el favor que le hizo la última vez que se habían encontrado.
Los minutos pasaban y aunque la mente del cerbero estuviera a cada segundo llenándose de una necesidad creciente de hincar sus dientes en la carne de a quien acechaba su cuerpo permaneció inerte ante al acecho, a tal punto era su quietud que de verlo pasaría ante los ojos ajenos por una maltrecha estatua olvidada por alguna razón en los confines de aquel bosque, pero su mente bullía en la ira, la necesidad de la venganza, el deseo de desgarrar la carne de quien le había agraviado, pero su espera al fin parecía terminar. El ruido de las ramas y hojas rompiéndose bajo el peso de alguien ajeno pronto llego a sus enormes orejas y con ello el aroma del licántropo, si, era el, no había duda por que pronto pudo verle a lo lejos en el bosque, pero aun así a una considerable distancia. Podría salir y enfrentarse ante él, pero el bosque era espeso, el pequeño tamaño que mostraba ante sus ojos era considerablemente más pequeño al suyo y ágil entre los árboles, él tendría chocaría contra estos y entorpecería la lucha, no, debía esperar a que se volviera vulnerable, a tenerlo lo suficientemente cerca o distraído como para que no fuera capaz de dar una lucha, tomar la ventaja del primer minuto, acabar todo en un segundo a su favor, solo debía ser un poco más paciente, esperar pues sin percatarse el contrario se acercaba hacia el de forma cautelosa pero ignorante del peligro.
Las ansias le carcomían, podía ver su rostro, sus facciones canicas y su pequeño cuerpo comparado al suyo, tan simple como cerrar sus fauces sobre cualquier parte de este y podría desgarrarle de forma tan simple, veía sus lentos pasos con impaciencia hasta que en un momento se detuvo ¿Qué observaba? Noto que por unos segundos se fijaba en una piedra en lo alto, considerablemente alto incluso para él, pero imposible de llegar de cualquier modo incluso para el licántropo, así lo pensó, pero pronto vio cómo su idea se desmoronaba ante sus ojos al ver el ágil cuerpo del licántropo subir a la alta roca.
¿Le abría descubierto? ¿Acaso había subido a aquella roca para huir él? La incertidumbre estaba haciendo Aenea se agitara en el interior de aquel arbusto, pero podía ver la actitud del licántropo, era completamente tranquila e incluso pudo observar como agachaba su cabeza dispuesto a dormir, no, era inconsciente de que le acechaba, si, podría esperar a que bajara, a que lograra estar en su fácil alcance, pero un fuerte viento borro aquella idea, uno sobrenatural que pareció nacer desde la espalda de cerbero y subió por la piedra en la cual descansaba Tian haciéndole llegar como una bofetada el pestilente aroma a muerte del cerbero.
El ruido a hojas y ramas rompiéndose en la dirección en que el olor le había llegado a Tian se volvió en un estallido de hojas al ver como de un gigantesco arbusto nacía la figura iracunda del enorme can, tres metros de puro musculo y odio que arremetían hacia su dirección, sus ojos fijos en su figura rompían ahora con la tranquilidad de aquel bosque donde los pájaros ante el ruido del trote del cerbero levantaron vuelo para luego perderse en el cielo. El trote se volvía una carrera y no parecía detenerse o frenar ante los pocos metros que le quedaban para llegar a la roca donde el licántropo había estado descansando, ahora observando la figura más enorme de su anterior adversario. Aenea llegando a la roca solo acelero el paso y aferrándose a la roca con sus patas delanteras se impulsó junto a la inercia de su carrera con las traseras, su pesado cuerpo se elevó escalando la lisa piedra hasta que sus fauces se cerraron a solo centímetros del hocico de Tian, pero a falta de un punto de apoyo en un ladrido de frustración el enorme cuerpo del can retrocedió y cayo. El equilibrio no era su fuerte y el lobo pudo observar desde su punto de vista como el enorme cerbero caía de espalda hasta que luego de unos segundos el sonido de los huesos del enorme can resonaron en el bosque junto a un aullido de dolor, permaneció inerte en el suelo respirando pesadamente y dejando al descubierto su vientre el cual era la única parte de su cuerpo que mostraba algunos mechones de color castaño dorado.
—…— Permaneció en silencio por unos segundos recuperando el aire hasta que empezó a moverse para poder volver a ponerse en cuatro patas, su cuerpo empezó a serpentear hasta que con un impulso, como una tortuga, pudo reincorporarse en sus cuatro patas.
Su mirada seria y llena de odio se fijó ahora en la figura de Tian, acercándose a la roca poso sus patas delanteras en la roca y se elevó hasta quedar parado de forma casi bípeda en esta. Le gruñía al lobo mostrando su hilera de enormes dientes como la sensación que del interior de sus fauces empezaba a crecer el calor de las llamas del cerbero, pero esta sensación pronto desapareció como a su vez el gran can se bajaba de la piedra y volvía a ponerse en cuatro patas empezando a moverse alrededor de aquella roca en una marcha lenta y pesada. Tian no lo sabría, pero incluso antes de su primera batalla el interior del cerbero se encontraba severamente lastimado y junto a ese enfrentamiento que tuvieron su estado no había hecho más que empeorar por ello al menos no debería preocuparse que le cocinara en aquella piedra, aunque no lo supiera.
Ahora el cerbero le observaba debajo de la piedra, no le quitaba en ningún minuto su vista de encima y comenzaba a rondar en círculos junto a aquella piedra y no parecía tener la menor intención de abandonarle por un largo, largo tiempo.
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Alek Layne
La Resistencia
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Post by Alek Layne on Dec 17, 2017 6:45:27 GMT
Reposaba tranquila sobre aquella roca en lo alto, admirando con sumo cuidado el color de los árboles que poco a poco se difuminaba ante la pesadez de sus párpados, el verde se volvía gris, tan gris y oscuro. Estaba dispuesta a dormir, se lo merecía después de tanto... de cualquier modo, su entrenamiento podría continuar después. EL gris se hizo negro.
Cerró los ojos y en cuestión de segundos los abrió debido al olor que llegó a sus fosas nasales; un olor tan asqueroso y diferente... tan familiar. No tuvo tiempo de reaccionar demás, su pupila se contrajo y sus orejas se levantaron para agudizar sus sentidos ¿Dónde estaba? ¿Por donde saldría? ¿Qué quería?... Y ahí lo vio, el enorme can saliendo de entre los arbustos cual pequeña granada de energía pura, dispuesta a explotar contra ella en cualquier instante. Él corrió a donde ella, parecía deseoso por matarla y eso le emocionaba hasta cierto punto ¿A donde llegaba el raciocinio del animal que tenía al frente? ¿Qué tal lejos llegaría por tomar venganza?
¿Se sentiría satisfecho?
Tian lo miró sin inmutarse, permaneció quieta; inamovible ante la carrera apresurada del ajeno, preparada para saltar si era necesario... Pero no lo fue. Un gran hocico se cerró justo al frente de su rostro, pero ella se mantuvo en calma, únicamente parpadeo para verlo caer al instante. Una verdadera lástima que no pudiese reírse adecuadamente.
¿Qué podía hacer en una situación así? No tenía ganas de pelear, y mucho menos llevaba consigo su arco y sus flechas... Conversar no era una opción... ¿O si? No, no lo era, en los ojos del animal podía verse el odio y su sed de venganza; cosa que ella no comprendía con toda claridad.
Desvió su mirar al suelo para verlo, asegurándose de no asomar demás su cabeza para evitar ser mordida. Únicamente podía verlo, no podía hablarle y sabía perfectamente que no serviría de nada; cosa que le causaba más curiosidad ¿Realmente no podría hablar? El que el perro diese vueltas alrededor de su área de descanso sólo le hacía sentirse agobiada, sus planes habían sido interferidos por el ajeno.
"¿Sólo dará vueltas?"
Pensó curiosa, y sin más se levantó de la roca para estirar su cuerpo un momento; la idea de bajar ni siquiera estaba en sus planes, si de resistencia se trataba, ella podría jugar a lo mismo. Dejó escapar aire por su nariz para que el otro le escuchase y sin más, se volvió a recostar en la roca, aún despierta para no perder de vista a la bestia.
" Esto llevará mucho tiempo..."
Volvió a pensar para sí, aburrida de sólo pensar en lo silencioso que sería y lo intranquila que sería la situación. No podría dormir o el cerbero se la comería en cuestión de segundos sólo por distraerse, no podía quedarse como lobo hasta que se hiciera de noche... tenía que volver cuanto antes para no tener problemas innecesarios, debía cuidarse sola, cuidarse como siempre lo había hecho.
Trató de guardar la calma, y sin más, desapareció de la visión del can sin irse de aquella roca sólo por un segundo; para así, tomar su forma sellada. Pronto, se asomaron sus brazos y piernas vendadas junto con su vestimenta ligera. Ella había cambiado desde la última vez que se habían visto, pero eso no importaba.
Asomó nuevamente su cabeza por un lado y lo vio con su único ojo, sintiendo la suave brisa remover sus cabellos, dejando ver aquel hueco en su rostro donde antes había otro ojo. Su semblante era sereno y apacible, serio y sin emoción, silencioso. Aquel parche que antes portaba consigo ya sólo era un recuerdo, cenizas que dejó atrás.
- ¿Puede hablar? -
Preguntó sería mientras se sentaba mejor en la roca, apegando sus rodillas a su cuerpo, sintiendo la calidez del sol sobre los dedos de sus pies que no podían ser cubiertos por las vendas. Guardó silencio en espera de respuesta, pero sin expectativas altas por la situación; de cualquier modo, no perdía nada con intentarlo.
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Aenea
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Post by Aenea on Jan 8, 2018 4:54:50 GMT
Ansioso rondaba la roca sin quitarle la vista de encima al licántropo, un ronco y prolongado gruñido naciente de lo mas profundo de su garganta era tan audible como el rascar de sus garras en la húmeda tierra de aquel bosque ahora atento a cualquier descuido del cual se pudiera aprovechar para bajar de la cima de aquella roca al licántropo maldiciendo hacia sus adentros el no haber sido capaz de escalar la roca en aquel salto como al propio viento por haber cambiado las circunstancias que tan favorables habían estado a su parte para volverse de improviso en su contra.
Le dolía la espalda, el golpe no había sido para menos y había sido capaz de escuchar sus huesos crujir con el impacto de todo su peso sobre su columna como el torcer y estirar de sus músculos, pero era algo mas que soportable, mucho mas que la mirada casi burlona del licántropo, ese único ojo se le tornaba mas insoportable que el dolor en su propia carne.
Al momento de perderle de vista en la cúspide de la roca junto a un resoplido por su parte hizo que se volviera aún más irritante la situación haciendo que empezara a rondar la roca entre gruñidos y pequeños ladridos con la mirada siempre atenta a la cúspide de la roca con tal de ver nuevamente su figura pues no ser capaz de saber donde se encontraba solo hacían crecer mas sus ansias, no fue hasta que pudo volverle a ver, en su forma humana, que se sintió mucho más intranquilo que antes.
Aquel ojo le seguía pareciendo burlo aun con ese semblante y actitud que parecía tomar sobre la roca, no importaba que forma el licántropo tomara esa mirada en la cual faltaba su par sencillamente creaba una ansiedad cada vez mayor en su interior y junto a ello el deseo de nuevamente intentar saltar hacia la roca para atraparle entre sus dientes y desmembrar cada pedazo de carne de su cuerpo.
—¿Acaso importa?
Dijo cortante con una voz igual de ronca que sus gruñidos, rasposa y seria, un tono bastante imponente, el de un hombre que siempre a sido de muy pocas palabras, pero aun así aquella pregunta dada como respuesta a la pregunta del licántropo había tardado en salir de los labios del cerbero o al menos así le había parecido al gran can el cual lucho en su interior por lo que le parecieron minutos interminables en encontrar ese pequeño rincón con racionalidad olvidado bajo bestialidad animal e irracionalidad, para el contrario solo fueron segundos cuando a el calvario de irrumpir en su memoria por tan simple pregunta a sus facultades le había ahora añadido un dolor de cabeza.
Gruñía inclinando su única cabeza de un lado a otro sin perder de vista al can acercándose a la roca y colocando sus dos patas delanteras sobre la firma roca hasta que su cuerpo se hallase parada de en sus patas traseras intentando acercar su rostro lo mas que podía a los pies del contrario, pero aun así habiendo una enorme distancia entre ellos y su mandíbula, parecía querer volver a hablar, pero una mueca de desagrado se dibujo en sus labios y volvió a poner sus cuatro patas en la tierra, gruñendo y rascando la tierra cercana a la piedra sin quitar su mirada de la figura ahora humana del licántropo mientras iba rascando cada vez con mas vigor la tierra y acumulando esta debajo de la piedra siendo audible el gorgoteo de las palabras siendo ahogadas en la garganta del can.
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Alek Layne
La Resistencia
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Post by Alek Layne on Jan 23, 2018 8:24:56 GMT
Miraba con despreocupación al ajeno mientras se mantenía sentada en la roca, observando con suma curiosidad aquellas fauces llenas de ansias y deseo. Tian se limitó a guardar silencio sin mucha expectativa, hasta que por fin la voz del can llegó a sus oídos; realmente podía hablar. "¿Acaso importa?" Escuchó, y sin cambiar el semblante sólo lo miró un segundo, intentando considerar los pensamientos del otro. Claro que importaba, lejos de querer un enfrentamiento con el cerbero, deseaba saber que lo llevaba a buscarla con tanta desesperación. ¿Buscaba venganza? No siquiera comprendía porque querría algo tan simple y mundano, o peor aún, ¿Cómo era posible que tuviese fuerzas como para desperdiciarlas en ella, una simple licántropo?.
Soltó un suspiro al considerar todo aquello, percatandose al instante de como el enorme perro comenzaba a rascar la tierra y luego de ello, reunía unas cuantas rocas. Tal parecía que no era estúpido.
- ¿Tiene nombre? - Cuestionó sin dudar y sin demostrar temor siquiera, ideando mientras tanto una forma de aturdir su cabeza obligándole a pensar cada respuesta. - ¿O tiene prefiere que le hablen de otro modo? - Preguntaba sin muchas ganas pero demostrando sosiego.
La mujer desviaba su mirar de vez en vez, ladeando entre tanto y tanto su cabeza en busca de algún recurso de ayuda; hasta que recordó que llevaba consigo otra pequeña caja de hierbas medicinales. Lo aprovecharía lo más que pudiese.
- ¿Por qué me ha seguido? - Hizo otra pregunta sin afán de conversar demasiado con él, a la par que comenzaba a quitarse una de las vendas de su brazo, enrollandola conforme dejaba ver aquel brazo lleno de cortadas y marcas. Hacia aquello en espera de respuesta, y sin detenerse con el plan inicial siguió con la idea de distraer al perro. - ¿Me ha buscado para vengarse? - La cuestión fue lanzada con un tono neutral, poco le importaba realmente y ciertamente la respuesta era bastante obvia. Se mantuvo callada mientras que terminaba de enrollar aquel vendaje y lo mantenía en sus piernas. En silencio la fémina acercó su mano a su boca y en cuestión de segundos, clavó con cuidado sus colmillos en su propia palma; provocándose una pequeña herida. Cerró su puño y presionó con fuerza, obligando a que la sangre escurriera por entre un pequeño hueco. Sin perder nada, la mujer atrapaba las pequeñas gotas que escapaban con aquel vendaje que había quitado recién, provocando que estos se tiñesen de un color oscuro.
"Quizá sólo tenga una oportunidad..."
Pensó mientras humedecia lo suficiente aquel pequeño paño ya casi completamente húmedo. Una vez tuvo listo el vendaje, lo depositó por un lado de su pierna y sin hacer mucho ruido, comenzó a cicatrizar aquella pequeña mordida que tenía su palma. - ¿De qué le servirá vengarse? ¿Le trae satisfacción? - Habló con apatía, buscando ganar unos cuantos minutos mientras se recuperaba de aquello; al mismo tiempo que tomaba nuevamente el vendaje con su sangre y sacaba aquella pequeña caja de hierbas medicinales. La mujer esperaba por respuestas sin dejar de trabajar ni dejar de ver aquellas rocas que el enorme ser colocaba; se le acababa el tiempo. Con discreción abrió el vendaje y depósito varias hierbas dentro; algunos con propiedsdes sedantes y otras tantas con la característica de provocar ligeros mareos o posibles alucinaciones... Su sangre opacaria bastante el aroma medicinal; ese era su plan, pero sólo tendría un tiro.
Las rocas parecían fungir como una pequeña escalera, seguramente la alcanzaría en brevedad. Tian miró de cerca al can y aprovechó la estrategia que utilizaba para llegar a ella. Se aproximó a la orilla de donde estaba sentada y tentó al perro, sabía que intentaría morderla ahora que podía acercarse más. La licántropo retenia el vendaje ensangrentado en su puño; y en una oportunidad en la que el cerbero se acercó con intenciones de morderla, lanzó a prisa el vendaje a las fauces del enorme ser, empujandolo hacía el suelo con su otra mano con fuerza, obligándole a caer de nueva cuenta. Si había suerte, caería en la trampa.
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Aenea
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Post by Aenea on Feb 3, 2018 3:27:14 GMT
Aquella actitud, esa mirada serena ante él, esa serenidad que parecía envolver su semblante esa falta de ansiedad, preocupación, temor incluso algo de incomodidad solo aumentaban su propia irritación, nuevamente su voz intentaba resonar en su mente, pero esta vez encontrándose con la única respuesta a cada una de estas un largo y sostenido gruñido dejando el claro que ya no tenía interés alguno en seguir hablando con él.
Cada vez que su mirada se encontraba con la del licántropo soltaba un bufido amenazador, deseaba ver en aquellos ojos el miedo a la muerte, pero en vez de ello pareciera ver la mirada de un muerto, como si existiera una ausencia de vida en aquella mirada que provocaba un molesto rechinar en sus dientes, imaginaba arrogancia, superioridad en esa mirada que aun ignorando sentía que se quedaba grabada en mente molestándole como un mosquito que zumba sin cesar en el oído.
Cada vez más colérico sus patas se hundían en la tierra ablandada lanzando la tierra en grandes cantidades contra la piedra en la que el licántropo descansaba siendo ya un montículo de considerable tamaño, el suficiente para que el cerbero lograse subirse sobre la misma piedra, pero tan concentrado estaba en sus pensamientos, en la idea de desgarrar ese cuerpo y saborear cada pedazo de aquel cuerpo que no noto esto hasta que al fin el lobo llamo su atención con su última pregunta.
—Me traerá satisfacción, si, serás un buen aperitivo— El viento se encargo de traer el aroma de la sangre de aquel pequeño ser sobre la piedra haciendo que entrase en frenesí, uno que nublo por completo el casi nulo razonamiento que tenia la propia criatura. Sin pensar, sin dudar se lanzo contra la roca aferrando sus patas a salientes e impulsándose en el montículo de tierra que había creado acercándose en solo segundos a la figura de Tian con sus fauces abiertas de par en par, listo para atrapar la primera extremidad que tuviera al alcance siendo uno de sus brazos el aparente objetivo del cerbero, pero antes de poder llegar sintió que algo entraba a su boca de un golpe y resbalaba con suma facilidad por su garganta, confundido el cerbero cerro sus fauces para sentir como era empujado con facilidad al perder su impulso nuevamente el suelo.
En el suelo con sus ojos abiertos de par en par trago el paquete dando un brusco giro de su cabeza en dirección al licántropo con una mirada semejante a la de un demente.
—¡¿Qué me hiciste tragar?! ¡¿Qué?!- Grito a la par que empezaba a inducirse arcadas. Era un espectáculo digno de ver.
El cerbero histérico con su mirada aun fija en Tian inclinaba su cabeza al suelo a su vez que un horrible sonido incapaz de describirse salía de sus entrañas, no fue hasta que pasaron uno o dos minutos que el cerbero pareció entrar en los efectos de las hierbas.
—¿Q… que me hicis~te tragar?— Parecía ya incapaz de alzar su voz, su garganta se sentía adormilada como su cuerpo pesado, aun así en un nuevo intento de alcanzar a su presa el cerbero se acerco a la piedra para dar vacilantes pasos sobre esta y caer sin reparo sobre su espalda.
—Hmmrrggfff!!!— Gruño para sus adentros, se encontraba lo suficientemente mareado para ser incapaz de subir a la roca e incluso ya nuevamente en sus cuatro patas no poder ser capaz de mantenerse en pie.
—Bastardo… maldito… bastardo— Renunciando por ahora a llegar al lobo el cerbero se recostó a un lado de la piedra con sus ojos fijos en la figura de Tian, su cuerpo que temblaba levemente ahora permanecía inerte en el suelo dejando al descubierto su enorme vientre el cual a diferencia de su lomo parecía un tanto en mejor estado. Un cabello marrón claro abundaba bajo este, aunque sucio parecía algo sedoso en contraste a la dura, negra y áspera carcasa de su lomo, aunque también exhibía una enorme cicatriz que nacía del pecho y llegaba hasta el ombligo y otras cuantas que al menos por el propio pelaje permanecían cubiertos en aquel momento.
—No… no te atrevas a bajar… mal… na…— Y sin poder terminar su oración el can cayo dormido en un muy frágil sueño.
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Alek Layne
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Post by Alek Layne on Mar 2, 2018 23:52:39 GMT
Miró con cierta curiosidad aquel espectáculo que dio el perro, guardando mientras tanto su pequeña caja en su lugar y palpando con descuido su brazo expuesto. Una vez que se dio cuenta de como el cerbero cayó bajo los efectos de las hierbas y el mismo quedaba dormido lo consideró bastante; quedarse o irse, era su oportunidad.
Las palabras por parte del enorme ajeno no le afectaban en lo más mínimo, se había forjado un carácter como para restarles importancia o simplemente ignorarlas. De un salto la licántropo bajó de aquella roja, sus pies semi descalzos aterrizaron en la tierra, levantando un poco de polvo tras su aterrizaje. La mujer apoyó su mano sobre la tierra en dicho salto, y a la brevedad se reincorporó con calma, ignorando un poco al perro que dormía por un lado. Con calma, reacomodó sus prendas y sacudió aquellas telas oscuras para deshacerse de la suciedad. Una vez hecho aquello, giró su rostro a donde reposaba el cerbero, notando al instante aquel pelaje color marrón junto con la enorme cicatriz. En un momento, y sin pensarlo demasiado, la arcana se acercó al otro; se colocó de cuclillas frente al ser de oscuridad y con su mano palpó discretamente aquella piel herida. Sus dedos rozaron con cuidado la enorme herida que comenzaba en el pecho y terminaba en parte del estómago, inconscientemente la otra mano de la fémina palpó su propia cicatriz que portaba donde antes solía haber un ojo.
- Curioso. - Murmuró seria, alejando ya sus manos del otro y reincorporandose después de ello. Una vez estuvo de pie, se alejó del contrario y caminó con calma lejos de él. ¿Debía dejarlo? ¿Y si le buscaba de nueva cuenta? Resultaba tan molesto el hecho de que solamente la siguiera para buscar una venganza que no comprendía. Sus pasos se detuvieron en seco y un suspiro de pesadez escapó de sus labios.
-...- No tenía palabras, y antes de darse cuenta ya estaba caminando de regreso a donde se encontraba el enorme can. No era tonta, tenía un plan en mente antes que colocarse en bandeja de plata solamente para ese incrédulo.
La mujer buscó entre algunos árboles y troncos viejos mientras caminaba, y en dicho pequeño trayecto de búsqueda atrapó varios animales de menor tamaño; entre ellos conejos, aves y ardillas. Y en un momento, por fin encontró lo que buscaba, una madriguera de serpientes. Sin dudarlo demasiado la arcana se acercó, dejando a unos cuantos centímetros un primer cadáver de animal, para atraer la atención de la serpiente. Esperó unos pocos momentos, hasta que se asomó lentamente una pequeña serpiente, dócil y tranquila; una "Taipan del interior". Tian la miró con calma, sin hacer demasiado ruido, las conocía bien, sabía que no eran peligrosas a menos que se le provocarán.
La pequeña serpiente se asomaba curiosa, indecisa si caer en ello o no. Tian por su parte, la miraba a una distancia prudente; buscaba ganarse su confianza. A la lejanía unas cuantas hadas miraban aquel pequeño espectáculo, curiosas por ver al joven con dicha serpiente; se veía tan interesante a sus ojos.
A la brevedad, la serpiente salió de su madriguera y sin esperar demás se comió al animal que la licántropo le había dejado como obsequio. En cuestión de segundos se formó una afinidad por parte del animal a la mujer, y esta avanzó tranquila a los pies de la fémina. Tian no hizo movimientos bruscos, y solamente aceptó a que la taipan subiese por su pierna; no parecía buscar hacerle daño. El pequeño animal llegó finalmente al brazo de la licántropo, y se quedó ahí unos cuantos momentos, mirando a la mujer con cierta "curiosidad".
El plan iba bastante bien, inclusive ahora, la fémina se había conseguido un compañero bastante inusual. Estaba agradecida de que no fuera una serpiente tan violenta.
Las pequeñas hadas miraban con asombro como aquella serpiente había accedido a acompañar al otro, y en un impulso alegre, unas diez haditas volaron a prisa a donde estaba Tian. Estas, sumamente curiosas y risueñas revoloteaban con cuidado alrededor de la licántropo, observandole curiosas. Pasaron unos minutos, y la mujer caminaba de regreso a donde el cerbero; dándole los últimos animalillos muertos a su compañero que reposaba sobre su brazo y conversando sobre el plan que tenía a las pequeñas hadas que amablemente se ofrecieron a ayudarle. Una vez que todos llegaron, la mujer se colocó a unos pocos metros del perro y, finalmente, tomó asiento. Mientras que las pequeñas hadas se colocaron discretamente alrededor del perro, a una distancia prudente y segura.
- Probablemente despertará dentro de poco...- Murmuró mientras que se cruzaba de brazos y mantenía consigo a la serpiente color negro, atreviendose a acariciarle con suma normalidad. - ¿Cómo debería llamarte?...- Hizo una pregunta al aire, viendo de reojo a su compañero color oscuro e ignorando ya al can.
Tian y la serpiente esperaron ahí, ella tan tranquila, sentada sobre la tierra en espera de llevar a cabo su plan. Quizá funcionaría o quizá no, no perdía con intentarlo.
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Aenea
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Post by Aenea on Apr 4, 2018 3:25:30 GMT
—Aenea— Una voz detrás de un espeso velo le llamaba con una familiar voz, sin deseos de abrir sus ojos, cansado y anhelando el descanso Aenea se mantuvo tumbado sin ánimos de responder al llamado.
—Aenea— La voz mas cercana se hacia ya imposible de ignorar, aunque el cerbero aun así se mantenía perezoso y buscaba mantener su estado de dulce letargo.
—¡AENEA AMOR!— Y de un sobresalto el cerbero despertó entrecerrando los ojos a causa de la luz que se lograba filtrar por las cortinas de la ventana, su mirada perdida y cansada que vagaba por su habitación no tardaron en dar con quien le injuriaba tanto por la mañana a sabiendas que deseaba como siempre dormir hasta altas horas del día.
—Mhhffg…— Mascullo como única respuesta a la súcubo. Su figura era de constitución normal, elegante, delicada y aunque no tan dotada como otras de su especie sus encantos se encontraban mas en sus ojos que en su propio cuerpo, esos hermosos ojos color zafiro que al despertar hacían que el cerbero se perdiera en su mirada.
—Ya era hora que despertaras ¿Por qué no vienes a desayunar conmigo? Vamos, te espero en el comedor— Separándose del lado de Aenea como una sombra cuyos detalles el can era incapaz de distinguir observo como su pareja se retiró de la habitación dejándole solo en el silencio por unos segundos hasta que de improviso un grito al otro lado de la puerta le estremeció. Un grito semejante a un llanto que desgarro cada fibra del cuerpo del cerbero de tan solo escucharlo podía ver las antorchas, espadas, cuerdas y palos por la ventana donde antes se filtraba la luz del amanecer ahora observando atreves de él sombras que marchaban una junto a otra a conglomeradas en una desorganizada marcha. Y nuevamente otro grito que despertó al can de su expectación de aquellos detalles.
—¡Caliote! ¡CALIOPE!— Su grito era ensordecedor al punto que sentía como las cuerdas vocales se le retorcían en su garganta seguido de su carrera hacia la puerta, pero en la cual su enorme cuerpo de cerbero había quedado atascado. Cerrando sus ojos lucho contra aquel obstáculo para sentir como el metal ardiente se incrustaba en su piel cosa que abriera sus ojos nuevamente y viera sobre su cabeza llover ganchos al rojo vivo que se incrustaban como uñas sobre su cuerpo mientras al frente suyo escuchaba los gritos de su amada.
—¡CALIOPE! ¡CALIOPE!— Su boca se desfiguraba con cada grito ignorando el dolor que le causaban los ganchos y martillos que golpeaban estos para ensartarlos aún más a su cuerpo mientras observaba delante de sus ojos como su amada era levantada frente a sus ojos atada por el cuello a un palo donde sus largas uñas negras luchaban contra la cadena que le ahorcaba y ahogaba su voz en gorgoteos inentendibles, aunque Aenea entendía muy bien por lo que suplicaba.
Debía salvarla no importaba el cómo, su piel como cerbero era imposible de desgarrarse, era como un ancla para los ganchos que perforaban sus costados, piernas y hombros.
Entre alaridos de dolor su cuerpo empezó a encogerse con rapidez, sentía como se hundían sus huesos, como estos se reposicionaban y sus tres mentes se volvían una. Sentía como los ganchos rasgaban al fin su piel en un baño de sangre al volverse un humano de piel suave, fácil de desgarrar cuanto jalaba con todas sus fuerzas sin importarle el dolor o la sangre que perdiese en su desesperado accionar.
—Hmrr… hmrrd— Gruñía en sueños, hace minutos que lo había hecho y hace poco que la licántropo había notado desde que se había sentado cerca del cerbero junto a sus cómplices el cambio, como en un principio este se encogía silenciosamente, como sus patas se volvían manos, su enorme cabeza empezaba a poseer rasgos humanos y el pelaje de su cuerpo empezaba a desaparecer dejando ver una piel tostada y llena de cicatrices donde fuera que posara su mirada, desnudo en la hierba con sus cabellos de un color semejante al trigo en otoño.
Despertándose con una mueca de terror y odio se sentó lentamente sobre la hierba bajo su cuerpo llevándose ambas manos a su rostro las cuales restregó sobre su cara para luego separarlas de si y observarlas desconfiado, como si no era capaz de comprender que esas extremidades eran suyas. Ahora su rostro solo denotaba disgusto, uno enorme que no hizo más que acrecentar al girar su mirada y observar con sus ojos de color miel al licantropo, pero sin ganas de decir nada se mantuvo en silencio observando no tan solo a ella, si no también a la serpiente y las hadas que le acompañaban sin importarle a el su propia desnudes frente al extraño.
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