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Post by Deleted on Oct 25, 2017 18:26:55 GMT
Al notar que el arcano le estaba mirando, quizo apartar su mano pero no podía, por lo que puso una expresión de culpa muy notoria -ah...mil disculpas, yo no quería molestar...te- se quedó inmobil de la sorpresa por aquel suave tacto sobre su mejilla. Parpadeó con algo de fuerza lo que causó que unas cuantas lágrimas recorrieran sus mejillas -hiro...- dijo su nombre casi como un suspiro, de alguna manera fue conmovida por aquellas palabras.
Se forzó a calmarse y a contener aquel dolor poniendo una expresión un tanto seria; estiró su otro brazo para acariciarle con ambas manos y escuchó con placer aquel ronroneo -no, no quiero hablar del pasado- negó lentamente con la cabeza sin dejar de mirarle -se que es algo atrevido y quizas extraño, pero...me permitirías abrazarte?- frunció sus labios brevemente -ésta bien si no quieres- apartó sus manos de la frondosa melena y agachó la cabeza.
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Post by Hiro Genshukuna on Oct 25, 2017 18:41:44 GMT
El león entendía si la mujer no quería hablar de su pasado. La escuchó nuevamente, y cuando le preguntó si podía abrazarle, asintió con un gesto de su cabeza. Estiró los brazos calmadamente y esperó la esfinge se acobijara entre sus brazos. Eran fríos abrazos los que daba, debido a la armadura, lo sabía. Pero intentaba reconfortar de todas formas a quienes lo necesitaban. "Me disculpo de antemano, mis abrazos son fríos como el viento, pero intento hacerlos reconfortantes como el cálido sol." Esbozó una suave y cálida sonrisa e invitó a la mujer a acercarse, aún arrodillado en el mismo punto en el que se sentó al llegar.
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Post by Deleted on Oct 25, 2017 23:59:13 GMT
De reojo le vio asentir pero le costaba un poco creerlo, incluso cuando este extendió los brazos (arcanos así de buenos no se encuentran todos los días) cerró sus ojos y suspiró con lentitud.
Abrió sus ojos que aún en esa forma se mantenían brillantes y sonrió de costado ya con más confianza, dejando su vergüenza y pena de lado -no es necesario disculparse por tales cosas- dejó escapar una risilla de entre sus dientes. Para no dejarlo esperando más tiempo se apego a él con los brazos bien extendidos y lo estrechó con firmeza.
(Es grande) pensó en primera instancia y sí, era bastante el frío metálico que se sentía sobre la piel desnuda de sus brazos -y a ti...no te hace frío?- preguntó alzando la cabeza para poder verle.
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Post by Hiro Genshukuna on Oct 26, 2017 4:58:57 GMT
El león negó con la cabeza. "Es parte de mi. Estoy tan habituado a cargar mi armadura y mis armas como lo estoy a respirar"
Mantuvo a la esfinge abrazada unos segundos, cerca de un minuto incluso, y luego la soltó. "¿Le hace sentir mejor?" Preguntó en un tono tierno y amable. La tormenta de arena en el fondo sonaba con furia, aullaba como el viento pero mezclado con los rugidos de la arena. Era un sonido único, peculiar, algo cautivador, pero aterrador al mismo tiempo.
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Post by Deleted on Oct 26, 2017 11:44:54 GMT
-oh- se escapó un pequeño sonido de entre sus labios por la inesperada respuesta -entiendo- sonrió levemente y se le quedo mirando el rostro un momento, contemplandolo y pensando en que clase de guerrero será.
Apoyó su mejilla en el pecho del arcano aún manteniendo el abrazo y cerró sus ojos, disfrutando de aquel amable tacto que con el paso de los segundos dejaba ser frío. Su cuerpo se había relajado y estaba empezando a dormitar.
Cuando el rakshasa la soltó del abrazo la esfinge fruncio el ceño porque la había "despertado" y breves segundos después abrió sus ojos para verle; movió la boca intentando responderle pero le avergonzaba admitirlo y además aquel tono tierno de voz en él, le había hecho sonrojarse un poco; por suerte todo estaba oscuro y probablemente no se notaría -hmp- bufo suave mirando hacia otro lado con el ceño aún fruncido.
Sin decir nada se volvió a apegar al arcano y cerró sus ojos soltado bastante aire por la boca.
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Post by Hiro Genshukuna on Oct 26, 2017 14:07:58 GMT
Sorprendido que lo fuesen a usar de almohada, simplemente se resignó. Se mantuvo sentado de rodillas, aflojó un poco la rigidez con la que se encontraba erguido, y manteniendo levemente abrazada a la esfinge, cerró los ojos para meditar o dormir, lo que fuese que su cuerpo decidiera. La noche ya estaba en su punto más alto, o eso creía. El color de atardecer de la tormenta de arena lo hacía estar algo desorientado en ese sentido.
Su cabeza le hacía pensar varios escenarios, y no todos eran buenos. No quería ser rudo ni descortés, pero dormir así de cerca de un desconocido podía ser una trampa y en el segundo que se durmiera podrían intentar cortar su garganta. Tenía excelentes reflejos, incluso si acababa de despertar hace una fracción de segundo, pero la corta distancia lo hacía estar tenso por lo mismo. ¿Y si fallaban sus reflejos? Por otro lado, podía ser que la mujer simplemente quisiera compañía. No era el mejor en eso, pero sabía que un par de gestos amables ayudaban mucho a generar un aura de confianza.
Y así se mantuvo pensando en un estado de primer sueño por horas.
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Post by Deleted on Oct 26, 2017 19:59:17 GMT
Por lo apegada que estaba pudo sentir como el cuerpo del rakshasa se relajó mientras la abrazaba, lo que le hizo sentirse más cómoda y de alguna manera más cálida también. Pocos minutos después se había quedado dormida y aún estando parada sus piernas no se tambaleaban.
Así pasaron un par de horas hasta que finalmente el cuerpo de la esfinge perdió su estabilidad debido a la profundidad de su sueño, y comenzó a escurrirse de entre los brazos del arcano. Involuntariamente se aferró de lo primero que alcanzaron sus manos, el peto de la armadura, quedando en una posición un tanto divertida pues parecía colgarse de allí y el resto de ella reposaba en las piernas del contrario.
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Post by Hiro Genshukuna on Oct 26, 2017 20:43:07 GMT
Amanecía. El león había dormido tal vez dos horas, aunque no profundamente. La tormenta había cesado y el sol se colaba con timidez en la cueva. Con delicadeza, Hiro tomó entre sus brazos a la mujer y la estiró en el suelo para que pudiese seguir durmiendo. No tenía razón para despertarla, después de todo, más que para agradecerle, pero debía partir.
Se levantó, estiró y realizó un námaste a Ammyt, juntando sus propias patas a la altura de su pecho y reverenciando a la dormida esfinge. No tenía nada que dejarle como pago, pero sabía que el viento volvería a reunirles. Salió caminando de la cueva, se cubrió del sol con un brazo, y luego de orientarse, caminó por la caliente arena hasta perderse de vista.
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