Roma
Los Grises
¿Quieres ver mi colección de hojas?
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Post by Roma on Oct 30, 2017 5:05:14 GMT
Desde una ventana y en la seguridad de su casa Roma había observado el exterior por varios días. La casa se había puesto un poco polvosa aquí y ahí, donde el cachorro no había alcanzado ni querido esforzarse. Trató, el primer y segundo día, en movimientos metódicos y ausentes, de limpiar la casa. Pero nunca alcanzaría los estándares de su mamá. Ni su altura. Así que al tercer día dejó eso de limpiar y se quedó en aquella ventana a mirar como los mirovianos pasaban por la calle.
Las glicinas rodeaban el dintel de piedra, decorando de verde y morado y escondiendo parcialmente el interior de la casa. No era una mala casa, en absoluto. Bastante bonita, amplia y cómoda. Con un jardincito donde había una pequeña fuente de piedra, algunas plantas floridas y aromáticas, y las glicinas, una planta que había guiado su madre con esmerado cuidado hasta que trepó el porche delantero, para que sus flores cayeran desde el techo como adornos coloridos, pesados balanceándose con el viento.Era una bonita casa. Demasiado grande para un cachorro. Y el horno de la herrería se había apagado solo había días también. ¿Qué debía hacer ahora que no estaba su mamá o su papi por ahí?
Bufó un poquito e hizo mohines. La tableta arcana de su madre había estado tintineando desde que volvió, pero estaba muy desanimado para andar jugando con ella. La de su padre… esa debía estar allá todavía con el dragón, o lo que quedaba de él.
-Mmmhh ¡No! - agitó su cabeza y tapó sus orejas con sus manitas. No debía tener pensamientos feos. En cambio sonrió, muy amplio, mostrando todos sus dientitos, incluso sus colmillos. Tal vez era hora de comer. Se bajó de un saltito de la ventana y corrió a otra habitación, buscando en la cocina algo que siguiera comestible.
Nada apetecible. Apartó algunos tarros de conservas y finalmente se decidió por uno con mermelada. Lo destapó y olfateó. Bastante decente. Con una risita, encantado por su descubrimiento, tomó el pesado tarro entre las dos manos y con cuidado caminó con él hasta la puerta. Iría al porche a comerse su premio. Así aprovechaba para ver su el viento llevaba alguna hoja bonita que no tuviera en su colección. Decidido luchó un poco para abrir su puerta, otro poco más. Y finalmente salió. Subió a la banca hecha de un gran tronco de madera y fue entonces que notó que olvidó la cuchara.
-Oh bueno - se encogió de hombros y metió la mano al tarro, seguidamente lamió el dulce pegado entre sus deditos.
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Post by Neena DeLeaf on Oct 30, 2017 12:44:47 GMT
¡Qué bello día hacía! A Neena casi no le entraban ganas de tener que ir a trabajar, pero su taller y sus plantas la estaban esperando. Aunque, si lo pensaba bien, su taller-tienda no se movería a ninguna parte, y Morena y Espinas estaban allí para asegurarse de que nadie entrase a robar. Después de todo, ¡nadie quería vérselas contra un par de plantas carnívoras de tres metros de alto! Por lo menos podría darse una vuelta un poco más larga antes de llegar.
Decidió pasearse por la zona residencial, porque, aunque llevaba ya trece años viviendo en Mirovia, no conocía la Ciudadela a fondo y eso le pesaba en su corazón verde y curioso. Vio un par de casas decoradas con árboles frutales, así en cada árbol que vio hizo crecer bananas, manzanas y naranjas que fue acumulando en su falda. "Desayuno servido", pensó, aunque tampoco estaba muy segura de la hora, ¿debía desayunar o almorzar? Dio un par de vueltas buscando a alguien que pudiera indicarle la hora... tenía que hacer alguien...
AJÁ, UN NIÑO. La ninfa caminó alegremente hasta él, moviendo sus caderas al son de una música que solo se escuchaba dentro de su cabeza, y se sentó a su lado. - ¡Hola! Soy Neena, no te voy a hacer daño. ¿Quieres fruta? -le ofreció, mostrándole su botín vegetal y comenzando a pelar una naranja para ella misma-. No sé si es mi desayuno o mi almuerzo, o mi almuerayuno. ¿Tú que comes?
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Post by Roma on Oct 30, 2017 16:21:56 GMT
Arrugó el entrecejo, sus cejas casi juntándose en lo que trataba de recordar que debía hacer en esas situaciones. Mamá siempre había dicho que no debía hablar con arcanos extraños o que olieran divertido. Pero también debía ser cortes y saludar a quienes llegaran a casa, sin abrir la puerta a extraños. Pero nuevamente, no le había abierto la puerta, estaba ahí dentro en su jardín. ¿Debía saludar o no? Mejor saludar por si acaso.
-¿mnhhp? chomp… Jolafph - saludó tras unos deditos embarrados de mermelada, chupeteó un poco más, lamiendo cada dedo hasta que estuviera parcialmente limpio, mirando a la ninfa fijamente, los grandes y bonitos ojos azules del cachorro no mostraron ninguna desconfianza, solo curiosidad.
- Soy Roma. Y esta es mi almuerzo mermelada, de fresa - ofreció del tarro como si lo estuviera presentando también, incluso haciendo que el tarro se inclinara tantito para mostrar su revuelto contenido. Después de todo, la dama le había ofrecido fruta. Era lo educado retribuir ¿verdad? Estiró su manita y robó una manzana, intercambiandola por el tarro embadurnado y pegajoso. En la falta de la dama. ¿Qué iba a saber un niño de manchar y esas cosas? Le hincó el diente feliz a la fruta y comenzó a masticar con ruiditos felices.
- ¿Buscas a mamá? - preguntó con curiosidad. Los últimos días habían pasado algunos arcanos preguntando por uno u otro de sus padres.
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Post by Neena DeLeaf on Oct 31, 2017 1:13:15 GMT
La ninfa le sonrió feliz al niño sucio, enternecida por sus ojitos tan grandes y abiertos y por sus deditos embarrados de mermelada. Ay, la maternidad le había dejado demasiado blando el corazón, algún día eso le iba a pasar la cuenta. Por suerte, ese día no sería hoy. - ¡Qué rico almuerzo! -dijo al escuchar y ver lo que el pequeño Roma le estaba ofreciendo. Un pegajoso, azucarado y muy poco saludable almuerzo. No le importó que su falda se manchase (era alfarera, por favor; no tenía ni una sola prenda sin manchas de arcilla y pintura). Metió dos dedos en el frasco y los sacó, llenos por completo de mermelada. Su boca verde quedó manchada de rojo por las frutilas, ¡pero sí que estaba muy rica! Decidió no robarle más mermelada al niño, después de todo, ya le había dicho que ese era su almuerzo.
Echó un vistazo al jardín, observando las plantas tan bonitas que crecían allí. Las glicinas destacaban por su tamaño y su hermosura, pero Neena podía sentir la inquietud de las plantas. "No deberías estar aquí" parecía que le decían a la visita inesperada, con los pétalos temblando. Simplemente les sonrió y les habló en silencio, esperando que las flores de Roma supieran leer los labios: "Está bien, no le voy a hacer daño". Mas las plantas, pese a que ya parecían algo más tranquilas por su visita, aún se revolvían incómodas en su lugar. La ninfa frunció el ceño, desconcertada. ¿Había pasado algo?
- ¿Ah? -dijo al oír la voz de Roma. No había entendido la pregunta al inicio, pero, apenas comprendió lo que le habían dicho, sacudió frenéticamente la cabeza. Algunas de sus hojas cayeron en el suelo-. No, no la estoy buscando. Tengo que ir a trabajar, pero no quiero... puedo llegar más tarde porque soy mi propia jefa. Hago vasijas y cosas de arcilla -metió una mano al bolsillo derecho de su falda y sacó una pequeña figurita de arcilla. Era un diente de león-. ¿Ves? Esta es la flor favorita de mi hijo. Él tiene un anturio, esa es mi flor favorita.
Le ofreció la figurita a Roma, para que pudiera tomarla en sus manos. Todavía le sonreía al pequeño, pero no pudo evitar tener un mal presentimiento. Podía sentir la inquietud de las plantas alrededor suyo y ya le estaban pegando los nervios. Carraspeó y se limpió la mermelada de la falda mientras que le hablaba. - ¿Dónde están tus padres? ¿Están en la casa?
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Post by Roma on Oct 31, 2017 1:57:21 GMT
-Ser tu propio jefe es… bueno, supongo- mordió otro cacho de manzana y dejó el tarro ahí a un lado, más ocupado con la fruta. Hacía algunos días que estas se habían acabado en la casa y los que quedaban se veían raras y no las quería probar.
- Soy mi propio jefe también. Aunque no hago cosas tan bonitas como esa - ofreció la información con una amplia sonrisa inocente y estiró la manita para ver la escultura. La agarró y giró en su sitio. -Es linda. papá a veces pone flores en sus armas. Las que son para las señoras bonitas - el dragón había sido un muy buen herrero. -Me estaba enseñando. ¿Buscas a papá entonces? - tenía lógica en su cabecita que si no se buscaba a una, se buscaba al otro. También habían pasado algunas personas buscando a su padre. Otros dragones creía haber olido.
- Mmmhp ¿Buscas a papá entonces? - repitió su pregunta sin responder la suya. Había algunas hojas y polvo acumulado en el porche.
Le lanzó una miradita de reojo. Estaba royendo alrededor del corazón de la manzana, jugando a que podía sacar el hueso completo sin dañarlo. Falló, por supuesto, sus dientitos voraces perforaron y mostraron las semillas. Miró con interés las pepitas oscuras y las sacó una por una, sin prestarle ya mucha atención a la ninfa que le acompañaba y más ocupado haciendo una filita con sus semillas de manzana (que rescató una por una del interior del corazón), hasta dejar seis semillas bien enfiladas sobre la madera desgastada de la banca.
Tal vez debería plantarlas . O guardarlas. Pero plantadas podría ver si nacía algo. Decidido dejó la ninfa y tarro a un lado mientras se acercaba al jardín y hacía algunos agujeritos con sus dedos en la tierra.
Y no, no respondió su pregunta.
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Post by Neena DeLeaf on Nov 3, 2017 0:01:54 GMT
La ninfa sonrió. Siempre era bueno conocer a otros arcanos que fueran sus propios jefes, incluso cuando dichos arcanos le llegaran apenas un poco más arriba de la rodilla. - No, no estoy buscando a nadie. Solo estoy paseando, no te preocupes -De todas formas, tampoco tenía mucho que hablar con alguien que hiciera armas, o al menos no todavía. Las cosas seguían bastante calmadas pese a que casi nadie estaba de acuerdo con el nuevo sistema político. A ver cuánto duraba esa calma.
Ahora que ella había respondido a su pregunta, Neena esperó en silencio a que Roma respondiera la suya, mirando con atención cómo el pequeño mordisqueaba con el corazón de la manzana que acababa de comer, entendiendo que así como estaba no le iba a poder contestar, pero el silencio se extendió a medida que lo observaba sacar las semillas, ponerlas en fila y mirarlas con esos ojos tan grandes e inocentes que tenía. Comprendió que su pregunta no iba a ser respondida jamás. Echó un vistazo a su alrededor, por si acaso había alguien más cerca, pero parecía que ellos eran los únicos que andaban jugando a esa hora del día. Qué solitario era todo. Quizás era un poco hipócrita de su parte preocuparse tanto por un niño, siendo que ella a su edad era igual de independiente, pero no podía evitarlo. No tener supervisión alguna y estar completamente solo eran cosas que, a su parecer, eran muy diferentes.
Lo siguió hasta el lugar donde el jovencito había comenzado a plantar las semillas que había sacado del corazón. - ¿Quieres ayuda con eso? -le preguntó alegre, sin demostrar la preocupación que sentía por dentro, tratando de convencerse de que la mala espina que sentía no eran más que corazonadas sin sentido. Vio los agujeros que el chiquillo había hecho, se agachó y lo ayudó a enterrar las semillas de manzana. Luego de enterrar la primera semilla, tocó la tierra y comprobó que estaba levemente húmeda. Aplaudió un poco y le dedicó una gran sonrisa a Roma; las condiciones para hacer crecer un manzano eran ideales.
Metió sus manos verdes bien profundo en la tierra y le guiñó un ojo al pequeño. Cerró los ojos y se concentró, decidida a hacerle un regalo. Pronto su nuevo pequeño amigo podría comer toda la fruta que quisiera.
Hizo crecer el árbol hasta que alcanzó la madurez. Abrió los ojos y se puso de pie. Estaba bastante orgullosa del manzano que había hecho crecer, era grande, frondoso y las manzanas que dio eran muy rojas, probablemente muy dulces. Se lo presentó emocionadísima, con los dos brazos extendidos. - ¡TA-DA!
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Post by Roma on Nov 5, 2017 2:56:36 GMT
La señorita de las hojas por pelo paseaba, podía entender eso. A él le gustaba pasear mucho, más cuando iba con su mamá. En los últimos días no había tenido tantos ánimos para pasear solo, pero no juzgaría a la dama, si tuviera ánimos andaría por ahí también paseando y buscando cosas ricas en el mercado, dulces y galletas como antes. Suspiró y miró fijamente a sus semillas como si con eso pudiera obligarlas a crecer más rápido. Tal vez en unos años tuviera manzanas. Debía empezar a pensar en el futuro como su padre hacía.
- Pasear es divertido - tardaría bastante en madurar. Solo quería jugar de momento, eso y comer cosas deliciosas, tal vez tener una aventura o dos. La miró con confianza y le dió una amplia sonrisa juguetona. Preguntándose qué iba a hacer para ayudarle. Las semillas no eran difíciles de plantar, solo amontonar tierrita encima. Hizo un par de caritas felices cerca de las semillas e incluso escribió la palabra manzano, muy temblorosa y todo, al lado de los montoncitos de tierra. -Han quedado muy bien - asintió muy seguro de si y sacudió sus manitas de tierra, en su pantalón. Había manchas aquí y allá, de polvo, lodo y comida.
-¿Qué haces?- sus ojitos brillaron con curiosidad y maravilla. Se inclinó hacia el frente hasta que su nariz casi tocaba las manos de Neena presionadas contra la tierra. Había magia ahí. ¿verdad? si, eso era. ¡Magia! a Roma le encantaba la magia. Pronto algo empezó a crecer, unas hojitas se abrieron ante sus maravillados ojos, que brillaban azules y felices ante tal milagro. Retrocedió cayendo de colita para seguir mirando como las hojitas se volvían más grandes, aparecían más hojas, más hojas, la rama era más gruesa, luego más ramas y pronto, era un árbol florido.
-¡WOOOOAAAAA! Jajaja es grande ¡Es un arbolote! - Aplaudió emocionado, dando más palmas aun cuando las flores pasaron a frutas. Para cuando Neena terminó, el cachorro de lobo ya corría a trepar a su nuevo árbol, abrazando el tronco con sus bracitos y frotando su mejilla contra la corteza.
-¡Mio! Tan bonito. Te llamaré Manzanete -
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