Arcanos picosos (priv. Ondine-Ciaran)

Unos pasos comenzaron a escucharse cada vez más cerca, por lo que Ciaran se alarmó y comenzó a buscar a los alrededores a ver quién venía, dándose cuenta que se trataba de una chica que parecía estar bastante pendiente de la flora del bosque. Probablemente sería bueno, pues así se aseguraba de que no iba a pisar su jardín sin querer, pero parece que justamente le había llamado la atención su casita. Si estaba mirando tanto las flores ¡¿No será que quería llevarse algunas?!. Ciaran tenía todas las flores del bosque en el jardín, así que no le extrañaría que alguien quisiera tomarlas. La arcana se había acercado mucho a sus piedritas y a sus plantas, no dejaba de ver el pequeño círculo repleto de flores y eso no le gustaba mucho al goblin. Tiró su escoba a un lado y se aproximó a los pies de la chica, aprovechándose de la sombra que hacían sus plantas para mantenerse oculto. La miró hacia arriba y la analizó por unos segundos, pensando en qué podría ser la mejor advertencia para ella. Una vez una quimera había venido a llevarse todas sus piedras y salió con ambas manos hechas un queso de tantos picotazos, aunque se lo merecía por idiota. Pero quien tenía frente a él ahora, no tenía por qué pasar por eso. Pensó que con una sola picadita bastaría. Se apoyó de su pie con sus manitas y le clavó un poco su nariz, dejándole una marca como la de un aguijón de abeja, corriendo nuevamente a la seguridad de su jardín y esperar a ver qué hacía la chica.

Escuchaba a la arcana haciendo un recuento de las características de la flor que buscaba. La loca esa se metió en el bosque a buscar una flor con condiciones muy estrictas para crecer. La tierra con cenizas que rodeaba las plantas del goblin no permitían que algo tan delicado se diera ahí. Conocía a alguien que tenía prescisamente esa flor, y muchas otras, pero no se lo iba a revelar a una posible ataca-jardines hasta que demostrara ser alguien decente.

Ciaran se llevó las manitas a la boca para que su risa no fuera audible. La caída de la chica había sido algo exagerada para lo que pasó en realidad, pero se imaginaba que así se la pensaría un poco más antes de meterle la manota a su jardincito.

De pronto, ella tomóó su forma fated. El goblin no sabía exactamente qué era ella, parecía un animal acuático pero también tenía muchas "serpientes". El pequeño se sorprendió al ver que esas cosas comenzaban a entrar y enredarse entre sus florecitas. Ciaran no podía permitir que esas criaturas malvadas dañaran sus plantas, por lo que tomó su escoba y comenzó a repartir palazos, pero la fuerza no estaba de su lado. Los piquetes eran lo más efectivo, pero sabía que las serpientes eran venenosas y no quería que lo mordieran a él.

Muchos tentáculos habían invadido su casita, ya se estaba desesperando, no podía hacer mucho con una sola escoba hecha de basuritas del suelo. -pip pip pip pip!- se escuchó levemente unos chillidos entre enojados y angustiados. El goblin corría en círculos dentro del espacio que delimitaban las "serpientes".

De repente los tentáculos se retiraron, pero a Ciaran le tomó correr 3 vueltas más darse cuenta que ya no estaba en peligro su casita. Se sentó en el suelo a descansar después de ese breve momento tan estresante, dejando su mini escoba de un lado. Lamentablemente la calma no llegaba cómo quería, pues el pequeño fue cargado por la chica. Al parecer era para ver si las serpientes invasoras no le habían hecho algo ¿Cómo es que dirige esas cosas y luego viene a preocuparse por él? El goblin la miró con algo de enojo, pero no duró mucho, ya que el grito de la sirena sorprendió al pequeño. El pobrecito comenzó a mover sus bracitos y patitas desesperado para tratar de equilibrarse en medio de la caída, por suerte sus amigas flores evitaron que se metiera un buen tortazo.

La chica había entrado en pánico por este arcano tan bonito y pequeño ¿acaso era tonta? Aunque...esto era divertido. Rara vez podía asustar a un arcano de este modo, debía aprovechar un poquito por lo menos. Lo único era que sus gritos agudos de niña eran un poco insoportables, pero de resto estaba bien, se comportaba como una de sus presas favoritas: un kitsune de cabello largo platinado que siempre lleva una caja encima.

Tanto miedo hizo que la arcana se colgara de un árbol. -pip pip pip pip!- Ciaran se reía al ver que la sirena desconocía de sus habilidades de escalador. Era obvio que no le haría daño, pero quería pretender que la lastimaría. Contaría como una pequeña venganza por el mal rato que tuvo con los tentáculos. Se subió a la velocidad de una cucaracha hasta la base de la rama en la que estaba la chica. Había puesto una de sus miradas más tiernas, abrazándose con sus manitas de la corteza del árbol, esperando enternecer a la chica antes de darle una buena sorpresa al abrir su boca bien grande y mostrar sus miles de dientes filosos. -pip pip pip!- sin duda le daría tremendo susto. Pero ya luego de eso, lo mejor sería dejar que se calme la pobre, no queremos que le dé un infarto.

Aquel grito tan fuerte, ese mismo que espantó a los pájaros de las ramas en donde se posaban, causó que el pequeño goblin se aturdiera al punto de perder el agarre y caer como una mosquita muerta al piso, con manos y pies tiesos, apuntando hacia arriba.

Ciaran no tardó en volver a ponerse de pie, aunque teniendo un leve mareo que le hacía tambalearse un poco, pero parecía que la chica se asustó muchísimo, al punto de desmayarse o quién sabe qué. Cometió un grave error al compararla con aquel zorro blanco, ella era mucho menos resistente. Se llevó sus mini manotas a la boca, preocupado de que le hubiera hecho mucho daño a la sirena. Corrió y escaló nuevamente el árbol, pero esta vez, intentando subirse sobre la arcana.

Mentalmente se trazó una ruta, una que obviamente no involucraba tocar tentáculos. Su gran habilidad para desplazarse en cualquier lugar le hizo ese trabajo algo más fácil de lo que parecía ser para alguien de su tamaño. El goblin se montó sobre su nariz y comenzó a darle palmaditas en la frente para que despertara, también intentando abrirle los párpados a ver si eso le servía mejor. Parecía que iba a necesitar un poco más de fuerza para despertarla así que empezó a saltar sobre su cara. Ojalá que con eso reaccionara, porque lo que viene luego es melerle un palo por la nariz o llenarla de picaditas.