Prosas adoloridas sobre tiempos de alegría
Nov 13, 2017 22:11:29 GMT
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Post by Regis Salvatore on Nov 13, 2017 22:11:29 GMT
"Una mujer, es una de las creaciones mas bellas que jamás conocerás."
Esas eran las primeras palabras que había escrito en su momento, cuando enamorado y empuñando su corazón con júbilo, se dedicó a la poesía.
"Tal como rosas, todas al ojo son hermosas, más todas, guardan espinas que las pueden volver peligrosas. Un hombre, si es valiente no las corta, las memoriza y valora para pincharse solo cuando es necesario. Y tal como las rosas, una mujer debe ser tratada con delicadeza y cariño"
"No arranquen pues, los bellos pétalos que las adornan, no arranquen pues, las emociones que en ellas resguardan con recelo, no sean el cruel jardinero que las arranque y corte de tallo, pues es peor que cualquier engaño el asegurar bella y próspera vida cuando las tijeras y alicates amenazan en tu mano tras la espalda arrebatarles su rica fuente de alegrías."
"La mujer entonces, en esencia no cambia. Un hombre detallista culto y caballeroso siempre encontrará el camino a sus corazones, la honestidad es un extra, un extra reservado a los ganadores. Para enamorar una mujer, ofrécele siempre una sonrisa sincera, vuélvete su confidente, alguien en quien pueda confiar y a quien contarle sus penas; nunca has de chantajearle, pues eso tacharía totalmente la caballerosidad. Tampoco has de ignorar u obedecer absolutamente todos sus caprichos, un regalito de vez en cuando no hacen daño, el recordarle cuanto le quieres con pequeños abrazos y hasta besos —entrega corporal incluso— también son buenos detalles; ignórale y por más que ella te hubiera entregado todas y cada una de sus emociones, la bella rosa empezará a marchitarse y arrojar sus pétalos."
"Como ya he demostrado, en esencia la mujer nunca ha cambiado. El que ha cambiado es el hombre, en sus modos, en sus expresiones; el temor al compromiso, a decir un simple "te quiero" ha vuelto del jardinero humilde un verdugo con plagas y pestes miles."
—¿Regis?
El hombre alzó la cabeza, sus ojos cansados miraron a su mujer, la mujer que más había amado desde que su memoria le permitía recordar. Sus labios se curvaron poco a poco y él se puso de pie en silencio antes de acercarse; sus pasos tranquilos y seguros llenaron el silencio con el eco de los tacos en la suela.
—Brianna ¿no deberías dormir? —le dijo con suavidad, sus manos frías tomaron las tibias de su esposa, luego besó los nudillos con suavidad.
—tu hijo no me lo permite —aseguró ella— no deja de patear.
Él suspiró, y temeroso en cierto modo, le abrazó; en pleno gesto besó la sien de su esposa. Brianna se estremeció entre sus brazos, producto del frío contacto que Regis ofrecía; la mujer amaba a su marido, si, pero odiaba que su naturaleza le diera esa temperatura de muerto, y sabía que él también detestaba que tal cosa fuera así.
—perdona —dijo él entonces; ella suspiró, quería tener el control del temblor en su cuerpo para evitar que el hombre se sintiera culpable— de verdad...
Briana se alejó solo un poco, alzó las manos y acarició el rostro de su marido; la piel suave y limpia seguía igual de fría, incluso cuando el sol inclemente le irritaba la piel. Sabía también el hombre en su momento había sembrado todas y cada una de las flores del jardín bajo la luz del sol, que él había visto incluso al enorme roble del centro crecer desde la semilla y se había acostado bajo su sombra al momento de descansar de la luz y ver el atardecer. Hoy por hoy los ventanales estaban cubiertos por gruesas cortinas con tal de evitar el paso de la luz "El Rey es un demonio" alegaban muchos, y en eso insistían hasta conocerlo en persona, y entendían que hasta un demonio podía tener un corazón de oro.
—no es tu culpa —le afirmó; había incluso mirado directo a los azules ojos del vástago— no pediste esto...
Y aún así la tristeza no se desvaneció de los ojos de Regis. Era sorprendente, un ser que se suponía era incapaz de sentir transmitía tantísimo solo con su forma de ver. Ella hizo el esfuerzo de empinarse un poco, buscar sus labios lentamente aunque el ser en su vientre le hiciera sentir sumamente pesada; Regis también se encorvó respondiendo a su gesto con sumo placer y afecto, el hombre sintió sus hombros relajarse, sintió un cosquilleo bajar por su espalda. Si, era pro Brianna; era por la mujer a la que tanto amaba.
—ahora lo importante, es nuestro futuro —prosiguió— ya deseo ver alivio en tu rostro otra vez...
El vástago sonrió, sonrió olvidando por un momento la tristeza que le provocaba no poder abrazar a su mujer a gusto todo cuanto quisiera, y en su lugar pensó en el radiante futuro que tenía en la cabeza. No veía males acercándose, no veía la tormenta y huracán abriéndose paso en el cielo y la tranquila paz que ellos tenían en su burbuja.
—los amo como a nada en esta vida —aseguró— por favor, no lo olvides...
Un mes después, su mujer dio a luz al príncipe que antes de llegar a los dos días de vida ya no tenía a donde pertenecer.
Y dos meses después, Regis renunció a su hijo para permitirle una vida en paz
Esas eran las primeras palabras que había escrito en su momento, cuando enamorado y empuñando su corazón con júbilo, se dedicó a la poesía.
"Tal como rosas, todas al ojo son hermosas, más todas, guardan espinas que las pueden volver peligrosas. Un hombre, si es valiente no las corta, las memoriza y valora para pincharse solo cuando es necesario. Y tal como las rosas, una mujer debe ser tratada con delicadeza y cariño"
"No arranquen pues, los bellos pétalos que las adornan, no arranquen pues, las emociones que en ellas resguardan con recelo, no sean el cruel jardinero que las arranque y corte de tallo, pues es peor que cualquier engaño el asegurar bella y próspera vida cuando las tijeras y alicates amenazan en tu mano tras la espalda arrebatarles su rica fuente de alegrías."
"La mujer entonces, en esencia no cambia. Un hombre detallista culto y caballeroso siempre encontrará el camino a sus corazones, la honestidad es un extra, un extra reservado a los ganadores. Para enamorar una mujer, ofrécele siempre una sonrisa sincera, vuélvete su confidente, alguien en quien pueda confiar y a quien contarle sus penas; nunca has de chantajearle, pues eso tacharía totalmente la caballerosidad. Tampoco has de ignorar u obedecer absolutamente todos sus caprichos, un regalito de vez en cuando no hacen daño, el recordarle cuanto le quieres con pequeños abrazos y hasta besos —entrega corporal incluso— también son buenos detalles; ignórale y por más que ella te hubiera entregado todas y cada una de sus emociones, la bella rosa empezará a marchitarse y arrojar sus pétalos."
"Como ya he demostrado, en esencia la mujer nunca ha cambiado. El que ha cambiado es el hombre, en sus modos, en sus expresiones; el temor al compromiso, a decir un simple "te quiero" ha vuelto del jardinero humilde un verdugo con plagas y pestes miles."
—¿Regis?
El hombre alzó la cabeza, sus ojos cansados miraron a su mujer, la mujer que más había amado desde que su memoria le permitía recordar. Sus labios se curvaron poco a poco y él se puso de pie en silencio antes de acercarse; sus pasos tranquilos y seguros llenaron el silencio con el eco de los tacos en la suela.
—Brianna ¿no deberías dormir? —le dijo con suavidad, sus manos frías tomaron las tibias de su esposa, luego besó los nudillos con suavidad.
—tu hijo no me lo permite —aseguró ella— no deja de patear.
Él suspiró, y temeroso en cierto modo, le abrazó; en pleno gesto besó la sien de su esposa. Brianna se estremeció entre sus brazos, producto del frío contacto que Regis ofrecía; la mujer amaba a su marido, si, pero odiaba que su naturaleza le diera esa temperatura de muerto, y sabía que él también detestaba que tal cosa fuera así.
—perdona —dijo él entonces; ella suspiró, quería tener el control del temblor en su cuerpo para evitar que el hombre se sintiera culpable— de verdad...
Briana se alejó solo un poco, alzó las manos y acarició el rostro de su marido; la piel suave y limpia seguía igual de fría, incluso cuando el sol inclemente le irritaba la piel. Sabía también el hombre en su momento había sembrado todas y cada una de las flores del jardín bajo la luz del sol, que él había visto incluso al enorme roble del centro crecer desde la semilla y se había acostado bajo su sombra al momento de descansar de la luz y ver el atardecer. Hoy por hoy los ventanales estaban cubiertos por gruesas cortinas con tal de evitar el paso de la luz "El Rey es un demonio" alegaban muchos, y en eso insistían hasta conocerlo en persona, y entendían que hasta un demonio podía tener un corazón de oro.
—no es tu culpa —le afirmó; había incluso mirado directo a los azules ojos del vástago— no pediste esto...
Y aún así la tristeza no se desvaneció de los ojos de Regis. Era sorprendente, un ser que se suponía era incapaz de sentir transmitía tantísimo solo con su forma de ver. Ella hizo el esfuerzo de empinarse un poco, buscar sus labios lentamente aunque el ser en su vientre le hiciera sentir sumamente pesada; Regis también se encorvó respondiendo a su gesto con sumo placer y afecto, el hombre sintió sus hombros relajarse, sintió un cosquilleo bajar por su espalda. Si, era pro Brianna; era por la mujer a la que tanto amaba.
—ahora lo importante, es nuestro futuro —prosiguió— ya deseo ver alivio en tu rostro otra vez...
El vástago sonrió, sonrió olvidando por un momento la tristeza que le provocaba no poder abrazar a su mujer a gusto todo cuanto quisiera, y en su lugar pensó en el radiante futuro que tenía en la cabeza. No veía males acercándose, no veía la tormenta y huracán abriéndose paso en el cielo y la tranquila paz que ellos tenían en su burbuja.
—los amo como a nada en esta vida —aseguró— por favor, no lo olvides...
Un mes después, su mujer dio a luz al príncipe que antes de llegar a los dos días de vida ya no tenía a donde pertenecer.
Y dos meses después, Regis renunció a su hijo para permitirle una vida en paz