Post by Min Naoto on Nov 15, 2017 4:38:33 GMT
Luego de algunos cuantos mensajes con aquella ya tan apreciada doncella de cabellos plateados, el shapeshifter que tan bien estaba camuflado entre la gente del mercado decidió guardar su tableta y apartarse del lugar, yendo directamente hacia la salida de la ciudadela para poder cambiar de forma una vez más con tranquilidad. Ésta vez tomó la forma de un ave sinsonte para así poder llegar más rápido hasta el bosque de los susurros, donde antes de recibir a su visitante se prepararía para su llegada.
¿Cuantos días hacían desde que había decidido quedarse en la ciudadela a investigar sobre el loco pirómano? ¿Unos 20? ¿21? Aquellos días habían sido pesados para el rubio en más de una forma, pues el no comer, el sol, el no hablar e incluso el no dormir apropiadamente por andar siempre atento a sus alrededores ya le estaban afectando a tal punto que sus ojos ya comenzaban a cerrarse solos, además de que ya sentía su cuerpo débil y a punto de caer inconsciente. Sin embargo ni el abrumador cansancio que recorría cada parte de su ser fue lo suficientemente fuerte como para hacer que se rindiese en aquella travesía, pues el tan sólo pensar que vería a aquella hermosa y comprensiva mujer que había estado visitándolo constantemente lo llenaba de determinación. Quizá la fuerza venía porque en el fondo sabía que ella era su única amiga fuera del diminuto circulo social que tenían Goody y él, o quizá, puede ser, que aquella chica le atrajera inconscientemente desde hace algún tiempo atrás. Fuese como fuese, al parecer las fuerzas no habían sido las suficientes como para aterrizar decentemente, por lo que el pobre pajarillo se estrelló contra la chimenea que había en la posada y cayó desde ahí hasta el interior, llenando todo de hollín al entrar.
Sorprendentemente Goody no saltó al ataque al escuchar aquel revoloteo, pero más extraño fue cuando el rubio (tomando su forma natural) no lo encontró por ningún lugar. ¿Acaso se había ido a cazar? Aparentemente no, pues la posada estaba hecha realmente llena de polvo y sin brillo, como si no se hubiese limpiado desde hace días.
En circunstancias normales el shapeshifter se hubiese preocupado, pero ahora que era más sueño que persona no le dio la mayor importancia y tan solo se fue a calentar un poco de agua, con la que más tarde se ducharía y llenaría su tina para poder descansar entre la espuma y sus fragancias relajantes. - Nunca había estado tan cansado en mi vida. - Dijo para sí mismo mientras miraba al techo, antes de sumergirse totalmente en el agua.
Una vez estuvo lo suficientemente descansado y limpio, el rubio fue a sus aposentos y se puso su ya tradicional vestido carmesí, el cual ya tanto extrañaba e incluso abrazó cuando se miró a si mismo en el espejo. Quizá se hubiese alegrado más si no supiera que su dicha duraría poco, pues en cuanto la chica se fuera, él inevitablemente iba a terminar volviendo a la ciudadela para continuar con la vigilancia. Realmente apestaba cuando su moral se aferraba a algo, apestaba incluso para él mismo.
Cuando por fin estuvo listo observó en un viejo reloj de su habitación que todavía quedaba tiempo, pero entre tirarse a la cama y limpiar toda la posada como era debido, su trastorno obsesivo compulsivo terminó ganando la batalla y cuando menos se lo esperó, ya estaba frente a su vitrina de muñecas dando los toques finales con toda la ropa, trastos e incluso con el piso limpios y listos para cuando su invitada llegara. Por fin era libre... Y libre como se sentía, se tiró en un sillón a cerrar los ojos mientras su invitada llegaba.
Min había caído rendido en los cálidos brazos de Morfeo por más que no lo quisiera admitir. Se descuidó, se quedó dormido durante horas y horas descansando como todo un bebé regordete en aquel sillón hasta que después de mucho rato, cuando la luna ya estaba en lo alto para ser exactos, finalmente algo interrumpió su sueño reparador: Una curiosa muñequita cuya manita comenzó a molestar la nariz del rubio. - ¿Eh? ¿Qué? ¿EH? - Dijo entre sueños, abriendo los ojos a la par mirando así a la pequeña Yumiko, quien lo miraba con aquellos brillantes ojos azules de cristal. - ¿Yumiko? Uhm... ¿Qué pasó? ¿Qué hora es? ¿Donde está Akane? - Preguntó a la muñeca, la cual no emitió ningún sonido mas sí movió la cabeza. - ... ¿No vino nadie? - "Repitió" en un susurro la respuesta que la pequeña muñeca le dio, mirando la luz lunar que penetraba en su salón por la ventana.
Rápidamente el posadero sacó la tableta de su delantal y encendió la pantalla, encontrándose con la sorpresa de que no había ningún mensaje nuevo ni un aviso que justificara su ausencia, cosa que era rarísima considerando que ella siempre solía ser puntual y muy comprometida con las citas que hacía. ¿Será que le había pasado algo? No... No... Quizá era otra cosa. Pensar en eso era ir muy al extremo. [-Akane, ¿Estás bien? ¿Por qué no viniste a la posada?-] Fue el único mensaje que se le ocurrió enviar a la tableta de su adorada, esperando con ansias por una rápida respuesta.
[-Lo siento si interrumpo en tus deberes, sólo quiero saber si estás bien, con que envíes un pequeño punto basta.-] Envió otro mensaje 1 hora después, esperando que lo notara, pero no fue así. [-Akane, perdón si soy muy pesada pero es que estoy preocupada por ti.-] Una vez más: Enviar, esperar, NADA.
Poco a poco la paranoia comenzó a apoderarse de Min, el cual comenzó a mover su pie desesperadamente mientras esperaba un poco más a recibir una respuesta mientras se mordía el pulgar. [Responde... Responde...] Pensaba con desesperación, pero esa misma desesperación fue la que lo llevó a levantarse y correr hacia su cuarto para cambiarse a unas ropas más cómodas para salir a buscarla. ¿Será que su preocupación lo iba a llevar a cometer estupideces en Reapergate?
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¿Cuantos días hacían desde que había decidido quedarse en la ciudadela a investigar sobre el loco pirómano? ¿Unos 20? ¿21? Aquellos días habían sido pesados para el rubio en más de una forma, pues el no comer, el sol, el no hablar e incluso el no dormir apropiadamente por andar siempre atento a sus alrededores ya le estaban afectando a tal punto que sus ojos ya comenzaban a cerrarse solos, además de que ya sentía su cuerpo débil y a punto de caer inconsciente. Sin embargo ni el abrumador cansancio que recorría cada parte de su ser fue lo suficientemente fuerte como para hacer que se rindiese en aquella travesía, pues el tan sólo pensar que vería a aquella hermosa y comprensiva mujer que había estado visitándolo constantemente lo llenaba de determinación. Quizá la fuerza venía porque en el fondo sabía que ella era su única amiga fuera del diminuto circulo social que tenían Goody y él, o quizá, puede ser, que aquella chica le atrajera inconscientemente desde hace algún tiempo atrás. Fuese como fuese, al parecer las fuerzas no habían sido las suficientes como para aterrizar decentemente, por lo que el pobre pajarillo se estrelló contra la chimenea que había en la posada y cayó desde ahí hasta el interior, llenando todo de hollín al entrar.
Sorprendentemente Goody no saltó al ataque al escuchar aquel revoloteo, pero más extraño fue cuando el rubio (tomando su forma natural) no lo encontró por ningún lugar. ¿Acaso se había ido a cazar? Aparentemente no, pues la posada estaba hecha realmente llena de polvo y sin brillo, como si no se hubiese limpiado desde hace días.
En circunstancias normales el shapeshifter se hubiese preocupado, pero ahora que era más sueño que persona no le dio la mayor importancia y tan solo se fue a calentar un poco de agua, con la que más tarde se ducharía y llenaría su tina para poder descansar entre la espuma y sus fragancias relajantes. - Nunca había estado tan cansado en mi vida. - Dijo para sí mismo mientras miraba al techo, antes de sumergirse totalmente en el agua.
Una vez estuvo lo suficientemente descansado y limpio, el rubio fue a sus aposentos y se puso su ya tradicional vestido carmesí, el cual ya tanto extrañaba e incluso abrazó cuando se miró a si mismo en el espejo. Quizá se hubiese alegrado más si no supiera que su dicha duraría poco, pues en cuanto la chica se fuera, él inevitablemente iba a terminar volviendo a la ciudadela para continuar con la vigilancia. Realmente apestaba cuando su moral se aferraba a algo, apestaba incluso para él mismo.
Cuando por fin estuvo listo observó en un viejo reloj de su habitación que todavía quedaba tiempo, pero entre tirarse a la cama y limpiar toda la posada como era debido, su trastorno obsesivo compulsivo terminó ganando la batalla y cuando menos se lo esperó, ya estaba frente a su vitrina de muñecas dando los toques finales con toda la ropa, trastos e incluso con el piso limpios y listos para cuando su invitada llegara. Por fin era libre... Y libre como se sentía, se tiró en un sillón a cerrar los ojos mientras su invitada llegaba.
Cosa que quizá no sucedería...
Min había caído rendido en los cálidos brazos de Morfeo por más que no lo quisiera admitir. Se descuidó, se quedó dormido durante horas y horas descansando como todo un bebé regordete en aquel sillón hasta que después de mucho rato, cuando la luna ya estaba en lo alto para ser exactos, finalmente algo interrumpió su sueño reparador: Una curiosa muñequita cuya manita comenzó a molestar la nariz del rubio. - ¿Eh? ¿Qué? ¿EH? - Dijo entre sueños, abriendo los ojos a la par mirando así a la pequeña Yumiko, quien lo miraba con aquellos brillantes ojos azules de cristal. - ¿Yumiko? Uhm... ¿Qué pasó? ¿Qué hora es? ¿Donde está Akane? - Preguntó a la muñeca, la cual no emitió ningún sonido mas sí movió la cabeza. - ... ¿No vino nadie? - "Repitió" en un susurro la respuesta que la pequeña muñeca le dio, mirando la luz lunar que penetraba en su salón por la ventana.
Era tarde, quizá no había podido salir del castillo después de todo y en lugar de visitarlo simplemente le había dejado un mensaje en la tableta. Sí, eso era... Eso debía ser.
Rápidamente el posadero sacó la tableta de su delantal y encendió la pantalla, encontrándose con la sorpresa de que no había ningún mensaje nuevo ni un aviso que justificara su ausencia, cosa que era rarísima considerando que ella siempre solía ser puntual y muy comprometida con las citas que hacía. ¿Será que le había pasado algo? No... No... Quizá era otra cosa. Pensar en eso era ir muy al extremo. [-Akane, ¿Estás bien? ¿Por qué no viniste a la posada?-] Fue el único mensaje que se le ocurrió enviar a la tableta de su adorada, esperando con ansias por una rápida respuesta.
Pero nada...
[-Lo siento si interrumpo en tus deberes, sólo quiero saber si estás bien, con que envíes un pequeño punto basta.-] Envió otro mensaje 1 hora después, esperando que lo notara, pero no fue así. [-Akane, perdón si soy muy pesada pero es que estoy preocupada por ti.-] Una vez más: Enviar, esperar, NADA.
Poco a poco la paranoia comenzó a apoderarse de Min, el cual comenzó a mover su pie desesperadamente mientras esperaba un poco más a recibir una respuesta mientras se mordía el pulgar. [Responde... Responde...] Pensaba con desesperación, pero esa misma desesperación fue la que lo llevó a levantarse y correr hacia su cuarto para cambiarse a unas ropas más cómodas para salir a buscarla. ¿Será que su preocupación lo iba a llevar a cometer estupideces en Reapergate?
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Por supuesto que sí.