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Post by Regis Salvatore on Nov 25, 2017 20:41:01 GMT
Regis se dejó caer directamente en la única silla vacía, sus ojos se dirigieron al reloj: dos de la tarde. No sudaba, no respiraba agitado, pero se sentía sumamente pesado luego de casi veinticuatro horas de trabajo corrido. La noche anterior había estado a reventar, de hecho las tres habitaciones de arriba no habían dado abasto a los hombres embriagados que esa misma mañana se habían retirado, Joshua había ayudado a limpiar el desastre, a mantener la taberna aseada y reluciente como siempre mientras se esperaba que el sol volviera a ofrecer su luz... claro, en Reapergate nunca llegaba la luz del sol. El astro que daba calor a todos tenía prohibida la entrada a aquel lugar de aire lúgubre... Pero él estaba orgulloso de que ese tétrico aire no fuera capaz de atravesar las paredes de su local en la plaza principal de Reapergate. El Peregrino, por fuera una fachada de piedra no muy distinta al resto, poseía en su interior una decoración rica en colores cálidos. La barra estaba ubicada a la izquierda con respecto a la puerta de entrada, la repisa con distintos vinos llegaba casi al alto techo que Regis en su momento había tenido que alzar a punta de remodelaciones para no golpearse la cabeza contra las vigas del techo, al otro extremo, había una modesta chimenea encendida para evitar que la temperatura inclemente de aquellas épocas del año atormentara a los clientes, la leña se encontraba a un lado de la misma apilada con la corteza hacia arriba. El Vástago suspiró con pesadez mirando las mesas llenas y luego alzó la cabeza hacia la puerta, sabía que había algo que estaba olvidando, algo importante ¿Qué era? Dioses, él y su torpe memoria... No pudo si no pasarse ambas manos por el cabello, luego por los ojos y al ponerse de pie se dirigió directamente a la puerta. De quedar alguien más fuera le ofrecería vino y un par de abrebocas, quizá saliera a repartir un poco de pan con queso por cortesía de la casa y dar la lista de vinos. Si, era una buena idea. Y conteniendo el aliento volvió a alistar su sonrisa antes de seguir con su tarea del día.
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Post by Deleted on Dec 6, 2017 6:03:23 GMT
La sirvienta había llegado al lugar acordado a la hora acordada... O casi.
Verdaderamente se había quedado justo en la esquina más lejana de la calle, viendo, reflexionando, esperando. Diez minutos, una hora... Dos horas. ¿Tal vez más? Había ofrecido su ayuda por medio de la tableta arcana a ese misterioso y amable hombre sin pensarlo de más, sin reflexionar. ¿Cómo es que alguien que prácticamente estaba entre la linea de la vida y la muerte osaba de tomarse el lujo de salir de su prisión por mero capricho? No tenía sentido, aunque realmente nada de lo que hacía últimamente lo tenía.
¿Qué más daba si se arriesgaba un poco más, si se acercaba a aquella hermosa y cálida taberna y por su causa dañaban a aquel gentil pelinegro que apenas y conocía al creer que era el confidente de los sucios y pesados secretos que guardaba la dragona en su memoria? Pero que estúpideces estaba pensando... Era obvio que ese tal Regis tenía importancia para ella, sino... ¿Qué estaría haciendo parada a media calle en su único día libre?
Todo estabatan revuelto, tan borroso y tan oscuro en la mente de Haru, haciendo que su mirada se viese perdida en el suelo y su cuerpo se mantuviera inmóvil. Pero de un momento a otro, casi como si hubiese oído un llamado a su nombre, la mujer levantó la mirada y lo vio, ahí... Parado a la puerta, sonriendo y despidiendo de él esa peculiar serenidad que parecía tener siempre, la cual causo que inconscientemente comenzara a acercarse a él. Paso tras paso, en menos de lo que cantaba un gallo la Lung ya se encontraba frente a frente con el vástago, al cual no pudo evitar mirar hacia arriba debido a su gran altura.
-안녕하세요- [Hola.] Murmuraron tímidamente sus labios, los cuales después de aquello mostraron una tenue pero sincera sonrisa. Que torpe... ¿Qué tan distraída debía estar para haberle saludado en su idioma natal?
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Post by Regis Salvatore on Dec 6, 2017 17:25:49 GMT
Afuera, al parecer no quedaba mucha más gente esperando. Regis los invitó dentro, fue cordial con cada uno de ellos y cuando finalmente no hubo nadie fuera miró hacia el cielo... Sus ojos ahí se perdieron durante un instante. No fue sino hasta que escuchó a alguien cerca, que pronto se vio interrumpido. El vástago parpadeó, primero sacudió la cabeza como quien busca deshacerse de alguna idea ridícula y luego bajó la cabeza a observar a quien le había dirigido la palabra. El lenguaje no lo reconocía, quizá por ello pareció quedar en blanco por breves segundos hasta que su cabeza procesó de quien se trataba.
Haru.
Su sonrisa volvió a aparecer, quizá más amplia que antes. El vástago soltó el aliento de mero alivio y luego, saludó también aunque sacudiendo un poco sus ropas. El hombre llevaba una camisa sencilla, las mangas recogidas hasta los codos cual lavandero, aunque esta vez, distinto a como cuando la conoció, estaba limpio. Sus manos se alzaron y posaron con suavidad en los hombros de la mujer en un gesto amigable.
—Buenas tardes —contestó—Es agradable saber que si lograste llegar. Ven, por favor, pasa —Una de sus manos apuntó al interior con tranquilidad plena al interior de la estancia, invitándole a pasar.
El interior de la estancia, se veía tan organizado como abarrotado. Regis solo entrar podía hasta predecir quienes pedirían otra ronda o pagarían y se marcharían. Estaba en su ambiente, uno en el que estaba lo suficientemente cómodo como para expresarse con más libertad de lo que solía hacer. Dirigió sus ojos de nuevo a la mujer, no sabía si ella estaría acostumbrada a semejante gentío, algo en lo que pensó de forma tardía. Retiró la mano sobre sus hombros, y, sin mucho apuro avanzó a la barra, una vez ahí arrimó una de las sillas, le estaba ofreciendo asiento y un pequeño espacio lejos de la zona más concurrida del bar. Un espacio en el que podrían conversar con tranquilidad.
El hombre, con la cabeza en todos lados, si bien no había olvidado que ella podría ir a visitarlo, si había olvidado por completo la parte en la que específicamente se había ofrecido para ayudarlo.
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