Post by Deleted on Dec 6, 2017 18:54:27 GMT
Las horribles y grisáceas nubes en el cielo pronosticaban una salvaje tormenta. La lluvia no se hizo esperar y comenzó a azotar tejados, calles y uno que otro arcano desprevenido o sin hogar. Los relámpagos iluminaban por momentos el lúgubre escenario, retumbando entre las ventanas y oídos de los más sensibles. La noche parecía ser la adecuada.
Como ya era costumbre, Izark se encontraba sentado en medio de su oficina. Con un sinfín de papeles a su alrededor, su fiel pluma en la mano derecha y mucha tinta de por medio. Escribía veloz y conciso, sin perder ningún detalle. Todo debía ser documentado, todo debía quedar grabado en dado caso se necesitara. El escribir para el vástago era más un pasatiempo que un trabajo, le ayudaba a despejar su mente y agilizarla. Después de tantos años haciéndolo, era casi imposible que llegara a olvidar algo.
Rodeado por varios candelabros que iluminaban tenuemente el ambiente, mojaba la punta de su pluma cada cierto tiempo, remarcando bien sus palabras, tanto en el papel como en su memoria. La luz de un relámpago logró colarse en la habitación, el sonido retumbó por toda la mansión causando que el vástago en cuestión sostuviera con fuerza la pluma y desviara la mirada hacia la ventana cubierta.
Suspiro con pesadez, dejando a un lado su pluma, colocando los codos sobre su escritorio, entrelazando sus dedos y descansando la barbilla sobre los mismos. Los segundos pasaron y por fin, después de solo lograr escuchar las pesadas gotas de lluvia del exterior, el llamado a la puerta de su oficina llegó, abriéndose después de un par de segundos.
-Me disculpo por mi demora, la tormenta tiene a los niños un tanto inquietos y ciertamente fue difícil no acudir a ellos- la puerta se cerró lentamente detrás del hombre, quien camino de igual forma hasta quedar frente al escritorio de Izark. – ¿Nadie te vio por los pasillos?- pregunto el vástago mirando directamente al chico. El solo asintió repetidas veces devolviéndole la mirada –Hace ya varios días que no veo a nadie ni me dejo ver- hizo una pequeña pausa –Justo como me lo pediste, padre- los semblantes de ambos eran serios y muy a pesar de la ligera presión en el ambiente, se podía sentir cierto calor.
-Jago- dijo el vástago al mismo tiempo que se ponía de pie –Mi primogénito, mi mano derecha, mi mayor orgullo- caminó despacio hasta que ambos quedaron frente a frente –Mi mejor amigo y de las pocas cosas que he hecho bien durante toda mi vida- sostuvo los hombros de su hijo con cierta fuerza. Jago se tensó ante el toque pero poco a poco esa tensión se fue disipando al hacer contacto visual con su padre, se mantuvo serio y sin decir nada, poniéndole suma atención a sus palabras. Izark pasó un brazo por sobre los hombros del chico –Mi deseo siempre fue que te hicieras cargo del clan ante mi partida- comenzó a caminar junto con él, con pasos lentos como tortuga –Que fueras un líder ejemplar, que junto con tus hermanos conquistaras todo lo que la luz toca- una pequeña sonrisa apareció en el rostro del vástago –Que tu descendencia nunca tuviera que pasar por lo que yo cuando era un niño… Ninguno de ustedes de hecho- la sonrisa se borró –Tenia muchos planes para ustedes y mira donde terminamos- sus pasos, a pesar de ser lentos, terminaron en frente de la única y medianamente grande ventana del lugar. Recorrió la cortina de un solo movimiento, dejando a la vista de ambos una gran parte de las calles de Reapergate siendo azotadas por la lluvia –Todo esto no es mi la cuarta parte de lo que alguna vez tuvimos- tragó saliva con dificultad –No somos ni la cuarta parte de lo que éramos antes- el silencio se hizo presente en la habitación por lo que parecieron minutos –Y los únicos culpables de esto fuimos nosotros- soltó por fin el vástago.
Jago bajo la cabeza y cerró los ojos con fuerza al igual que sus puños. Un nudo se le hizo en la garganta y trago en repetidas ocasiones para disiparlo. –Fue mi culpa directa y eso lo sé, no voy a dejar que cargues con todo ese peso tu solo- escondió sus manos en su espalda, entrelazándolas –Tienes un gran futuro por delante, pero no podrás avanzar si yo sigo aquí- dio una profunda respiración –Y tampoco es el momento idóneo para que avances, no como está la situación ahora- observo serio y con cierto desdén las calles, casas, todo Reapergate en general –No voy a heredarte un trono de mierda, Oh claro que no- sostuvo fuerte un lado de la cortina –Eso nunca estuvo entre mis planes- corrió aquel enorme trozo de tela, tapando completamente la ventana.
Izark dio media vuelta y encaro a su hijo –El fin justifica los medios- dijo el vástago con la mirada seria –Y siempre estaré de acuerdo con tus medios- respondió Jago casi de manera inmediata, causando que el semblante del vástago se relajara. Camino hacia uno de los tantos libreros que poseía su oficina y comenzó a sacar varios libros de su lugar, tirándolos al piso con cierta urgencia. Después de un rato, de aquel librero, Izark saco un par de frascos. De un tamaño considerable y completamente traslúcidos, coronados con un corcho igual de grande para sellarlos.
Dejo ambos frascos en medio de la habitación justo sobre una mesa de manera, los abrió dejando a un lado los corchos y volvió a esconder sus manos detrás de su espalda. Jago se paró justo frente a su padre, intercalando miradas entre él y los frascos con cierta curiosidad. La puerta volvió a abrirse de pronto, causando un ligero sobresalto por parte del hijo mayor del Santori. Nirka irrumpió en la habitación, con una pequeña caja entre sus manos y un vestido sumamente elegante color borgoña. Al ver que Izark no se inmuto en lo más mínimo, Jago decidió dejar pasar ese pequeño detalle, pues de primeras el sabía perfectamente que su padre no quería a nadie más en su oficina a tales horas.
La mujer camino hasta ellos, con la cabeza baja todo el tiempo y sin decir ni una sola palabra. Sostuvo la parte inferior de la caja con una de sus manos y con la otra la abrió frente a los hombres. Jago se paralizo por un momento, todo comenzó a tomar cierto sentido en su cabeza al ver el contenido de la caja y, con sumo pesar, busco la mirada de su padre, quien hasta ese momento había mantenido los ojos cerrados. –No vas a perder más tu tiempo- dijo por fin –Tomare cartas en el asunto de manera inmediata y si algo me pasa, quiero por lo menos tener algo asegurado- camino rápido hasta su hijo y lo rodeo con sus brazos, justo como no lo había hecho desde ya hacía varios años. Jago por supuesto respondió aquel abrazo con la misma intensidad, las lágrimas comenzaron a fluir de sus ojos, aferrándose a Izark como un niño pequeño lo haría con su padre.
Se quedaron así por varios minutos, los sollozos por parte del menor eran todo lo que se podía escuchar en la habitación (sin contar claro con la lluvia del exterior) y después de tan emotivo momento entre padre e hijo, Izark se acercó al oído del contrario y susurro –Cuídalos bien, pelea por ellos y que nadie se meta en tu camino- antes de separarse completamente, el vástago planto un beso en la frente ajena y sostuvo sus hombros –Te amo- y con eso Izark regreso a su lugar.
Jago se limpió las lágrimas con el dorso de su mano y al igual que el contrario regresó a su lugar frente a la mesa. Después de un par de suspiros y retomar la compostura, el joven vástago extendió sus manos hasta que sus muñecas quedaron sobre la boca de ambos frascos. El líder de los Santori tomo la daga que reposaba en el interior de la caja y, con suma seriedad y compromiso, hizo un corte profundo en ambas muñecas del chico. La caja fue cerrada sutilmente por la sirvienta, quien salió de la habitación apenas los cortes fueron hechos.
La sangre comenzó a fluir a un ritmo lento pero constante. El cuerpo del joven comenzó a deteriorarse, su piel se volvió gris, su cabello perdió color y sus garras y colmillos hicieron acto de presencia. En cuanto aquellos frasco estuvieron llenos por completo, Izark los cello con sus respectivos corchos, sostuvo el débil y tembloroso cuerpo de su hijo y espero a que Nirka volviera a aparecer por la puerta, cosa que no tardo mucho.
La mujer no volvió a hacer acto de presencia sola. Entro cargando un féretro de madera sobre su espalda que poco después deposito cuidadosamente sobre el suelo de la habitación. El féretro se abrió e Izark recostó el cuerpo de su primogénito con sumo cuidado dentro de él. Los ojos del chico aún estaban abiertos y el vástago sintió una presión horrible sobre el pecho al entrelazar miradas. Se alejó lo más que pudo, sentándose en uno de los muebles que tenía en la habitación, con la espalda encorvada y el rostro escondido entre sus manos.
De entre sus ropajes, Nirka saco una estaca de madera y, convirtiendo su mano en un pequeño mazo, un tanto dudosa coloco aquella estaca sobre el corazón de Jago, cerró los ojos y golpeo la estaca con fuerza…
El silencio se hizo presente, era enloquecedor y sumamente pesado. Se vio interrumpido por pequeños golpes contra la madera, Nirka había sellado el ataúd con varios clavos habiendo terminado por fin el duro trabajo de aquella noche. Izark seguía escondiendo su rosto entre sus manos, preguntándose si había sido lo correcto. Un par de delicadas manos de porcelana fueron las que sacaron al hombre de su prisión. Alzo la mirada y recibió entre sus brazos a la mujer, aprisionando su espalda y parte de su cintura por completo. La dama hizo lo mismo, rodeando la cabeza del vástago con sus finos brazos y escondiendo el rostro ajeno en su pecho, mientras que su propio rostro se recargaba contra la cabeza del hombre.
-Todo estará bien, hiciste lo que debías hacer- dijo la mujer de tez blanca y cabello anaranjado –No hay marcha atrás, que su sacrificio valga la pena querido mío- el vástago respiro profundo sobre el cuerpo ajeno y después de unos segundos busco su mirada - Il fine giustifica i mezzi- la mujer sonrió y acerco más su rostro al de Izark - Sarò sempre d'accordo con i tuoi mezzi- y así, tras el sonido de un relámpago que retumbo por todo el lugar, ambos juntaron sus labios.
Como ya era costumbre, Izark se encontraba sentado en medio de su oficina. Con un sinfín de papeles a su alrededor, su fiel pluma en la mano derecha y mucha tinta de por medio. Escribía veloz y conciso, sin perder ningún detalle. Todo debía ser documentado, todo debía quedar grabado en dado caso se necesitara. El escribir para el vástago era más un pasatiempo que un trabajo, le ayudaba a despejar su mente y agilizarla. Después de tantos años haciéndolo, era casi imposible que llegara a olvidar algo.
Rodeado por varios candelabros que iluminaban tenuemente el ambiente, mojaba la punta de su pluma cada cierto tiempo, remarcando bien sus palabras, tanto en el papel como en su memoria. La luz de un relámpago logró colarse en la habitación, el sonido retumbó por toda la mansión causando que el vástago en cuestión sostuviera con fuerza la pluma y desviara la mirada hacia la ventana cubierta.
Suspiro con pesadez, dejando a un lado su pluma, colocando los codos sobre su escritorio, entrelazando sus dedos y descansando la barbilla sobre los mismos. Los segundos pasaron y por fin, después de solo lograr escuchar las pesadas gotas de lluvia del exterior, el llamado a la puerta de su oficina llegó, abriéndose después de un par de segundos.
-Me disculpo por mi demora, la tormenta tiene a los niños un tanto inquietos y ciertamente fue difícil no acudir a ellos- la puerta se cerró lentamente detrás del hombre, quien camino de igual forma hasta quedar frente al escritorio de Izark. – ¿Nadie te vio por los pasillos?- pregunto el vástago mirando directamente al chico. El solo asintió repetidas veces devolviéndole la mirada –Hace ya varios días que no veo a nadie ni me dejo ver- hizo una pequeña pausa –Justo como me lo pediste, padre- los semblantes de ambos eran serios y muy a pesar de la ligera presión en el ambiente, se podía sentir cierto calor.
-Jago- dijo el vástago al mismo tiempo que se ponía de pie –Mi primogénito, mi mano derecha, mi mayor orgullo- caminó despacio hasta que ambos quedaron frente a frente –Mi mejor amigo y de las pocas cosas que he hecho bien durante toda mi vida- sostuvo los hombros de su hijo con cierta fuerza. Jago se tensó ante el toque pero poco a poco esa tensión se fue disipando al hacer contacto visual con su padre, se mantuvo serio y sin decir nada, poniéndole suma atención a sus palabras. Izark pasó un brazo por sobre los hombros del chico –Mi deseo siempre fue que te hicieras cargo del clan ante mi partida- comenzó a caminar junto con él, con pasos lentos como tortuga –Que fueras un líder ejemplar, que junto con tus hermanos conquistaras todo lo que la luz toca- una pequeña sonrisa apareció en el rostro del vástago –Que tu descendencia nunca tuviera que pasar por lo que yo cuando era un niño… Ninguno de ustedes de hecho- la sonrisa se borró –Tenia muchos planes para ustedes y mira donde terminamos- sus pasos, a pesar de ser lentos, terminaron en frente de la única y medianamente grande ventana del lugar. Recorrió la cortina de un solo movimiento, dejando a la vista de ambos una gran parte de las calles de Reapergate siendo azotadas por la lluvia –Todo esto no es mi la cuarta parte de lo que alguna vez tuvimos- tragó saliva con dificultad –No somos ni la cuarta parte de lo que éramos antes- el silencio se hizo presente en la habitación por lo que parecieron minutos –Y los únicos culpables de esto fuimos nosotros- soltó por fin el vástago.
Jago bajo la cabeza y cerró los ojos con fuerza al igual que sus puños. Un nudo se le hizo en la garganta y trago en repetidas ocasiones para disiparlo. –Fue mi culpa directa y eso lo sé, no voy a dejar que cargues con todo ese peso tu solo- escondió sus manos en su espalda, entrelazándolas –Tienes un gran futuro por delante, pero no podrás avanzar si yo sigo aquí- dio una profunda respiración –Y tampoco es el momento idóneo para que avances, no como está la situación ahora- observo serio y con cierto desdén las calles, casas, todo Reapergate en general –No voy a heredarte un trono de mierda, Oh claro que no- sostuvo fuerte un lado de la cortina –Eso nunca estuvo entre mis planes- corrió aquel enorme trozo de tela, tapando completamente la ventana.
Izark dio media vuelta y encaro a su hijo –El fin justifica los medios- dijo el vástago con la mirada seria –Y siempre estaré de acuerdo con tus medios- respondió Jago casi de manera inmediata, causando que el semblante del vástago se relajara. Camino hacia uno de los tantos libreros que poseía su oficina y comenzó a sacar varios libros de su lugar, tirándolos al piso con cierta urgencia. Después de un rato, de aquel librero, Izark saco un par de frascos. De un tamaño considerable y completamente traslúcidos, coronados con un corcho igual de grande para sellarlos.
Dejo ambos frascos en medio de la habitación justo sobre una mesa de manera, los abrió dejando a un lado los corchos y volvió a esconder sus manos detrás de su espalda. Jago se paró justo frente a su padre, intercalando miradas entre él y los frascos con cierta curiosidad. La puerta volvió a abrirse de pronto, causando un ligero sobresalto por parte del hijo mayor del Santori. Nirka irrumpió en la habitación, con una pequeña caja entre sus manos y un vestido sumamente elegante color borgoña. Al ver que Izark no se inmuto en lo más mínimo, Jago decidió dejar pasar ese pequeño detalle, pues de primeras el sabía perfectamente que su padre no quería a nadie más en su oficina a tales horas.
La mujer camino hasta ellos, con la cabeza baja todo el tiempo y sin decir ni una sola palabra. Sostuvo la parte inferior de la caja con una de sus manos y con la otra la abrió frente a los hombres. Jago se paralizo por un momento, todo comenzó a tomar cierto sentido en su cabeza al ver el contenido de la caja y, con sumo pesar, busco la mirada de su padre, quien hasta ese momento había mantenido los ojos cerrados. –No vas a perder más tu tiempo- dijo por fin –Tomare cartas en el asunto de manera inmediata y si algo me pasa, quiero por lo menos tener algo asegurado- camino rápido hasta su hijo y lo rodeo con sus brazos, justo como no lo había hecho desde ya hacía varios años. Jago por supuesto respondió aquel abrazo con la misma intensidad, las lágrimas comenzaron a fluir de sus ojos, aferrándose a Izark como un niño pequeño lo haría con su padre.
Se quedaron así por varios minutos, los sollozos por parte del menor eran todo lo que se podía escuchar en la habitación (sin contar claro con la lluvia del exterior) y después de tan emotivo momento entre padre e hijo, Izark se acercó al oído del contrario y susurro –Cuídalos bien, pelea por ellos y que nadie se meta en tu camino- antes de separarse completamente, el vástago planto un beso en la frente ajena y sostuvo sus hombros –Te amo- y con eso Izark regreso a su lugar.
Jago se limpió las lágrimas con el dorso de su mano y al igual que el contrario regresó a su lugar frente a la mesa. Después de un par de suspiros y retomar la compostura, el joven vástago extendió sus manos hasta que sus muñecas quedaron sobre la boca de ambos frascos. El líder de los Santori tomo la daga que reposaba en el interior de la caja y, con suma seriedad y compromiso, hizo un corte profundo en ambas muñecas del chico. La caja fue cerrada sutilmente por la sirvienta, quien salió de la habitación apenas los cortes fueron hechos.
La sangre comenzó a fluir a un ritmo lento pero constante. El cuerpo del joven comenzó a deteriorarse, su piel se volvió gris, su cabello perdió color y sus garras y colmillos hicieron acto de presencia. En cuanto aquellos frasco estuvieron llenos por completo, Izark los cello con sus respectivos corchos, sostuvo el débil y tembloroso cuerpo de su hijo y espero a que Nirka volviera a aparecer por la puerta, cosa que no tardo mucho.
La mujer no volvió a hacer acto de presencia sola. Entro cargando un féretro de madera sobre su espalda que poco después deposito cuidadosamente sobre el suelo de la habitación. El féretro se abrió e Izark recostó el cuerpo de su primogénito con sumo cuidado dentro de él. Los ojos del chico aún estaban abiertos y el vástago sintió una presión horrible sobre el pecho al entrelazar miradas. Se alejó lo más que pudo, sentándose en uno de los muebles que tenía en la habitación, con la espalda encorvada y el rostro escondido entre sus manos.
De entre sus ropajes, Nirka saco una estaca de madera y, convirtiendo su mano en un pequeño mazo, un tanto dudosa coloco aquella estaca sobre el corazón de Jago, cerró los ojos y golpeo la estaca con fuerza…
El silencio se hizo presente, era enloquecedor y sumamente pesado. Se vio interrumpido por pequeños golpes contra la madera, Nirka había sellado el ataúd con varios clavos habiendo terminado por fin el duro trabajo de aquella noche. Izark seguía escondiendo su rosto entre sus manos, preguntándose si había sido lo correcto. Un par de delicadas manos de porcelana fueron las que sacaron al hombre de su prisión. Alzo la mirada y recibió entre sus brazos a la mujer, aprisionando su espalda y parte de su cintura por completo. La dama hizo lo mismo, rodeando la cabeza del vástago con sus finos brazos y escondiendo el rostro ajeno en su pecho, mientras que su propio rostro se recargaba contra la cabeza del hombre.
-Todo estará bien, hiciste lo que debías hacer- dijo la mujer de tez blanca y cabello anaranjado –No hay marcha atrás, que su sacrificio valga la pena querido mío- el vástago respiro profundo sobre el cuerpo ajeno y después de unos segundos busco su mirada - Il fine giustifica i mezzi- la mujer sonrió y acerco más su rostro al de Izark - Sarò sempre d'accordo con i tuoi mezzi- y así, tras el sonido de un relámpago que retumbo por todo el lugar, ambos juntaron sus labios.