Cuidado con el rayo 1/3 (Abierto)

Vermont se había alejado más que de costumbre en su busqueda. Resguardado por las sombras atravesaba la jungla abriendose paso con su machete y tajando todo lo que tuviese frente a él. Se cubría el rostro con una mascara para que su persona no se manchase con la vilesa de sus actos.

En su haber estaban las desapariciones de casi 100 arcanos, una parte de estos fueron sacados de sus camas en la noche, en silencio y sin ruido gracias a que sus victimas se habían confiado de dejar una puerta o una ventana abierta. Así fue como Vermont fue traicionando la confianza y la honestidad de los pueblos, manchando con miedo a sus víctimas, y eso incluía cuando aprovechó el caos de la explosión de la ciudadela para desaparecer a otros más que el incendio no había atrapado.

Así era él, cruel, despiadado y todo por cumplir sus ideales. Pues a las palabras de Lady Giselle, con los ingredientes especificos clave toda Mirovia renacería, y cada sacrificio valdría la pena.

Antes de dar otro paso, Vermont se detuvo al sentir una presencia más adelante, no necesitaba ser muy perceptivo para ello, las plantas y los sonidos se lo advirtieron. Inexpresivo solo se mantuvo quieto por un momento antes de continuar. De un giro de su machete salieron volando las ramas, hojas y frutos de varias plantas de la jungla, y a solo 30 metros de él, estaba un enorme león de melena dorada que emanaba un aura que infundía la presión de un guardián a su alrededores.

Deteniendose una vez más y manteniendo la distancia de la bestia, Vermont sacó la lista de ingredientes que aún necesitaba conseguir.

El Cráneo de un dragón de sangre azul
Los colmillos de una bestia vengativa
La melena de un Héroe
Las costillas de un gentil gigante
Las vertebras de un desalmado
Las alas de un monarca

Entre muchas otras partes difíciles de conseguir, pues los ingredientes base ya estaban preparados, más como su ama le había dicho, solo necesitaba una muestra, pero para que el proceso no fuera tardio, mientras más consiguiera mejor. Y la melena estaba frente a él, solo necesitaba comprobar que tan heroico era.

-¿Que es lo que buscas proteger? -Se atrevió a preguntarle aunque estuviese de espaldas, seguro de que obtendría una respuesta.

Dicen que los ciervos tienen buen oído, pero a Vermont la vista le engañaba en ocasiones, pues cuando el leon se giró se dio cuenta de que solo su pelaje era de oro, mientras que su melena portaba un color rojizo. Pero los detalles eran insignificantes a comparación con el valor que ese premio tenía para quien le dictaba las ordenes al Fauno.

Cuando aquella bestia de oro y carmesí lanzó un coletazo, Vermont elevó su machete y lo giró con el filo hacia los lados para recibir el ataque. Con algo de suerte le cortaría la punta de la cola y con eso algo de su melena.

-Solo necesitas llamarme Vermont -Respondió con las pezuñas firmemente plantadas en el suelo y una postura rígida que sumada a su robusto cuerpo lo hacían difícil de derribar- Y ando cazando bestias.

Provocar la furia de un arcano tan grande podría resultar peligroso para algunos. La electricidad que soltaba era un problema de proporciones tremendas si llegase a alcanzarlo. Pero peores enemigos eran los que el Fauno había enfrentado y asesinado, uno más no supondría peligro.

Dudaba de si su ataque había sido fructuoso, pero al soltarse aquella nube de humo y descubrir aquel aguerrido hombre con armadura frente a él, supo que necesitaría más para conseguir el material que necesitaba para satisfacer los deseos de su maestra.

-Estoy buscando materiales para una pócima, y tu tienes uno sobre los hombros en este momento -Apuntó su machete a brazo extendido ante el guerrero y cerca de ellos una parvada de cuervos observaba de modo paciente, con sus ojos brillantes contemplaban la armadura con suma curiosidad. Vermont pensaba aprovecharse de esa cualidad para sacar ventaja en caso de que aquel guerrero no prestara su cooperación.

-Tienes dos opciones, cortarte tu mismo esa melena que adorna tu cráneo -Frunció el entrecejo, preparándose para dar un salto a la menor provocación- O enfrentarme y que tu cabeza ruede por el suelo.

El graznido de los cuervos y sus risas se hicieron escuchar ante la cruda amenaza.