Post by Sieg Stahlzahn on Dec 10, 2017 2:39:06 GMT
''Siempre los protegeré, porque son mi familia''
Los ojos del pelinegro se abrieron lentamente esa mañana, siendo molestado por la luz del sol que se filtraba por entre las cortinas azuladas que tapaban las ventanas de aquel cuarto.- ¿Ya es de día...?.- Pregunto en un tono suave a la mujer que se encontraba a su lado en la suave cama cubierta por las mantas tan simples y reconfortantes.- Lo es, cariño... ¿Iras a trabajar temprano...?.- Pregunto la albina, refregándose de manera tranquila los ojos, tratando de que el sueño no le ganara en ese momento de hablar con su amado.- Siempre lo hago... Lo sabes, pero así también puedo volver temprano para jugar con Alger.- Respondió mientras acercaba su rostro al de su mujer, regalándole un beso cariñoso de buenos días, y levantándose finalmente, no sin antes encargarse de arropar bien con las mantas a la albina.- Aun es temprano, puedes dormir un rato más.- Dijo mientras le dedicaba una sonrisa, y sin más encaminándose a vestirse para un nuevo día de trabajo.
La clásica vestimenta se encontraba ya cubriendo el cuerpo del pelinegro: Una camisa simple que le ayudaba a trabajar con cierta libertad en sus movimientos, un pantalón largo y un tanto ancho en la parte de las piernas, y unas botas que le permitían subir a terrenos elevados a talar arboles. Se preparaba para salir de su hogar, más no lo hizo aun, pues se dirigió al cuarto donde descansaba su mayor orgullo, su hijo Alger, para acercarse sin despertarlo, acariciando los finos cabellos albinos que había sacado de su madre, aunque aquella acción despertó unos momentos al pequeño.- Shh, shh... Tranquilo, papá se ira al trabajo... Volveré para que juguemos, ¿Si? Ahora duerme...~.- Susurro en un tono paternal, para ser recompensado con una sonrisa por parte del pequeño, y que este volviera a su profundo sueño. Finalmente su camino se fijo a salir de su humilde casa, tomando su hacha de leñador, preocupándose de no hacer mucho ruido para dejar descansar a su familia, y así ser recibido por aquel agradable día que se presentaba.
Sus pasos se dirigieron al bosque que se encontraba a un lado del pueblo, saludando a cada vecino madrugador que se encontraba, pues el pelinegro era alguien conocido por su gran ayuda en el pueblo ademas de su amable personalidad. No tardo mucho en ver a la distancia a sus compañeros de trabajo, con quienes siempre conversaba o compartía durante toda su jornada laboral, o aveces incluso se dirigían al bar del pueblo para disfrutar de una buena tarde de relajación, aunque aveces era regañado por Anastasia por no avisarle que se iría de bebidas con ellos. Saludo a cada uno de ellos con un apretón de manos y una sonrisa como siempre solía hacerlo, y así comenzaron a trabajar con los arboles, buscando siempre los que más madera otorgaran. Uno de sus compañeros no tardo en dirigirse a él, con una pregunta un tanto curiosa.- El cumpleaños de tu hijo esta cerca, ¿Ya pensaste que le regalaras?.- El pelinegro se detuvo un momento de su trabajo al igual que los demás, expectantes de su respuesta.- Pues... Siempre ha dicho que quiere ser como yo algún día... Quizá le talle un hacha de madera.- Respondió un tanto indeciso con su respuesta, pero sus compañeros parecían bastante impresionados con ello.- ¡Seguro le encanta, siempre has sido bastante detallista, incluso con nosotros!.- Exclamo nuevamente su compañero, a lo que los demás asintieron, avergonzando un poco a Sieg.- No digas eso... Venga, sigamos trabajando.- Comento en un tono más serio y continuando con el trabajo.
El trabajo había terminado por ese día, lentamente el cielo tomaba un color más anaranjado, lo que daba señal a que el pelinegro volviera a su hogar, despidiéndose de sus compañeros y así emprendiendo el camino a casa a través del Bosque. Cuando llego al pueblo, fue recibido por su hijo quien corrió desde la puerta de su casa para otorgarle un gran abrazo de bienvenida a su padre.- ¡Papá, hoy con madre ayudamos a cosechar frutas!.- Exclamo el pequeño albino con una sonrisa risueña y orgullosa en su rostro.- Me alegra saberlo, te estas volviendo todo un hombre, hijo.- Respondió el pelinegro con el mismo orgullo en sus palabras, para alzar su mirada y ver a su mujer con una sonrisa, cargando a su hijo y acercándose a su mujer de manera lenta, acercando su rostro a depositar un suave beso en los labios de la mujer.- Bienvenido de regreso, cariño.- Comento la albina con esa mirada tan tranquila que siempre solía llevar. El pequeño en los brazos del pelinegro no tardo en agitarse un poco.- ¡Papá, papá! ¿Que me regalaras para mi cumpleaños?.- Pregunto en un tono bastante ansioso, a lo que su padre no pudo evitar soltar una risa bastante calmada.- Eso lo veras cuando llegue.- Respondió causando que su hijo solo se volviera más impaciente, al cual no tardo en bajar de sus brazos para recibir las palabras de su esposa.- Debes estar cansado, entremos... Prepare tu comida favorita.- El pelinegro no tardo en tomar la mano de su hijo, y así los tres entrar a su hogar para disfrutar de esa tarde en familia...
(...)
Los ojos del Licantropo no tardaron en abrirse, la oscuridad de la noche se alzaba sobre él, rodeado de la gran cantidad de arboles y hierbas de Shangri Lax, al igual que todas las estrellas que cubrían el manto nocturno sobre él. Se reincorporo un poco para que su espalda dejara de estar apoyada en aquella roca detrás de él, dejando escapar un suspiro mientras su mirada se dirigía al cielo.- Prometí que los protegería... Y yo mismo fui su perdición...- Murmuro para si mismo, hacia tanto tiempo que los sueños de esos tiempos no lo perseguían, sueños que se encargaban de comprimir el viejo corazón del pelinegro. Sieg no tardo en levantarse, acomodando su mochila debajo de su manto gris, y su katana sobre este, preparándose para dirigirse a otro lugar, no sin antes desviar su mirada a la cascada que rugía cual relámpago por la caída del agua sobre el suelo.- Al final... Jamas pude darte ese regalo... Alger...- Susurro para cerrar sus ojos un momento, y seguir con su camino lejos de aquel lugar.