Post by Salem Exitium on Dec 11, 2017 23:17:21 GMT
La avaricia siempre había sido un rasgo característico de aquel bajo arcano, mucho más que su propio miedo o lealtad, se relamía los labios nervioso, debía conseguirlo, sabía que de lograr aquello podría hacerse aún más rico, o encontrar algo mejor que eso, en todo el tiempo que llevaba conociendo a aquella mujer sabía que algo escondía, algo bastante valioso según sus cálculos y aquella puerta escondida en una de las ultimas habitaciones se lo confirmaba. Un chasquido metálico, había conseguido abrirla sin muchos problemas, aquella habilidad con las manos servía más que para complacer a las damas en aquellas noches de locura, volteo a ver a los lados, ignorando nuevamente la llave que estaba colgada, demasiado alto para él, y no podía arriesgarse a mover más cosas ni rebuscar algo con que bajarlas, había tenido la astucia para crear una imitación perfecta de aquel cerrojo, Salem jamás se daría cuenta de que él había sido el culpable, no había forma, tenía todo preparado para el crimen perfecto. Las oscuras escaleras se mostraron frente a él, madera, un trabajo sencillo y rustico, sabia por boca de la misma mujer que ella había construido aquella casa gracias a lo que había aprendido de sus compañeros en el pasado “Si, poco interesante” Ignoro aquello y a paso rápido pero cuidadoso comenzó a descender, rebuscando entre su bolsa aquella pequeña lámpara de aceite que había traído consigo para iluminarse en caso de necesitarlo, o atacar, para lo que sirviera
Trago saliva sonoramente, de un momento a otro los sonidos del ambiente habían desaparecido por completo y lo único que quedaba eran sus propias pisadas ¿Sería solo sensación suya? La Baphomet siempre le había parecido aterradora en muchos niveles, la posibilidad de que allí abajo hubiera algo escalofriante y horroroso era palpable, pero su sensible nariz no olía más que a … vegetación, demasiados olores y ninguno a la vez, extraño. La oscuridad era tanta que parecía engullir sin problema alguno la luz de aquella flama, una vuelta, el descenso parecía no tener fin ¿Qué tanto ocultaba esa mujer como para hacerlo tan profundo? Tembló, el frio del ambiente era cada vez más notorio a su alrededor, seguramente por estar bajo tierra – Esta mujer tiene realmente mucho tiempo libre…– mascullo de forma cansina, ocultando el nerviosismo que comenzaba a crecer en su interior, sus ojos recorrían lo poco que lograba ver de las paredes. Sintió su corazón detenerse de golpe cuando dio un paso en falso, ya no había más escalones y la oscuridad parecía seguir igual. Levanto lentamente su lámpara, esperando ver cosas indescriptibles, por su mente pasaban cientos de imágenes grotescas, desde mutilación hasta experimentación, pero anda, no había ningún sonido, suspiro con alivio y extrañeza cuando solo vio mesas, sencillas, grandes y altas, era mucho más grandes que el goblin; comenzó a caminar lentamente entre ellas, tenían cajones, como si fueran escritorios, era un espacio bastante alto y amplio, no podía ver lo que había al fondo, ni tampoco encontraba donde podría encontrar alguna otra fuente de luz más potente, suspiro, tratando de abrir uno de los cajones a su altura, asomándose, por entre aquella madera perfectamente trabajada, un trabajo bellísimo sin duda, comprado posiblemente, el no imaginaba a esa sanguinaria mujer trabajando de esa forma
Papeles, solo papeles, los revolvió un poco intentando leerlos, pero estaban en blanco – Que basura…- devolvió todo a su lugar y continuo, no entendía por qué Salem tendría un lugar así, ni con qué fin; Doblo en una de las mesas de enormes cajones, había contado hasta el momento 4 de esas, reviso también otros cajones pero eran igual, algunos papeles más viejos que otros, había algunos con unos garabatos, otros con figuras, letras que él no lograba distinguir, algún idioma extraño, de esas tierras de donde venía la mujer de cabellos color vino, siguió su andanza, no tenía tanto tiempo como para revisar cajón por cajón, podía sentir la madera hundirse un poco con cada paso mas no sonar ni crujir, realmente era un trabajo bueno, quizás su deducción estaba mal, podía haberse equivocado
Estuvo a punto de desistir cuando un pequeño brillo llamo su atención, podía la pared y en esta, una repisa baja, abierta de par en par en la cual pequeñas figuras se podían distinguir, termino de caminar hasta allí, frascos, de diversos tamaños y con contenidos muy variados, rebusco nuevamente en aquel morral que llevaba, un trozo de tela fue lo que saco y con el cual tomo aquel objeto, no debía dejar huellas obvias. Lo acerco a la luz para observarlo mejor, era viscoso, oscuro, lo movió un poco, estaba intrigado con aquel contenido tan peculiar, volteo a un lado de aquel mueble, un cuaderno cocido a mano, con un extraño hilo, se veía bastante usado, al contrario de las otras hojas ese papel estaba arrugado y las manchas de tinta podían verse, lo tomo y apoyando la lámpara en el suelo se inclinó para leer –Venenos – No parecía sorprendido, recordaba que alguna vez había escuchado salir de la boca de esa mujer aquella palabra, acompañada de alguna explicación, tal parecía que su propio fanatismo por aquellas sustancias la había llevado a experimental, aquel libro contenía más cosas de las que él conocía, en sus años de ladrón había oído nombres semejantes, seguramente ella misma los había desarrollado o bien, los había imitado de algún veneno conocido de los humanos. Tenía una mina de oro entre sus manos
No se preocupó de memorizar los nombres y efectos de cada uno, ya podría inventarlos cuando los vendiera y que ellos mismos lo descubrieran, después de todo estabas comprando venenos; Comenzó a sacarlos con cuidado, uno por uno acomodándolos en el morral, no podía permitir que cualquiera de esas botellas y frascos se rompiera, apreciaba mucho su vida y su dinero como para envenenarse por que uno se rompiera, respiro lento, acomodando, mentalizando cuantos podría llevarse sin riesgo a que se rompieran, debía controlarse, una imprudencia seria costosa –Bien… con esto- Había sacado varios frascos, los que más le llamaron la atención y los que asemejaba a los pocos que recordaba de aquel libro, su morral pesaba mucho más que al principio pero podía caminar, quizás correr de ser necesario, reacomodo todo y dejo el diario en su lugar, sonriendo de oreja a oreja, todo estaba saliendo a la perfección, recogió la lámpara de aceite dispuesto a irse por fin de aquel tétrico lugar, con una sonrisa
Dejo de sentir su cuerpo cuando dio el primer paso, un horrible cosquilleo lo recorrió antes de que su poco control lo obligara a agacharse hasta finalmente caer el piso, con el sonido tan característico de las botellas chocando, mas ninguna se rompió, eran más resistentes de lo que parecían, con esfuerzo ladeo su cabeza, buscando ver algo a su alrededor con la poca luz que aún tenía la lámpara que gracias a la poca suerte que le quedaba había caído de pie, sin apagarse pero si su llama había perdido fuerza por la brusquedad, respiraba agitado ¿Cómo? ¿Cómo era posible? ¿Magia? ¿Veneno? No comprendía, había sido cuidadoso al tomar los frascos por si algún residuo quedaba, incluso fue cuidadoso con las páginas del diario al pasarlo, no tenía nada extraño, tinta y nada más, ni siquiera pudo verle polvo entre las costuras que tenía. Los ojos del goblin se movían frenéticos, no podía más que moverlos, sentía como perdía finalmente el control de su cuerpo, pero su cabeza, con esfuerzo, seguía siendo suya, debía pensar en un plan para escapar, debía irse, necesitaba algún antídoto – Interesante…- Aakil levanto la mirada con desesperación, a unos pasos de él la voluptuosa silueta femenina se mostraba entre las sombras, aquellos intensos ojos naranjos brillaban por completo, Salem se mantenía firme frente a él, sin decir nada más, él tampoco tenía por qué decirle nada. Una sonrisa torcida se asomó en los labios del goblin, ya sabía que no saldría de allí con vida, y jamás le suplicaría a esa mujer por ayuda – Siempre supe que andabas metida en cosas así… Pero me atrapaste- Ambos se miraron unos momentos, el bajo arcano no quitaba su sonrisa de su rostro, mientras que la de la Baphomet seguía siendo igual de fría
Aakil recorrió el cuerpo de Salem con su vista, al menos si se iba a morir disfrutaría sin miedo a represalias de aquella silueta tan provocativa ¿cuantas veces no fantaseo con agarrar, aunque fuera por un segundo aquel redondo trasero? Salem frunció el ceño ligeramente al ver la mirada de aquel arcano, rodando los ojos – No hay cura- le aclaro mientras se acercaba, sus planes habían cambiado y ahora debía pensar como deshacerse del que pronto seria el cadáver de aquella rata. La risa del goblin se escuchó –Ya lo sabía, no hace falta que me lo aclares – Un punzante dolor comenzó a recorrerlo lentamente, subiendo por sus pies hacia sus rodillas, la respiración de aakil se incrementó, se sentía como si tuviera algo dentro, algún tipo de bicho que se comía poco a poco su carne, su vida. Vio a la Baphomet inclinarlo para levantarlo del suelo y depositarlo en una de las mesas, aquel simple movimiento que ni siquiera había sido brusco había dolido como el infierno, contuvo un grito de dolor mordiéndose los labios, muecas entre risa y dolor se veían claramente en el rostro del arcano – No sabía que… te excitaban estas cosas, zorra- bien, siempre había querido decirle eso, en el exacto sentido en que se lo había dicho, volteo un poco, nunca suplicaría, ni ante ella ni ante nadie, pudo ver que la Baphomet había prendido una lámpara más potente y aun así, el goblin no veía con detalle las otras mesas, su vista poco a poco comenzaba a nublarse y el buscaba aire con desesperación, estaba tranquilo, era su propio karma, no había dejado nada sin acabar, se había encargado de esconder perfectamente su tesoro
La mujer ignoro aquel comentario y de uno de los cajones tomo una libreta que se veía nueva, junto con una pluma y tinta, comenzó a observarlo, no sentía lastima, era una rata, y el mismo se había buscado su propio castigo, así que al menos serviría para algo, comenzó a anotar cosas en silencio, lo único que se escuchaba eran los quejidos que iban en aumento, ya no podía esconderlos, jadeaba, sentía aquella cosa subir ahora desde su pelvis hacia su pecho, el sabor metálico poco conocido de la sangre se hizo presente en la boca de aakil, algo dulce, extraño, lo más dulce que había probado en su vida y aun así no era desagradable –Eh… irónico – murmuro débilmente, ya no podía ver más que oscuridad, ni siquiera aquella luz distorsionada de momentos antes, los minutos le parecían horas, perdía la noción al igual que su vida; ahora comprendía porque estaba tan profundo aquel lugar, sus gritos, por más altos y desgarradores que fueran, jamás saldrían de esas paredes “Perra astuta” Buscaba aire copiosamente, se ahogaba en su sangre y el dolor era simplemente indescriptible, perdía la cordura, se reía, el poco aire que le quedaba lo gastaba en eso, mientras era observado por la Baphomet, que anotaba y anotaba, el ruido ligero de la pluma raspar el papel, la tinta impregnarse, Aakil solo podía escuchar, eso era todo, oír y aun sentir sabores, seguramente si se esforzaba podría hablar, el tiempo se acababa, y había una última cosa que hacer
-No sé cómo… Lo hici…ste pero…- la sangre fluía como agua de la boca del goblin, derramándose en la mesa con un ritmo acelerado, tocia, se creaban pequeñas burbujas que luego explotaban – sigo sin entender… como ese… ese estúpido lobo te – la sangre salió en mayor cantidad, comenzaba a coagularse en sus mejillas, viscosa, dura, los últimos efectos del veneno la hacían solidificarse, era extraño, se habría vuelto rico con una sustancia como esa – respeta… De seguro… le…lavaste el cerebro – se rio, cerrando la boca, su respiración era agitada, entrecortada, desesperada, se volteo con su último esfuerzo para escupir aquella viscosa sangre, sabía que por la cercanía había manchado parte del atuendo femenino, esperaba de todo corazón que hubiese caído en aquel escote que tanto le gustaba, ahora se arrepentía de no haberse arriesgado a meter la mano allí, de seguro eran el paraíso, se imaginaria su textura, esperaba algo semejante en las puertas del paraíso, o del infierno, a donde carajo se fuera
Alrededor de una hora fue lo que agonizo aquel ser hasta finalmente morir, ya no había más latidos, no más intentos desaforados por aire, no más gritos de dolor ni lágrimas, nada, paz, sencillamente paz. Salem suspiro cansada, mirando su escote, viendo allí un coagulo de sangre, de todos los lugares en donde podía caer debía ser allí, se irguió, había estado todo ese tiempo apoyada en una mesa paralela tomando nota, ahora debía limpiar ese desastre. Camino a paso lento hacia la lámpara, debía encender las luces para trabajar, ya había decidido que haría con aquel cuerpo, al menos Aakil era pequeño y no le llevaría tanto trabajo
Trago saliva sonoramente, de un momento a otro los sonidos del ambiente habían desaparecido por completo y lo único que quedaba eran sus propias pisadas ¿Sería solo sensación suya? La Baphomet siempre le había parecido aterradora en muchos niveles, la posibilidad de que allí abajo hubiera algo escalofriante y horroroso era palpable, pero su sensible nariz no olía más que a … vegetación, demasiados olores y ninguno a la vez, extraño. La oscuridad era tanta que parecía engullir sin problema alguno la luz de aquella flama, una vuelta, el descenso parecía no tener fin ¿Qué tanto ocultaba esa mujer como para hacerlo tan profundo? Tembló, el frio del ambiente era cada vez más notorio a su alrededor, seguramente por estar bajo tierra – Esta mujer tiene realmente mucho tiempo libre…– mascullo de forma cansina, ocultando el nerviosismo que comenzaba a crecer en su interior, sus ojos recorrían lo poco que lograba ver de las paredes. Sintió su corazón detenerse de golpe cuando dio un paso en falso, ya no había más escalones y la oscuridad parecía seguir igual. Levanto lentamente su lámpara, esperando ver cosas indescriptibles, por su mente pasaban cientos de imágenes grotescas, desde mutilación hasta experimentación, pero anda, no había ningún sonido, suspiro con alivio y extrañeza cuando solo vio mesas, sencillas, grandes y altas, era mucho más grandes que el goblin; comenzó a caminar lentamente entre ellas, tenían cajones, como si fueran escritorios, era un espacio bastante alto y amplio, no podía ver lo que había al fondo, ni tampoco encontraba donde podría encontrar alguna otra fuente de luz más potente, suspiro, tratando de abrir uno de los cajones a su altura, asomándose, por entre aquella madera perfectamente trabajada, un trabajo bellísimo sin duda, comprado posiblemente, el no imaginaba a esa sanguinaria mujer trabajando de esa forma
Papeles, solo papeles, los revolvió un poco intentando leerlos, pero estaban en blanco – Que basura…- devolvió todo a su lugar y continuo, no entendía por qué Salem tendría un lugar así, ni con qué fin; Doblo en una de las mesas de enormes cajones, había contado hasta el momento 4 de esas, reviso también otros cajones pero eran igual, algunos papeles más viejos que otros, había algunos con unos garabatos, otros con figuras, letras que él no lograba distinguir, algún idioma extraño, de esas tierras de donde venía la mujer de cabellos color vino, siguió su andanza, no tenía tanto tiempo como para revisar cajón por cajón, podía sentir la madera hundirse un poco con cada paso mas no sonar ni crujir, realmente era un trabajo bueno, quizás su deducción estaba mal, podía haberse equivocado
Estuvo a punto de desistir cuando un pequeño brillo llamo su atención, podía la pared y en esta, una repisa baja, abierta de par en par en la cual pequeñas figuras se podían distinguir, termino de caminar hasta allí, frascos, de diversos tamaños y con contenidos muy variados, rebusco nuevamente en aquel morral que llevaba, un trozo de tela fue lo que saco y con el cual tomo aquel objeto, no debía dejar huellas obvias. Lo acerco a la luz para observarlo mejor, era viscoso, oscuro, lo movió un poco, estaba intrigado con aquel contenido tan peculiar, volteo a un lado de aquel mueble, un cuaderno cocido a mano, con un extraño hilo, se veía bastante usado, al contrario de las otras hojas ese papel estaba arrugado y las manchas de tinta podían verse, lo tomo y apoyando la lámpara en el suelo se inclinó para leer –Venenos – No parecía sorprendido, recordaba que alguna vez había escuchado salir de la boca de esa mujer aquella palabra, acompañada de alguna explicación, tal parecía que su propio fanatismo por aquellas sustancias la había llevado a experimental, aquel libro contenía más cosas de las que él conocía, en sus años de ladrón había oído nombres semejantes, seguramente ella misma los había desarrollado o bien, los había imitado de algún veneno conocido de los humanos. Tenía una mina de oro entre sus manos
No se preocupó de memorizar los nombres y efectos de cada uno, ya podría inventarlos cuando los vendiera y que ellos mismos lo descubrieran, después de todo estabas comprando venenos; Comenzó a sacarlos con cuidado, uno por uno acomodándolos en el morral, no podía permitir que cualquiera de esas botellas y frascos se rompiera, apreciaba mucho su vida y su dinero como para envenenarse por que uno se rompiera, respiro lento, acomodando, mentalizando cuantos podría llevarse sin riesgo a que se rompieran, debía controlarse, una imprudencia seria costosa –Bien… con esto- Había sacado varios frascos, los que más le llamaron la atención y los que asemejaba a los pocos que recordaba de aquel libro, su morral pesaba mucho más que al principio pero podía caminar, quizás correr de ser necesario, reacomodo todo y dejo el diario en su lugar, sonriendo de oreja a oreja, todo estaba saliendo a la perfección, recogió la lámpara de aceite dispuesto a irse por fin de aquel tétrico lugar, con una sonrisa
Dejo de sentir su cuerpo cuando dio el primer paso, un horrible cosquilleo lo recorrió antes de que su poco control lo obligara a agacharse hasta finalmente caer el piso, con el sonido tan característico de las botellas chocando, mas ninguna se rompió, eran más resistentes de lo que parecían, con esfuerzo ladeo su cabeza, buscando ver algo a su alrededor con la poca luz que aún tenía la lámpara que gracias a la poca suerte que le quedaba había caído de pie, sin apagarse pero si su llama había perdido fuerza por la brusquedad, respiraba agitado ¿Cómo? ¿Cómo era posible? ¿Magia? ¿Veneno? No comprendía, había sido cuidadoso al tomar los frascos por si algún residuo quedaba, incluso fue cuidadoso con las páginas del diario al pasarlo, no tenía nada extraño, tinta y nada más, ni siquiera pudo verle polvo entre las costuras que tenía. Los ojos del goblin se movían frenéticos, no podía más que moverlos, sentía como perdía finalmente el control de su cuerpo, pero su cabeza, con esfuerzo, seguía siendo suya, debía pensar en un plan para escapar, debía irse, necesitaba algún antídoto – Interesante…- Aakil levanto la mirada con desesperación, a unos pasos de él la voluptuosa silueta femenina se mostraba entre las sombras, aquellos intensos ojos naranjos brillaban por completo, Salem se mantenía firme frente a él, sin decir nada más, él tampoco tenía por qué decirle nada. Una sonrisa torcida se asomó en los labios del goblin, ya sabía que no saldría de allí con vida, y jamás le suplicaría a esa mujer por ayuda – Siempre supe que andabas metida en cosas así… Pero me atrapaste- Ambos se miraron unos momentos, el bajo arcano no quitaba su sonrisa de su rostro, mientras que la de la Baphomet seguía siendo igual de fría
Aakil recorrió el cuerpo de Salem con su vista, al menos si se iba a morir disfrutaría sin miedo a represalias de aquella silueta tan provocativa ¿cuantas veces no fantaseo con agarrar, aunque fuera por un segundo aquel redondo trasero? Salem frunció el ceño ligeramente al ver la mirada de aquel arcano, rodando los ojos – No hay cura- le aclaro mientras se acercaba, sus planes habían cambiado y ahora debía pensar como deshacerse del que pronto seria el cadáver de aquella rata. La risa del goblin se escuchó –Ya lo sabía, no hace falta que me lo aclares – Un punzante dolor comenzó a recorrerlo lentamente, subiendo por sus pies hacia sus rodillas, la respiración de aakil se incrementó, se sentía como si tuviera algo dentro, algún tipo de bicho que se comía poco a poco su carne, su vida. Vio a la Baphomet inclinarlo para levantarlo del suelo y depositarlo en una de las mesas, aquel simple movimiento que ni siquiera había sido brusco había dolido como el infierno, contuvo un grito de dolor mordiéndose los labios, muecas entre risa y dolor se veían claramente en el rostro del arcano – No sabía que… te excitaban estas cosas, zorra- bien, siempre había querido decirle eso, en el exacto sentido en que se lo había dicho, volteo un poco, nunca suplicaría, ni ante ella ni ante nadie, pudo ver que la Baphomet había prendido una lámpara más potente y aun así, el goblin no veía con detalle las otras mesas, su vista poco a poco comenzaba a nublarse y el buscaba aire con desesperación, estaba tranquilo, era su propio karma, no había dejado nada sin acabar, se había encargado de esconder perfectamente su tesoro
La mujer ignoro aquel comentario y de uno de los cajones tomo una libreta que se veía nueva, junto con una pluma y tinta, comenzó a observarlo, no sentía lastima, era una rata, y el mismo se había buscado su propio castigo, así que al menos serviría para algo, comenzó a anotar cosas en silencio, lo único que se escuchaba eran los quejidos que iban en aumento, ya no podía esconderlos, jadeaba, sentía aquella cosa subir ahora desde su pelvis hacia su pecho, el sabor metálico poco conocido de la sangre se hizo presente en la boca de aakil, algo dulce, extraño, lo más dulce que había probado en su vida y aun así no era desagradable –Eh… irónico – murmuro débilmente, ya no podía ver más que oscuridad, ni siquiera aquella luz distorsionada de momentos antes, los minutos le parecían horas, perdía la noción al igual que su vida; ahora comprendía porque estaba tan profundo aquel lugar, sus gritos, por más altos y desgarradores que fueran, jamás saldrían de esas paredes “Perra astuta” Buscaba aire copiosamente, se ahogaba en su sangre y el dolor era simplemente indescriptible, perdía la cordura, se reía, el poco aire que le quedaba lo gastaba en eso, mientras era observado por la Baphomet, que anotaba y anotaba, el ruido ligero de la pluma raspar el papel, la tinta impregnarse, Aakil solo podía escuchar, eso era todo, oír y aun sentir sabores, seguramente si se esforzaba podría hablar, el tiempo se acababa, y había una última cosa que hacer
-No sé cómo… Lo hici…ste pero…- la sangre fluía como agua de la boca del goblin, derramándose en la mesa con un ritmo acelerado, tocia, se creaban pequeñas burbujas que luego explotaban – sigo sin entender… como ese… ese estúpido lobo te – la sangre salió en mayor cantidad, comenzaba a coagularse en sus mejillas, viscosa, dura, los últimos efectos del veneno la hacían solidificarse, era extraño, se habría vuelto rico con una sustancia como esa – respeta… De seguro… le…lavaste el cerebro – se rio, cerrando la boca, su respiración era agitada, entrecortada, desesperada, se volteo con su último esfuerzo para escupir aquella viscosa sangre, sabía que por la cercanía había manchado parte del atuendo femenino, esperaba de todo corazón que hubiese caído en aquel escote que tanto le gustaba, ahora se arrepentía de no haberse arriesgado a meter la mano allí, de seguro eran el paraíso, se imaginaria su textura, esperaba algo semejante en las puertas del paraíso, o del infierno, a donde carajo se fuera
Alrededor de una hora fue lo que agonizo aquel ser hasta finalmente morir, ya no había más latidos, no más intentos desaforados por aire, no más gritos de dolor ni lágrimas, nada, paz, sencillamente paz. Salem suspiro cansada, mirando su escote, viendo allí un coagulo de sangre, de todos los lugares en donde podía caer debía ser allí, se irguió, había estado todo ese tiempo apoyada en una mesa paralela tomando nota, ahora debía limpiar ese desastre. Camino a paso lento hacia la lámpara, debía encender las luces para trabajar, ya había decidido que haría con aquel cuerpo, al menos Aakil era pequeño y no le llevaría tanto trabajo