Post by Akane Enomoto on Dec 17, 2017 5:25:14 GMT
La noche caia, el cumulo de nubes se agrupaban anunciando una próxima tormenta y con ella el juicio de la pobre serpiente cautiva entre los barrotes de aquella mazmorra oxidada y lúgubre. No recordaba cuantas lunas habían pasado desde esa fatídica reunión con sus colegas, tanta presión, tan poco tiempo y su cordura al borde...habia saboreado el dolor de ver quienes eran realmente sus compañeros de oficio, sus rostros turbios por el sadismo, la traicion, el dolor de una inocente criatura en pro de la lealtad jurada. ¿Acaso ella era menos leal que todos por no perturbar la carne de aquel infante...o la suya propia?, no, su alma le decía con imparable agonía que su lealtad iba mas allá de las palabras, mas allá de los actos barbáricos, cotidianos, mas allá de llevar una simple taza de te a la puerta de su amo todas las noches, mas allá de encomendarse a preparar los mas sabrosos banquetes...era indescriptible, infinito, voluble.
Ella era la margarita entrelazada de tanta hiedra, espinas y malas hierbas que envenenaban con su poca apatía para ese "amor" por el cual ella llego a sentir alguna vez, sentía que estaba en la guarida de los peores depredadores jamas conocidos, cualquier movimiento en falso y seria apuñalada sin piedad por la espalda. ¿Habia sido demasiado blanda?...¿hubiese sido mejor haber cortado alguna de sus extremidades para satisfacción del morbo de Sven o de la lealtad de Lysander?...para ella derramar sangre no era la única manera de demostrar lealtad.
Todo lo anteriormente mencionado rondaba por la cabeza de la Oni, quien retomo desde sus inicios hasta su patético estado actual en ese lugar, no quedaba mas que un lugar amplio sin cama, ni una mesa de noche...el vacío absoluto, lo único que la acompañaba era una minúscula ventana a unos metros de altura que proyectaba La Luz de la luna. Desde su encierro no hizo mas que lamentarse, llorar, gemir del enorme dolor que sentía como un alma en pena esperando su ultimo aliento. Pensaba en las posibilidades de demostrarle a ese ser quien le ayudo...demostrarle su afecto, su lealtad, su confianza...imaginarse aquella mirada severa le provocaba un escalofrío recurrente...pero era algo que debía enfrentar tarde o temprano. Solo la luna seria testigo de su voto, su compañera de celda, quien le daría valor para hacer lo que tuviese que hacer...mientras tanto, solo era cuestión de esperar.
-...No hay nadie en el mundo mas valioso que usted...-
Ella era la margarita entrelazada de tanta hiedra, espinas y malas hierbas que envenenaban con su poca apatía para ese "amor" por el cual ella llego a sentir alguna vez, sentía que estaba en la guarida de los peores depredadores jamas conocidos, cualquier movimiento en falso y seria apuñalada sin piedad por la espalda. ¿Habia sido demasiado blanda?...¿hubiese sido mejor haber cortado alguna de sus extremidades para satisfacción del morbo de Sven o de la lealtad de Lysander?...para ella derramar sangre no era la única manera de demostrar lealtad.
¿La carne?...¿la sangre?...¿que mas será necesario?
Su proposito desde un principio fue, brindar una oportunidad a su familia en quiebra, quienes se mataban noche y día intentando revivir una tierra tan infertil como sus esperanzas...Lysander logro, no solo darle esa ayuda que tanto necesitaba, sino de brindarle una oportunidad de darles un gusto, de mantenerlos, y por ese lado estaba sumamente agradecida. Por otro lado, sus torpezas de los primeros meses eran deplorables, algunas piezas de la vajilla principal habían sido rotas por la torpe sirvienta, se le habia llegado a quemar en múltiples ocaciones el te, pero poco a poco iba mejorando para adquirir una destreza sin igual. Durante las noches de luna llena salia al patio para practicar su puntería con los cuchillos, por si la situación se daba, debia proteger a su amo a como diese lugar. -Es mi deber...-
Todo lo anteriormente mencionado rondaba por la cabeza de la Oni, quien retomo desde sus inicios hasta su patético estado actual en ese lugar, no quedaba mas que un lugar amplio sin cama, ni una mesa de noche...el vacío absoluto, lo único que la acompañaba era una minúscula ventana a unos metros de altura que proyectaba La Luz de la luna. Desde su encierro no hizo mas que lamentarse, llorar, gemir del enorme dolor que sentía como un alma en pena esperando su ultimo aliento. Pensaba en las posibilidades de demostrarle a ese ser quien le ayudo...demostrarle su afecto, su lealtad, su confianza...imaginarse aquella mirada severa le provocaba un escalofrío recurrente...pero era algo que debía enfrentar tarde o temprano. Solo la luna seria testigo de su voto, su compañera de celda, quien le daría valor para hacer lo que tuviese que hacer...mientras tanto, solo era cuestión de esperar.
...Aquel reloj plateado de bolsillo, se habia detenido...al igual que las lagrimas que derramo...