Post by Deleted on Dec 28, 2017 6:27:25 GMT
La nekomata Mei había llegado a las congeladas aguas del norte de Mirovia, aferrada a una tabla de un barco. Cuando por fin toca tierra, se da cuenta que ya no es prisionera de nadie, se sacude –estaba en su forma verdadera- para quitar el exceso de agua de su pelaje moteado (negro y rosa) y procede a sacudir de alegría sus dos motas que tenía por colitas. Un nuevo y brillante futuro estaba por comenzar para ella, pues nunca había tenido la dicha de ser libre. La noble tierra que la ha acogido está congelada y se veía algo desolada. Sin embargo, ella lo que ve es un hermoso bosque en frente y Mei no duda en avanzar para explorar, buscar algo de comer y quizá descansar un poco, después de todo acababa de sobrevivir al hundimiento del barco en que venía.
Una tormenta estaba por comenzar, una fuerte ventisca provocaba que la nieve golpeara el cuerpo de Mei mientras intentaba avanzar por el bosque, su pelaje se movía en todas direcciones a merced de los fuertes vientos, pequeñas gotas congeladas se forman en la punta de sus bigotes y cejas. Si no encontraba pronto un refugio sabía que iba a morir en el lugar, sin embargo, no dejaba que estos pensamientos negativos inundaran su mente. Se enfoca en localizar un lugar para pasar el mal clima cuando escucha pasos muy cercanos a ella, el eco y la soledad del bosque montañoso le permitía escuchar claramente que alguien estaba por llegar.
Mei ve una figura formarse en el horizonte próximo, de dimensiones mayores a las de ella, que venía hacía su dirección. La nekomata entra en pánico pues no tenía como defenderse –ni sabía cómo-, puesto no era habilidosa para una pelea frontal y no tenía ningún arma consigo, es más, no llevaba nada de ropa más que su pelaje gatuno en ella lo que le causaba una terrible sensación de impotencia, pero no había tiempo de llorar. Es cuando le llega una grandiosa idea, fingiría estar muerta para que la criatura que se acerca perdiese todo interés en ella, la nieve le ayudaría a la vez a esconder todo rastro de olor que pudiese cargar en ella. Procede entonces a cavar un poco para darle más credibilidad a su actuación, para tirarse y medio cubrirse con la nieve para que pareciese que llevaba un tiempo muerta. Intenta que su respiración no sea notoria, aunque el miedo le está llenando su tierno corazón y tiembla levemente por el frío que pronto la entumece.