Aesther
Soberana de la Primavera
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Post by Aesther on Jan 5, 2018 7:05:58 GMT
La tierra gris se acumulaba entre sus dedos... a cada paso levantando el polvo que parecían ser cenizas de un cataclismo; olía a muerte. Aún podía recordar los rostros de sus hermanas, la sangre que corría como ríos desbocados de sus cuellos por el paraje; las noches en donde no hubo cobijo alguno sólo los sollozos del viento alborotando las hojas de los árboles que fueron sus protectores en la oscuridad. Se detuvo en aquél sitio, un páramo triste cuya voz apenas lograba escuchar, tan suave y frágil; pedía ayuda. Bañada bajo la luz de la luna se mantuvo con la piel expuesta entre el manto plateado, con los ojos cerrados, dejando entrar al dolor. La confusión de su espíritu era tal que cuestionaba el por qué de su supervivencia. Le rodaron las lágrimas, tan puras y transparentes; simples destellos de sentimientos erráticos y oscuros. Dio permiso a aquél gesto, sabiéndose en la soledad; en un aislamiento tan antinatural que ni siquiera podía concebir. Alzó la mano lentamente, quebrando la rigidez de la escena y recordó aquella presencia omnipresente, su voz indicándole el camino y lo que debía hacer. //Trae vida//. Se mordió los labios en un afán de controlar la duda y la inseguridad. ¿Vida?... en su corta edad había apenas logrado hacer crecer hierba mala... sus manos parecían estar malditas y ajenas de vitalidad. ¿Por qué había caído en ella semejante responsabilidad? Se dejó caer al polvo lo cual causó que diminutas partículas agarraran altura, capturando la luz cual luciérnagas en la ciénega. Llevó su mano hacia la tierra, de inicio sin tener la confianza de que obtendría respuesta por parte de las raíces dormitantes. Pensó en su madre, en sus hermanas, y como si ellas se hallaran conduciendo su tacto, a sus alrededores comenzaron a nacer las flores y los árboles que cantaban entre sus ramas y raíces, conectadas bajo la tierra, agradecidas de haber sido vueltas a la vida. Rodeada de dicha, Aesther sumida en aquél rito parecía conectarse a las plantas más allá de su consciencia; de sus ojos brotaban capullos, sus pies, comenzaban a enredarse entre gruesas ramas que parecían clamarla a las profundidades. Caos... el caos trajo de vuelta la vida.
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Post by Muérdago on Jan 5, 2018 8:57:08 GMT
Habían pasado varios días desde que había visto la última flor. Un páramo triste y sin fin parecía extenderse hasta tocar el horizonte. No había polvo, ni lluvia, y el viento no traía nuevas, solo un rumor apagado por entre los árboles ralos. Era como si la tierra languideciera. ¿Qué mal había pasado por este camino?, ¿cuál era su historia? El ser tocó una piedra como una doncella que mide la temperatura de su hija enferma. Las señas de la muerte poblaban el paisaje.
Pobre, pobre tierra.
Sonrió para sí. Era la única cosa con belleza en ese lugar. Sí... la más hermosa de todas.
Como era natural. E inevitable. Estaba acostumbrado a sentir la admiración de los ríos por el fluir de su cabello, el suspiro de las piedras bajo el roce de sus pisadas, el horror de las sombras ante su mirada verde de vitral. El paisaje anegado se rendía ante su inexorable belleza, como tantos otros. Por eso le sorprendió notar el tenue aleteo de esperanza, inconfundiblemente delicioso, allá a lo lejos. Una polilla se posó en su mano.
Oh humilde polilla, por favor, te lo ruego, llévame a donde la esperanza surge...
El ser siguió a la polilla. Gradualmente, el paisaje comenzaba a cambiar de color y le ofrecía regalos al ser: un retoño, para que amortiguara su andar; el trinar tímido de un pájaro para que no sufriera la solemnidad del silencio; y el movimiento oculto de la vida entre las hojas y la bruma. Llegó un punto en que la vida era indistinguible del caos.
Como era natural. E inevitable.
El páramo gris quedará en el olvido. Había encontrado un rival a su magnificencia. Sintió una gran curiosidad y continuó su travesía, hasta que encontró a una dama a la cual reverenciaban las flores. Insolentes, pensó. Recordó que las orquídeas, para engañar a la abeja a beber de su néctar, adoptan formas caprichosas. Entonces, siguiendo su ejemplo, el ser adoptó una expresión de consternación, de vulnerabilidad, y urdió en su mente un castigo.
Perdone usted, ¿se encuentra bien?
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Aesther
Soberana de la Primavera
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Post by Aesther on Jan 5, 2018 15:11:04 GMT
Habían pasado días... semanas quizá, periodo en el que el cuerpo de la ninfa parecía ser sacrificio a la flora que se clavaba a su cuerpo por vida. Un corazón que palpitaba en medio de lo verde que ansioso se estiraba para alcanzar aunque fuese para apropiarse de alguna de sus pestañas, como si el brote dependiese de atarla a la tierra. Su consciencia se hallaba ya perdida entre ecos repetidos de lo que había sido su pasado; no había presente, no en el lugar donde se hallaba, entre la oscuridad y el perfume de las flores.
Una voz le hizo recobrar medianamente el conocimiento, fungiendo como guía en un camino oscuro e incierto. El ámbar de sus ojos volvió apenas visible entre las ramas enroscadas sobre su rostro y las flores compitiendo por lucir su belleza entre los hilos rosados de su cabello. Parpadeó un par de veces, incrédula de ver a alguien más entre la soledad. Creía que en aquél sitio sólo podían estar los otros elegidos por los Dioses y... él... la presencia espectral que le había robado la paz de haber pisado tierra firme. ¿Estaba soñando acaso? Sus labios se separaron preparándose para responder a una pregunta que de momento carecía de sentido. Tanto tiempo de escuchar solamente la voz de la naturaleza susurrarle al oído, que le tomó tiempo adaptarse de nueva cuenta a la lengua universal. El crugir de la madera y las hojas quebrándose se manifestó con el suave movimiento de su cuello, alzándose para mirar el rostro del dueño de la voz. Lloró de felicidad sin poder manifestarlo de otra manera. Apenas y las comisuras de su boca se movieron guardando en sus esquinas alivio de verle.
Poco a poco el bosque que ya había nacido a su alrededor comenzó a abandonarla, reconociendo su lugar fuera de aquél abrazo lleno de gratitud pero que estaba por costarle la vida a la ninfa. El cuerpo débil de la niña cayó al suelo, abandonado de toda energía, escuálido y absorbido de su vitalidad. Apenas podía mantener los ojos abiertos e incluso, a pesar de hallarse abandonada de fuerzas, seguía sonriendo, mirándolo desde la suavidad del césped y el musgo. -Ahora lo estoy-
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Post by Muérdago on Jan 7, 2018 9:18:05 GMT
Las palabras de aquella doncella le conmovieron. Sin embargo, sintió las cadenas de las reglas de la hospitalidad, así que se mantuvo a distancia, medio escondido por la maleza.
Parece que necesitas ayuda... ¿Puedo acercarme?
El ser no sonrió, pero levantó una mano cordial en señal de querer ayudar. ¿Quién era esta doncella? Podía sentir una magia profunda y ancestral emanar de ella. La delicadez de su rostro hacía que su belleza (¿se atrevía a admitirlo?) fuera equiparable a la suya. El bosque era su hijo recién nacido. ¿Cómo una arcano como esa podía parir tanta bondad, tanta esperanza, tanto asombro? Debía averiguarlo.
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Aesther
Soberana de la Primavera
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Post by Aesther on Jan 11, 2018 12:00:34 GMT
Por instantes su visión se hacía borrosa y las cortinas de sus párpados parecía que la traicionarían en cualquier momento, cerrándose quién sabe si de manera permanente. Pero la voz de aquél ser la anclaba a la realidad, era una pequeña luz al final de un camino oscuro. Le sonreía desde la distancia, apenas distinguiéndolo entre las plantas y su abundancia. -Sí...- susurró, temiendo que no fuese escuchada pero esperando que no hubiera sido así. De pronto, entre el cansancio, por primera vez pensó en los otros que habían llegado con ella al lugar que ahora habitaban, preguntándose qué sería de ellos, si los ríos, la tierra y los bosques ya fluían bajo sus pies. ¿Estarían bien? Y aquella visión... esa oscuridad errante que los había observado desde la distancia... ¿Había llegado con ellos? "Sigue pensando... despierta... no caigas al sueño".
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