Post by Yama on Jan 16, 2018 11:13:58 GMT
[ADVERTENCIA. EN ESTE THREAD SE TRATARAN TEMAS NO EXPLÍCITOS QUE PUDIERAN TOCAR LA SENSIBILIDAD DE ALGUNOS.]
Un suspiro de desgano.
El pesado sonido de un bolso y una pala.
La molesta tarea de visitar a los muertos ajenos, aquellos cuyos cuerpos putrefactos yacen bajo tierra mientras que sus almas desconocidas vagan por entre las tumbas solo para perpetuar ese ambiente lúgubre y terrorífico que mantenía a los vivos lejos... O no a todos.
A Yama le parecía bastante molesto el tener que hacer el viaje desde la Ciudadela hasta Reapergate solo para recopilar un poco de información que pudiera o no estar ahí, odiaba los trabajos donde sus patrones dejaban los detalles vagos pero trabajo es trabajo y el tenia una reputación que mantener. Tenia el mal presentimiento de que ese cementerio fuera como tantos que había visitado en el Gran continente, sin ninguna seña de nombre o descripción del pobre infeliz a tres metros bajo tierra. Afortunadamente los mirovianos eran mucho mas conscientes sobre la muerte que muchas otras criaturas del gran continente, las tumbas tenían todas al menos un nombre, algunas un nombre y una fecha... Una minúscula sonrisa se dibujo en su rostro cuando descubrió que abundaban aquellas donde había también un epitafio, el sentimentalismo mortal se convertía siempre en una daga cuya punta sostienes justo en tu cuello. Ahora solo tenia que encontrar a su cliente, una lastima que este ya estuviera muerto, el utilizar sus técnicas parecía estarse convirtiendo mas en un lujo que una necesidad.
Durante algunos minutos recorrió el primer corredor de tumbas, tratando de identificar la calidad de las mismas, era evidente que una lapida sencilla como un pedrusco no tendría labrados los datos que el necesitaba reconocer, fue mas sencillo recorrer los demás corredores, identificando nombres, fechas y otras peculiaridades. Entonces llego la parte interesante; los mausoleos y tumbas familiares, la prueba de que los que crecieron en vanidad no se sienten satisfechos con haberse rodeado de lujos en vida, debían llevar una posición destacada hasta en la muerte o imponerla a sus ignorantes familias solo con el fin de enaltecer sus nombres mas allá de su ultimo suspiro. El viento acariciaba su capa negra, haciendo parecer que se deslizaba como una sombra acechando en la oscuridad, sus pálidos dedos se posaban sobre la roca, sobre el granito y el mármol, sobre la cantera y la porcelana opacada por la intemperie. Esos intensos ojos azules se fijaban sobre los nombres y fechas, analizando cada detalle pero constantemente volviendo la vista al horizonte, resoplando con insatisfacción.
En el bolsillo llevaba un amuleto que recientemente había adquirido, nacido un escandinavo, el irrumpir en el descanso de los muertos era siempre una razón para ganar enemigos en el mas allá, lo único a lo que de verdad le tenia su debido respeto por lo que debía estar protegido. Atándolo en su cinturón se introdujo en mas de una tumba continuando con su investigación, nombres y mas nombres, gloriosos guerreros, magníficos sires, mujeres de renombre, la muerte no hacia distinción entre posiciones sociales, sexo o especies. Esperaba no tener que encontrarse con algún chupa-sangre, aquellas criaturas adeptas de la oscuridad, enfermas de hambre y cuyo tuétano estaba seco y consumido por la vanidad que tomaba el lugar de sus almas, esas criaturas eran reconocidas por adorar la tierra que les vio nacer o que les vio morir, sepultándose cuando débiles para recobrar la entereza. Sentía un repudio especial por ese tipo de criaturas y su constante complejo de superioridad, ellos no provenían de los infiernos mismos y debían deformarse para alcanzar el verdadero estado arcano que desafiaba la inmaculada imagen pálida y bella, era especialmente divertido ver como la vanidad de los neófitos se rompía en miles de pedazos y sus cuerpos se desvanecían en sus garras, después de todo, aquel desdén nacía precisamente por esa capacidad de "superar" a la muerte y no quedarse muertos por mero capricho, los muertos debían quedarse muertos.
Varias horas paseo la sombra entre mausoleos y tumbas que llamasen su atención, el viento parecía arrastrar aquellos lamentos mudos de las victimas que no fueron acogidas ni siquiera por Hel, esas almas arrancadas de sus cuerpos fuera del campo de batalla, pero el corazón del asesino era afónico al miedo, aquellos lamentos no llegarían mas allá pues él mismo lo había perdido todo ante la diosa de la muerte y la constante soledad en la que se veía inmerso le había arrancado ya todo sentimiento que le desviara de sus metas, para él aquellas lamentaciones eran viento, totalmente sordo a las suplicas de los muertos por justicia, por reconocimiento o libertad y resignado a jamas ser digno del Vingólf por sus insanas acciones. Ninguno de aquellos restos sentiría lastima por él, estaban muertos, metidos en una caja o envueltos en algún trapo. Ninguno de aquellos huesos cuestionaría quien es este pelirrojo y que hace en la morada de los muertos, que sucias intenciones lleva escondidas dentro de aquel bolso y atrapadas entre existencia y muerte, no podrían acusarle con los dioses.
El ultimo mausoleo, una pequeña construcción cuya arquitectura era similar a la de los edificios mas viejos de la ciudadela era lo único que le faltaba por visitar, un apellido que no estaba relacionado a ninguna familia prominente y una puerta que no estaba cerrada. Lo había encontrado.
Entró en el mausoleo y utilizó un cristal de sal que emanaba una muy tenue luz, lamentándose no haberla dejado bajo la luz del sol para que sus atributos fueran de mayor utilidad, lo acercó a la placa en la puerta. El apellido; Damascus.
Con la mano derecha abrió aquella puerta de piedra, solo tuvo que aplicar un poco de fuerza para crear el espacio suficiente y escurrirse al interior de la cripta donde solamente había una tumba, una tumba sobre el suelo con la estatua de una mujer durmiente y en sus manos la dama parecía sostener una espada ataviada con joyas ya opacas y sucias, desperdiciando su belleza en tan deprimente lugar.
"Josethe Damascus. xxx-xxx Amada hija, abnegada madre y esposa. Deja en su familia un hueco que el tiempo jamás llenará, en la eternidad descansará acompañada por el inmenso amor de sus hijos y esposo. Joya de la existencia, mujer amable que irradiaba serenidad y calma. Bajo el sauce llorón nos esperará"
Una mujer, una mujer amada por su familia acaudalada que pereció victima de quien sabe qué no hacia tanto tiempo, un muro completo era el lienzo para tan expresivo poema. Dejó el bolso caer al suelo y de inmediato tomó la pala, arrancándole la mitad pues esta era en realidad una pata de cabra con una afilada punta que se ocultaba dentro del mango, su funda. Apalancó su siniestra herramienta en la tapa de la tumba, removiendo aquella estatua de mujer y dejándola caer pesadamente al lado, el eco de aquel golpe no llegaría a nadie, ensordecido por la total soledad, no habría ningún sepulturero o incauto que recorriera el cementerio aquella infame noche.
No había peste, no había olor a podredumbre, no había olor a los restos putrefactos que alguna vez coresponderian a tan emocional descripción, en lugar de eso la sensación de vacío y el temor de no haber encontrado nada. Los ojos de Yama se encontraron entonces con el cuerpo momificado de la mujer, totalmente seco y enjugado en sustancias que conservaron la forma sellada de sus despojos, esos enfermos le habían sellado por la eternidad en aquella imagen que idealizaban como Joya de la existencia, haciendo imposible determinar que clase de arcano estaba a punto de profanar.
De su bolso sacó sus guantes de cuero y se los puso, subió la capucha en sus ropas, cubriendo su boca y nariz para protegerse de cualquier peste que decidiera escapar del cadáver, unas tijeras y la pata de cabra era todo lo que necesitaría para realizar este sacrilegio. Comenzó por analizar la elegante vestimenta de la mujer, las joyas que, así como las incrustadas en la tapa de su tumba, consideraba eran un desperdicio. Prosigio entonces a hacer pedazos aquellos trapos resecos hasta dejar el cuerpo de la mujer, increíblemente conservado, a la vista y alcance.
Hay una cosa que Yama había descubierto y atestiguado a lo largo de su vida; Los muertos siempre terminan por reflejar heridas ocultas en vida, cosas que únicamente quien conociera a intimidad al finado pudiera encontrar, señales de peleas, accidentes, heridas y abuso saltaban siempre a la vista cuando el cuerpo se pudría y esta mujer inmaculada a la vista no era la excepción: En su torso llevaba señas de tortura, tenia cicatrices y partes del cuerpo hendidas así como heridas relativamente frescas, suturadas de manera burda con un extraño hilo que al menos él jamas consideraría usar para cerrar una herida sangrante. Ese cuerpo era mas que los despojos de Josethe Damascus, era un cascaron golpeado que escondía algo... Palpó a lo largo del entalle de la mujer, una sensación rígida y hueca que le erizó los pelos de la nuca se extendía por todo el tórax pero no era el único lugar con aquella descripción, continuo palpando sobre el vientre, las piernas, los pies desnudos adornados con minúsculas cadenas de plata, esta mujer había sido convertida en un recipiente después de su muerte, alguien ya se le habíaadelantado a profanar la integridad de esta mujer post mortem.
Un pobre, triste y desgraciado cascaron ¿Que clase de malnacido habría convertido a una mujer tan amada en semejante objeto? Yama empuñó la pata de cabra y la encajó entre las costillas del cadáver, un anormal sonido crujiente y hueco se deslizo junto con el filo de aquella arma, la incisión se extendía desde el diafragma hasta la pelvis, una vez mas la ausencia de olores fétidos le causaba mucha incomodidad al profanador de tumbas, el gesto de desagrado se dibujó abiertamente en su rostro y retirando su herramienta, metió las manos dentro de aquel enorme agujero que casi había partido en dos aquel cuerpo. No habían órganos ahí dentro, una risa enferma se dibujó en su rostro al notar que las vísceras de la mujer habían sido sustituidas por un elegante forro de terciopelo escarlata y al centro, un pequeño baúl. Después de extraer el botín de aquel agujero, continuo palpando el cuerpo hasta encontrar otro punto hueco en un muslo, repitió el proceso de mutilación y esta vez de el hueco sacó una caja de madera pequeña, dentro había una pluma fuente y un anillo, así como una pequeña pieza de un cebo para firmar, de un color y textura que no había visto antes.
Increíblemente, todo lo que le había sido ordenado extraer estaba ahí y la descripción coincidía a la perfección.
"La alferza caída* bajo el filo del metal que se dobla en un ciclo interminable**, afilado y quebradizo como el alma que la empuña. Su corazón es el secreto mas oscuro jamás guardado, su puño y letra son la llave que dejará escapar toda desgracia de la caja de pandora***."
La tumba que acababa de profanar estaba sobre el piso, como una caja en medio de la nada, la lapida no estaba sobre la tapa de la tumba y el nombre de Josethe Damascus no estaba grabado en ninguna otra parte de la tumba, solamente la estatua de la mujer con la espada y aquella enternecedora descripcion en la pared que mirando de cerca parecia mas una placa de piedra superpuesta a algun tipo de hueco en ese muro.
La alferza caida era una mujer, el metal que se dobla de forma interminable y es quebradizo era el reconocido Acero Damasco que solo habilidosos herreros podian forjar pero que terminaba cediendo ante la burda y bruta fuerza de una mandoble, quebrandose como el cristal, La caja de pandora y la llave le indicaban que debia buscar alguna clase de caja o baul y que su llave estaria cerca.
Todo aquello del mausoleo y el cuerpo eran simplemente una muy elaborada fachada para esconder lo que fuera que habia dentro de ese baul, ahora debia entregar el botin, no sin antes regresar la tapa para cubrir los despojos que dejaba atras. Si el dueño del mausoleo regresaba y removia la tapa, podia comenzar a sentir miedo... Pues ahora aquel que habia pagado tan exorbitante cantidad de dinero al asesino, tenia en sus manos la caja de pandora que pudiera llevarle a la ruina.
En medio de todo aquel politiqueo solo habia una unica incognita... ¿Quien habia sido esa pobre mujer mutilada que utilizaron como cascarón?
Cargado con el botin y sin ningun remordimiento a cuestas, Yama emprendio su viaje de regreso a la ciudadela.
Notas del escritor:
*La Alferza caída es una referencia a la figura de la Reina en el ajedrez, tambien conocida como dama. Se le llamaba de esa manera a la reina en una de las versiones mas antiguas del ajedrez; Zatrikion. Puesto a que viven en una epoca donde el ajedrez antiguo ya se habia extendido hasta Hispania (españa) donde se le cambió el nombre a Dama en años posteriores, yama puede reconocer el papel de la ficha que en hispania se relacionaba a una reina mientras que en las versiones arabes se le relacionaba a un consejero o visir.
**El acero damasco era utilizado desde la antigüedad, inventado en oriente medio con la finalidad de crear una hoja mas resistente mediante una técnica que creaba varias capas de acero superpuestas como la masa Hojaldre, dándole ese diseño característico. Sin embargo y a pesar de que se haya utilizado en la elaboración de espadas y en la actualidad en cuchillos de alta gama, el acero damasquino es de baja calidad ya que en su elaboración puede guardar paquetes de aire entre las capas lo que sacrifica su elasticidad, si se somete esta hoja contra un elemento duro como un hueso, puede terminar quebrándose facilmente.
***La caja de pandora es un artefacto de la mitologia griega que fue dado a Pandora por Zeus. Fue la primera mujer humana creada por Hefesto y entregada en matrimonio al hermano de prometeo quien robó el fuego y lo entregó a los hombres. Como regalo de bodas le fue entregado este artefacto que en su interior contenia todos los males del mundo. A pesar de que se le ordenó no abrir la caja, la mujer lo hizo y dejo escapar todos los males que infestaron el mundo de los hombres. Sin embargo, cuando logró cerrar la caja, dentro aun permanecía La esperanza. Seria el equivalente al mito de la perdicion de Adan y Eva, cuando esta ultima comió el fruto que su dios le habia prohibido y raiz de la expresion "La esperanza muere al ultimo".