Post by Boher Sargas on Jan 19, 2018 20:11:03 GMT
Boher caminaba por el bosque, uno que jamás había visto en su vida, pero también uno de los más hermosos por los que había andado. Acarició los troncos de los árboles como si así pudiera sentir el latido del bosque dentro de él, sonrió, mientras seguía paseándose por aquel tumulto de árboles de distintos tonos de verdes, rosados y amarillos. Pronto llegó a un claro, donde al fondo se podía admirar un hermoso paisaje de algunas montañas y un enorme pastizal con lagos tan extensos que se perdían en el horizonte. El minotauro respiró profundo, sintiendo la brisa de la tarde contra su rostro, el cual, había vuelto a ser tan joven como lo fue alguna vez.
Una sombra se mostró contra la puesta del sol, agitaba la mano de un lado a otro, pero Boher no lograba reconocerla. Gritaba su nombre una y otra vez.
“Boher, aquí”
Estrechó los ojos acercándose a aquella voz, la cual se le hacía extrañamente familiar.
―¡Boher! ¡Boher! ―La sonrisa femenina se pudo apreciar cada vez que camina cada vez más rápido, sin saber por qué, los cabellos cafés tan oscuros caían como cascada contra los hombros rosados y delicados de la mujer, mientras un par de largas orejas sobresalían de sus cabellos tan lacios y brillantes como sus ojos llenos de alegría. El vestido blanco se movía conforme al viento del norte, el cual parecía ser cada vez más agradable.
Elena…
Su corazón comenzó a palpitar con desmesura, deteniéndose por completo, para luego empezar a correr con todas sus fuerzas, sintiéndose por primera vez en mucho tiempo libre, ágil, ligero. En cuanto llegó a la mujer, la abrazó con todas sus fuerzas dándole vueltas, mientras las risas y grititos inundaban todo el campo.
―Mi amor ―Boher la miró a los ojos mientras la sostenía entre sus brazos. La mujer acomodó sus delicados dedos sobre sus mejillas, acariciándolas con ternura. El minotauro la bajó hasta el suelo, y poniéndose de rodillas, la abrazó, dejando que las lágrimas salieran de sus ojos en cristales líquidos ―Perdóname, perdóname ―Susurró con dolor ―Todo fue mi culpa, si yo no hubiera… si yo hubiera prestado atención… si yo no…
Elena acomodó la mano sobre los labios de Boher.
―Hay cosas que no puedes evitar ni con las manos más fuertes del mundo o el poder más intenso sobre tus hombros ―Elena se arrodilló frente a él, uniendo sus frentes, cerrando los ojos, transmitiéndole tanta paz que Boher sintió que un peso enorme se le quitaba de encima ―Demasiada carga sobre tu corazón te había debilitado amor mío, permíteme curarla para siempre.
Boher abrió los ojos, observando todos los detalles de su rostro, era tan hermosa desde el primer día que la conoció.
―Tu siempre supiste lo que hay que hacer con este corazón de cristal ―Sonrió, mientras pasaba sus dedos por su rostro, asegurándose de que era completamente real.
―Desde ahora, ya nunca será de cristal ―La mujer se puso de pie, estirando su mano hacia él.
Boher volteó hacia atrás, observando el bosque de colores a su espalda, aquel con un camino de ida y de regreso, pero todo era decisión de quien estaba listo para su destino. Se quedó un rato arrodillado, observando los troncos con sumo cuidado, mientras los recuerdos comenzaban a susurrarle al oído.
Sonrió.
Se puso de pie, tomando la mano de su amada con delicadeza, dirigiendo su mirada hacia delante.
―Vamos a casa ―Masculló el arcano mientras comenzaba a caminar, sintiendo que su cuerpo se hacía uno solo con el viento, el sol, las estrellas, las mariposas y el pasto conforme caminaban. Elena lo miró con una gran sonrisa.
―Las mariposas van a volver a emigrar pronto, ¿Iremos a verlas?
―Todos los días.