Hoko Sodza
Los Grises
Nuestro cuerpo es solo una frágil máscara de nuestra alma
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Post by Hoko Sodza on Feb 19, 2018 1:53:08 GMT
Hoko caminaba rápidamente por la Ciudadela con las manos ocupadas por una caja de jade adornada de pedazos de oro moldeado para que pareciera una serpiente rondando alrededor del filo. Revisó por tercera vez la nota que había encontrado en su herrería:
Centro de la Ciudadela, en la fuente más grande, medio día. Narelle Kafka.
Aquel día en la ciudadela se vivía una extraña armonía, donde los arcanos se encargaban de poner un ambiente alegre alrededor, la música sonaba con tonos que incitaban a los demás arcanos al baile, otros hablaban entre sí, mientras que unos pocos tan solo se sentaban para devorar con la mirada todas las cosas que había para hacer. Pocas veces había llegado a toparse con la mujer albina, recordando que, incluso había prometido invitarle algo de té. La extraña coincidencia levantó los ánimos de la Rackshasa, pues, quizás el mismo destino obligaba el encuentro de la serpiente una y otra vez hacia ella, ¿Por qué? Bueno, bien podría averiguarlo, que dos rocas se encuentren más de una vez en el desierto podría ser señal de buen augurio, podría pasar lo mismo con la mujercita serpiente.
Al menos la nota ya indicaba un lugar exacto, así evitarían algún malentendido. Hoko llegó al centro de la ciudad, donde las cosas resultaban ser más tranquilas, aunque la música de fondo aún era perceptible, mientras los arcanos rondaban de aquí para allá tratando sus propios asuntos, cuando encontró la fuente más grande del lugar, subió algunas escaleras, hasta que pudo sentir las gotitas de la brisa debido al movimiento del agua, de la cual, salía de varios canales puestos en los techos de las casas, bajando como diminutas cascadas hasta la construcción de piedra, la cual, servía como tuberías hacia distintas partes de la ciudad o para beber, ya que el agua siempre estaba de un color transparente y fresco. La Rackshasa llevaba ropas elegantes, muy diferentes a las que usualmente portaba consigo, llevando una armoniosa combinación de vestimenta persa y africana. Hoko se sentó en el escalón, manteniendo la caja de jade en sus manos, esperando la aparición de la mujercita en cualquier momento.
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Post by Narelle Kafka on Feb 25, 2018 19:02:40 GMT
La dicha se encontraba en ella, más aún recordando con suma felicidad la pequeña nota que le había sido dejada personalmente por un pequeño querubin. Un nombre familiar, eso fue lo que le hizo elevar el ánimo, pero saber que se trataba de la mujer tigre que últimamente había estado frecuentando por azares del destino le llenaba aún más de emoción. Se sentía agradecida, era tímida pero ansiaba y deseaba con fervor poder conocerle un poco más.
Centro se la Ciudadela, en la fuente más grande, medio día. Hoko Sodza.
La nota era clara, cosa que agradecía bastante la fémina, más sin embargo se sentía ligeramente nerviosa. ¿Hacia cuanto tiempo que no rondaba por aquellos lugares tan concurridos? Llevaba demasiado habitando en las zonas solitarias y libres, y con semejante tamaño temia molestar a alguien más con su enorme cuerpo albino. Un pequeño suspiro escapó de sus labios, pero antes de sentirse mal consigo misma por algo tan absurdo intentó animarse, debía afrontarlo con entusiasmo para no arruinar todo. Dio suaves palmaditas en sus mejillas y se puso en acción; no quería llegar a donde había sido "citada" con las manos vacías, era lo menos que podía hacer por quien ya consideraba una conocida.
A prisa, la naga rebuscó entre sus pertenencias de aquel paño que portaba en su cintura, y de este sacó su herbario. Hojeo unas cuántas páginas y sonrió ampliamente, ya tenía una idea de que podria llevar como presente. Serpenteo y avanzó a prisa entre las enormes plantas del lugar, aún tenía tiempo antes de que fuese medio día. Reunió unas pequeñas flores y plantas pequeñas, un poco de piedras pequeñas y otros cuantos minerales que lucían bien; una vez que tuvo todo reunido fue directo a la Ciudadela, desviandose directamente a un pequeño lugar. Un taller un tanto solitario pero pintoresco.
Ya casi era la hora, pero por suerte su pedido ya estaba listo. Salió de ahí con las cosas y rebuscó con la mirada en busca de suerte, vio a una mujer con varias telas en sus manos y sobre el suelo; Narelle se acercó a ella y consiguió un pequeño manto para envolver su presente. Ya no sabía que hora era, pero siguió avanzando por entre la gente del lugar, algo intimidada por sentir que le observaban. Miraba de un lado a otro, enfocando su atención a buscar una fuente grande o a la señorita Hoko.
Finalmente encontró la fuente pero no la vio a ella, se acercó a esta con algo de cuidado, sintió gustosa unas pequeñas gotas de agua sobre su piel desnuda y sin más, terminó enrollando su cuerpo para no importunar a quienes andaban por ahí. La albina sostuvo entre sus manos aquel paño y miró a la gente que se mantenía inmersa en sus propios asuntos, no fue hasta que se percató de un grupo de hombres que tocaban música al otro lado de la fuente. Instintivamente se movió y fue a donde ellos, sonriente al escuchar la música que se encontraban tocando; pese a estar ahí, rebuscaba a la contraria por los alrededores.
La mujer aprovechó el momento, no habria nada de malo. Con una sonrisa le solicitó al joven su intrumento, fácilmente se lo dio, cosa que a la naga le tomó por sorpresa. Con su cola de serpiente sostuvo el presente, cuidando de no romperlo por la fuerza que podía aplicar; y sin esperar demás, sostuvo con ambas manos la pequeña arpa que le había sido prestada. Sus dedos se movieron solos, y de entre sus labios salió su voz. Comenzó a tocar el arpa mientras que tarareaba suavemente, gustosa por la oportunidad mientras se unía a quienes tocaban anteriormente.
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Hoko Sodza
Los Grises
Nuestro cuerpo es solo una frágil máscara de nuestra alma
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Post by Hoko Sodza on Feb 28, 2018 23:44:24 GMT
Miró hacia el cielo para saber qué parte del día era con la posición del sol, era casi medio día. Hoko respiró hondo, mientras tanteaba los dedos por la caja, mirando a todos lados. Vendría, estaba segura. Estaba tan sumida en sus pensamientos que no se dio cuenta de que la naga había pasado detrás de ella, buscándola igualmente, recargó su codo en su pierna, atreviéndose a mirar a los arcanos que pasaban de aquí para allá, ya sea bailando sobre algún tapete o conversando entre sí.
Una tonada musical le distrajo de la multitud, haciendo voltear su cabeza hacia atrás, el canto que provenía bajo la fuente en conjunto con distintas voces que formaban un canto agradable, llamó la atención de la rackshasa, siempre le gustó la música, y a veces, si tenía suerte, los arcanos lograban fusionar una buena historia con una hermosa canción. Se puso de pie, mirando una última vez hacia atrás para estar segura de que Narelle aún no aparecía. Supuso que, quizás un rato de buena música haría de la espera un poco menos nerviosa.
Se acercó a los músicos mientras arreglaba la caja con sumo cuidado, estando segura de que no se había llegado a ensuciar. Cuando levantó la mirada, entonces la vio. Era imposible no reconocer el manto blanco que decoraba todo el cuerpo de la arcana en conjunto con la cola de serpiente que se movía con tranquilidad en el suelo al ritmo de la música, Hoko sonrió, mientras se acomodaba entre la multitud, disfrutando de la música y el canto que estaba en frente de ella, observó con curiosidad como la mujer movía los dedos entre las cuerdas de manera casi hipnotizante, y sintió esa presión en el pecho, de cuando veía algo ser tratado con el mismo cuidado pero intensidad de, cuando ella trabajaba en su herrería.
Cuando los músicos terminaron la primera balada, Hoko se atrevió a aplaudir de manera algo fuerte para que la naga se enterara de su presencia.
―¡Bravo! ―Gritó Hoko para ser escuchada aún entre el barullo de la gente que gritaba a su alrededor, pidiendo otra más.
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Post by Narelle Kafka on Mar 2, 2018 21:15:40 GMT
Tocaba gustosa aquella melodía, alegrandose de que a la gente le pudiese gustar. Una sonrisa bastante amplia y cálida se formaba con sus labios por dichosa oportunidad a encontrarse con esa felicidad que no creía merecer. Inmersa en ello, no se había percatado de la presencia de la ajena, no fue hasta que la música terminó y entre los aplausos pudo escuchar unos muy fuertes y animosos. La naga por ende, reaccionó al instante, dirigiendo su vista a quien festejaba con suma alegría. Sus mejillas se tornaron al instante de un color rojizo y sus hombros se levantaron por la sorpresa. Tímida le saludó con la mano, pero al ver que la demás gente quería una más no pudo negarse, esta vez se la dedicaría a su conocida. Sonrió gustosa y se agachó un poco a donde estaba el amable joven que le había prestado su intrumento; le susurró al oído con un pequeño plan y en cuestión de segundos, ambos sonrieron para llevarlo a cabo.
Primeramente se escuchó una guitarra, y luego, unas cuantas flautas. La naga por su parte, tocaba acompañando esta vez, y cada que hacia pausa, invitaba a los demas presentes del público a dar palmadas. Buscando un ritmo la naga tocaba y aplaudía, viendo de vez en vez a la señorita Hoko con una sonrisa dulce. El ritmo era bastante alegre, y sin hacerse esperar, la naga cantó gustosa, moviendo de vez en vez su cuerpo como si estuviese bailando.
En una pausa, mientras sonaba el solo de la guitarra, Narelle aprovechó y le pidió al mismo joven que sostuviese por un momento su presente. Una vez que el otro accedió alegre, la mujer albina se acercó a la rackshasa con una sonrisa animada y le tomó de las manos con suma confianza. Sin siquiera pedirle permiso la atrajo al centro del pequeño círculo que se había formado con una emoción notoria, una vez que ambas estuvieron ahí, la naga comenzó a aplaudir con un poco más de fuerza y alegría, moviendo su cuerpo e incentivando a su acompañante a también moverse, ambas bailando con dicha para festejar el regocijo del momento. El solo de la guitarra se había terminado, sin detenerse de tocar, las flautas sonaron nuevamente y Kafka de nueva cuenta alzó su voz, cantando con suma dicha la par que sus dedos tocaban el arpa. Los aplausos de la gente y al ambiente animaban todo, los músicos reían y sonreían por tal cosa que se estaba llevando a cabo, y Narelle, permanecía inmersa en el mometo tan feliz que buscaba pasar con Hoko.
Ambas bailaban, y otros cuantos arcanos se habían acercado temerosos al principio, pero desenvolviendose por la confianza que la albina les brindaba. Todos bailando hasta que la música parecía detenerse; la voz de Narelle se fue apagando al igual que la melodía, ya había terminado. Su respiración estaba algo agitada por tanta emoción, y una vez que el ruido se acabó, los aplausos se hicieron sonar en brevedad.
Narelle se sonrojó un poco y solamente agachó la cabeza algo apenada por ello. Entre aquel pequeño alboroto de felicidad, regresó a donde el joven y le devolvió su arpa. - Muchas gracias. - Le dijo, recibiendo a cambio su presente. Una vez hecho aquello, la mujer avanzó a donde su compañera y la miró algo apenada desde lejos. Casi a punto de llegar a donde ella, una mano sostuvo la suya, deteniendole al instante. La naga se sorprendió y se giró a verle, era el joven ofreciéndole un pequeño morralillo con unos mirvos; era lo que habían ganado en ese pequeño momento gracias a que ella había cantado. La mujer se negó al instante y solamente le sonrió, despidiéndose de este con una gentil sonrisa.
- ¡Ah! - Reaccionó nuevamente, y con cierta prisa llegó a donde esperaba la otra mujer, aprovechando que la gente parecía dispersarse. Le saludó desde donde estaba y una vez que se acercó más, le sonrió dulce. - Gracias por venir... N-no la había visto. - Murmuró apenada, pero luego de ello, la miró directo a los ojos, sujetando con su otra mano la de la ajena, notando como ambas llevaban algo. - ¡Estoy muy contenta por volver a vernos! - Le dijo, y sin esperar mucho le soltó para sujetar aquel presente envuelto en el manto. - Le he traído un pequeño presente, no es mucho, pero espero pueda aceptarlo y sea de su agrado...- Miraba con suma ilusión lo que traía en manos, y una vez dijo aquello, se lo ofreció a su acompañante, esperanzada a que lo aceptase.
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Hoko Sodza
Los Grises
Nuestro cuerpo es solo una frágil máscara de nuestra alma
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Post by Hoko Sodza on Mar 31, 2018 21:57:47 GMT
No dudó en ningún momento el empezar a aplaudir, con una sonrisa, incitó a que la gente siguiera el juego, comenzando a hacerlo más fuerte y gritando algunas palabras en uno de sus idiomas natales, mientras la gente comenzaba a tomarse de las manos y comenzar a dar vueltas unos con los otros, entre ellos, niños, adultos, y ancianos, entre uno que otro pasado de hidromiel para seguir bailando alrededor de los músicos. Hoko soltó una risilla hasta que de pronto sintió las manos pálidas rodearle las muñecas, iba a decir cualquier excusa, pero era demasiado tarde.
Se quedó parada unos segundos en medio de la multitud, pero al final se rindió, comenzando a mover los pies en conjunto con la música y los cantos. La Rackshasa se movió como un domador que buscaba hipnotizar a la serpiente, sus brazos se movían en constante armonía muy a pesar del cuerpo tosco que portaba la arcana. Dio algunos brincos mientras alentaba a los arcanos a su alrededor a seguir bailando. Mostró sus colmillos mientras soltaba algunas carcajadas, y acercándose al platito de donde dejaban caer las monedas para los músicos, lo pisó con fuerza, haciendo que los mirvos salieran volando hacia arriba, acomodó la punta en la superficie del plato y lo pateó hacia arriba, tomándolo con agilidad con su mano, atrapando cada una de las monedas que había en el aire, dando algunas vueltas, dejó el plato en su lugar, recibiendo los aplausos de la gente.
Jadeó, acercándose a Narelle mientras con un trapo se quitaba el sudor de la frente. ―Quien lo diría, tienes un buen gusto para la música, no sabía que podías cantar, quizá te contrate un día de estos ―Asintió con la cabeza mientras guardaba el trapo en uno de los bolsillos de su cinturón de cuero. Se quedó en un mortal silencio observando el regalo para ella en las pequeñas manos. ―No era necesario ―Exclamó con los ojos muy abiertos, tomando con sumo cuidado la envoltura, con miedo de romperla, se quedó un momento admirando solo el caparazón del regalo, y cuando estuvo a punto de abrirlo, agitó la cabeza.
―También he traído algo para ti ―Hoko se dio la vuelta, tomando la caja de jade entre sus manos, entregándosela a Narelle ―No se si sea tu estilo, pero… ¡Algún día te puede servir!
Dentro de la caja llena de grabados en jade, se mostraba una daga curveada de hierro puro, donde en el mango, una serpiente con las fauces abiertas parecía escupir el metal como veneno peligroso, una esmeralda funcionaba como el ojo y la empuñadura era de cuero color blanco, con un grabado hecho a mano que parecía dar la forma de escamas, el arma venía dentro de una funda hecha del mismo material, aunque de colores verdes y rosados al igual que sus ojos. Al lado, un collar de joyas brillaba ante el contacto del sol, con algunas incrustaciones de oro y piedras preciosas.
La mujer observaba a Narelle con cierta preocupación, rascándose la nuca mientras intentaba observar a otro lado.
―¿Te… te gusta?
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Post by Narelle Kafka on Apr 20, 2018 23:19:12 GMT
-Oh- Una pequeña y débil voz de sorpresa escapó ante tal comentario, le resultaba curioso que alguien le dijera tal cosa; no estaba acostumbrada de cualquier modo. Una pequeña risa surgió de entre sus labios y sólo negó suavemente con la cabeza. - Amo la música, donde solía vivir era muy normal ver mujeres haciendo espectáculos para hombres de alto poder, así que aprendí a escondidas... Pero seguramente me daría vergüenza.- Explicó curiosa, elevando ligeramente su rostro ante tal recuerdo tan peculiar. De cualquier modo, la naga esperaba un tanto ansiosa y curiosa a que la mujer tomase lo que había llevado, pero tales palabras le hicieron sorprenderse un poco; claro que era necesario, deseaba darle una muestra de su gratitud y afecto. Una sonrisa tierna se dibujó en sus labios al ver que la fémina tomaba con cuidado lo que le había llevado. Narelle la miró con interés y curiosidad, pero el movimiento de los cabellos ajenos ante tal sacudida le hizo juntar sus manos, algo dudosa. No fue hasta que la voz contraria le tomó por sorpresa con lo que le decía; por innercia sus ojos mostraron asombro y sorpresa, agachó un poco la cabeza por pena y sin más miró aquel presente que le era mencionado.
Una hermosa caja de Jade se mostró ante ella, dejándola sin palabras ni aliento; con cierta duda la mujer albina la tomó con sus pequeñas manos y la admiró unos cuantos momentos, ¿Realmente era para ella? ¿Lo merecía? Cuestionamientos burdos aparecieron en su cabeza, incluso más por las palabras anteriores. Se sentía sumamente afortunada pero apenada al mismo tiempo, el corazón parecía latir más de lo normal y sentía sus mejillas coloradas, estaba nerviosa. Con cuidado pasó sus dedos por los bordes de la misma, mirando con atención cada detalle que tenía esta y, una vez terminó de verlo, abrió con cuidado lo que le había sido entregado; mismo que le hizo llevar una mano cerca de su rostro por el asombro. Inevitablemente, pequeñas lágrimas escaparon de sus ojos bicolor en silencio.
No estaba triste ni mucho menos, eran demasiadas emociones que no podía manejar adecuadamente; se sentía agradecida por tal detalle que simplemente le parecía irreal. La naga cerró sus ojos un momento y una sonrisa se dibujó nuevamente al escuchar la pregunta nerviosa de su acompañante. Sin pensarlo demás, la fémina se acercó a la rakshasa y antes de que esta se negase o la viese moverse, actuó; en un movimiento imprevisto le abrazó con cuidado y ternura, pasando su rostro a lado del de la mujer que tenía al frente, sus brazos por encima de los hombros contrarios de modo que pudiesen servirle para ocultar también aquellas lágrimas tan inocentes. No respondió con palabras, la naga ocultaba su rostro y a modo de contestación asintió sin dejar de abrazar a la otra; no tenía ese costumbre, pues en su antiguo hogar era reprochable tal contacto, pero ya no estaba ahí, deseaba demostrarle cuán hermoso había sido para ella con tan sólo su tacto. Fueron breves momentos, la fémina reaccionó ante sus actos, quizá a la mujer tigre le incomodaria tal situación. A prisa se separó de ella, sujetando aún con cuidado la caja que le había llevado. Una muy leve risilla escapó dennotando dulzura y vergüenza al mismo tiempo. - Son hermosos...- Murmuró mientras limpiaba aquellas lágrimas innecesarias y, antes de retroceder por completo, la naga se atrevió a darle un beso en la mejilla a la otra, amable y gentil, cálido. - Muchas gracias...- Dijo como último, separándose ya de ella con cierta pena. - Bien, quizá ahora es su turno... - Balbuceó con nervios y una tierna sonrisa dibujada a la par que limpiaba sus mejillas aún ruborizadas. Después de aquello, rió ya un poco más tranquila, aún algo nerviosa por tal detalle e intentando hacer menos obvia tal situación, incentivó a la contraria a ver lo que le había llevado, no era mucho pero se sentía dichosa de poder hacerle tal obsequio. Esperó paciente, quizá la mujer lo abriría después; de cualquier modo, estaba expectante a siquiera ver su sonrisa nuevamente; pues aquel manto cubría lo que era un arreglo floral y un collar dentro de una caja de cristal. Flores de color claro, mismas que había revisado en su herbario para colocarlas recién cortadas, aquellas junto con unas cuántas hojas, mismas que servían de lecho para unas pequeñas pirámides de varios minerales, y un pequeño detalle extra, un pequeño collar que aquel dueño del taller había realizado para ella con lo que había juntado antes de partir. Quizá no sería mucho, pero estaba expectante a lo que ocurriría a lo largo del día, llevaba bastante tiempo en que no se tomaba la molestia de pasear por ciertos lugares por mero placer personal.
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Hoko Sodza
Los Grises
Nuestro cuerpo es solo una frágil máscara de nuestra alma
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Post by Hoko Sodza on May 28, 2018 20:54:45 GMT
¿Quizá era demasiado decorado? ¿No le gustarán las armas? ¿El jade sería demasiado pesado? Esas y otras preguntas embargaron la mente de la rackshasa, mientras observaba los gestos de la mujercita pálida frente a ella, por un momento se preocupó al verla llorar, y sintió un pequeño pinchazo en el estómago. “Si, creo que la daga no era necesaria” Se dijo a sí misma, ¡Sabía que no todos tomaban bien un objeto así como regalo! Estuvo a punto de decir algo cuando el movimiento de la mujercita le tomó por sorpresa, de un momento a otro ya tenía los brazos pálidos rodeándole el cuello, se quedó muy quieta por unos segundos, con los ojos muy abiertos. Tragó saliva, intentando buscar un lugar a dónde voltear. Su cuerpo pareció calmarse al instante cuando al fin escuchó que le había agradado el regalo. ―Oh ―Suspiró la mujer, sonriendo mientras pasaba su mano por su cabello, se quedó sumamente quieta al sentir el afecto de la naga, carraspeó, instintivamente frotando con su mano el área donde le había propiciado el beso, para su fortuna, debido al color de su piel el rubor no se notaba demasiado, llevó su mano a su boca, fingiendo que tosía. ―Me... alegra que te guste ―Dijo al final, mirando el par de ojos bicolores.
―¡Ah, sí! ―No negaba que ella estaba igual de ansiosa por abrir su obsequio, agachó un poco la cabeza, desenvolviendo con sumo cuidado la caja, observó el arreglo de flores, acariciando los pétalos con las yemas de sus dedos con suma lentitud, como si tuviera miedo de maltratarlas. No sabía cuidar flores, pero se las arreglaría para mantenerlas vivas por mucho tiempo, “Aquí en la ciudadela vivirían bien, en un lugar donde no les pegue el humo” A continuación tomó el collar con la boca abierta, acercándose lo suficiente para admirar los cristales dentro de él.
―Por Ganesh ―Masculló la mujer mientras tanteaba los dedos sobre el material ―Es precioso ―Lo agitó un poco solo para ver como los cristales se movían dentro. Sonriéndole de oreja a oreja a la mujer, mostrándole todos los dientes. ―No tengo demasiadas palabras para demostrar mi gratitud. ―Dijo, poniéndose el collar, acomodándolo con cuidado en su pecho. ―Pero puedo prometerte que cuidaré de tu obsequio por sobre todas mis armas. ―Aquello lo dijo completamente en serio.
―¿Te gustaría ir a pasear por la ciudad? ―Dijo mientras volvía a envolver el regalo en la manta para que no se maltratara. ―La ciudadela puede ser un lugar muy interesante.
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Post by Narelle Kafka on Jun 19, 2018 21:48:07 GMT
Tenía ambas manos juntas mientras esperaba por ver la reacción ajena, intentando no verse tan nerviosa por ello. Una vez que escuchó aquella voz diciendo "Por Ganesh" se quedó algo pensativa, ¿Y si no le había gustado? Tuvo muchas ideas en cuestión de segundos, pero al escucharle decir que era precioso se ruborizó aún más, y automáticamente una sonrisa amable apareció. La vio en silencio colocarse el collar, escuchó sus palabras y luego cerró sus ojos dedicándole un rostro muy feliz. - Que agradable es saber que le ha gustado. - Admitió mientras aferraba sus manos a la caja de jade, mirándola con dulzura.
Elevó el rostro en cuanto escuchó el ofrecimiento de la mujer tigre, y con una sonrisa asintió suavemente. - Ya lo creo...- Reafirmó sus palabras, recordando como habían tocado y bailado hace poco. Ante ello, una pequeña risilla dulce escapó de sus labios, y sin más, comenzó a avanzar por un lado de la mujer. - Nunca he paseado por la ciudad, mucho menos con la compañía de alguien. - Admitió con naturalidad mientras observaba al frente, recorriendo cada pequeño lugar sólo con su vista. - ¿Qué se suele hacer cuando sales con alguien? - Preguntó inocente y curiosa, esta vez mirando ya a la fémina, algo expectante por su respuesta; había tantas cosas que la naga no conocía y le causaban intriga, emoción. Quizá podrían hacer alguna de las actividades que pudiese mencionarle.
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