Post by Lydia Virat on Jul 10, 2018 3:37:37 GMT
La ciudadela tenía ese encanto: una variación enorme de colores, dadas por las flores además de sus aromas, por las frutas que estaban expuestas para que los clientes se acercarán con tan solo ver un claro color precioso uno que causaba la dicha de comprarla para poder saborearla con su familia o de manera individual. No había que quitar ni las fragancias de la comida recién horneada que salía por las ventanas o de la misma puerta abierta de la panadería. Las estructuras o las casas, tiendas o comercios cercanos a ellas. Tenía ese encanto la ciudadela, completamente acogedor. Miraba atenta a la ajena antes de tomar las riendas de su corcel, estaba anonadada, aquellos ojos dorados lo decían, más bien parecía querer gritar que su estado era extasiado con lo que podía ver.
– Pues si, una ciudad tan grande tiene sus costumbres y algunos hábitos, pero cada uno se puede amoldar. En este caso la ciudadela no tiene mis… expresiones tan cordiales. – comentó a sus palabras mientras podía ver como se acercaba a un comercio donde en la vidriera misma se podría ver un juego de unas tazas de porcelana con grabados y dibujos muy detallados y genuinos. Lydia se aproximó aún teniendo al corcel solo un poco para no interrumpir el paso y cederlo. Podía ver mejor lo que exponía dicho local y a pesar que eran preciosas para poseer… en ella no nacía esa necesidad, tal vez servir en ella un té o un café. Volvió al mundo para hablar mientras retomaba su camino.
– Suelo hacerlo cuando tengo el tiempo… Tengo que sacar a pasear y entrenar a Pride cada cierto tiempo, no me gusta verlo tanto tiempo encerrado en el establo. – Mencionó mientras llegaba al destino y atar el caballo y sacar la bolsita de Mirvos para pagar un adelanto. Una vez hecho todo aquello volvió a acercarse a la ajena. – ¿Quieres hacer un paseo antes de comer? O… ¿Al revés? – Preguntó curiosa de su respuesta. La resonancia de sus tacones en las piedras era agradable, un sonido delicado ya que la suela no era tan ruidosa como otras, además de pisar muy suave.
– Pues si, una ciudad tan grande tiene sus costumbres y algunos hábitos, pero cada uno se puede amoldar. En este caso la ciudadela no tiene mis… expresiones tan cordiales. – comentó a sus palabras mientras podía ver como se acercaba a un comercio donde en la vidriera misma se podría ver un juego de unas tazas de porcelana con grabados y dibujos muy detallados y genuinos. Lydia se aproximó aún teniendo al corcel solo un poco para no interrumpir el paso y cederlo. Podía ver mejor lo que exponía dicho local y a pesar que eran preciosas para poseer… en ella no nacía esa necesidad, tal vez servir en ella un té o un café. Volvió al mundo para hablar mientras retomaba su camino.
– Suelo hacerlo cuando tengo el tiempo… Tengo que sacar a pasear y entrenar a Pride cada cierto tiempo, no me gusta verlo tanto tiempo encerrado en el establo. – Mencionó mientras llegaba al destino y atar el caballo y sacar la bolsita de Mirvos para pagar un adelanto. Una vez hecho todo aquello volvió a acercarse a la ajena. – ¿Quieres hacer un paseo antes de comer? O… ¿Al revés? – Preguntó curiosa de su respuesta. La resonancia de sus tacones en las piedras era agradable, un sonido delicado ya que la suela no era tan ruidosa como otras, además de pisar muy suave.