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Post by Giselle Vladgun on Mar 3, 2018 4:53:11 GMT
Oscuros se teñían los vientos de otoño al pasar por la brisa terminal de la luz emitida por la luna. Roja como la sangre, cuando antes solía ser más blanca que los huesos, huesos que ella solía recolectar noche tras noche del cementerio, cuando su soberano desviaba la vista sin saber lo que llevaba a cabo a sus espaldas y de saberlo, el castigo habría sido ejemplar. Pero él había sido un alma triste, de lúgubre corazón y una inmaculada ansiedad por el vacío que suponía la vida. A veces Giselle intentaba adivinar hacia donde se encaminaban sus rumbos, pero como siempre, él era un misterio imposible de descifrar.
Su desaparición hundió a todo el templo bajo las sombras de la bruma. Ahora solo eran vestigios de un viejo reinado de cultivo de arte y cultura, desapareció sin dejar rastros cuando el regente de Reapergate se proclamó como nuevo soberano, forjando una alianza que había traído grandes cambios para la isla. Algunos pensaban que eso había llevado a Mirovia a un retroceso, pero el cambio siempre asustaba a las mentes pequeñas, no era su culpa, simplemente no podían entender como pensaban los emprendedores y las mentes innovadoras.
Giselle nunca se opuso al dominio del cruento vampiro, estaba acostumbrada a servir a los monarcas como consejera leal y a veces como hechicera; su conocimiento de los dominios oscuros y de la magia en general eran tan grande que incluso llegaba a levantar golems que protegían a la mítica ciudad de Kathuria, ahora olvidada en la historia como el antiguo reinado del otoño.
Ya habían pasado varios años desde su llegada a la isla de Mirovia, pero sus planes no habían cambiado ni un poco, su corazón no se ablandó como sus predicciones frente a las cartas del tarot y la fuente de la luna prometían, y cada día su ansiedad crecía más y más.
Por su tienda solo se escuchaban sus pasos por las escaleras al bajar, tacones altos imposibles de derribar aun cuando saltaba de rama en rama por el bosque, en busca de incautos de buenos sentimientos los cuales eran los mejores ingredientes que pudiera conseguir.
Ojos, piel, dientes, huesos, corazón, estomago, intestinos, cuernos, garras, pelaje, sangre.
Todo lo que buscaba se encontraba naturalmente en los arcanos que poblaban la isla, pero no todos le podían servir para sus fines. Al verse en el espejo, se encontró con un mechón rosado colgando de su frente.
-Vermont -Llamó a su secuaz- El día ha llegado...
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Post by Vermont Philomenss (R.I.P) on Mar 3, 2018 4:54:26 GMT
Nunca pensó que el día llegaría pronto. Estos iban y venían y él solo recibía orden tras orden de la recolección que parecía no tener un final. Vermont había perdido las esperanzas de un futuro que quizás no llegaria. Su mirada se tornó adusta y su sentido del humor llevaba años bajo tierra, sepultado como una lapida de antaño al igual que la antigua mansión Philomens. Ah, le traía recuerdos tan vividos como la cortesa de los árboles tan solo pensarlo por un instante. Las mareas de sangre que pintaron las paredes la fatidica noche en la cual toda su familia quedó envuelta en su locura y sed de justicia al enterarse del maligno culto del cual formaban parte.
¿Pero él era diferente de ellos ahora? claro que no. Tal como sus familiares sacrificaban Arcanos inocentes a cuerpo y alma por Black Stag, ahora era Vermont quien exterminaba a quien su maestra le pedía a cambio de la esperanza ferviente de traer de regreso a su hermana, Nevraska, quien desapareció cuando el fauno regresó, encontrando solo cenizas de lo que alguna vez fue una de las casas más respetadas de Mirovia.
Los plantíos quedaron desiertos de su casa noble después de la tragedia, una tragedia que curiosamente comenzó antes de que terminase la luna roja de hace ya tantos años. Más no había cabida para el remordimiento dentro de su ser. No ahora que el día del juicio había llegado para toda la isla.
Vermont empuñó su espadón y salió de la cabaña en el claro del bosque de los susurros. La luna roja todavía deslumbraba y la presencia del cambio los había alcanzado. No había vuelta atrás después de esto.
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Post by Giselle Vladgun on Mar 3, 2018 4:55:49 GMT
Echó su cabello hacia atrás, refulgiendo en bellos tonos de cereza y petalos primaverales que le recordaban epocas marcadas del ayer, días de gloria perpetua que pronto reencarnarían en la tierra marchita cuya maldición pensaba también erradicar. Sentía como fluía por sus venas el dulce despertar, sobre su piel el manto de carne y vida más allá del poder que fue cultivandose y curandose como un buen vino en una bodega. Sonrió complacida por su reflejo sin darse mucho tiempo de vislumbrar su propia belleza. No era una mujer muy vanidosa, pero si de gustos muy refinados cuyo hombre de gran porte había sembrado en ella, hace tantos ayeres...
Mientras bajaba por las escaleras, todas las cosas comenzaron a temblar con impaciencia, todos los ornamentos y trofeos de cacería, todos los tesoros y artefactos extraños que tapizaban cada centímetro de la pared en la torre de madera no dejaban de moverse a cada paso que daba como si un fuerte terremoto los hiciera sacudirse sin que se cayeran de su lugar. Volvió a sonreír, disfrutando de cada paso que dio con sus nuevos tacones por cada escalón, despacio, respirando el nuevo aire, incluso llegaba a preguntarse si su poder actual estaría a la altura de sus exigentes expectativas...Solo había una manera de saberlo.
-Servant -Conjuró apuntando su dedo hacia una de las paredes la cual estaba repleta hasta reventar por adornos diversos. A la orden de su palabra todo cayó de su lugar, levitando despacio y armándose frente a ella como un golem cuya cabeza era la de un ciervo que fue hábilmente cazado por un Bounty hunter hacía ya años. El golem rugió con fuerza, escuchándose hacia el exterior y extendiendo su brazo hacia la escalera. Giselle caminó sobre el cuerpo de su nuevo juguete y bajó así hasta el primer piso, saliendo por la puerta y contemplando la luna roja por última vez.
-Espero que Mirovia haya disfrutado de tu brillo -Porque sus planes abarcaban toda la isla en general. Su mirada lasciva se paseaba por toda la arboleda donde un mar de bestias de ceniza se reunieron a las faldas de los troncos secos, a la espera de que ella llegase a salir.
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Post by Vermont Philomenss (R.I.P) on Mar 3, 2018 4:57:08 GMT
No tardaron mucho en aparecer las bestias, en cuanto ella apareció por la puerta. Vermont ni siquiera necesitó moverse de su lugar, solo desvió la mirada al suelo para escuchar solo lamentos y rugidos de agonía de un montón de criaturas que se calcinaban de adentro hacia afuera con una sola mirada a los ojos policromáticos de Giselle. En cuestión de solo minutos no quedaba ni un alma alrededor, solo ellos dos, el golem y montones de brazas ardientes que se iban apagando a medida que la oscuridad se las volvía a tragar.
-Parece que también hacerlas estallar funciona -Comentó el fauno.
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Post by Giselle Vladgun on Mar 3, 2018 4:57:54 GMT
-Solo si estallan de adentro para afuera -Dijo la dama riendo por lo bajo con malicia, encontrando gracia en los actos atroces que acababa de cometer y los otros que llevaría a cabo más adelante- ¿Crees que sería muy arriesgado llevarlo a cabo en este lugar?.
A su alrededor podría levantar sospechas, pues aún con toda la población de la isla escondida por el brillo carmesí del astro madre, quedaban algunos que no obedecían las reglas y solían rondar por ahí, sin preocuparse de quien pudiera codiciar sus vidas, como ella.
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Post by Vermont Philomenss (R.I.P) on Mar 3, 2018 4:58:51 GMT
-No prefiere esperar a que la luna roja termine? -Inquirió Vermont que ciertamente estaba indiferente ante el asunto. Quizás un poco emocionado, pero estaba al tanto de como finalizaría todo eso, por esa razón no mostraba el debido entusiasmo, después de todo aún quedaba algo de humildad en su corazón, al menos la suficiente para mostrar compasión por los más débiles, los que de verdad no merecían el triste destino que su maestra les tenía preparado a todos. Pero se consolaba a si mismo repitiendo "Ya no hay nada que puedas hacer...Ya todo esta en su lugar".
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Post by Giselle Vladgun on Mar 3, 2018 5:00:23 GMT
Suavemente sus brazos formaron un circulo, y del centro se formó un espejo. Su grimorio la acompañaba todo el tiempo, cambiando automáticamente a la página que necesitase en ese instante. El espejo flotó y ella comenzó a pasar las páginas con tan solo mover su mano sobre el libro.
-Cuantos hechizos recolectados en tantos años perdidos... -Hablaba a su secuaz y a si misma, a su yo de ayer que apenas podía recordar en su nuevo aspecto. El cabello multicolor que tanto había detestado finalmente fue borrado, después de siglos de espera pudo recuperar el bello tono con el que había nacido. Un color que el mismo rey dragón llamó "La bendición de Kathuria".
Una vez encontró el hechizo correcto, plasmó un brillo de vivos tonos en su mano y lo transmitió al espejo.
-Divulge -Y a su voz, el espejo se multiplicó, mostrando en sus superficies los diversos eventos que sucedían en la isla. Al solo echar una mirada, hizo un sonido de disgusto chasqueando la lengua con los dientes. Pues un enorme ser de oscuridad se había alzado en Draconia, el mismo dragón que provocaba emisiones de gas venenoso de vez en cuando ahora plagaba la isla entera con su pútrido aliento de pesadilla.
-Nada que no se pueda arreglar -Las páginas pasaron una tras otra y al detenerse las letras grabadas brillaron nuevamente al escuchar la voz de Giselle- Adviento! -Conjuró con fuerza, desatando una fuerte brisa con la compañía de perfumados pétalos que alejaron el humo. El viento trazó su camino por todo el bosque, trepando por las ramas y los troncos, llevándose con él a las criaturas de la ceniza que chillaban en agonía al ser atravesados por las caricias del viento limpio.
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Post by Vermont Philomenss (R.I.P) on Mar 3, 2018 5:01:04 GMT
Vermont respiró profundamente. El aroma del viento nunca se había sentido tan bien. Llenó sus pulmones hasta que su nariz ardió en esa turbulenta noche de espantos. Pero sabía que más allá de la luna, el sol continuaba brillando para todo el mundo, su falta de sueño era la prueba, pero lo que más llamaba su atención era el poder de su maestra que ahora que había despertado no parecía conocer algún límite. Crear un golem sin esfuerzo, mostrar todo lo que ocurría en la isla con un simple espejo hecho de la nada y ahora barrer con las impuresas del bosque con una rafaga de vientos encantados de gentil perfume. Era difícil creer que tanto poder residiera dentro de una Hidra. Pero ahora ya no podía reconocerla, estaba tan diferente a como la conoció que dudaba si se trataba de la misma persona.
Ambos se habían conocido en situaciones fortuitas. Vermont vagaba por Mirovia, de trabajo en trabajo sin un objetivo específico más que buscar al único familiar que le quedaba, y después de tantos años todavía no había podido encontrar un solo rastro de ella. Fue en ese momento que Giselle lo encontró y le ofreció abrirle las puertas para que sus sueños encontrasen su realidad. Al principio, Vermont se tornó reacio a todo lo que decía la enigmatica mujer, pero conforme pasaba el tiempo, los misterios que la envolvían se hacían más y más atrayentes en cada oportunidad en la que de manera casi emblematica se encontraban.
Huyó varias veces de su destino, pero Giselle siempre terminaba encontrandolo por mera casualidad, en cualquier sitio a donde fuese, ella ahí estaba, dispuesta todavía a insistir en su invitación. Finalmente Vermont acabó aceptando a regañadientes. Los trabajos habían comenzado como algo simple: cuernos, escamas, melena de dragón de diversos tipos, todo sin hacer daño alguno. Después se fueron intensificando, excavando antiguas tumbas y sacando los cadaveres añejos de sus camaras, profanando en más de una ocasión el lugar de descanso eterno de esas desafortunadas almas. Finalmente, acabó matando a inocentes por conseguir sus restos.
No importaba en que momento o lugar, él recibía una lista con los pendientes que debía seguir, y cuando los realizaba, se llevaba una jugosa recompensa del mercado negro que lo hacía sentir cada vez más sucio. Era dinero ilícito del mismo tipo que su familia conseguía y Vermont se lo había reclamado a Giselle en más de una ocasión. Más la dama siempre conseguía engatusarlo para que se mantuviera con esa cantidad que cada vez crecía más y más. Pero al Fauno nunca le llamaron la atención las riquezas, ni las mujeres, ni los hombres, las armas, las sustancias, los manjares, los terrenos... Nada se comparaba a la añoranza de volver a ver a Nevraska otra vez.
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Post by Vermont Philomenss (R.I.P) on Mar 3, 2018 5:07:23 GMT
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Post by Giselle Vladgun on Mar 3, 2018 5:09:58 GMT
De manera esplendida toda la suciedad que impregnaba el aire desapareció sin dejar rastros. Su poder embarnecía a cada momento y ella podía sentirlo: Siglos de magia antigua encerrados entre tantas páginas. El momento había llegado, lo había decidido, en ese momento y en ese lugar llevaría a cabo la ceremonia.
-Trae los materiales! -Ordenó a su secuaz, sumida en una emoción por haber desplegado tan poderoso hechizo hace unos momentos. Se apretó los brazos, gozando en si misma la fuerza de su poder que le brotaba hasta por los poros, una sensación casi embriagante que se podía percibir en el aire. En los espejos podía ver que su hechizo únicamente había afectado el bosque de los susurros, pero con eso bastaba, no deseaba que toda la isla se percatase y sus preparativos fueran blanco del ojo público donde la resistencia o los invictos llegasen a colarse en su fiesta privada.
-Vamos Vermont! no tengo toda la noche! -Exclamó en voz alta casi en suplica por la sucesión de los eventos. El golem no se quedó fuera de partido, pues caminó desde la torre hasta el centro del claro del bosque, donde se desarmó mostrando su centro: Un enorme caldero donde un elefante fácilmente se podría bañar. De forma presurosa, Giselle centro su poder en sus manos y lanzó su hechizo "Servant" a la misma torre, donde los objetos comenzaron a salir en fila hacia ella.
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