Post by Sirophas Faehra on Apr 6, 2018 4:45:30 GMT
Silencio. Crujido. El gateo de las orugas, la suave y tétrica escena. Jadeo.
La mujer de largos cabellos blanquecinos admiraba a la figura femenina que se encontraba luchando contra su cola escamosa. Elevó la mano a la altura de las cejas y afiló los párpados dejando una pequeño horizonte para mirar a la lejanía. Una risita se escapó de los labios para acto seguido ver al enorme caballo parado ahí, mirándola como si la juzgara o tuviera las ansias de darle con los cascos en el estómago o peor aún, en la cara. De alguna forma u otra le era despreciable, y aumentó sus ganas de gritonear y arañar el cuerpo del corcel cuando había bufado. Pero al final tomaba la situación distinta, dejando que su ceño se hunda y le mostraba aquella hilera de dientes filosos, uno tras otro parecía que no había ninguna excepción.
-No me mires así~ Tu dueña es una idiota. - musitó con un tono grueso y enojado para avanzar un poco saliendo de la oscuridad de la cueva. El sonido de un cuerpo pesado siendo arrastrado en la tierra, la ropa tomaba el tono de la tierra húmeda, ese olor tan conocido y extrañamente nutritivo. Era esperar pero ¿Hasta cuánto debía esperar? Sirophas no era alguien que se detuviera por tanto tiempo a esperar que alguien caiga del cielo para llevarse lejos aquella muchacha. Por sí misma, la ahogaría, la asfixiaría cual boa a su presa, sin piedad sin miedo a quebrar cada sector de su cuerpo. Era casi imposible, pero su cola y la condición con la cual se encontraba era favorable, estaba débil. El cuerpo de la Valquiria estaba totalmente desnutrido, ni las mismas plantas terminarían de utilizar cada nutriente que residiera en aquel pequeño y minúsculo cuerpo, no estarían satisfechas, sentirían un repelús y solo la cubrirían con raíces y yerba mala para ocultarla y que su cuerpo desapareciera de toda la isla. Aun así, la cockatrice estaba interesada en algo, en aquellas piedras preciosas que, a pesar que era imposible ubicar si había aun allí un rastro de vida, la piel bajo los parpados se encontraba oscurecida. La incapacidad de dormir como si cierto insomnio decidió aparecer en aquel cuerpo de la joven sirvienta que aun se mantenía viva. Respiraba.
Si, respiraba; luchaba, se retorcía, se quejaba ante un fuerte dolor en su torso. El ratón intentando escaparse de la pitón hambrienta. Silencio, aves volaron y los árboles llamaron la atención de la mujer.-Está cerca... lo presiento.- murmuró la mujer de piel oliva casi asemejándose al color del barro. Su cuerpo estaba completamente al aire libre, pero tan solo llevaba una capa larga que caía ocultando su cuerpo pero tan solo llegaba hasta las rodillas, consiguiendo dejar a la exposición la pierna izquierda de la masacre que le habían hecho los humanos.
Susurros, voces lejanas cual eco, se iban presentando... "Sirophas" Se volteo rápidamente con los ojos abiertos mirando hacia la cueva… solo el caballo y la oscuridad… una densa terrible y espantosa la cual la había llamado. Miró hacia el bosque oscuro, las ramas oscuras que parecían garras que rebatarían tu alma en cualquier segundo... las voces suavemente resonaban pero se iban apagando hasta desaparecer.
Tan solo quedo un silencio de sepulcro, uno que avanzaba.
La mujer de largos cabellos blanquecinos admiraba a la figura femenina que se encontraba luchando contra su cola escamosa. Elevó la mano a la altura de las cejas y afiló los párpados dejando una pequeño horizonte para mirar a la lejanía. Una risita se escapó de los labios para acto seguido ver al enorme caballo parado ahí, mirándola como si la juzgara o tuviera las ansias de darle con los cascos en el estómago o peor aún, en la cara. De alguna forma u otra le era despreciable, y aumentó sus ganas de gritonear y arañar el cuerpo del corcel cuando había bufado. Pero al final tomaba la situación distinta, dejando que su ceño se hunda y le mostraba aquella hilera de dientes filosos, uno tras otro parecía que no había ninguna excepción.
-No me mires así~ Tu dueña es una idiota. - musitó con un tono grueso y enojado para avanzar un poco saliendo de la oscuridad de la cueva. El sonido de un cuerpo pesado siendo arrastrado en la tierra, la ropa tomaba el tono de la tierra húmeda, ese olor tan conocido y extrañamente nutritivo. Era esperar pero ¿Hasta cuánto debía esperar? Sirophas no era alguien que se detuviera por tanto tiempo a esperar que alguien caiga del cielo para llevarse lejos aquella muchacha. Por sí misma, la ahogaría, la asfixiaría cual boa a su presa, sin piedad sin miedo a quebrar cada sector de su cuerpo. Era casi imposible, pero su cola y la condición con la cual se encontraba era favorable, estaba débil. El cuerpo de la Valquiria estaba totalmente desnutrido, ni las mismas plantas terminarían de utilizar cada nutriente que residiera en aquel pequeño y minúsculo cuerpo, no estarían satisfechas, sentirían un repelús y solo la cubrirían con raíces y yerba mala para ocultarla y que su cuerpo desapareciera de toda la isla. Aun así, la cockatrice estaba interesada en algo, en aquellas piedras preciosas que, a pesar que era imposible ubicar si había aun allí un rastro de vida, la piel bajo los parpados se encontraba oscurecida. La incapacidad de dormir como si cierto insomnio decidió aparecer en aquel cuerpo de la joven sirvienta que aun se mantenía viva. Respiraba.
Si, respiraba; luchaba, se retorcía, se quejaba ante un fuerte dolor en su torso. El ratón intentando escaparse de la pitón hambrienta. Silencio, aves volaron y los árboles llamaron la atención de la mujer.-Está cerca... lo presiento.- murmuró la mujer de piel oliva casi asemejándose al color del barro. Su cuerpo estaba completamente al aire libre, pero tan solo llevaba una capa larga que caía ocultando su cuerpo pero tan solo llegaba hasta las rodillas, consiguiendo dejar a la exposición la pierna izquierda de la masacre que le habían hecho los humanos.
Susurros, voces lejanas cual eco, se iban presentando... "Sirophas" Se volteo rápidamente con los ojos abiertos mirando hacia la cueva… solo el caballo y la oscuridad… una densa terrible y espantosa la cual la había llamado. Miró hacia el bosque oscuro, las ramas oscuras que parecían garras que rebatarían tu alma en cualquier segundo... las voces suavemente resonaban pero se iban apagando hasta desaparecer.
Tan solo quedo un silencio de sepulcro, uno que avanzaba.