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Post by Azarel Mstislav on Jun 10, 2018 20:11:56 GMT
Hace más de 200 años atrás.
La primavera había llegado a Novgorod, y eso todo el reino lo sabía con alegría, las plantas crecían de manera extravagante, a su alrededor el bosque parecía respirar un nuevo aire después de un largo y crudo invierno, los diferentes humanos y arcanos trabajaban entre sí para hacer crecer la ciudad de una manera especial, las carretas ya estaban preparadas de nuevos granos y semillas para los cultivos y la gente salía más a menudo a cazar o a pescar, los barcos vikingos en el famoso río Volkohv zarpaban con nuevos intercambios, objetos preciosos y sustentos para la gran ciudad de Novgorod, en ese tiempo, reinada por Mstislav I, un zar conocido por su destreza, su ferocidad en batalla pero su gratitud y cuidado hacia su gente.
La ciudad destallaba en colores y olores distintos como todas las mañanas, algunos seres no evitaban ponerse en la plaza principal para hacer de su música con el suave pero tentador sonido del Gudok o del divertido sonido de la Balalaika, mientras, hombres y mujeres vestidos de preciosas prendas de colores rojos, negros, azules, grises y dorados bailaban a su alrededor, esperando un cultivo próspero y un verano cálido. El bosque no era muy distinto, pues los animales decidían salir a observar el lugar con expectativas de conseguir una pareja para procrear, andar libres por todas las áreas, estirando las patas después de largos meses de andarse con cuidado y las plantas buscaban la luz del sol y el agua de las profundidades de la tierra con sus raíces. Era una infinidad de colores frescos, y hermosos.
Una flecha chifló entre las hojas mas bajas de los árboles hasta que dio en un tronco el cual ya parecía tener varias marcas hechas por el mismo material.
—No esperabas eso —Un niño se escabullía entre los arbustos cercanos, con una gran sonrisa en el rostro. Azarel Mstislav era un jovencito con una energía casi imparable, tenía un suave cabello castaño, ojos tan azules como un cielo despejado, piel blanca y rosada ahora sucia por andar tanto tiempo arrastrándose por el bosque, y prendas frescas, acompañado siempre de sus botas negras, en especial cuando iba a jugar. Saltando a un pequeño río tranquilo que llevaba a varios claros cercanos, solo para seguir su cauce, se asomó por una piedra alta hacia unas ranas que se mantenían tan solo quietas en algunas hojas sobre el río. Mstislav se acostó sobre la roca hasta que la punta de sus pies sobresalieron de ésta, mojándose con el agua fresca del río, mientras que, con su mano tomaba fuertemente el arco de madera hecho a su medida.
—Si yo fuera una rana no me quedaría sentadota ahí todo el día —Agregó el niño, mientras acercaba la punta del arco a la hojita para mover a la rana de su lugar y que saltara hacia el agua para que nadara. Se puso de pie, pasando las piedras para llegar al otro lado y quitando la flecha de su lugar, y guardándola en un pequeño carcaj que colgaba en su espalda, siguió caminando por el bosque, pisando algunas hojitas secas, pasando sus dedos por las hojas húmedas por el rocío.
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Post by Ivka Lawson on Jun 10, 2018 21:42:56 GMT
El olor suave de la nuez moscada escapando por la ventana; una señal clara de que la estación había cambiado y su madre se preparaba para la llegada de su esposo, el padre. Si, con cada inicio de estación había un recibimiento diferente, un aroma distinto, una sensación cálida y placentera, un nuevo día. Una oportunidad más de ver el hermoso color verde de las hojas.
Pequeños pies descalzos rondaban por entre las piedras de la ciudad, era diferente a sentir la tierra y el pasto pero no era incómodo. Corría, corría entre los callejones y miraba con aquellos ojos color aqua cada ventana abierta que había, admirando las flores que colgaban de entre las casas de la Ciudadela y jactandose de los colores que adornaban en alegoría a la bella temporada. Vestidos y prendas más vistosas que las que él portaba relucian entre bailes y festejos, hombres trayendo nuevos productos, y él, únicamente corria para buscar aquel puesto que le venderia unas cuantas manzanas para su madre. Un pequeño saco le fue entregado a cambio de unas cuantas monedas y unas prendas cosidas perfectamente; una sonrisa se dibujó en su rostro cuando el vendedor le devolvió con gusto el gesto, una sonrisa debajo de un bigote. Curioso.
El pequeño regresó a casa, atravesando diferentes rutas que había aprendido, admirando nuevos adornos que antes no había visto, deslumbrado por el sol pero feliz de ver a los arcanos conviviendo con aquellos que eran llamados "humanos". Si, todo era tranquilo, al igual que sus pasos lentos adentrándose poco a poco al bosque; la suavidad de la tierra volvía a sus pies, ensuciandolos más de lo que ya estaban, ocultando pequeñas marcas con polvo. El ruido de lo que parecía ser un Festival en la ciudad se desvanecia y era sutilmente reemplazado por un gratificante silencio, acompañado del resonar de las aves y las hojas bailando al compás de la brisa templada. Sus manos se apoyaban en los árboles cuando escalaba, sujetaba con los dientes el pequeños saco de manzanas cuando tenía que cruzar áreas que requerían sus manos y pies, pero reía, pues para él era como una mini aventura nueva pese a que lo hacía cada quinto día. Él no supo cuando tiempo pasó exactamente pero había regresado a su hogar, una pequeña casa oculta entre árboles, apartada de todo y todos, solitaria pero acogedora. Corrió a prisa, siendo recibido por su madre con una cálida sonrisa al verlo llegar a salvo con lo que había pedido, Lawson entregó el saco y se despidió de ella, iría a jugar un rato. Ella aceptó pero con la promesa de que se cuidaria, después de todo, vivían cerca de los alrededores y era un poco peligroso.
Un niño como él no sabía bien lo que era peligroso o no, pero sabía que no debía preocupar a nadie. Sin más, aceptó, pero en su atrevimiento buscó un momento oportuno para tomar una de las manzanas y salir corriendo de ahí cuanto antes, su madre por supuesto lo noto y le gritó desde lejos, pero no podría enojarse con él.
Él se rió al ver que se había salido con la suya y sin dudarlo demasiado corrió al bosque con la manzana entre los dientes, saltando entre las rocas y árboles, trepando las ramas para ver por encima si algún animal aparecía, asustando a las aves que reposaban entre las hojas. Comía y caminaba, saltando por las piedras más grandes para mantener el equilibrio, jugando. Pero un ruido le hizo reaccionar, unas hojas parecían resonar cerca; le pareció raro pero curioso, no era común escuchar pisadas tan de cerca. Se puso alerta y dejó caer el corazón de la manzana al suelo, se ocultó entre las hojas de un arbusto y comenzó a buscar con la mirada que o quien lo provocaba... Pero fue un niño, eso fue lo que vio. Dudó por un momento y optó por irse, él tenía algo en su espalda que no reconocía. Avanzó discreto por entre las hojas pero una rama se interpuso en sus pisadas, pensó que no sería nada pero de igual forma corrió por si las dudas, atravesando ya bruscamente el río hasta terminar detrás de otro arbusto diferente más lejos de ahí, escapó pero con una sonrisa ladina dibujada en sus labios.
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Post by Azarel Mstislav on Jun 19, 2018 22:21:34 GMT
Se mantuvo un momento moviendo los pies con una sonrisa, mirando el agua cristalina pasar entre sus dedos. Su padre siempre le decía que había algo más importante que estudiar y prepararse, y eso era conocer la ciudad en la que vivías, saber qué maravillas guardaba entre sus paredes y su gente, pero a Azarel siempre le gustó el bosque, se sentía uno con él, como si respiraran al mismo tiempo, el aire era fresco, los ruidos se limitaban a ser los pájaros trinando, el río contra las rocas y algunos zumbidos de insectos, pero a él le gustaba, incapaz de poder cambiarlo con algo más que eso.
Escuchó un crujido que lo sacó de sus pensamientos, levantando la cabeza, se puso de rodillas en la piedra, mirando a su alrededor con los ojos muy abiertos. A pesar de que el bosque era un lugar hermoso, uno nunca debía de perderle el respeto, pues no solamente aves e insectos vivían allí. Azarel saltó las piedras, inflando el pecho valiente a pesar de que le temblaran las rodillas, tomando el arco entre sus manos, avanzó paso por paso hacia los arbustos, pisando algo que se exprimió bajo la suela, dio un brinco hacia atrás, observando lo que quedaba de una manzana, la movió con el arco y arqueó una ceja.
—¿Hola? —Gritó, volteando hacia atrás —No te quiero lastimar —Tomó el pequeño carcaj que colgaba en su espalda, sacando un saquito con varias galletas saladas —Si comes manzanas significa que no me comerás a mí y eso está bien —Azarel tomó una galleta. Al escuchar el segundo movimiento de los arbustos, se volteó de pronto, mordiéndose la lengua, sonriendo para sus adentros, se acercó al arbusto estirando la mano lentamente con la galleta.
—Vamos... —Susurró, dejando la galleta en el suelo, acercándola a los arbustos mientras se acostaba sobre el pasto. Pensando encontrarse con un ciervo, un ratón, un conejo o incluso un perro, le gustaría tener un perro, aunque tendría que esconderlo en su habitación. Ya se las arreglaría. Espero ansioso, pero no se atrevió a moverse, respirando lentamente para no asustarlo.
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Post by Ivka Lawson on Jun 21, 2018 6:38:37 GMT
El joven se asomaba curioso por entre los pequeños huecos de las hojas de los arbustos, apoyando sus manos en la tierra y apegandose apenas a este para intentar no caer erróneamente. Escuchó su voz y sus palabras amables, dudó pese a que sabía que no representaba mucho peligro, al menos no como los demás niños de aquella ciudad.
Por un momento el pequeño pensó en asustarlo, pero no lo hizo, pues antes de siquiera sacar una conclusión final; algo llamó su atención, un saco con galletas. Por un momento flaqueo y volvió a hacer ruido en el arbusto, agachandose y agazapandose aún más por inercia a ser descubierto. Rió en voz baja, pues era como un juego algo raro, pero le parecía divertido pese a que el otro niño no supiera que se trataba de él. Para su sorpresa, aquel extraño comenzó a acercar la galleta, justo al frente de su rostro y de sus manos; estaba tan cerca que Lawson por poco la tomaba, pero en cuestión de segundos esa oportunidad se esfumó por completo, el ajeno la había colocado en el suelo, ya no podría comerla. Un gesto de desagrado y molestia se dibujó en su pequeño rostro, pensó que era algo injusto y cruel haber hecho algo como ello, pues era como desperdiciar comida, pues su madre le había dicho cuán malo era comer cosas sucias.
Se cruzó de brazos y reconsideró que hacer, hasta que reaccionó por completo, ¿Por qué aún seguía escondiéndose si no corría peligro? Lo tomó como algo gracioso y a la brevedad, en un sólo movimiento, saltó lo más alto que pudo y cayó sin considerarlo demasiado sobre el ajeno, quien reposaba recostado sobre el pasto esperando algún animalillo salvaje. Justo después de ello se dejó caer con suavidad por un lado, tomando cierta distancia de él. Se sintió todo un triunfador al haber aterrizado correctamente, pero debido a tal acto imprudente, le había dado un golpe al otro, pero le tomó poca importancia a pesar de que había sido algo grosero, quizá. Únicamente apoyó sus manos sobre sus rodillas y lo miró con un gesto serio, denotando también cierta curiosidad.
- Si quisiera podría comerte. - Murmuró, para luego reír dulcemente ante ello, bromeando al respecto. Una vez dicho aquello, Lawson se puso cómodo y miró con un semblante calmado pero alegre al otro. - Nunca te había visto por aquí, ¿Cómo te llamas? - Preguntó curioso mientras cruzaba sus piernas y ocultaba un poco las pequeñas vendas que cubrían estas, aferrando con cierta fuerza sus manos también vendadas a las rodillas que dejaban ver pequeños raspones.
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Post by Azarel Mstislav on Jul 2, 2018 22:04:34 GMT
Se mantuvo así por un rato, moviendo los pies, esperando pacientemente, su padre siempre le había enseñado que, cuando uno iba a cazar debía de seguir a la criatura hasta que estuviera en un punto de tranquilidad y entonces atestabas la flecha. ¿Funcionaría igual cuando buscabas un amigo? Estuvo a punto de acercarse a los arbustos por curiosidad cuando escuchó el movimiento de las hojas, hizo ademán de levantarse, pero un terrible dolor le quitó el aire proveniente de la espalda, como si algo le hubiese caído encima, tomó sus rodillas mientras las apretaba contra su pecho, poniéndose de lado, cerrando los ojos con un gesto de dolor mientras aguantaba las lágrimas.
Cuando abrió los ojos, al ver a ese niño tan tranquilo sentado en frente de él, dio un brinco hacia atrás, incorporándose rápidamente.
—¡Eras tú todo este tiempo! —No iba a decir que estaba algo decepcionado de que no fuera un perrito, pero le llamó mucho la atención de que otro niño andaba en el bosque como él —Me llamo Azarel —Se acomodó en el suelo, entrelazando sus piernas mientras agarraba sus tobillos con sus pequeñas manos. —¿Y tú? —Una sonrisa se formó en sus labios, acercándose de a poco, quedándose a una distancia segura para no incomodarlo.
—Espera, no… ¿No me vas a comer, verdad? —Dijo esto último frunciendo el ceño, mirándolo fijamente con aquellos ojos azules.
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Post by Ivka Lawson on Jul 4, 2018 7:07:36 GMT
El pequeño niño esperaba por un respuesta, mientras que sus ojos miraban al ajeno con suma curiosidad e interés; no lo recordaba de ningún lado, y aquellas prendas parecían ser diferentes a las que los demás niños usaban en la ciudad, aunque lucían similares en el diseño. Al final, se sorprendió por tal reacción contraria, "¡Eras tú todo este tiempo!", eso le había dicho él... ¿A que se refería exactamente? Lawson lo consideró bastante mientras cerraba sus ojos y se cruzaba de brazos, pero antes de poder hablar nuevamente, la voz del castaño finalmente dio a conocer su nombre. - Azarel...- Murmuró Ivka mientras se relajaba un poco y prestaba atención a los movimientos que llevaba a cabo el otro niño, instintivamente al escucharlo pensó en que era un buen nombre. Sus pensamientos fueron aturdidos al escuchar la pregunta que le fue dirigida, y más aún al ver cómo aquel se acercaba un poco. El cuerpo del pequeño dragón se tensó ligeramente y por inercia su mano se recargó en el suelo; como una señal de querer retroceder para huir rápidamente. Pero se contuvo, aquel niño era diferente, le había preguntado amablemente con esa sonrisa que parecía sincera. Tragó en seco y simplemente se acomodó en el pasto, como si aquel gesto por su parte no hubiese ocurrido.
El amphitere estaba a punto de responder, pero antes de poder hacerlo otra pregunta fue lanzada para el, ahora con un gesto más curioso por parte del mayor. Ivka se quedó callado, más que nada por la pregunta tan graciosa, pero lo pensó seriamente; el joven llevó su mano a su mentón y cerró sus ojos, pensativo. - Hmmmm- Pensó en voz alta, ladeando un poco su cabeza. - Tal vez...- Masculló para luego dejar ver una sonrisa ladina; y justo después de ello, el pequeño niño se levantó de golpe y asustó al ajeno mientras que se le iba encima con una sonrisa dibujada. El albino olvidó por completo decir su nombre, y antes de rodar por sobre la tierra y pasto con el otro, solamente se rió con el, era un juego inocente con alguien nuevo. Fue un momento bastante corto, pues a la brevedad se separó de él y se levantó mientras sacudia sus prendas y sus cabellos, quitándose las hojitas que se habían atorado por el ataque sorpresa. Lawson rió con dulzura mientras lo hacía, y cuando estuvo listo se aproximó a el con una sonrisa confiable y amable. - No lo haré. - Le dijo finalmente, extendiendole su mano para ayudarle a levantarse. Por la simple razón de que le había sonreído el pequeño dragón decidió confiar en él, era diferente, pues aquellos ojos azules reflejaban amabilidad.
- ¡Mira ven! - Le dijo a toda prisa, tomando su mano y jalandolo una vez que el otro tomó la suya. - ¡Seguro esto te va a gustar! - Insistió en ello, corriendo por delante del otro sin mirar atrás, con una sonrisa y una confianza bastante únicas. Lawson corrió a prisa con el humano, llevándolo a una zona un tanto alejada pero bastante iluminada. Los árboles cubrían en su totalidad la zona y el cielo azul casi no se veía, el sonido del agua parecía ser más fuerte que antes pero los rayos de sol se filtraban con suma facilidad, llenando de un color hermoso la zona. - Ya casi llegamos...- Susurró esta vez mientras sus pies iban perdiendo velocidad, dejando de correr poco a poco para comenzar a caminar de puntitas, sintiendo el suelo con sus dedos. - Mira ahí...- Le señaló al otro lado del río, soltando su mano mientras se ocultaba tras unas rocas que estaban cerca esperando que lo imitase; a lo lejos, había un oso pardo bebiendo agua con suma tranquilidad, disfrutando del sol y la falta de cazadores que había en el área. El dracónido se quedó fascinado al ver nuevamente al animal, pues llevaba tiempo que no le veía por los alrededores. El niño aferró sus manos a la piedra y miró atento, compartiendo ese momento con el "desconocido" que se había encontrado.
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Post by Azarel Mstislav on Jul 4, 2018 18:33:22 GMT
Lo miró expectante mientras pensaba, esperando a que él también respondiera con su nombre, pero en vez de eso de pronto sintió al arcano sobre él. Azarel soltó un grito mientras se cubría con sus manos, y cuando abrió los ojos de nuevo comenzó a reír con él, mientras se sacudía algunas hojitas que se habían atascado en su cabello.
Azarel ladeó la cabeza, y mientras tomaba la mano del ajeno sintió como era jalado de pronto, soltó una risilla cómplice mientras lo seguía al instante, era muy rápido, pero a pesar de ello no aflojó el paso, al contrario, se aferró de su mano para no perderlo mientras corrían por el bosque. El paisaje de pronto se hizo más oscuro, pero al mismo tiempo más hermoso, Azarel casi tropezaba al estar embobado con los colores que se formaban bajo el follaje.
Se escondió a su lado, mientras poco a poco asomaba la cabeza fuera de la roca, abrió la boca mientras intentaba no hacer nada de ruido. El oso parecía tan tranquilo, y a la vez, tan imponente. Azarel sonrió de oreja a oreja mientras no podía evitar soltar una risilla. No supo por qué, pero de pronto se sintió más feliz, el bosque le encantaba, al igual que los animales que vivían allí, eran tan hermoso el observar a las criaturas de cerca y lo que hacían tan... libres.
—Es enorme —Susurró Azarel mientras se mantenía de puntitas para verlo mejor, pero siempre protegido por la roca. —¿Cómo supiste que el oso vendría aquí?
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