Diana
La Resistencia
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Post by Diana on Jun 19, 2018 19:49:08 GMT
Desafortunado... No había otra palabra para describir lo ocurrido aquella noche en la glorieta principal de la Ciudadela. Había visto con pena lo ocurrido con la Soberana pero también recibido con un enorme peso la información que estba compartiendo con toda Mirovia. Revelaciones que descubrían los orígenes de las criaturas que por tanto tiempo aterrorizaron a los arcanos que habitaban la isla y que ahora brindaban una desgarradora verdad. Diana sentía angustia; desde la colocación de Lysander Velfast como apoderado de Mirovia se sentía inquieta. Ahora, existían realidades que le daban escalofríos. Necesitaba respirar, estar en un espacio tranquilo. Organizó a la manada y salieron hacia los plantíos para hacer una gran fogata y discutir sobre las posturas de cada quién. Comprendía que eran una unidad, debían serlo para sobrevivir, sin embargo, en vista de todo lo que se había descubierto ni ella misma sabía dónde plantarse. La noche era oscura, las estrellas brillaban pero la luna se hallaba oculta. El fuego tronaba, iluminando los rostros de los presentes con tonos cálidos en medio de la noche que se tornaba fría. Los trillizos se hallaban dormitando a su lado, envuelto en cobijas, totalmente ajenos a las circunstancias presentes y a la carga negativa que podía llegar a implicar todo lo que estaba sucediendo, a su lado la manada. No había viento aquella noche, al menos no en aquél momento. Los presentes hablaban pero eran conversaciones dividadas entre varios grupos, nada en concreto, sólo murmullos sobre lo ocurrido, especulaciones sobre lo que pasaría de aquí en adelante. Mirovia parecía ser más que un refugio un encierro en aquellos momentos; sin escapatoria... atrapados entre seres con una historia más antigua que los inicios del lugar que por siglos había sido un hogar para arcanos sin esperanzas. ¿Qué les esperaba? ¿Qué había después del sufrimiento? Aquellos seres que sufrían eran una historia andante que poco podían comunicar; seres sin forma que por tanto tiempo consideraron hostiles, con el fin de sólo lastimar. Eran criaturas que quemaban la carne al contacto hasta dejarla sólo en cenizas. La mujer sintió un escalofrío de sólo recordar los encuentros que llegó a tener con estos seres con el paso de los años; tanto de recordar el terror al saber lo que podían hacer y ahora por la lástima de tener conocimiento de sus verdaderos procederes y razones por querer hacer contacto. Al paso de los minutos más personas comenzaron a llegar a la fogata y por primera vez, se les permitió a otros, ajenos a la manada, a compartir un momento íntimo. Había demasiad incertidumbre entre los mirovianos... en aquél entonces todos debían ser como una gran manada.
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ian
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Post by ian on Jun 20, 2018 3:08:26 GMT
en su andar por los oscuros bosques del vasto mirovia ,se sentía totalmente perdido ,no sabia que camino andar o cual ir todo era oscuridad haciéndole tantear el terreno y utilizar sus otros sentidos aparte de la vista siendo estos agudizados,pero entre las penumbras lo pudo ver ,aquel brillo naranja alejado de el ,acelero su paso en su salvavidas en las tinieblas se sentia esperanzado llego de jubilo aunque estando en la oscuridad no recivio ni un ataque afortunadamente ,una vez llegando pudo notar cuantos arcanos habia compartiendo aquel salvavidad ,sus nervios lo empezaban a inundar caras nuevas tal vez podria tocar algo de musica para animar el ambiente al menos en un intento de amenar la situcacion
-buenas noches
dijo con su nauraleza amable acercandose al calor de la fogata sintiendo que el calor animaba a sus plantas a tomar energia de la luz artificial para crecer haciendole relajar del dolor que sentía por sus plantas al cuando morian poco a poco,el lugar era callado tal vez podría iniciar un relato sobre cualquier cosa ,pensando un buen tiempo se le vino a su mente lo que pudiese contar
-una vez cuando estaba en el manantial del unicornio tuve un encuentro con un ser de ceniza,podría decir que fue la cosa mas espeluznante que me ha tocado pasar en mi vida ya que por lo general hay es sumamente pacifico ,me encontraba caminando en busca de algo que comer así que comenze a escuchar algunos sollozos pensé que era un arcano pasándola mal y pues como soy un bardo había pensado en tocarle algo de música para animarle ya que fue un total error por que me había encontrado con esos seres pero este parecía como si estuviese totalmente mortificado buscando algo ,así que tuve que esconderme entre los arbustos pero creo que ese ser se dio cuenta de mi presencia y comenzó a buscarme por los alrededores hasta cuando tocaba algunos arbustos los volvía en simple ceniza ,realmente creei que me había encontrado ,estuve como un largo tiempo tirado y sin moverme del suelo tenia tanto miedo que cerré mis ojos con mucha fuerza escuchando su como se quejaba pero cuando los abrí ya no se encontraba y lo único que habia dejado era solo sus pisadas desapareciendo entre el bosque,aun así creo que sigo escuchando sus lamentos
dijo mientras recordaba el suceso para erizarsele la piel por completo y sobarse de sus brazos para calmarse para ponerse a escuchar a los demas
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Raymond Clive
La Resistencia
"¿Qué? ¿No tienes nada importante que decir? Entonces no estorbes"
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Post by Raymond Clive on Jun 21, 2018 0:58:03 GMT
Distinto a muchos, Raymond se mantuvo cerca de Diana en todo momento. Por una vez el viejo lobo decidió que en ese momento, no podía permanecer hasta atrás de la jauría en el momento en el que se desplazaran, se sentía indigno de servir como lo había hecho por tantos años, se sentía inutilizado por algún motivo realmente desconocido. Cuando los plantíos estuvieron a la vista, su mirar se aló hacia la Beta; sus orejas bajaron y de nuevo fijó su mirar al frente. El viaje, se le había hecho terriblemente largo, exhaustivo, por alguna razón no podía andar con las mismas fuerzas que había empleado para ir al mismo lugar haría menos de un año atrás.
Finalmente se armó la fogata, él se echó a algunos metros de los pies de la Beta, apoyó la cabeza en sus patas delanteras y ahí se mantuvo. Sus ojos atentos a sus compañeros, aún cuidando de ellos, no porque fuera su deber, no porque fuera la tarea que se impuso con tal de demostrar su gratitud hacia el Alfa y la Beta que, quizá sin saberlo, le dieron motivos para seguir adelante con una vida que el "Él" de aquel entonces consideraba un sinsentido; los cuidaba porque desde haría mucho tiempo, ya no eran "compañeros de viaje" eran "la familia" que jamás había tenido antes y "la familia" que atesoraba con su alma. Los miró, los contó; Noitye no estaba con ellos desde haría tiempo, Beckham tampoco, Ni decir de Tian y casi parecía que la Manada poco a poco se estaba quedando desolada. Su semblante sin embargo, permaneció inalterable. De resto... estaban completos... Podía ver a Sieg, el más nuevo de sus integrantes un poco más a lo lejos, También a Shinaja'e, ella un poco más cerca junto a Berit, Zeth debía de andar cerca también- o eso esperaba. Su olfato no podía detectarlo con lo mal que los años habían tratado aquel sentido. A fin de fines... los que estaban estaban.
Alzó la cabeza un momento, observó la noche eterna sin luna ni estrellas. Una noche que le recordaba a aquellos años en los que había andado perdido y desamparado, perseguido por la sangre de quienes no habían merecido la muerte a sus manos. Hubiera aullado inclusive de no ser porque el resto de su ser, identificaba que no era el mejor de los momentos. La atmósfera no era la mejor de todas, menos con varios Arcanos acercándose a compartir también el calor del fuego.
Las criaturas de ceniza, sin embargo, ahora le preocupaban más de lo que le habían preocupado en el pasado. Raymond había tenido varios encuentros con ellas en sus muchos años en Mirovia, había tenido más de los que quisiera recordar- El último de los mismos, había terminado con las heridas más graves que había recibido en un largo largo tiempo. Sus patas delanteras mostraban las cicatrices que las quemaduras dejaron; había sido un combate en plena luna roja, si, y sin embargo su viejo cuerpo no había sanado como solía hacerlo en su juventud.
No podía ver a esos seres como si fueran almas en pena realmente. Tanto daño que habían causado... No, no podía. Raymond tuvo que sacudir la cabeza cuando su mente se llenó de aquellos pensamientos; se levantó, se sacudió también aquella sensación de no ser digno así fuera por un momento. No había logrado renovar su determinación, no logró más que reponer fuerzas por un momento. Más gente iba llegando, más gente que buscaría entre ellos refugio... más gente por la que, así fueran unas horas o unos cuantos días, quizá meses o años si decidían quedarse en la manada, no importaba. Vería por ellos también... Los miembros de La Tormenta Aullante después de todo, siempre habían sido los guardianes silenciosos de Mirovia... Y así sería por un tiempo más... o eso esperaba...
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Alek Layne
La Resistencia
“Mi voz es un silencio sin adornos.”
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Post by Alek Layne on Jun 21, 2018 16:31:46 GMT
La frialdad de la tierra junto con cenizas se mezclaban de una forma un tanto grotesca e inconfundible, las sensaciones eran extrañas, como si no hubiese más un rastro de naturaleza. Si, estaba sumamente oscuro, pero la licántropo corría con sus cuatro patas por entre los huecos que podía, con una pequeña niña de cabellos bicolor sobre su lomo. Las circunstancias eran nuevas, más que hacerlo con gusto por aquella menor, lo hacía como un favor por el dragón que era el protector de dicha niña; debía regresarla a casa y mantenerla a salvo mientras las cosas mejoraban.
Ambas avanzaban entre los caminos, por minutos, horas, quizá días. No sabían correctamente cuanto tiempo pasaba, pero ninguna dormía por el mero hastío e incertidumbre que tal situación representaba para todos estar en tal momento tan preocupante. Las pequeñas manos de la nekomata de aferraban a su pelaje oscuro y guardaba silencio de vez en cuando, por mero temor a causar ruido demás, esta vez no había nadie que les protegiera de los seres de ceniza, no como aquella vez.
- ¿Aún falta mucho? - Preguntó la menor con pena, apegando su pequeño cuerpo al del lobo que montaba, escondiendo sus pesares en ello. Mantuvo esperanza por una respuesta positiva, pero sólo hubo silencio.
Minutos pasaron, aún seguía corriendo el lobo. No fue hasta que la nekomata pudo divisar un color amarillento a lo lejos. Jaló con fuerza el pelaje y le hizo saber que ahí podrían descansar un poco, pues quizá habría alguien, podrían pedir ayuda. Tian iba a negarse, pero no pudo hacerlo, puesto que sabía que quizá la niña no soportaría demasiado, no al menos estando sólo con ella, sin conversar mucho. No tuvo opción, corrió con sus cuatro patas a donde la luz se veía, y conforme se acercaba, un olor familiar le puso inquieta.
Su antigua manada.
Poco a poco sus pisadas fueron deteniendose, dejaba de correr y ahora sólo caminaba a la par que se acercaban a la fogata que habían armado. Tian miró con discreción a cada uno de los presentes a través de la máscara que portaba, únicamente agachó su cabeza como saludo y se acercó al fuego, intentando mantenerse aún despierta, su propio aroma era diferente, estaba esperanzada a que no le reconocieran, al menos no aún. La nekomata bajó de su lomo y tomó asiento justo a un lado de la licán, aprovechando el calor del fuego y de su pelaje, apenada por tal acto y por haber llegado mientras un arcano de cabellos claros contaba su historia con lo que era conocido como "ser de ceniza". Tian por su parte dejó caer su hocico contra la tierra y reposó silenciosa, cansada.
Haize acercó sus manos al fuego y buscó la calidez de este, escuchando atenta la historia que a los pocos minutos terminó. Bajó la mirada y se recostó sobre Tian con un rostro afligido. - Alek, ¿No quieres comer algo? - Le preguntó, recibiendo un suave ladeo como respuesta. - No, descansaré un poco... - Le contestó por pensamientos el lobo de pelaje oscuro. Sin más, Haize suspiró y regresó la vista a los demás presentes, mostrando después una sonrisa un tanto forzada y apenada.
- Ah, lo siento por no presentarnos... Soy Haize y mi amigo es Alek. - Murmuró, alejando poco a poco sus manos del fuego para después abrazarse a sí misma, tapándose con el abrigo que llevaba puesto con insistencia para sentir menos el frío. - A decir verdad, me alegro haberlos visto por aquí... Estaba asustada, asustada de esos seres enormes que queman todo. - Explicó, con la voz un tanto apagada y cansada, reteniendo las ganas de dormir. - Son horribles, hace tiempo me encontré con uno sumamente alto y horripilante, tuve mucho miedo, porque pensé que junto con otros dos arcanos no saldríamos de ahí... Porque, por más que corras y te escondas, ellos te siguen, te buscan y sollozan con una voz petulante y confusa... - Mientras hablaba, la nekomata se escondía poco a poco en su propia bufanda, mirando con pena el fuego que tenía al frente, sin ver con demasiada atención a los demás presentes. - Ese día tuvimos suerte, un amiguito que se llamaba Cosmo nos salvó de esa cosa, se deshizo de él con una fuerte y poderosa luz... pero ahora no se donde está o si está bien... y mucho menos se que pasará ahora, no hay luz y Alek no podrá protegerme siempre. - Conforme hablaba, parecía que su voz se quebraba, se sentía agobiada y dolida, confundida. Abrazó sus propias rodillas y poco a poco se recarrgó con más fuerza en el cuerpo de la licántropo, acurrucandose sobre ella. - Justo ahora, me siento un poco mejor, encontrar más gente, sentir la calidez del fuego... Me da esperanza. - Dijo al final, y justo después de ello, Tian se acurrucó junto con la nekomata, brindandole indirectamente un apoyo, dejando que la niña le abrazara cuanto quisiera.
- Espero que pronto tengamos la dicha de volver a sentir la calidez de los rayos del sol. - Dijo Tian a todos los presentes con pensamientos, sintiéndose sin la necesidad de contar más sobre los seres de ceniza, de aquellos encuentros durante la Luna roja. Todos estaban agobiados, por lo menos ella ya no quería preocuparse siquiera por unos minutos, no con recuerdos tan dolorosos.
Ambas guardaron silencio y permanecieron unos minutos despiertas, ya tendrían unos momentos para descansar adecuadamente, gracias al fuego y a la presencia de los demás arcanos que se reunían poco a poco.
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wolfeimer
La Resistencia
No puedo...yo...necesito...!!!!CARNEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE!!
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Post by wolfeimer on Jun 21, 2018 22:39:43 GMT
Pronto la manada había logrado llegar a los plantíos pasando por un pequeño camino hacia el conocido molino chueco. La ventaja de haber llegado hasta ese sitio era con unos de los cristales de luz que estaban donando los habitantes de Aqualia para aquellos arcanos que estaban en medio de la oscuridad confusa.
Al menos Wolfeimer sentía algo de paz y tranquilidad de haber colaborado un poco, pero había otras interrogantes mas que aun le preocupaba. ¿Que solución había para romper aquella maldición que había lanzado Blacg? ¿Estaria viva la soberana de la primavera? ¿Donde se encontraría ahora? Deseaba que por arte de magia apareciera todas las respuestas de una vez.
Uno de los miembros de la manada encendió una gran fogata para dar luz y calor al ambiente oscuro que los rodeaba. El joven pelinegro guardo el cristal en su bolso junto con las otras pertenencias, sabiendo que muy pronto lo podría utilizar de nuevo. Pudo observar que entre los miembros de la manada se habían dividido en pequeños grupos para conversar entre ellos. Ninguno de ellos le extendió su invitación a unirse a la conversación.
Mirando hacia las flamas del fuego un pequeño resplandor de luz ilumino el anillo dorado en su dedo y recordó ahora su compromiso de matrimonio con Conner. Extendió la mano hacia su corazón que latía aceleradamente. Extrañaba su compañía, pero no podía dar el lujo de permitir que la manada descubiera su pequeño secreto.
Sin nadie con quien hablar, un olor desconocido a cierta distancia le llamo la atención, esperaba que los alfas pudiera reaccionar ese momento pero estaban tan tranquilos que aquellos visitantes que llegaban les daba el permiso de unirse junto a ellos. Viendo que no había preocupación se recostó sobre el suelo mirando hacia el cielo oscuro donde no había ni rastros de sol, luna ni estrellas.
Meditaba donde se encontrarían el moreno Noitye que yacía días que no lo veía ni tampoco Tian.-A lo mejor están un una misión súper secreta y no quieren que nadie mas lo sepa- fue la única teoría que tenia en su mente. Pronto uno de los presentes empezaba a contar un pequeño relato sobre el encuentro con una de las criaturas de ceniza. Al terminar otra dos personas mas llegaron y al parecer era una pequeña niña pero la otra persona que lo acompañaba tenia un olor presumente familiar, como si ya se hubieran conocido.
El relato de la niña era sumamente mas interesante que el anterior. Un tal Cosmo había logrado ahuyentar a la criatura con una poderosa luz. ¿Quien seria ese tal Cosmo? Estaba impresionado que con gran magia se pudiera detenerlo. Queriendo también participar en la dinámica se levanto de allí para proceder a contar.
-Hace tiempo me encontraba en los manantiales descansando y me hice amigo de un inventor- haría lo posible para omitir aquellos detalles de ese encuentro amoroso del rubio- nos pusimos a conversar y en un momento instante apareció ya una criatura de esas ya tocando mi brazo -alzo la manga de su chaqueta nueva mostrando a los presentes la pequeña marca de quemadura que yacía en su piel. Por los días que había transcurrido de ese momento, la cicatriz se desvanecía lentamente pero aun mostraba allí como recuerdo tormentoso- su quemadura era demasiado fuerte...y en un momento reaccione y bueno...perdí el control y me transforme en ...Horris Lupus..y mi amigo el inventor ...también me ayudo y entre los dos lo pudimos derrotar arrancándole su cabeza.
Una vez terminado la historia el rostro de Wolfeimer se torno rojo sintiendo algo de pena cuando llego en su mente aquellas escenas lujuriosas con Conner que cubrió su rostro con su nueva chaqueta con el cobertor de la cabeza cubriendo su vergüenza.
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Hoko Sodza
Los Grises
Nuestro cuerpo es solo una frágil máscara de nuestra alma
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Post by Hoko Sodza on Jul 4, 2018 23:37:10 GMT
Hoko ya se encontraba escuchando las historias desde hace ya un buen rato, pues, de casualidad se había topado con la fogata donde escuchaba voces que contaban anécdotas y no lo pensó dos veces para unirse, mantenía la mano en la mejilla, observando fijamente a los arcanos, soltando un pequeño “ooh” o exaltaciones debido a las historias.
Se irguió mientras escuchaba atentamente el silencio a su alrededor, lejano al chasquido de la madera contra el fuego.
—Ya me parecía demasiado extraño ver a estos seres por doquier —Hoko guardó un poco de silencio, mientras intentaba recordar —Ahora va la mía —Dijo un tanto emocionada, mientras recargaba sus codos en sus rodillas, se aclaró la garganta.
—Desde que la Luna roja volvió a sumirse en su sueño de oscuridad, Mirovia no volvió a ser la misma, pues la oscuridad sigue cerniéndose sobre nuestras cabezas sin huir, eso no le va muy bien al negocio pues últimamente las personas han estado algo asustadas —Hoko miraba el fuego y de vez en cuando a los oyentes —Ese día en especial decidí salir por algunos materiales que había encargado en las afueras de la Ciudadela, una de las partes menos concurridas de la ciudad, algo lejos, pero valía la pena, eran buenos materiales —Hizo ademán con la mano de no darle demasiada importancia —Bueno, los pasillos parecían cada vez más oscuros y solitarios, como si todos los arcanos habían huido despavoridos por alguna extraña razón que hasta ese momento yo desconocía, sin embargo, ignoré las señales, el silencio… hasta que noté unas extrañas marcas cenicientas en las paredes, de color negro como el hollín, pensé que había sucedido un tipo de incendio, pero no olía a quemado, solo quedaba esa extraña sensación…
Hoko se detuvo para beber algo de hidromiel que cargaba en una cantimplora.
—Entonces, en cuanto menos lo supe —Dio un golpe con la mano en el tronco en el que estaba sentada —Una de esas horribles criaturas se abalanzó contra mí, su sonido era igual al que un grito en una cueva maldita, como si el eco de miles de almas muertas rondaran en sus cuerdas vocales, intentó rasgarme pero yo fui más rápida que él, le arrojé sillas, troncos y sacos pero de nada servía, como si todo lo que tocara lo quemara, alcanzó a tomarme del brazo, dándome una pequeña rajada —Mientras contaba la historia, enseñó su brazo donde tenía una mancha color negro intenso — Pero no lo suficiente para quedar a sus pies, antes de que pudiera volver a atacarme, saqué una daga bañada en luz de luna y se la lancé directamente a la cabeza, entonces desapareció…
Hoko miró uno a uno con una sonrisa expectante.
—Son criaturas extrañas, ¿Cómo surgieron en realidad? ¿Qué es lo que quieren? ¿Acaso esto es lo que nos espera a todos los arcanos de la isla, ser monstruos sin alma, un cascaron vacío? Quién sabe… —Volvió a beber de su hidromiel, esperando que, al menos si eso sucedía, pudiera llevarse las almas primero antes que esas detestables bolsas de carbón.
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