Bajo la luna llena

Garkal estaba caminando de vuelta a su casa cuando vio el mensaje. En la tableta reían y confundían al pobre Ra Kai, y el júbilo de esta conversación le alegraba la noche, lo ayudaba a acallar otros pensamientos un poco mas complejos. La cabeza del orco bullía de actividad: Se había atrasado en el viaje, si, no iba a tener una flor nueva para su Soberana. Pero por otro lado, tenía un nuevo trabajo, nuevos conocidos y...por que no decirlo, un nuevo amor. Como toda vida, tenía contrabajos, y la mejor manera de llevar unos cambios tranquilos era caminando de noche al hogar.

Sin embargo, sus pensamientos y cavilaciones nocturnas se vieron interrumpidos al ver un mensaje en la tableta. Un mensaje calmo, melancólico, triste, una carta de una admiradora que decía estar mas alla de la salvación.
Garkal se detuvo, leyéndola un par de veces, y luego guardo su tableta. No tenía su guitarra en mano, pero eso no iba a detenerlo. ¿Era el desafío de que no podía alegrar a una persona lo que lo impulsaba? ¿O las ganas de ayudar a un alma dolida? preguntas que quiza el orco no quería plantearse, que quizá no se plantearía nunca. Simplemente corrió hacia el bosque de las hadas, hacia el lugar que se veia en el picto que le habia enviado. Llevava decenas de minutos y kilometros por detras, entrando en el corazón del bosque, buscando a su admiradora dolida.

Un sozollo resonaba en el bosque, un llanto suave, pequeño, de un ser que ya no daba mas. de un ser acostumbrado al dolor, que ya lo vivenciaba como propio.

-Amalthea? -Preguntó el orco al aire, llamandola

Garkal escuchó una voz entremedio de la vegetación, el murmullo de una mujer, presa del miedo, a la que apenas se podía distinguir sus palabras, pero lo que se entendía, era un lamento de pena lastimera y profunda, un lamento de una madre perdida. El bardo se abrió pazo entre la maleza, llegando hasta el borde de una laguna que brillaba como una capa de plata a la luz de la luna, y en medio del lago, como su una estrella hubiera caído del cielo, habia una unicornio, con un cabello que caía como una cascada de luz le luna hasta el agua, cubriendole la espalda.

Cuando esta se dio vuelta, Garkal pudo apreciar mejor su rostro. Su tez tenía un brillo mágico, reluciente y brillante, pero contrastaban con los ojos profundos, con una mirada de quienes ya no tenían muchas razones para vivir. El orco se demoró unos instantes en darse cuenta que estaba desnuda, y, aunque mas tarde contaría que se dio vuelta al instante, a decir verdad, se quedo contemplandola un par de latidos antes de desviar la mirada.

-Eh...perdón, perdón, no sabía que usted estaba en un momento privado - Dijo, azorado, aunque la imagen mental definitívamente la conservaría durante un tiempo - Pues... la verdad, vi el mensaje, y me dije a mi mismo "eh, conocer a una admiradora dedicada...no estaría mal" -bromeó, rascandose la nuca, avergonzado - Aunque...creo que no llegue en el mejor momento

Silencio.

Desesperación.

Un paso hacia atrás. Los deseos de muerte habían sucumbido con la última lágrima de la doncella. Ya no estaba ahí, se había esfumado.
La cabeza del ciervo espectral miró a ambos cuerpos inertes. Podía saborear terror, admiración e incertidumbre.

Shh...

La oscuridad es pura... Transparente...

Y luego nada. Black Stag había desaparecido en el viento sin dejar rastro en un suspiro de ultratumba.

Garkal anotaba como enliquecido, intentando hacer un burdo grabado del ser, algo en su mente decía que era una idiotez, que era por lo que la gente terminaba muriendo, pero no podía evitarlo. El contorno de la muerte era difuso,  extraño, una calavera ancestral que parecía estar flotando en medio de la nada, o en un mundo que ya no pertenecía del todo al suyo.  Solo unos instantes más, solo un momento para terminar el dibujo.

Y la bestia espectral se empezó a desvanecer enfrente de sus ojos.  Un eco de una existencia quedaba como impronta. Su mismo dibujo se volvía difuso, como si tambien quisiera desvanecerse de su memoria.

Sin embargo, fue un jadeo detrás suyo lo que lo trajo al mundo de vuelta. El orcó se giro, preocupado, justo para ver a Amalthea, con los ojos como reflejos de luna, perdiendo el control de si misma.  Corrió, dejando el vestido de la dama en el suelo,  preocupado de que no vaya a caer al lago, no sea cosa de que se llegue a ahogar.  Garkal logró sujetarla antes de que caiga por completo, justo a tiempo para escapar un único susurro, un nombre de entremedio de la conciencia.

Las manos del orco se posaron en la frente, tomando la fiebre, parecía estar bien, aunque Garkal buen medico nunca ha sido. Acercó su oído a la nariz de la desmayada, para ver si respiraba, y en efecto, podía sentir el aire saliendo de las narices.  Estaba viva, Black Stag no le había robado el alma. Garkal se relajó al fin.

Y se percato de  que Amalthea estaba viva, y desnuda.

Garkal alzo una ceja, divertido por que no se había dado cuenta antes. A decir verdad, el cuerpo de la unicornio era menos delicado de lo que parecía. Eso, o algo se habia roto ya, y apenas sujetaba los fragmentos de ella. Con delicadeza, la llevo a la orilla, intentando seriamente no pasarse de atrevido con sus manos, aunque no pudo evitar contemplar su figura. Bueno, Garkal ya había tenido suficientes trotes, y conservaba la decencia suficiente como para no quedarse como un pervertido.  La cubrió con su capa, pues ponerle el vestido sería...quiza sobrepasarse.

No había caido en cuenta que reposaba justo donde Black Stag había estado, ni que la maleza, muerta en el suelo, empezaba a renacer con nueva vida


 

Buscar leña seca en medio de la noche era dificil, sobretodo si no tenías ya una buena luz para guiarte. La luna apenas brillaba entremedio de las hojas, por lo que Garkal terminaba reurriendo a su tacto, y al sonidod e la madera pra distinguir las ramas que podían servir para hacer una fogata previsoria. Suerte que estaba comenzando ya la primavera, una noche así en verano hubiera sido peligrosa.

Así fue como Garkal llego, con una brazada de ramas y leños para hacer una fogata, al claro donde había dejado a Amalthea descanzando. Al verla despierta, el Orco sonrió, feliz - Eh, Dama Amalthea, ¿Estas mejor? - le preguntó, mientras dejaba los troncos a un lado - Parece que ya la noche va a estar mas calmada, estaba buscando algo para que entres en cal ... - La mirada de Amalthea estaba fija en algo que crecía al lado...era..¿Una flor? ¿Una flor de plata? La mente del orco pareció detenerse, sin saber si acercarse a verla, o quedarse en ese lugar, con temor a estropear el encatamiento que había hecho que creciera esa flor.

-Dioses... Es...es perfecta

Garkal tamborileaba el ritmo de una cancion con los dedos mientras veía la flor ensimismado, como tratando de capturarla con el ritmo que estaba formando en la cabeza. Apenas se percató que la damisela se movía, viendo la flor. El cerebro de Garkal se acelaraba en todo momento, como si la verdad estuviera al alcance de la mano.

-Nos equivocamos todo este tiempo -susurró el orco, teniendo una epifanía. Las canciones, las leyendas...todo apuntaba sutilmente, pero siempre lo malinterpretaron -El no busca la muerte, el no mata a los demas...Sino que la muerte lo llama a él. -Miro hacia donde se había ido el ser, y sacudió la cabeza - Dama Amalthea... creo que fue llamado simplemente. Quiza seguir llenandonos la cabeza con ello, no sea lo mejor. Por otro lado, hay pocas cosas que calientan mas el corazon que una fogata con guitarra. ¿Quisiera usted?