Post by Aesther on Apr 29, 2017 4:17:24 GMT
Necesitaba un momento para subir a su habitación y respirar antes de bajar para recibir a sus invitados. Se encontraba rebosante de dicha, de sentir el Templo tan vivo y adornado de seres tan hermosos que eran los que habitaban Mirovia. No se sentía digna de tanta devoción y cariño. Se sentó por un momento sobre su cama para cepillar su largo cabello, sintiendo de pronto un escalofrío en su cuerpo. Una sensación de lo más extraña, como si el viento de pronto la acariciara con mayor dulzura. Giró su rostro de manera precipitada, como si hubiera alguien ahí mismo, observándola pero no había nadie. Se levantó por si las dudas dando pasos cautelosos por el piso del cuarto, mirando hacia cualquier rincón.
Salió a la terraza, pero no podía ver nada fuera de lugar. Sus plantas se encontraban donde mismo, aún esperándola para las caricias de su voz. Nada... ¿Se estaba volviendo loca? Probablemente. Dejó escapar un suspiro conforme buscaba apoyo en el barandal del gran balcón. ¿Qué le pasaba? Cerró sus ojos tratando de disipar los malos sentimientos. Era su cumpleaños y no sólo eso... Vendrían muchas personas de toda Mirovia a visitarla por lo que tenía que tener su mejor cara, ser alegre, sonreír, bromear, bailar, todo aquello que los demás veían tan característico en ella. -Es sólo el viento- susurró abriendo sus ojos. Se dispuso a volver a su habitación y terminar de arreglarse para bajar y hacer acto de presencia pero algo la detuvo... no había notado que sobre el barandal del balcón, reposando sobre la piedra se encontraba una flor... una flor que nunca había visto. Su corazón palpitó con fuerza ante aquella visión; se trataba de una rosa negra envuelta con un listón negro... ¿Quién... y cómo?
Rozó sus dedos contra el tallo de aquella rosa, intentando ubicar un dueño previo. ¿Quién la habría dejado ahí? Por un momento no se le ocurría nadie que pudiera tener semejante gesto con ella. La sostuvo entre sus manos, observando cada detalle. Era muy, muy hermosa. Miró en todas direcciones buscando a la persona que la había dejado ahí pero no podía ver a nadie en los alrededores. Se asomó por el balcón pero no había nadie más que los trabajadores del Templo arreglando todo. No pudieron haber sido ellos...
Una idea azotó sus pensamientos de pronto... ¿podía ser...? Sintió un hueco en el estómago, sólo una pequeña cantidad en la intensidad que había experimentado aquella noche... No... no tenía sentido. ¿Cómo iba a saberlo? ¿Y por qué? Cubrió su boca con una de sus manos, sintiendo de pronto un ligero temblor. Caminó de vuelta al interior, no sabiendo qué hacer con tal obsequio ni cómo tomarlo. No se desharía de él, por supuesto que no... Había estado en la mente de aquél ser y eso era algo que debía de agradecerle. Sentía miedo, sí, pero se merecía eso. Suspiró, colocando aquella rosa sobre su cama. Sentía una pizca de culpa en su interior... tal vez... habían estado juzgando terriblemente todo este tiempo. Bajó la cabeza con vergüenza, no teniendo suficiente valor para mirar aquella flor. ¿Alguien intentó hablar con él alguna vez? No estaba segura... sólo recordó el terror que sintió al verlo por primera vez, en la lejanía, entre la nada, rodeado de lo gris... Decidida a consultar más esta situación con su almohada, dejó aquella rosa sobre su cama. No la tocaría hasta volver por la noche. Era tan incierto... tan misterioso pero lo que sí sabía era que debía de buscarlo para agradecerle. Black Stag parecía tenerla en su mente; debía devolverle el gesto.
Salió a la terraza, pero no podía ver nada fuera de lugar. Sus plantas se encontraban donde mismo, aún esperándola para las caricias de su voz. Nada... ¿Se estaba volviendo loca? Probablemente. Dejó escapar un suspiro conforme buscaba apoyo en el barandal del gran balcón. ¿Qué le pasaba? Cerró sus ojos tratando de disipar los malos sentimientos. Era su cumpleaños y no sólo eso... Vendrían muchas personas de toda Mirovia a visitarla por lo que tenía que tener su mejor cara, ser alegre, sonreír, bromear, bailar, todo aquello que los demás veían tan característico en ella. -Es sólo el viento- susurró abriendo sus ojos. Se dispuso a volver a su habitación y terminar de arreglarse para bajar y hacer acto de presencia pero algo la detuvo... no había notado que sobre el barandal del balcón, reposando sobre la piedra se encontraba una flor... una flor que nunca había visto. Su corazón palpitó con fuerza ante aquella visión; se trataba de una rosa negra envuelta con un listón negro... ¿Quién... y cómo?
Rozó sus dedos contra el tallo de aquella rosa, intentando ubicar un dueño previo. ¿Quién la habría dejado ahí? Por un momento no se le ocurría nadie que pudiera tener semejante gesto con ella. La sostuvo entre sus manos, observando cada detalle. Era muy, muy hermosa. Miró en todas direcciones buscando a la persona que la había dejado ahí pero no podía ver a nadie en los alrededores. Se asomó por el balcón pero no había nadie más que los trabajadores del Templo arreglando todo. No pudieron haber sido ellos...
Una idea azotó sus pensamientos de pronto... ¿podía ser...? Sintió un hueco en el estómago, sólo una pequeña cantidad en la intensidad que había experimentado aquella noche... No... no tenía sentido. ¿Cómo iba a saberlo? ¿Y por qué? Cubrió su boca con una de sus manos, sintiendo de pronto un ligero temblor. Caminó de vuelta al interior, no sabiendo qué hacer con tal obsequio ni cómo tomarlo. No se desharía de él, por supuesto que no... Había estado en la mente de aquél ser y eso era algo que debía de agradecerle. Sentía miedo, sí, pero se merecía eso. Suspiró, colocando aquella rosa sobre su cama. Sentía una pizca de culpa en su interior... tal vez... habían estado juzgando terriblemente todo este tiempo. Bajó la cabeza con vergüenza, no teniendo suficiente valor para mirar aquella flor. ¿Alguien intentó hablar con él alguna vez? No estaba segura... sólo recordó el terror que sintió al verlo por primera vez, en la lejanía, entre la nada, rodeado de lo gris... Decidida a consultar más esta situación con su almohada, dejó aquella rosa sobre su cama. No la tocaría hasta volver por la noche. Era tan incierto... tan misterioso pero lo que sí sabía era que debía de buscarlo para agradecerle. Black Stag parecía tenerla en su mente; debía devolverle el gesto.