Post by Asthur on May 3, 2017 0:08:16 GMT
Asintió a todos los saludos de los arcanos allí presentes, exteriorizando gratitud por sus palabras, sin duda tenían excelentes modales. De pronto escuchó su nombre y el de Ariel en forma de exclamación, reconociendo enseguida a la dueña de aquella voz tan cantarina. -Aesther.- La soberana había saltado sobre ellos para envolverlos en un fraternal abrazo, por lo que el dragón inclinó su postura dócilmente. En un parpadeo, la joven se había compuesto de aquella explosión de emoción y saludó a los demás invitados con cortesía.
Asthur se dirigió a Masamune y tomó uno de los bocadillos preparados por el arcano, degustó unos segundos y alzó las cejas sorprendido. - Esto es un manjar.- Colocó su mano sobre el hombro del tigre, siendo firme y con gesto aprobatorio le dijo. - Espero que algún día puedas ir al templo del invierno a enseñar a mis cocineros tu receta, por favor considera mi invitación.- Sonrió, mientras la conversación seguía amena entre todos.
Siendo que Ariel se le había adelantado para bailar la primera pieza con Aesther, esperaría con paciencia a que llegara su turno. Miró la cajita que sostenía en su mano, pensó que era realmente preciosa y esperó que la soberana compartiera su opinión, tenía rosas grabadas en plata, con un pequeño cerrojo también de plata, pero al abrirlo, revelaba una bella melodía interpretada sólo para ella, y ya que eran notas de su autoria, deseaba ver la expresión de Aesther al escucharla por primera vez.
Admiró el baile entre sus hermanos, si bien era verdad que Ariel era el menos agraciado en danza, aprendía bastante rápido y aunque tuvo sus tropieces, logró una pieza bastante bella. Todo para hacerla feliz. Asthur sonrió ante ese pensamiento, ya que para los soberanos, Aesther era una pequeña luz, siempre cálida y radiante, pero tan endeble, que los tres restantes se convirtieron en sus guardianes, temerosos de que su halo pudiera extinguirse, la protegían de cualquier viento, lluvia o tempestad. Sin duda ella era el tesoro de Mirovia.- Creo que es prudente pedir la siguiente pieza, hermano- Tomó con gentileza el brazo de Ariel, haciendo relucir sus agraciados modales.
Asthur se dirigió a Masamune y tomó uno de los bocadillos preparados por el arcano, degustó unos segundos y alzó las cejas sorprendido. - Esto es un manjar.- Colocó su mano sobre el hombro del tigre, siendo firme y con gesto aprobatorio le dijo. - Espero que algún día puedas ir al templo del invierno a enseñar a mis cocineros tu receta, por favor considera mi invitación.- Sonrió, mientras la conversación seguía amena entre todos.
Siendo que Ariel se le había adelantado para bailar la primera pieza con Aesther, esperaría con paciencia a que llegara su turno. Miró la cajita que sostenía en su mano, pensó que era realmente preciosa y esperó que la soberana compartiera su opinión, tenía rosas grabadas en plata, con un pequeño cerrojo también de plata, pero al abrirlo, revelaba una bella melodía interpretada sólo para ella, y ya que eran notas de su autoria, deseaba ver la expresión de Aesther al escucharla por primera vez.
Admiró el baile entre sus hermanos, si bien era verdad que Ariel era el menos agraciado en danza, aprendía bastante rápido y aunque tuvo sus tropieces, logró una pieza bastante bella. Todo para hacerla feliz. Asthur sonrió ante ese pensamiento, ya que para los soberanos, Aesther era una pequeña luz, siempre cálida y radiante, pero tan endeble, que los tres restantes se convirtieron en sus guardianes, temerosos de que su halo pudiera extinguirse, la protegían de cualquier viento, lluvia o tempestad. Sin duda ella era el tesoro de Mirovia.- Creo que es prudente pedir la siguiente pieza, hermano- Tomó con gentileza el brazo de Ariel, haciendo relucir sus agraciados modales.