E1-FeTP - Diamonds in the sky (priv.)

Vaya, sus ojos no daban crédito al increíble detalle del Señor del sol. Cuando el espectaculo terminó, sintió su tableta vibrar, tenía un mensaje de Drog quería verlo y estaba claro que no lo rechazaría, él le agradaba, era un buen chico... muy a su manera, claro, eso desde la impresión que tenía de él por medio de la tableta.

Claro que sí, ahí te veo.

Respondió a su mensaje y comenzó a moverse entre la multitud un poco apresurado por llegar al lugar acordado. Se arregló un poquito el cabello porque, claro... así como era, no le gustaba causar una mala impresión, era un exagerado. Avanzaba saludando a algunos conocidos cuando en la fuente logró vislumbrar a un orco enorme, y qué sorpresa, era el mismo que había estado en la danza de la corte de verano; debía de ser él.

- ¿Drog? ¡Qué sorpresa! - exclamó observandolo el atuendo que lo delataba.-

Y sí era él. Vaya, era norme... si no fuera porque se "conocían" sí habría tenido un poco de miedo de tenerle cerca.

- ¡Hola, Drog! Te ves muy bien... - se acercó para darle una palmadita en el brazo,era enorme. El halago le hizo agachar la cabeza un poco apenado jugando con la tela calada de su vestido. - Ay, muchísimas gracias... - dejó escapar una risa pues la amabilidad del orco le enternecía.

Justo cuando le ofreció el diamante, el unicornio no supo exactamente qué hacer, después de todo Drog se lo estaba ofreciendo de buen corazón, pero era demasiado. ¿cómo aceptar algo así? - ¿Estás seguro de que quieres darmelo? ¿No lo quieres conservar? Lo encontraste con tu esfuerzo y empeño, Drog... pero si tú en verdad quieres darmelo, no me quedará otra más que aceptar. - diría resignandose pues el enorme orco estaba empeñado en obsequiarselo.

Con ambas manos recibió el enorme diamante, era pesado ¿qué haría con eso ahora?

Desde que conversaba con el orco desde la tableta siempre le había provocado un dejo de ternura, a pesar de que Drog era un salvaje, o así lo veía. No le quedaría otra más que aceptar el presente que le tendía frente a él. - Muchisimas gracias. - la joya era pesada, no creía que existieran diamantes de ese tamaño, bueno, sí... pero a él nunca le había tocado ver uno en persona.

Ahora no sabía que hacer con él, tenía una idea pero no estaba seguro si sería viable o una buena idea, lo meditaría después. No tenía ni idea de donde meter semejante gema así que optó por sentarse sobre el borde de la fuente para reposar el diamante sobre su regazo. - Cuando encuentres ese hielo caliente me lo tendrás que mostrar porque muero de la curiosidad por verlo - mintió, él sabía perfectamente que no existían los hielos calientes pero ¿quién era él para romperle la ilusión al grandote? - ¡Esfuerzate Drog! -

El unicornio sonrió conmovido por el buen corazón de Drog; palmó el enorme antebrazo del orco, su piel era tan áspera, le sorprendió más no le desagradó.

- Eres muy amable. Te lo agradezco - 

A pesar de que se encontraban en una fiesta, justo ahí en ese momento podía respirar mucha paz, supuso que era parte del encanto del templo.

Kaira escuchaba atento a Drog hablar sobre su misión, el oro tenía tanta convicción y fe en ello, que el unicornio no tenía corazón de desmentirlo, no podría, aunque por otro lado se sentía mal por no decirle la verdad al respecto.

Estaba a punto de argumentar sobre el tema cuando el más alto soltó aquella pregunta. - ¡Me encantó! Lo hicieron muy bien… Todos se veían muy bien. Muy guapos - reía divertido recordando el baile.

- Lo has hecho muy bien, Drog, te felicito. - El sentimiento era real, ver aquello y el esfuerzo que pusieron sus amigos le resultó muy grato de ver, probablemente haya sido el mejor regalo para la señorita Esther, estaba seguro.