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Post by Giselle Vladgun on May 6, 2017 0:55:30 GMT
El día en la playa habría sido una perdida de tiempo de no haber sido por el pequeño souvenir que trajo de Aqualia. Un líquido extraño de color rojo que había embotellado en un recipiente de cristal que ahora observaba mientras agitaba suavemente el frasco, casi hipnotizada por las ondas que se creaban dentro.
-Que golpe de suerte tan enorme -Agradeció brevemente a quien pudo darle aquel regalo, sin importarle la naturaleza siniestra que pudo haber provocado que el agua de la playa de repente se tornase roja; en cantidades tan descomunales, bien sabía que el líquido no era más que agua salada mezclada con lo que podría ser quizás la sangre más rara del mundo. Un objeto mucho más raro que las dos frutas de Mikan que tenía en su bolso lateral.
De prono la música de la taberna paró cuando un Licantropo entró por la doble puerta de madera. Los otros clientes le clavaron la mirada como si le temieran, sin duda alguien con reputación de cuidar. Antes de que la puerta se cerrara, Giselle logró observar un enorme jabalí besado por el fuego cuyas llamas comenzaban a extinguirse como su vida lo había hecho ya. Arqueando una ceja, la dama de colorido cabello tejió un agudo plan en su cabeza.
-Invitele una copa de Sidra dorada al licantropo de la mesa a la pared- Pidió al cantinero que de inmediato comenzó a servir la bebida. Giselle esperó a que el mesero llevase la copa a la mesa, sujetando una copa similar para brindar en cuanto el lobo alzara la vista.
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Post by Giselle Vladgun on May 8, 2017 4:38:47 GMT
A través de la mirada ferviente del licantropo, Giselle sabía que necesitaría un poco más para llamar su atención. El jabalí de fuego era un lujo que pocas veces se podría dar. Curvando su sonrisa de forma juguetona, dio un sorbo a su propia copa de sidra con los ojos puestos sobre el gran lobo.
Espero, un momento solamente para que aquel individuo de grandes colmillos no pretendiera dejar el local sin antes permitirle acercarse a la mesa. No le gustaba ser invasiva en exceso con los otros arcanos, mucho menos cuando tenían algo de su interés como lo que se iba apagando afuera de la taberna.
Por fortuna, su mente era tan sagaz como colorido era su cabello.
-Mesero -Volvió a llamar al mismo que seguía temblando como gelatina- Vaya a la mesa junto a la pared y de un trago a la copa del peludo- Ordenó poniendo una moneda de 20 mirvos en el bolsillo del mesero. El confundido mesero tragó pesado y se aproximó a la mesa, volteo hacia Giselle mientras señalaba la copa y la dama de colorido pelo asintió dos veces. Rezando por su propia vida, el mesero levantó la copa, dio un trago y se retiró como alma que se lleva el diablo.
Cuando se fue, Giselle le volvió a sonreír al licantropo, antes de volver a tomar otro trago de su propia copa.
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Post by Giselle Vladgun on May 10, 2017 2:14:11 GMT
Su artimaña había tuvo jugosos resultados. Esa risa que escapó del interior de la boca del lobo fue más dulce que cualquier néctar que pudiese servirle el cantinero. Esbozó una sonrisa donde solo el enigma escondía el brillo de la victoria en sus labios.
-Quiero el jabalí de fuego que atrapaste -La música se detuvo abruptamente. Los clientes voltearon sorprendidos, murmurando al haberla reconocido. Algunos escaparon del lugar tan rápido como pudieron, otros se esfumaron como sombras y así la taberna quedó habitada solo por los más valientes y testarudos. Incluyéndolos a ellos dos.
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Post by Giselle Vladgun on May 11, 2017 4:51:01 GMT
Estaba tentada a mostrar al licantropo la calidad y amplia gama de servicios de enseñanza que tenía a su disposición. Hace siglos lo hubiera transportado a su tienda en un parpadeo, pero en su deplorable estado actual estaba obligada a prestar su habilidad para inculcar a aquellos que podrían abrir las puertas de su propio potencial. Más lo que le interesaba no era sino el jabalí de allá afuera, lo que pudiera dar a cambio no tenía un significado especial para Giselle, pero eso nunca se mostraba cuando ponía su atención en una buena oferta.
El libro que cargaba consigo flotó y se abrió en una página adecuada. Giselle solo tuvo que pasar los dedos para que la magia del libro se manifestara en la forma de cientos de cuerdas que bailaban en el aire como serpientes seductoras de más allá de los milenios.
-El dinero que me pides lo tengo en muchas formas, pero creo que más que las monedas de oro, deseas el poder para alcanzar cualquier tesoro.
Alzó más la vista, mirando tan por encima al licantropo que prácticamente estaba mirando hacia arriba con los ojos clavados de reojo en el peludo. Los que quedaron en la taberna rápidamente desalojaron a expensas del cantinero que seguía limpiando los vasos como si tratar con sujetos peligrosos como ellos dos fuese cosa de diario.
-Soy una mercader, pero también soy maestra de hechizos, puedo enseñarte a caminar sobre las aguas, a mejorar tu resistencia ante el fuego o...-De pronto toda la magia regresó al libro que se cerró de golpe y se guardó bajo el brazo de Giselle que apuntó bruscamente con su dedo la espada colgada en la pared sobre el licantropo- Puedo encantar un arma para ti, tu decides, no ofreceré más y no intentes nada, o pasarás de lobo a french puddle ¿te quedo claro? -Declaró guiñando un ojo tras haberle devuelto la amenaza de la forma más picara posible.
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Post by Giselle Vladgun on May 12, 2017 5:31:22 GMT
El cantinero por fin reaccionó al ver volando la mesa, se escondió debajo del mostrador, no quedaba ni un alma en la taberna ahora. Giselle ni se inmutó, permaneció impasible tanto a la aproximación de la mesa a su rostro como el filo mortal cerca de su cuello, lo dejó jugar su teatro hasta que estuviera satisfecho, en ningún momento sintió la necesidad de responder a ese intento de agresión que pudo haber asustado a cualquier otra persona. Pero a sus más de 250 años de vida, eran pocas las cosas que podían sorprenderla.
Solo respondió a los alegatos del licantropo soplando el mechón colorido que le tapó la frente por el movimiento de las garras en su cuello.
-Eres un lobo muy malo -Ante el tono calmado de su voz, las puertas se cerraron de golpe, un vapor verdoso comenzó a brotar de su boca como si fumara diez cigarrillos a la vez. Del interior de su vestido emergió una pequeña rana que se posó en su palma abierta y de la boca de la rana salió un fruto de peculiar aspecto:
-Esta es una fruta llamada Mikan, solo crecen cuando ocurre una inundación fuerte en un área templada, son tan raros que solo existen tres en toda Mirovia, y yo los tengo, cada uno tiene el valor de 20,000 Mirvos y la facultad de que te permitirán flotar como un salvavidas, entonces ¿que dices? ¿hacemos el trato por uno de estos? -Ofreció poniendo su codo en el mostrador y posando su barbilla en el dorso de su otra mano mientras esperaba la respuesta. El aire comenzaba a tornarse difuso a medida que más humo verde salía cuando movía sus labios en ese ambiente tan cerrado y ahora sellado con cerrojos.
Aliento Corrosivo - Gas: Estos seres tienen glándulas especiales que producen líquido o gas venenoso o corrosivo; la cantidad que pueden expulsar es proporcional a su edad, además de su poder. Aquellos que producen esta clase de aliento deben tener cuidado del efecto de área que puede causar y que la puntería es variable dependiendo de la situación.
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Post by Giselle Vladgun on May 13, 2017 19:22:09 GMT
Giselle cerró la boca en el acto, pensó que tendría que aclarar la confusión del licantropo, pero antes de que hablase, este la tentó con una oferta que no podía rechazar.
-Quiero los dientes de un Orco -Entrelazó los dedos, dejando de soltar ese gas tan volátil el cual haría estallar si la situación se tornase peligrosa- Algo que debería ser sencillo para un Bounty Hunter de tu nivel, cualquier Orco me sirve, pero si me traes los dientes de un Orco realmente fuerte, te daré las dos frutas por eso y el jabalí -Declaró sujetando en su mano el saco con las dos frutas dentro.
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Post by Giselle Vladgun on May 14, 2017 7:20:49 GMT
Asintió complacida tras cerrar el trato con el licantropo sin haber gastado sus energías en una absurda pelea sin sentido, se terminó llevando una ganga de 2x1 después de su deprimente día en la playa de Aqualia sin un solo cliente a la vista.
El cantinero acató las ordenes del gran lobo y guardó las dos frutas que Giselle introdujo dentro de una rana muy pequeña a modo de caja de seguridad.
-Yo misma encanto a estas ranas para que se puedan tragar hasta un carruaje -Dijo solo para que el lobo no pensase que algo le podría haber pasado a su codiciado y valioso pago- Pero es cierto, no me he presentado, y es una formalidad saber el nombre de quien hará negocios contigo -Añadió poniéndose de pie. El cantinero hubiera pensado que ella se acercaría a estrechar las manos del lobo, pero ella no se alejó de la barra en ningún momento, conversando a distancia como si estuviesen frente a frente- Soy Giselle Vladgun.
En ese momento el cantinero no aguanto más y al escuchar el nombre de la hidra, se desmayó al pronunciar el sobrenombre con el que muchos conocían a la portadora de ese cabello tan colorido. "La plaga" Y azotó en el suelo como res.
-Vaya, algunos son muy sensibles -Dijo apenas mirando al cantinero de reojo y luego retomando atención al licantropo- Bueno, vendré por esos dientes mañana a esta misma hora, no te preocupes, nada le pasará a tu pago.
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Post by Giselle Vladgun on May 16, 2017 1:02:12 GMT
Sin esperar que el testarudo lobo se presentara, Giselle lo miró salir al umbral de la noche por el portal de la taberna. Sabía que el licantropo le traería unos dientes de primera categoría, pero estaba curiosa de saber como lo haría. Con la ligereza de una pluma saltó de su asiento y pisó con suavidad las mesas de la taberna hasta aterrizar sobre una circular que al contacto con su zapatilla se transformó en un espejo de cristal.
El cantinero que había presenciado todo eso, quedó boquiabierto, pensando que frente a él yacía una hechicera. Más nada estaba más lejos de la verdad, tal como decía el lobo, Giselle era una hidra temida entre los comerciantes y cazadores por su indiferencia a las desgracias ajenas a ella y su cinismo al nunca prestar su ayuda a menos que recibiera a cambio algo valioso en verdad. Así era como trabajaba, y nunca hubo una sola presa o articulo que no pudiera conseguir por las buenas, porque no había nadie tan tonto como para jugar por las malas.
Abrió el libro que llevaba bajo el brazo y las páginas emitieron un brillo iridiscente, casi como un cuento de hadas. Su brazo pasó por encima del cristal de la mesa y frente a ella apareció la imagen del licantropo arriesgando un combate contra las fuerzas de la ciudadela, entre ellos muchos orcos.
-Pensé que tendría mejores objetivos que eso -Ella no dejaba de sonreír, como si supiera lo que sucedería a continuación- Oh...Eso cambia las cosas -Repuso con ligera sorpresa al ver al capitán de los orcos ser derribado por el lobo y despojado de sus colmillos- Cariño, me habría conformado con uno solo, pero supongo que quieres compensar la diferencia de precios colmillo a colmillo -Y se quedó ahí observando hasta que salió el sol, aislada en las sombras que formó la claridad de la mañana, tanto así que cuando el lobo entró, no se percató de que ahí seguía ella.
-Si que tardaste -Rompió el silencio haciéndose notar. La mesa regresó a ser solo una mesa cuando se cerró el libro. Giselle se levantó de su cómoda posición en las tinieblas y avanzó hasta sentarse en la barra, estando el cantinero como frontera entre esas dos calamidades de la ciudadela. Se cruzó de piernas, mirándolo atentamente y esperando a que le entregase los colmillos.
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Post by Giselle Vladgun on May 17, 2017 2:06:46 GMT
El jabalí hubiera sido un problema, si alguien lo hubiera visto desde luego, pues todo lo que los arcanos podían ver en aquel lugar era la fachada cotidiana que la taberna del dragón ahogado mostraba siempre. El jabalí simplemente había desaparecido. O mejor dicho, una rana de color rojo se lo había tragado entero, rana que ahora descansaba como adorno en el cinturón que se veía por encima del vestido rojo de Giselle.
Su ahora colega en los negocios se mostraba tan violento como siempre, acciones inapropiadas que solo mostraban lo salvaje y privado de modales que era. Lo cual a ella le resultaba divertido de contemplar. Ella no movió ni un dedo cuando el saco de dientes fue arrojado a la mesa a su izquierda. Pero como el licantropo comenzó a mostrarse impaciente al querer abrir la pequeña rana.
-Yo que tu no lo haría, sueltan un gas venenoso cuando se sienten amenazadas -Advirtió como si su sonrisa reflejara que en verdad quería que algo como eso ocurriera solo para disfrutarlo hacer el ridículo de nuevo- Para que suelte su contenido solo tienes que hacerle cosquillas en la cabeza mientras le sonríes -Lo último era un engaño desde luego, pero al rudo perro de caza no le haría daño doblar sus comisuras una vez en toda su vida. Nada mejor que hacer que valientes guerreros salgan de su cajita de confort con acciones fuera de zona.
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Post by Giselle Vladgun on May 18, 2017 3:03:23 GMT
Desde su lugar esperó intrigada como el licantropo deshacía el rostro del que tan orgullosos e sentía y con los nervios a tope figuraba la cara más grotesca que Giselle había visto. Lo cual en lugar de asustarla la hizo taparse la boca para evitar soltar una buena carcajada. Si la rana y el cantinero no hubieran estado tan asustados, seguramente también se hubieran reído.
Cuando la rana solró su gas venenoso, el lobo saltó hacia Giselle quien nunca se esperó algo semejante. Sobre la mesa la bola de pelos no paraba de reclamarle.
-¿A eso le llamas sonreír? creo que podrías cambiar de trabajo y ser el nuevo Coco -Repuso con los codos sobre la mesa y una expresión de disgusto y decepción por los resultados inesperados del suceso. Después se levantó y caminó en dirección del gas venenoso.
-Si lo dejo de esta manera, no tendré otro lugar donde conseguir mis juguetes -Espetó sacando una botella de cristal de su cinturón, la cual tenía un corcho rojo de brillantes colores. Al destapar la botella, el gas venenoso entró como si hubiera sido sellado al alto vacío. Posteriormente Giselle recogió a la asustada rana y la acarició provocando que el anfibio escupiera las dos frutas.
-Aquí tienes -Dijo moviendo sus dedos y mandando las frutas por el aire hacia la mesa- Creo que eso concluye nuestras negociaciones, no es así señor....
No olvidaba que el licantropo no le había dado su nombre todavía.
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Post by Giselle Vladgun on May 23, 2017 2:59:37 GMT
El lobo tenía una manera cínica de tratar a los demás, en cierta forma le recordaba a ella misma, pero de un modo más agresivo con los otros. Tanta crueldad debía tener motivos, pero a ella poco le importaban los motivos de otros, siempre y cuando hubieran servido a su causa, y tal como loudamer se marchaba tras cumplir su misión, Giselle se sentía agradecida por haber encontrar un buen emisario indirecto de su voluntad.
El cantinero continuaba retorciéndose en el piso a causa de la contusión y el gas venenoso. Giselle volteo a verlo pro un momento, y tras acordarse de lo que lo asolaba, comenzó a conversar como si el pobre pudiera responderle.
-Tienes razón, quizás pueda pedirle que me consiga "Eso" que nadie más pudo conseguirme, tal vez incluso le encante sus frutas para que pueda respirar bajo el agua, después de todo... El árbol de Mikan crece bajo mis manos -Tras haber dicho esto cayeron de sus mangas un centenar de semillas que se evaporaron al casi tocar el suelo. El cantinero al inhalar ese humo, se quedó dormido.
La rana al ver esto le reclamó con la mirada más severa del mundo.
-¿Que? -Fingió Giselle alzando los hombros- No esta muerto, no todavía, lo necesito vivo para que siga trayendo bounty hunters a mis garras -Acercó su dedo para que la rana subiera y esta dudó un momento antes de trepar por su uña- Ahora espero tengas hambre vas a tragarte un jabalí enorme.
Al escuchar esto, la rana gimió de pena, Giselle se retiró de la taberna, tras haber acabado sus negociaciones con Loudamer.
Thread cerrado
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