Vansi Heitrbjod [1/2]

El sol salia, pronto tendría que dejar de avanzar a tan apresurado paso y retomar una lenta y agónica marcha a través del desierto. Si debía tomar un descanso era ahora, pero estaba convencido de que su resistencia era tal que podría aguantar hasta media tarde, eso mismo se dijo ayer y el día antes y el día antes de ese.

Durante sus viajes había cruzado tierras de climas extremos, tratando de entrenar su cuerpo a cada hábitat, buscando ser el depredador perfecto, sin embargo, este desierto era cruel como ninguno apenas el sol alcanzaba el punto mas alto en el cielo de Mirovia.

-No pienso perecer aquí, Draconya me espera-

El felino, caminando como las bestias, se detuvo unos momentos para safar su cantimplora del cinturón, sus ropajes y pertenencias metidas dentro del enorme bolso que llevaba atado en el lomo, la espada envainada le mantenia la espina firme. El calor le estaba consumiendo las entrañas.

-¿Que estarán haciendo en casa? Madre..-

No solo las entrañas, también el corazón. Hacia tanto tiempo que esa palabra no brotaba en sus pensamientos, su Madre, una fuerte cazadora del desierto, acogida por su padre quien se decía el rey de la jungla, su abuela, sus tías, primas, hermanas. Bebió un poco de agua.

Llegar a Mirovia trajo sus recuerdos de vuelta, antes de eso solo el recuerdo de los días de cacería venían efímeros al capturar cada presa, solo eran eso, técnicas de cacería, ahora tomaban forma y le hacían entender.

-Estoy solo-

¿Habría valido la pena alejarse de su horda?¿Toda esa experiencia que ganó, era equivalente a su  negado destino como heredero?¿Moriria ahí, solo, en el desierto sin que nadie conociera sus hazañas, sin que estas llegaran a oídos de su madre?¿Y si todos habían muerto ya presa de la Gran Caza de la que muchos hablaban? Quizá el calor le estaba afectando demasiado.

Una tremenda ráfaga se aproximaba, llevando consigo el familiar sonido del tiempo de lluvia en la jungla. 

-¿Una tormenta?- 

Su lastimada vista buscaba señal de nubes ¡Pero era el desierto! ¿Como iba una tormenta a formarse de la nada? Una enorme sombra se aproximaba, no era una nube ¿Que era eso? El calor y el hambre le impidieron razonar propiamente.

Eso no era una nube.

Cuando la gigantesca criatura aterrizó resonando pesadamente en la arena, Niku pego un salto, aterrado por la imponente figura, la fuerte ráfaga que arrastraba arena a su paso le enterró parcialmente las patas.

-¿Que es eso?¿Que es eso?¿Que es eso?- No podía dejar de preguntarse lo mismo una y otra vez, ignorante pero dispuesto a defenderse sacó las garras, ni siquiera recordó que aun llevaba la espada.

-¿Nube?¿Roca?¿Montaña?- El experimentado cazador se sintio novato de nuevo, jamas había visto un dragón de ese tipo o de ese tamaño, el mundo era demasiado enorme para él y ahora frente a sus ojos la prueba de ello, una criatura deconocida. Gruñendo y frunciendo el hocico, sacó las patas de la arena y trató de tomar distancia, ese era un cuello enorme con una cabeza enorme que seguramente tendría dientes enormes.

¿Donde quedó su cansancio? Detrás de la sorpresa. Respondió al gruñido con un rugido, reconociendo su desventaja, estando tan agotado, ofrecer sumisión para reconocer a la criatura parecía la mejor estrategia. Echó entonces sus orejas hacia atrás.

-Cazando...- dijo a regañadientes, resistiéndose a ser sumiso, de alguna manera pese a estar en esa situación, su orgullo de cazador resistía el hambre, la sed y el temor. Con las orejas echadas hacia atrás, tomo valor para lanzar su propia pregunta.

-Dragona.... Este no es un lugar donde vivan los dragones...- tosió -¿Como es que la tormenta vuela en las alas de un dragón?- Mas que su tamaño, mas que las cicatrices en su cuerpo o la ausencia de un miembro, lo que intrigaba a Niku era esa capacidad de llevar la tormenta consigo, lo habia engañado y sembrado curiosidad en el, mas aun porque los únicos dragones que conocía eran mucho mas pequeños, algunos sin patas, algunos sin alas pero ninguno mas imponente que ella.

Estaban solos en el desierto, pudiera haber preguntado cualquier otra cosa, pero meterse en los asuntos ajenos no era propio de él, menos aun con alguien que de una mordida acabara con su imprudencia.

Ese constante cambio de tono lo estaba mareando pero podía comprender. El calor era demasiado hasta para un dragón, pensó.

-Tal vez soy minúsculo desde tus ojos... Pero soy un cazador y vine al desierto a cazar la única cosa que se encuentra aquí; Libertad. Un dragón con alas puede ir y venir cuando quiera, tienen esa libertad pegada a la espalda- tosió de nuevo -por eso me intriga, que un dragón pueda llevar también la tormenta en las alas-

Y entonces reflexionó, "las tormentas obedecen a su madre" ¿Era eso una analogía o solo algo figurativo? La dragona había hecho un estruendo con su cuerpo, su presencia y su voz, se declaraba madre de tormentas, el titulo le sonaba muy familiar.

-Todos lo arcanos que he conocido en esta isla, tienen problemas muy humanos. Ya olvidaron los problemas de los arcanos y no tienen nada que cazar. - no parecía que la gran criatura fuera a comerlo ¿Que haría con él? Estaba agotado pero si la gran dragona se cansaba de hablar, seguramente tendría que pelear contra aquellos enormes colmillos.

-Como mi madre me enseñó, el día que ya no tenga nada mas que cazar, ese día puedo morir en paz-

Sonaba como si la dragona sufriera mas por estar en el desierto que él mismo, tal vez esas cicatrices decían mas de lo que aparentaban, pensó.

Parecía ofendida, humillada ¿Que había obligado a un ser como ella, tan orgulloso, a vagar por el desierto? Mencionó la gran caza con desdén, probablemente ella lo sufriera mas que su horda, quienes vivían en el sur, donde los humanos les adoraban inmensamente ¿Del oeste? ¿O sería del norte? El joven trataba de deducir tanto sobre la dragona como se lo permitiera el razonamiento.

-Esa oferta suena tentadora... Madre de la tormenta, me encantaría tomarla- No era muy sensato hacerlo, pero ella tenia un punto, había aun muchas cosas que cazar, aunque eso incluyera a otros arcanos, lo había hecho antes, se había medido en fuerza a otros y prevalecido ¿Que haría de Mirovia una tierra distinta?¿Que clase de inmunidad gozarian los arcanos en esa tierra? Ninguna, esa filosofia de 'No matar' era demasiado humana. Tal vez la malicia en la voz de la dragona era diferente a su impulso por ser el depredador perfecto pero a fin de cuentas querían algo similar, Reconocimiento.

-Solo una cosa... El desierto no solo es para los exiliados. Vine aquí no como castigo, sino que trato de acercarme a la leyenda de la Flor del desierto y Madre del caos.... Pero veo que aun me falta mucho para eso- suspiro -No te quito mas tiempo, Madre de la tormenta. Será un honor aprender tus artes.-

Una sola cosa le había incomodado ¿Sería verdad que en Mirovia habían humanos haciéndose pasar por Arcanos? O tal vez ella había visto también esa necedad de algunos, no solo en aparentar la apariencia humana, sino también el someterse a la idea de "la humanidad". Había visto en sus viajes algunis arcanos luchando por ser vistos como humanos y a otros sucumbir a su lado salvaje, escapando así de ser sometidos pero perdiéndose dentro de sus instintos. Estaba intrigado.

Esta era la primera vez que montaría un dragón, sin necesidad de someterse el uno al otro. Sentía alivio de que aquello que tenia en común con la dragona, le había salvado la vida y regalado un tutor, una nueva técnica que aprender.

-Si! Será un honor verlo! De verdad pude sentir la tormenta viniendo a mi y me dejó contrariado.- exclamó intrigado, vería como la dragona cargaba la tormenta en sus alas.

Mientras subía, con el cuidado se no usar las garras en las escamas de su anfitriona, reflexionó cual sería el equivalente a la palabra Vikingr, pensando en la breve descripción no pudo deducirlo pero tenia una idea, errónea, de lo que la dragona quería describir.

-Cacería en masa... ¿Utiliza su fuerza para abarcar mayor espacio y así alcanzar a mas presas?¿O manipula el entorno para emboscarlos?- su mente aun estaba limitada a lo que sus garras podían alcanzar, no tenia idea de lo que estaba a punto de atestiguar.

-Después de la clase, con mucho gusto compartire la leyenda de la flor del desierto. Es una leyenda muy importante en mi cultura, un poco de lo que cargo conmigo- sonriendo, pensaba en su destino

-Tenia planeado viajar a Draconya, pero ahora no lo se ¿A donde iba usted que llevaba esa enorme tormenta resonando los cielos?- esta era una oportunidad única de abarcar mucho más espacio y conocer nuevas zonas de la isla, a donde ella fuera el iria también.

-Hnmm!- gruño en aprobación -Al sureste se encuentra Draconya.... Al norte esta el lago y- tom o aire -al oeste el camino por el que llegué, rumbo a Shangri Lax, la selva y los mangles cubren el terreno, la vegetación es muy espesa y el clima húmedo- Se le dificultaba el hablar en voz alta por la velocidad pero darle los detalles era necesario, la madre de la tormenta había aceptado mostrarle sus artes a cambio de nada, lo menos que pudiera hacer para corresponder sería ser un excelente pupilo y ayudarle a localizar alimento. La pregunta era ¿Cuanto tardarían en localizar un destino y llegar a el?

Un extraño sentimiento volvía a brotar dentro de el, hasta hace un momento sus fuerzas apenas le bastarían para soñar con defenderse de la dragona, ahora podía sostenerse de sus escamas a pesar de sentir que el viento lo arrancaria de su lomo en cualquier momento. Se había sentido así mucho tiempo atrás, cuando era el discípulo de su madre, la protagonista de la leyenda que había prometido contar a la dragona, no quería sentirse de esa manera, había estado recordando a la horda por todo el camino a través del desierto, mas que animarlo eso le deprimía ¿Por que sentía la necesidad de comparar a la dragona con su madre?¿Seria por ese aire solemne que se respiraba al hablar con ella? 

Tonto, se dijo a si mismo, la dragona aun podía arrepentirse y voltear para darle un mordizco, podría caer de pie y romperse los huesos pero sin una pierna o la mitad del cuerpo la idea sonaba aun más absurda, debía concentrarse, usar el intelecto y el respeto, si la madre de la tormenta era tan grande como solemne, eso le mantendría con vida hasta el final de esa clase. Si, ese era un sentimiento en el que podía concentrarse, un pensamiento que opacaría los recuerdos; Aprende y Sobrevive.

-Ahí encontré presas grandes pero solo hay gente en el templo del verano- dijo con dificultad. -Cerca del lago de las hadas es donde supongo estará más habitado-