Post by Boher Sargas on May 17, 2017 0:43:37 GMT
―Apúrate, Boher, te perderás el espectáculo.
Una mujer saltaba de un lado a otro como si de una niña pequeña se tratara, sus orejas puntiagudas dejaban ver algunos aretes con joyas preciosas, y su cabello negro, el cual caía como una preciosa cascada brillante sobre sus hombros, hipnotizaban a cualquiera que la viera, mientras movía su vestido blanco tan delicado y suave que resaltaba todas las curvas de la pequeña, pero hermosa elfa.
Un hombre casi del tamaño del árbol del que se sostuvo pasaba entre las ramas, golpeándose de vez en cuando con una hoja. Refunfuñó quitando miles de insectos de su cabello rojizo oscuro y acomodó su brillante armadura plateada, mostrando con orgullo el escudo de la familia a la que le servía.
―Qué impaciente es usted, señorita ―Soltó el hombre con una sonrisa divertida.
Al voltearse, el semblante de la mujer cambió a uno más serio, mientras se sentaba de pronto en el húmedo pasto. ―Boher… ―Sonrió a pesar de su molestia, a Boher le encantaba esa sonrisa, era tan preciosa aún si estaba molesta.
―¿Le molesta algo, mi damisela?
―¿Qué le he dicho sobre esconderse?
Boher frunció el ceño, al fin entendiendo a lo que se refería, soltó un suspiro mirando a otro lado, como aquel niño pequeño que lo habían descubierto, y en unos segundos, un par de cuernos enormes se hicieron presentes en su cabeza, mientras dos orejas peludas del mismo color de su cabello sobresalían de su cabellera. La elfa sonrió complacida, mientras observaba como el minotauro se sentaba frente a ella.
―Sabes perfectamente que te amo por lo que eres justo aquí ―Dijo la princesa, acomodando con dulzura su mano en el pecho del caballero, justamente donde su corazón latía con ferocidad cada vez que ésta la tocaba o le dirigía la palabra.
―Ya lo sé, es solo que… ―Boher miró el lago que se alzaba frente a ellos ―…No quisiera que nadie te viera con…
―¡Ni te atrevas a decir una palabra más! ―La princesa se puso de rodillas rápidamente, tomando las suaves pero fuertes mejillas del minotauro. ―Tu eres el ser más noble que conozco, amor mío, y nada de lo que digan de tu apariencia me hará de cambiar de opinión.
Boher sonrió, observando aquellos ojos azul cielo que lo miraban con tanta atención y ternura.
―Tengo algo para ti ―La mujer pegó un salto hacia atrás. ―Cierra los ojos ―Boher puso los ojos en blanco con una sonrisa, divertido por lo efusiva que la mujer podía ser, sin embargo, la obedeció, y quedando en la penumbra, se quedó quieto, sintiendo como acomodaban algo en su mano derecha.
―Ya puedes abrirlos ―Al hacerlo, Boher observó el artefacto que tenía sobre la palma de su mano. Una roca reposaba con tranquilidad sobre su piel, pero no era una cualquiera, pues aquella roca estaba divida en dos partes, sin tocarse una a la otra, y entre sus paredes brillaba una cálida luz blanca con azul.
―Es la roca de los amantes ―Respondió la mujer ante el rostro de duda del minotauro. ―Un tipo especial de roca, la cual, no importa que tanta fuerza le apliques para separarlas por completo, estas jamás lo harán si los sentimientos de la persona que lo regala a la persona que ama son reales. ―Boher tomó la roca con sus manos, de cada extremo y estiró con fuerza, tenía razón, la roca no se movió ni un centímetro.
―Es hermosa ―Boher la miró de un lado a otro con una sonrisa, entonces la mano de la dama se posó sobre la de el joven, tomando la piedra.
―No conseguí una mejor manera de demostrar cuánto te amo ―La mujer tomó un pasador de su cabello, acomodándolo a la roca y lo enganchó en la tela que sobresalía de la armadura, mientras se la terminaba de poner, Boher observaba cada uno de sus movimientos, y en un impulso que su cuerpo no controló por mucho más, tomó la suave y rojiza mejilla de su amada, con su otra mano la tomó de la cintura y lentamente acarició sus labios con los de ella, moviéndolos un poco mientras observaba como la mujer cerraba sus ojos, aceptando sus dulces besos.
Se separaron al observar como miles de mariposas volaron en dirección hacia el cielo, millones de colores se mostraron ante sus ojos, de distintos tamaños y formas, lo cual, parecía un tipo de festival hecho totalmente para ellos.
―Llegamos justo a tiempo ―Dijo la mujer, mirando hacia el cielo.
Pero Boher no miraba las mariposas, pues había un mejor espectáculo de colores y sensaciones a solo unos centímetros de él. Mientras estaba distraída, volvió a tomar su mejilla, llegando su mano hasta su nuca, entrelazando sus fuertes dedos en el delicado cabello de la joven, y volvió a extasiarse en el dulce sabor de un beso, y caricias.
―Amor mío ―Susurró la mujer mientras sus labios se buscaban ―Prométeme que siempre vas a estar conmigo, prométeme que nunca vas a dejar de amarme.
―Lo prometo.
―Amor mío ―Susurró la mujer mientras sus labios se buscaban ―Prométeme que siempre vas a estar conmigo, prométeme que nunca vas a dejar de amarme.
―Lo prometo.