Post by Ildikó on May 23, 2017 6:08:56 GMT
Nombre: Ildikó (apodo Byakko)
Género: Masculino
Edad: 246 años
Raza: Dragón - Lung
Corte: Invierno
Lugar de Residencia: Los alrededores del Templo del Invierno le han brindado lo más parecido a un hogar.
Ocupación: Blacksmith
Stats: 12 estrellas a repartir. Recuerda que una vez puestas tus estrellas, no las puedes cambiar. El máximo que puede tener cada stat es 5 estrellas.
Habilidades raciales:
Personalidad: Calmado | Inseguro | Reservado | Inteligente | Astuto | Educado | Creativo | Meticuloso | Medianamente sociable | Vulnerable |
Historia:
El recuerdo más viejo al que puede acceder sin tener que forzar tanto su mente y por consiguiente, evitar tener un fuerte dolor de cabeza, es el de sus padres teniendo una charla a mitad de la noche con apenas unas cuantas velas alumbrando la habitación. El, que debería estar dormido, escucha apenas unas palabras detrás de la puerta. A sus escasos 5 años de vida, no logra entender nada y como a cualquier niño de su edad, el sueño lo vence.
Su siguiente memoria es menos complicada que la primera y mas hermosa por mucho. Sus padres y el salieron a dar un largo paseo, como esos que acostumbraban dar cada fin de mes, solo que esta vez había algo extraño en el: Ni era fin de mes, y su madre había insistido en que vistiera ciertas ropas que para un día de campo no eran las más cómodas. Lo cubrían de pies y cabeza por completo, el sudor bajaba por su frentesita y su nuca pero el siempre había sido un niño obediente por lo que no emitió queja alguna a pesar del calor que sentía con aquellos ropajes.
Al medio día y después de caminar mucho, divisaron la pequeña cabaña que su padre había construido hace algunos años, días antes de su nacimiento para ser exactos, como un presente para el por haber logrado llegar sano a su lado, esto según las palabras de su madre. Una mirada suplicante a sus padres con aquellos ojos grandes y almendrados, y en segundos obtuvo el permiso de correr hacía la morada. La tarde transcurrió tranquila, entre juegos e historias de aventuras pasadas que narraba su padre, la energía de Ildikó pronto se agoto. Con cariño su madre lo llevo dentro de la cabaña antes de que pudiera quedarse dormido sobre el espeso pasto que crecía afuera, lo arropo y beso su frente. Antes de cerrar sus ojitos, diviso a su padre entrar a la habitación y haciendo uso de alguna clase de energía en reserva, se negó a entrar al mundo de los sueños. Los adultos al ver esto, le sonrieron de manera extraña y se acercaron a el, su madre se recostó a su lado mientras su padre se sentaba al final de la cama. Mamá canto para el como otras veces lo había hecho, solo que su canción esta vez fue diferente. Papá los miraba a ambos con tanto amor y a la vez parecía que rompería a llorar como aquella vez que el rodó colina abajo y termino con un brazo roto.
Pronto el canto de mamá termino, sus parpados se sentían el doble de pesados, no aguantaría más despierto. Un beso en su frente con algo de picor, que supuso era la barba de papá, y una disculpa seguida de un "Te amamos... en verdad te amamos..." es lo ultimo que recuerda de sus progenitores.
La mañana siguiente llego acompañada del canto de numerosas aves silvestres. El no tardo mucho en despertar, y cuando por fin lo hizo salió disparado de la cama como si tuviera un resorte, corrió descalzo al cuarto de sus padres, abrió la puerta cauteloso y entro de puntillas pero cuando estuvo listo para saltar encima de ellos se percato que no estaban ahí. Sin perder ese sentimiento de euforia, corrió hacía la cocina; nada. La cabaña no era tan grande, aparte de la cocina y los cuartos, solo había dos lugares más donde buscar: el baño y una habitación pequeña que su padre ocupaba para guardar herramientas y leña. Busco en ambas pero no tuvo éxito.
Ildikó era un niño inteligente y tranquilo por naturaleza, no se dejaría asustar tan fácilmente, aunque al final de día seguía siendo eso: un niño.
Para el la cabaña era su lugar seguro, no saldría de ella, estaba seguro que sus padres regresarían en cualquier momento, se disculparían con el por dejarlo solo tan de repente y su ya no tan pequeño paseo seguiría con normalidad. Lamentablemente no fue así, la noche cayo y la oscuridad del bosque envolvió la cabaña, sus padres no volvieron esa noche, ni la siguiente, ni la siguiente y mucho menos la posterior a esa. Sus pequeños dedos le ayudaban a contar los días que pasaban, se negaba a llorar su ausencia pero la comida que habían traído se estaba acabando al igual que las velas, pronto no tendría nada que llevarse a la boca y cuando cayera la noche, sería tragado por esta. Salir de la cabaña tampoco era una opción, si lo hacía significaba que se estaba resignando a la idea de que sus padres volvieran y no deseaba aquello, aferrarse a su regreso era lo que le mantenía fuerte, la imagen de ellos entrando por aquella puerta de madera lo consolaba por las noches cuando lo único que deseaba era llorar.
Dos días más y la ausencia de comida fueron suficiente para que ese pequeño niño pusiera un pie en el bosque. Vestido de la misma forma en la que su madre lo había traído, emprendía su camino, y no es que a su corta edad haya logrado memorizar el recorrido, por su puesto que no, por más listo que fuera eso era imposible para un niño de su edad. Para su suerte, había marcas sobre el suelo que lo guiaban, no estaba seguro si lo llevarían a su hogar pero quería creer que lo harían. Varios metros después, sus pequeñas y cansadas piernas fallaron, su rostro golpeo contra el suelo tierroso del lugar y todas las lagrimas que había aguantado los días anteriores salieron de golpe, sus sollozos pronto se convirtieron en gritos de puro dolor que asustaban a las aves cercanas. No podía seguir siendo un niño valiente, no podía ser un guerrero como su nombre lo decía, ya no más. Era un niño que estaba solo y asustado, que extrañaba a su padres y no entendía por que ellos no habían vuelto por el, no entendía por que lo habían dejado. No recordaba haberse portado mal o haber hecho algo por lo que mereciera ser castigado. Su llanto se alargo por mucho y no paro hasta que recordó una frase que su madre le decía cuando lloraba, "Si sigues llorando de esa forma te vas a secar pequeño hombresito..." Con su pequeña y roja nariz escurriendo, y sus ojos irritados de tanto llorar se levanto, sacudió sus ropas lo mejor que pudo y siguió caminando. No pudo dar más que unos cuantos pasos cuando a sus oídos llego el sonido de algo acercándose, se detuvo y espero. El misterioso objeto pronto se acerco más y más hasta que pudo reconocer lo que era: un carruaje algo rustico. Atontado solo atino a moverse del camino, no quería ser arrollado pero curiosamente el carruaje bajo la velocidad cuando paso a su lado y se detuvo a escasos dos metros frente a el. Enseguida de el bajaron dos personas, un adulto y lo que parecía ser un niño o una niña, no podía decirlo con certeza. Lo sorprendente de todo fue que el extraño infante corrió hacía el, lo abrazo fugazmente y tomo su rostro entre sus pequeñas manos. Era un poco más alto que el, tal vez tenía uno o dos años más aquel extraño niño.
Las pequeñas manos movieron su rostro de un lado a otro de manera brusca, mientras pronunciaba palabras que el no entendía del todo. "¿Puede venir con nosotros? Parece perdido... por favor papá, siiiii..." Petrificado como estaba solo dirigió la mirada aterrada hacía el hombre que se encontraba más haya. Luego de eso las cosas pasaron muy rápido, demasiado. Subieron al carruaje los tres, momentos después el cansancio golpeo su pequeño cuerpo y termino por dormir todo el camino a quien sabe donde.
Como si se tratara de un libro al que le arrancaron algunas hojas, la historia de su niñez esta incompleta en su mente, truncada a partir de ahí.
Lo siguiente que recuerda es estar sentado frente a una mesita llena de libros y pergaminos, el niño de 5 años de ese entonces había crecido hermosamente y se había transformado en un bello joven de 18 años culto a más no poder. La familia que lo había acogido no era la más amorosa del mundo pero le dieron un techo, comida, una cama y estudios. Pero como todo en la vida nada es gratis, eso lo aprendió años después de su llegada. En una extensa charla que tuvo con el hombre de la casa, comprendió muchas cosas entre ellas el por que estaba ahí. Si, en parte fue capricho de cierta persona pero aquel hombre había visto algo más en el, había visto un futuro útil para aquel niño abandonado.
De esa forma y a partir de ese día su entrenamiento empezó, como si de un gran frasco se tratara debía ser llenado de conocimiento, debía aprender numerosas disciplinas desde la más sencilla hasta la más extensa y complicada. Debía aprender a servir el té de manera perfecta mientras sostenía una conversación sobre algún tema pretencioso e inteligente de manera audaz, sin errores.
Habiendo cumplido 22 años, Ildiko que hasta entonces había mantenido su nombre en secreto por miedo y haciéndose llamar Orit (como su madre), fue despojado de este falso nombre y se le otorgo uno nuevo junto con las ropas que utilizaría de ahora en adelante. De esta forma, Byakko paso a formar parte de las filas de cortesanas que poseía la familia, aunque más que cortesanas o simples prostitutas eran más bien sabias damas de compañía. Sus servicios consistían en eso; acompañamiento, debían entretener y conversar con sus clientes el tiempo que estos pudieran pagar pues las cuotas no eran cualquier cosa, eran extremadamente altas. Actividades sexuales estaban completamente prohibidas para el, y el dueño era estricto con esta norma.
Con el paso de los años, las demás chicas se convirtieron en una familia para el e inclusive el jefe se convirtió en una extraña figura paterna, de un modo retorcido claro. Su trabajo no era del todo malo, le permitía conocer gente interesante de vez en cuando y podía estudiar todo lo que quisiera, era su deber, si, pero también lo disfrutaba, le gustaba aprender cosas nuevas.
Cuando la gran caza llego al pueblo todo a su alrededor se volvió un caos, por medio de rumores se entero que algunos antiguos clientes que había tenido habían sido asesinados pues habían resultado no ser humanos. Muchos en el pueblo huyeron, algunos se resistieron y pelearon, y otros más se escondieron aunque la suerte de estos dos últimos fue horrenda, lo sabía, lo había visto con sus propios ojos. Habían sido colgados, quemados vivos o destrozados simplemente, todo esto a la vista del pueblo, a la vista de los que se suponía eran normales: humanos, crueles humanos. Y ahí estaba el, observando a los suyos perecer de la manera más ruin y violenta posible, sin mover un solo dedo si quiera.
Cada día por la tarde acudía a la plaza principal del pueblo acompañado de sus hermanas a presenciar como una vida era arrebatada, a veces no era solo una, eran varias y el no podía horrorizarse ante eso, tampoco podía celebrarlo como toda esa gente enferma a su alrededor, solo podía hacer esa sonrisa que había ensayado tantas veces, esa sonrisa que la gente podía interpretar de diferentes maneras. Tan vacía y tan simple a la vez pero tan útil al final.
Una noche alguien pago por sus servicios, algo raro pues bien sabía que su precio era el más alto de todos y casi nadie estaba dispuesto a pagarlo. La sorpresa que se llevo al entrar en la habitación donde el cliente le esperaba fue grande, sus ropas decían más de la cuenta. Era un general, y si hacía memoria era uno de los que había llegado al pueblo esa tarde con un lote de "bestias", era uno de los que arrebataba vidas inocentes como si fueran cualquier cosa.
Sin poder rechazarlo o negarse a trabajar, Byakko a regañadientes prendió el incienso y tomo lugar junto al general, se presento y le ofreció algo de tomar del gran repertorio de bebidas que tenía la casa, todo con esa dulce voz que poseía. El hombre no tardo en ponerse cómodo y abrir la boca. Relataba con lujo de detalle la ola de terror que los humanos habían desencadenado por el país. Su forma de hablar le indicaba que no era un hombre que careciese de estudios por lo que no estaba tratando solo de asustarlo, sus palabras estaban llenas de asquerosa verdad. Entre más cosas le contaba, mayor era el rencor y la amargura que dejaba en su pobre alma. Describía la mirada de odio que las bestias le dedicaban cuando los sometía, se quejaba de que su familia siempre le exigía más y más botín. Le explico que el mentado botín consistía en las pertenencia más valiosas de las bestias, después de todo a donde van no lo necesitan, decía.
Hablo de un sistema que habían implementado a base de rumores, este consistía en convertir a los arcanos restantes en colaboradores haciéndoles creer que si entregaban a uno ellos se salvaban, si entregaban a una familia completa la suya se salvaba. Para gusto del hombre a su lado, el plan funciono mejor de lo que esperaban, sus carcajadas acompañadas de repetidos "bestias estúpidas" agitaban su corazón con rabia. Para su suerte el incienso se consumió por completo y con el, su tiempo. Se disculpo mientras se ponía de pie cuidando sus ropajes pero cuando estuvo a punto de abrir la puerta, de la boca del general emergieron palabras que lo clavaron al piso. Cuando volteo hacía el hombre este sostenía una hoja llena de tinta. Regreso sobre sus pasos, se arrodillo y el hombre puso la hoja sobre la mesa, sus manos temblorosas ser acercaron para tomar el papel pero el general rápidamente saco un cuchillo y lo clavo al pie de la hoja. Bajo las manos de inmediato, desistiendo de la idea de tomar el papel entre ellas. Temeroso leyó el contenido párrafo por párrafo pero nada fue tan impactante como las ultimas palabras ahí escritas. Su nombre estaba ahí al final de la hoja, escrito tan delicadamente. Tal contrato de compra no lo hubiera sorprendido tanto de no ser por que al final de hoja no se leía "Byakko" o en su defecto "Orit", no, se leía Ildikó. El miedo, la duda y la confusión lo embargaron por completo. No era el hecho de que ese asqueroso hombre fuera su dueño ahora, su nombre, ese que tanto había escondido con recelo estaba ahí, a la vista de ellos. ¿Cómo? ¿Por qué? Las respuestas no se hicieron esperar, el general amablemente respondió a sus preguntas jamás hechas. Menciono a sus padres mientras acariciaba su rostro, la mención de ellos fue el detonante de todo su coraje, de todo su odio reprimido y en un arranque de ira tomo el cuchillo que el hombre había clavado sobre el papel y lo apuñalo, una y otra vez, las estocadas no eran tan certeras pero el daño si lo era, pronto el general dejo de forcejear, dejo de intentar defenderse. Dejo de respirar.
Byakko sin pensarlo tomo el contrato manchado de sangre, lo guardo entre su ropa y salió corriendo de ahí, detuvo su andar cuando llego a la zona de recamaras, entro con cuidado a la suya y tomo todo lo que pudo, todo lo que resultara útil, una vez hecho esto se apresuro por los numerosos pasillos, la casa era gigante pero el no era tonto, sabía salir de ahí sin ser visto. Y así lo hizo, una vez fuera corrió hacia el bosque que había detrás de la casa. No tardo mucho en toparse con alguien, asustado empuño el cuchillo del general que para ese entonces parecía estar pegado a su mano, confusión y miedo llenaron el ambiente, frente a el había un par de chicos más pequeños, en medio de la confusión lo que llamo su atención fueron los cuernos que sobresalían de sus cabezas. Una rápida charla con ellos le hizo darse cuenta que estaban maso menos en la misma situación solo que a diferencia de el, ellos si tenían un plan: llegar a la tierra prometida. Sonaba ridículo y poco creíble pero eso era mejor que nada. Ni tarde ni perezosos, emprendieron el largo viaje hacía aquel destino dudoso.
Una noche y un día les costo llegar a la costa sin ser descubiertos, aquellos chicos eran un par de dragones, el también lo era solo que en su vida se había permitido mostrarse como tal, por obvias razones. Debido a el inconveniente llamado Byakko, tuvieron que robar un bote y con la noche como cómplice se adentraron en el traicionero mar.
Lo que paso sobre las olas y lo que estas les obligaron a hacer es algo que hasta el día de hoy trata de olvidar pero que agradece cada día a ese par de niños que lo hicieron llegar a la tierra prometido de la que tanto dudaba incluso si fue a costa de sus vidas.
Su vida desde que llego a Mirovia no fue tan difícil gracias a la educación que recibió, pero no por eso opto por la vida cómoda que sus conocimientos podían ofrecerle, al contrario, decidió aislarse de todos. Quería evitar a toda costa recordar el Byakko del pasado que solo miraba morir a los de su especie mientras se escondía bajo su traje bien confeccionado de humanidad. Pero los errores nos persiguen, los rencores, el arrepentimiento. Por toda la eternidad.
Y así, bajo la creencia de que los monstruos como el no merecían la paz que ofrecía Mirovia, decidió unirse a la Corte de Invierno con un solo motivo en mente: conocimiento. Aprender sobre ese mundo y sus habitantes en la lejana isla congelada, obligado a ver numerosos rostros que no tardaban en deformarse y convertirse en el de un arcano siendo torturado en medio de la plaza. No es que buscara redimirse, eso era imposible para el pero no desperdiciaría la oportunidad que aquellos niños le brindaron. Debía vivir, si no era por el, lo haría por el recuerdo de ellos... por más doloroso que fuera, se los debía.
Datos curiosos:
-Su contrato de venta aun lo tiene consigo. Lo guarda mejor que cualquier cosa, mejor que a todos esos libros y pergaminos que logro traer consigo.
-Desde que llego a la isla usa el nombre de Byakko mayormente.
-No ejerce el trabajo para el que fue entrenado pues la paranoia de que los humanos lleguen a la isla lo ha orillado a aprender a defenderse, a crear armas y escudos para cualquier situación.
-No trabaja con cualquiera, el dinero no es lo que llama su atención si no el conocimiento.
-No maneja muy bien las temperaturas altas, le producen dolor de cabeza, nauseas o en el peor de los casos, sangrado nasal.
-Colecciona artefactos humanos, en especial si son adornos o cosas extrañas. Sus motivos son igual de extraños.
-Cuando esta en casa sigue quemando incienso, más por costumbre que por otra cosa.
-Mantiene su cabello corto por su propia mano, obviamente lo corta muy mal pero "mal" es suficiente para el.
-Por los hechos ocurridos en alta mar antes de llegar a Mirovia, sufre talasofobia.
-Aunque entiende las formas que puede tomar, aun es algo torpe con estas y tarda un poco en pasar de una a otra (tampoco practica tanto como debería). La que mejor controla es su forma sellada, la peor: fated.
-Su físico no es la gran cosa pero trata de mantenerse en forma a pesar de no poder ganar casi nada de musculo.
-Le gusta surcar los cielos por las noches pues es menos probable que se encuentre a alguien.
-No hay alimento o bebida alguna que le guste de manera especial.
-Es consciente del destino de sus padres aunque prefiere seguir creyendo que lo abandonaron.
-Su manejo en armas es extenso pero su punto más fuerte lo tiene con el arco.
-Apegarse a los demás ya no es una opción.
Imagen complementaria:
* - Por pertenecer a la corte de invierno.
** - Avatar en proceso! ;;
Género: Masculino
Edad: 246 años
Raza: Dragón - Lung
Corte: Invierno
Lugar de Residencia: Los alrededores del Templo del Invierno le han brindado lo más parecido a un hogar.
Ocupación: Blacksmith
Stats: 12 estrellas a repartir. Recuerda que una vez puestas tus estrellas, no las puedes cambiar. El máximo que puede tener cada stat es 5 estrellas.
• Fuerza: ★★
• Inteligencia: ★★★★★
• Social: ★★
• Agilidad: ★★★
• Defensa: ★*
• Inteligencia: ★★★★★
• Social: ★★
• Agilidad: ★★★
• Defensa: ★*
Habilidades raciales:
Volar - Sin necesidad de alas, este ser puede alzarse en el aire y volar.
Aliento elemental (Fuego) - El arcano puede generar y escupir de su garganta el elemento mencionado en cantidades limitadas de acuerdo a su edad/poder. Aquellos que producen esta clase de aliento deben tener cuidado del efecto de área que puede causar y que la puntería es variable dependiendo de la situación
Zarpazo Final - Las garras de estos dragones son poderosas y pueden cortar hasta las piedras.
Aliento elemental (Fuego) - El arcano puede generar y escupir de su garganta el elemento mencionado en cantidades limitadas de acuerdo a su edad/poder. Aquellos que producen esta clase de aliento deben tener cuidado del efecto de área que puede causar y que la puntería es variable dependiendo de la situación
Zarpazo Final - Las garras de estos dragones son poderosas y pueden cortar hasta las piedras.
Personalidad: Calmado | Inseguro | Reservado | Inteligente | Astuto | Educado | Creativo | Meticuloso | Medianamente sociable | Vulnerable |
Historia:
El recuerdo más viejo al que puede acceder sin tener que forzar tanto su mente y por consiguiente, evitar tener un fuerte dolor de cabeza, es el de sus padres teniendo una charla a mitad de la noche con apenas unas cuantas velas alumbrando la habitación. El, que debería estar dormido, escucha apenas unas palabras detrás de la puerta. A sus escasos 5 años de vida, no logra entender nada y como a cualquier niño de su edad, el sueño lo vence.
Su siguiente memoria es menos complicada que la primera y mas hermosa por mucho. Sus padres y el salieron a dar un largo paseo, como esos que acostumbraban dar cada fin de mes, solo que esta vez había algo extraño en el: Ni era fin de mes, y su madre había insistido en que vistiera ciertas ropas que para un día de campo no eran las más cómodas. Lo cubrían de pies y cabeza por completo, el sudor bajaba por su frentesita y su nuca pero el siempre había sido un niño obediente por lo que no emitió queja alguna a pesar del calor que sentía con aquellos ropajes.
Al medio día y después de caminar mucho, divisaron la pequeña cabaña que su padre había construido hace algunos años, días antes de su nacimiento para ser exactos, como un presente para el por haber logrado llegar sano a su lado, esto según las palabras de su madre. Una mirada suplicante a sus padres con aquellos ojos grandes y almendrados, y en segundos obtuvo el permiso de correr hacía la morada. La tarde transcurrió tranquila, entre juegos e historias de aventuras pasadas que narraba su padre, la energía de Ildikó pronto se agoto. Con cariño su madre lo llevo dentro de la cabaña antes de que pudiera quedarse dormido sobre el espeso pasto que crecía afuera, lo arropo y beso su frente. Antes de cerrar sus ojitos, diviso a su padre entrar a la habitación y haciendo uso de alguna clase de energía en reserva, se negó a entrar al mundo de los sueños. Los adultos al ver esto, le sonrieron de manera extraña y se acercaron a el, su madre se recostó a su lado mientras su padre se sentaba al final de la cama. Mamá canto para el como otras veces lo había hecho, solo que su canción esta vez fue diferente. Papá los miraba a ambos con tanto amor y a la vez parecía que rompería a llorar como aquella vez que el rodó colina abajo y termino con un brazo roto.
Pronto el canto de mamá termino, sus parpados se sentían el doble de pesados, no aguantaría más despierto. Un beso en su frente con algo de picor, que supuso era la barba de papá, y una disculpa seguida de un "Te amamos... en verdad te amamos..." es lo ultimo que recuerda de sus progenitores.
La mañana siguiente llego acompañada del canto de numerosas aves silvestres. El no tardo mucho en despertar, y cuando por fin lo hizo salió disparado de la cama como si tuviera un resorte, corrió descalzo al cuarto de sus padres, abrió la puerta cauteloso y entro de puntillas pero cuando estuvo listo para saltar encima de ellos se percato que no estaban ahí. Sin perder ese sentimiento de euforia, corrió hacía la cocina; nada. La cabaña no era tan grande, aparte de la cocina y los cuartos, solo había dos lugares más donde buscar: el baño y una habitación pequeña que su padre ocupaba para guardar herramientas y leña. Busco en ambas pero no tuvo éxito.
Ildikó era un niño inteligente y tranquilo por naturaleza, no se dejaría asustar tan fácilmente, aunque al final de día seguía siendo eso: un niño.
Para el la cabaña era su lugar seguro, no saldría de ella, estaba seguro que sus padres regresarían en cualquier momento, se disculparían con el por dejarlo solo tan de repente y su ya no tan pequeño paseo seguiría con normalidad. Lamentablemente no fue así, la noche cayo y la oscuridad del bosque envolvió la cabaña, sus padres no volvieron esa noche, ni la siguiente, ni la siguiente y mucho menos la posterior a esa. Sus pequeños dedos le ayudaban a contar los días que pasaban, se negaba a llorar su ausencia pero la comida que habían traído se estaba acabando al igual que las velas, pronto no tendría nada que llevarse a la boca y cuando cayera la noche, sería tragado por esta. Salir de la cabaña tampoco era una opción, si lo hacía significaba que se estaba resignando a la idea de que sus padres volvieran y no deseaba aquello, aferrarse a su regreso era lo que le mantenía fuerte, la imagen de ellos entrando por aquella puerta de madera lo consolaba por las noches cuando lo único que deseaba era llorar.
Dos días más y la ausencia de comida fueron suficiente para que ese pequeño niño pusiera un pie en el bosque. Vestido de la misma forma en la que su madre lo había traído, emprendía su camino, y no es que a su corta edad haya logrado memorizar el recorrido, por su puesto que no, por más listo que fuera eso era imposible para un niño de su edad. Para su suerte, había marcas sobre el suelo que lo guiaban, no estaba seguro si lo llevarían a su hogar pero quería creer que lo harían. Varios metros después, sus pequeñas y cansadas piernas fallaron, su rostro golpeo contra el suelo tierroso del lugar y todas las lagrimas que había aguantado los días anteriores salieron de golpe, sus sollozos pronto se convirtieron en gritos de puro dolor que asustaban a las aves cercanas. No podía seguir siendo un niño valiente, no podía ser un guerrero como su nombre lo decía, ya no más. Era un niño que estaba solo y asustado, que extrañaba a su padres y no entendía por que ellos no habían vuelto por el, no entendía por que lo habían dejado. No recordaba haberse portado mal o haber hecho algo por lo que mereciera ser castigado. Su llanto se alargo por mucho y no paro hasta que recordó una frase que su madre le decía cuando lloraba, "Si sigues llorando de esa forma te vas a secar pequeño hombresito..." Con su pequeña y roja nariz escurriendo, y sus ojos irritados de tanto llorar se levanto, sacudió sus ropas lo mejor que pudo y siguió caminando. No pudo dar más que unos cuantos pasos cuando a sus oídos llego el sonido de algo acercándose, se detuvo y espero. El misterioso objeto pronto se acerco más y más hasta que pudo reconocer lo que era: un carruaje algo rustico. Atontado solo atino a moverse del camino, no quería ser arrollado pero curiosamente el carruaje bajo la velocidad cuando paso a su lado y se detuvo a escasos dos metros frente a el. Enseguida de el bajaron dos personas, un adulto y lo que parecía ser un niño o una niña, no podía decirlo con certeza. Lo sorprendente de todo fue que el extraño infante corrió hacía el, lo abrazo fugazmente y tomo su rostro entre sus pequeñas manos. Era un poco más alto que el, tal vez tenía uno o dos años más aquel extraño niño.
Las pequeñas manos movieron su rostro de un lado a otro de manera brusca, mientras pronunciaba palabras que el no entendía del todo. "¿Puede venir con nosotros? Parece perdido... por favor papá, siiiii..." Petrificado como estaba solo dirigió la mirada aterrada hacía el hombre que se encontraba más haya. Luego de eso las cosas pasaron muy rápido, demasiado. Subieron al carruaje los tres, momentos después el cansancio golpeo su pequeño cuerpo y termino por dormir todo el camino a quien sabe donde.
Como si se tratara de un libro al que le arrancaron algunas hojas, la historia de su niñez esta incompleta en su mente, truncada a partir de ahí.
Lo siguiente que recuerda es estar sentado frente a una mesita llena de libros y pergaminos, el niño de 5 años de ese entonces había crecido hermosamente y se había transformado en un bello joven de 18 años culto a más no poder. La familia que lo había acogido no era la más amorosa del mundo pero le dieron un techo, comida, una cama y estudios. Pero como todo en la vida nada es gratis, eso lo aprendió años después de su llegada. En una extensa charla que tuvo con el hombre de la casa, comprendió muchas cosas entre ellas el por que estaba ahí. Si, en parte fue capricho de cierta persona pero aquel hombre había visto algo más en el, había visto un futuro útil para aquel niño abandonado.
De esa forma y a partir de ese día su entrenamiento empezó, como si de un gran frasco se tratara debía ser llenado de conocimiento, debía aprender numerosas disciplinas desde la más sencilla hasta la más extensa y complicada. Debía aprender a servir el té de manera perfecta mientras sostenía una conversación sobre algún tema pretencioso e inteligente de manera audaz, sin errores.
Habiendo cumplido 22 años, Ildiko que hasta entonces había mantenido su nombre en secreto por miedo y haciéndose llamar Orit (como su madre), fue despojado de este falso nombre y se le otorgo uno nuevo junto con las ropas que utilizaría de ahora en adelante. De esta forma, Byakko paso a formar parte de las filas de cortesanas que poseía la familia, aunque más que cortesanas o simples prostitutas eran más bien sabias damas de compañía. Sus servicios consistían en eso; acompañamiento, debían entretener y conversar con sus clientes el tiempo que estos pudieran pagar pues las cuotas no eran cualquier cosa, eran extremadamente altas. Actividades sexuales estaban completamente prohibidas para el, y el dueño era estricto con esta norma.
Con el paso de los años, las demás chicas se convirtieron en una familia para el e inclusive el jefe se convirtió en una extraña figura paterna, de un modo retorcido claro. Su trabajo no era del todo malo, le permitía conocer gente interesante de vez en cuando y podía estudiar todo lo que quisiera, era su deber, si, pero también lo disfrutaba, le gustaba aprender cosas nuevas.
Cuando la gran caza llego al pueblo todo a su alrededor se volvió un caos, por medio de rumores se entero que algunos antiguos clientes que había tenido habían sido asesinados pues habían resultado no ser humanos. Muchos en el pueblo huyeron, algunos se resistieron y pelearon, y otros más se escondieron aunque la suerte de estos dos últimos fue horrenda, lo sabía, lo había visto con sus propios ojos. Habían sido colgados, quemados vivos o destrozados simplemente, todo esto a la vista del pueblo, a la vista de los que se suponía eran normales: humanos, crueles humanos. Y ahí estaba el, observando a los suyos perecer de la manera más ruin y violenta posible, sin mover un solo dedo si quiera.
Cada día por la tarde acudía a la plaza principal del pueblo acompañado de sus hermanas a presenciar como una vida era arrebatada, a veces no era solo una, eran varias y el no podía horrorizarse ante eso, tampoco podía celebrarlo como toda esa gente enferma a su alrededor, solo podía hacer esa sonrisa que había ensayado tantas veces, esa sonrisa que la gente podía interpretar de diferentes maneras. Tan vacía y tan simple a la vez pero tan útil al final.
Una noche alguien pago por sus servicios, algo raro pues bien sabía que su precio era el más alto de todos y casi nadie estaba dispuesto a pagarlo. La sorpresa que se llevo al entrar en la habitación donde el cliente le esperaba fue grande, sus ropas decían más de la cuenta. Era un general, y si hacía memoria era uno de los que había llegado al pueblo esa tarde con un lote de "bestias", era uno de los que arrebataba vidas inocentes como si fueran cualquier cosa.
Sin poder rechazarlo o negarse a trabajar, Byakko a regañadientes prendió el incienso y tomo lugar junto al general, se presento y le ofreció algo de tomar del gran repertorio de bebidas que tenía la casa, todo con esa dulce voz que poseía. El hombre no tardo en ponerse cómodo y abrir la boca. Relataba con lujo de detalle la ola de terror que los humanos habían desencadenado por el país. Su forma de hablar le indicaba que no era un hombre que careciese de estudios por lo que no estaba tratando solo de asustarlo, sus palabras estaban llenas de asquerosa verdad. Entre más cosas le contaba, mayor era el rencor y la amargura que dejaba en su pobre alma. Describía la mirada de odio que las bestias le dedicaban cuando los sometía, se quejaba de que su familia siempre le exigía más y más botín. Le explico que el mentado botín consistía en las pertenencia más valiosas de las bestias, después de todo a donde van no lo necesitan, decía.
Hablo de un sistema que habían implementado a base de rumores, este consistía en convertir a los arcanos restantes en colaboradores haciéndoles creer que si entregaban a uno ellos se salvaban, si entregaban a una familia completa la suya se salvaba. Para gusto del hombre a su lado, el plan funciono mejor de lo que esperaban, sus carcajadas acompañadas de repetidos "bestias estúpidas" agitaban su corazón con rabia. Para su suerte el incienso se consumió por completo y con el, su tiempo. Se disculpo mientras se ponía de pie cuidando sus ropajes pero cuando estuvo a punto de abrir la puerta, de la boca del general emergieron palabras que lo clavaron al piso. Cuando volteo hacía el hombre este sostenía una hoja llena de tinta. Regreso sobre sus pasos, se arrodillo y el hombre puso la hoja sobre la mesa, sus manos temblorosas ser acercaron para tomar el papel pero el general rápidamente saco un cuchillo y lo clavo al pie de la hoja. Bajo las manos de inmediato, desistiendo de la idea de tomar el papel entre ellas. Temeroso leyó el contenido párrafo por párrafo pero nada fue tan impactante como las ultimas palabras ahí escritas. Su nombre estaba ahí al final de la hoja, escrito tan delicadamente. Tal contrato de compra no lo hubiera sorprendido tanto de no ser por que al final de hoja no se leía "Byakko" o en su defecto "Orit", no, se leía Ildikó. El miedo, la duda y la confusión lo embargaron por completo. No era el hecho de que ese asqueroso hombre fuera su dueño ahora, su nombre, ese que tanto había escondido con recelo estaba ahí, a la vista de ellos. ¿Cómo? ¿Por qué? Las respuestas no se hicieron esperar, el general amablemente respondió a sus preguntas jamás hechas. Menciono a sus padres mientras acariciaba su rostro, la mención de ellos fue el detonante de todo su coraje, de todo su odio reprimido y en un arranque de ira tomo el cuchillo que el hombre había clavado sobre el papel y lo apuñalo, una y otra vez, las estocadas no eran tan certeras pero el daño si lo era, pronto el general dejo de forcejear, dejo de intentar defenderse. Dejo de respirar.
Byakko sin pensarlo tomo el contrato manchado de sangre, lo guardo entre su ropa y salió corriendo de ahí, detuvo su andar cuando llego a la zona de recamaras, entro con cuidado a la suya y tomo todo lo que pudo, todo lo que resultara útil, una vez hecho esto se apresuro por los numerosos pasillos, la casa era gigante pero el no era tonto, sabía salir de ahí sin ser visto. Y así lo hizo, una vez fuera corrió hacia el bosque que había detrás de la casa. No tardo mucho en toparse con alguien, asustado empuño el cuchillo del general que para ese entonces parecía estar pegado a su mano, confusión y miedo llenaron el ambiente, frente a el había un par de chicos más pequeños, en medio de la confusión lo que llamo su atención fueron los cuernos que sobresalían de sus cabezas. Una rápida charla con ellos le hizo darse cuenta que estaban maso menos en la misma situación solo que a diferencia de el, ellos si tenían un plan: llegar a la tierra prometida. Sonaba ridículo y poco creíble pero eso era mejor que nada. Ni tarde ni perezosos, emprendieron el largo viaje hacía aquel destino dudoso.
Una noche y un día les costo llegar a la costa sin ser descubiertos, aquellos chicos eran un par de dragones, el también lo era solo que en su vida se había permitido mostrarse como tal, por obvias razones. Debido a el inconveniente llamado Byakko, tuvieron que robar un bote y con la noche como cómplice se adentraron en el traicionero mar.
Lo que paso sobre las olas y lo que estas les obligaron a hacer es algo que hasta el día de hoy trata de olvidar pero que agradece cada día a ese par de niños que lo hicieron llegar a la tierra prometido de la que tanto dudaba incluso si fue a costa de sus vidas.
Su vida desde que llego a Mirovia no fue tan difícil gracias a la educación que recibió, pero no por eso opto por la vida cómoda que sus conocimientos podían ofrecerle, al contrario, decidió aislarse de todos. Quería evitar a toda costa recordar el Byakko del pasado que solo miraba morir a los de su especie mientras se escondía bajo su traje bien confeccionado de humanidad. Pero los errores nos persiguen, los rencores, el arrepentimiento. Por toda la eternidad.
Y así, bajo la creencia de que los monstruos como el no merecían la paz que ofrecía Mirovia, decidió unirse a la Corte de Invierno con un solo motivo en mente: conocimiento. Aprender sobre ese mundo y sus habitantes en la lejana isla congelada, obligado a ver numerosos rostros que no tardaban en deformarse y convertirse en el de un arcano siendo torturado en medio de la plaza. No es que buscara redimirse, eso era imposible para el pero no desperdiciaría la oportunidad que aquellos niños le brindaron. Debía vivir, si no era por el, lo haría por el recuerdo de ellos... por más doloroso que fuera, se los debía.
Datos curiosos:
-Su contrato de venta aun lo tiene consigo. Lo guarda mejor que cualquier cosa, mejor que a todos esos libros y pergaminos que logro traer consigo.
-Desde que llego a la isla usa el nombre de Byakko mayormente.
-No ejerce el trabajo para el que fue entrenado pues la paranoia de que los humanos lleguen a la isla lo ha orillado a aprender a defenderse, a crear armas y escudos para cualquier situación.
-No trabaja con cualquiera, el dinero no es lo que llama su atención si no el conocimiento.
-No maneja muy bien las temperaturas altas, le producen dolor de cabeza, nauseas o en el peor de los casos, sangrado nasal.
-Colecciona artefactos humanos, en especial si son adornos o cosas extrañas. Sus motivos son igual de extraños.
-Cuando esta en casa sigue quemando incienso, más por costumbre que por otra cosa.
-Mantiene su cabello corto por su propia mano, obviamente lo corta muy mal pero "mal" es suficiente para el.
-Por los hechos ocurridos en alta mar antes de llegar a Mirovia, sufre talasofobia.
-Aunque entiende las formas que puede tomar, aun es algo torpe con estas y tarda un poco en pasar de una a otra (tampoco practica tanto como debería). La que mejor controla es su forma sellada, la peor: fated.
-Su físico no es la gran cosa pero trata de mantenerse en forma a pesar de no poder ganar casi nada de musculo.
-Le gusta surcar los cielos por las noches pues es menos probable que se encuentre a alguien.
-No hay alimento o bebida alguna que le guste de manera especial.
-Es consciente del destino de sus padres aunque prefiere seguir creyendo que lo abandonaron.
-Su manejo en armas es extenso pero su punto más fuerte lo tiene con el arco.
-Apegarse a los demás ya no es una opción.
Imagen complementaria:
~ más en proceso ~
* - Por pertenecer a la corte de invierno.
** - Avatar en proceso! ;;