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Post by Sven Velfast on May 31, 2017 14:49:23 GMT
Era esquálido rayando a un borde algo enfermizo, cabello azabache desteñido, sucio y desordenado, con ojos rasgados de irises azules, que de tener algo de más de vivacidad asemejarían las profundidades del mar. Estaba obligado a mantener su forma sellada debido a la jaula que lo contenía, la cual contaba con sellos mágicos especiales diseñados por su captor. Incontables veces intentó liberar sus llamas y quemar con la intensidad del sol, pero futilmente fallado en intentos extremadamente torturantes y dolorosos. No había día o noche, el tiempo pasaba sin poder percibirlo desde aquella pequeña prisión en el sótano de un laboratorio alquímico. Su única compañía era un olor a azufre y químicos, junto a otras jaulas con restos de arcanos que tuvieron el infortunio de ser utilizados en experimentos por parte de aquel humano depravado que le tenía en dicha situación.
Su vida no siempre fue así.
Mucho antes del infortunio que cambiaría su existencia, había un joven fénix aún limpio de las perversiones del mundo. Formaba parte de una familia de cinco, siendo sus padres, dos hermanas y su persona. Vivían de una manera un tanto salvaje aunque pacífica en la boca de un volcán en el viejo continente. Desentendidos de los problemas de los humanos, se regodeaban en su libertad y orgullo racial, nunca hallando la necesidad de asumir ninguna otra forma que no fuera su verdadera. Eran tiempos sencillos, en los que sus preocupaciones se limitaban en satisfacer sus necesidades básicas y llevar a cabo un curso de vida determinado para los de su especie.
No obstante, en un día fatídico la gran caza se había desatado, y su hogar no tardó en ser señalado por dedos de hombres que temían el poder que la familia de fénix y su posesión del volcan representaban en sus mentes plagadas de miedo y odio. El mayor problema de las áves fue la desinformación del caos que atravesaba el continente, volviéndose presas vulnerables ante los hombres. Así fue como de forma inesperada, un grupo de hechiceros y caballeros emboscaron la residencia de los arcanos, asesinando a los padres y capturando a los polluelos que rondaban entre una y tres décadas de vida, el macho siendo el mayor de la camada.
Arrastrados fuera de su propio hogar en ruinas, el varón de la familia intentó liberarse, siendo su prioridad el rescatar a sus hermanas, pero fue mitigado cuando estas fueron utilizadas como rehenes para aplacar su ira. Él ave siempre se caracterizó por tener un sentido agudo para analizar y resolver conflictos, pero en aquel momento su cabeza estaba anudada y su corazón arrebatado completamente por la furia y temor de la situación. Algo dentro suyo le convenció de la idea de que los tres terminarían separados y vendidos como esclavos... o aún peor. Pero en su desesperación los cielos le concedieron una oportunidad, la cual se manifestó como una traición de parte de uno de los miembros de la cacería- un hechicero desató una especie de pantalla de humo mágica que entorpeció el movimiento del resto del grupo de humanos, adormeciéndolos hasta el punto del inevitable desmayo.
Sin embargo, las aves también cayeron víctimas del conjuro, anque resistiendo un poco más debido a su naturaleza mágica. Lo poco que pudo recordar el macho de los arcanos antes de caer en la inconsciencia fue caos, y el rostro del causante de aquella obra. Un hombre de avanzada edad, con prominente barba y cabello grisáceo, el cual traicionó a su propia raza bajo un propósito desconocido. Observó como este hombre rompió las cadenas que sujetaban a sus hermanas, y se aproximaba a su persona, murmurando cánticos en una lengua desconocida. Fue entonces cuando el fénix cedió a la presión de morfeo y cerró sus ojos.
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Post by Sven Velfast on May 31, 2017 19:36:14 GMT
Al despertar, su cabeza punzaba de una manera pronunciada, y su pecho se sentía apretado. Fueron segundos de confusión antes que la preocupación los estremeciera y lo sacara abruptamente de su letargo. Desesperado y consumido por los últimos recuerdos del desceso y captura de su familia, el ave se agitó, solo para notar que su entorno era desconocido, oscuro, solo siendo iluminado por las llamas de su cuerpo. No sabía donde estaba, pero eso poco importaba, su tarea era encontrar a sus hermanas.
-Mantén la calma- resonó una voz calmada en la cabeza del fénix -no hay qué temer, este lugar es seguro- de entre las sombras, una figura alta y familiar emergió, aproximándose con un paso lento y paciente, aunque deteniéndose a una distancia considerable del arcano. Era el hechicero que había traicionado a sus compatriotas. A pesar de que la suave voz del hombre hacía un apasible eco en su mente, el temor que agitada cada fibra de su ser lo obligaba a actuar con desesperación, agitando sus alas y golpeándose torpemente con los objetos en la cercanía. Su razón gritaba a por sus hermanas y necesitaba encontrarlas lo antes posible.
-Se dónde están, por favor...- tomó la palabra nuevamente el humano. Había leído la necesidad del fénix a con su familia y extendió una frase que captaría la atención del arcano, calmándolo considerablemente. Una vez que la criatura hubo optado por una actitud menos compulsiva, aquel hombre dió unos cuantos pasos, caminando en la circunferencia del ave. -Mi nombre es Gustav Rurik. De momento nos encontramos en un vestíbulo que sirvió de salón para festínes, para los vikingos de las islas del norte- articuló, con un tono que dejaba apreciar los años que cargaba consigo. -Estas ruinas son seguras, verá... tras el evento de hace unas semanas, tuve que traerle a este lugar. Era la única forma para mantenerlo protegido de la cruzada del rey Iggnar- hubiendo mencionado aquel nombre, el fénix batió sus alas en desesperación, como si estuviese reclamando al viejo, a lo que el mismo respondió alzando una mano en son de que guardara paciencia -a pesar del poderío de mis hechizos, me temo que no pude rescatar a tus hermanas. La magia te mantuvo en trance por doce días, lo cual fue suficiente para poder investigar su paradero- el anciano se detuvo, para alzar su arrugado rostro y mirar al fénix -Los hombres de Iggnar las llevaron a los calabozos de su castillo, en las tierras del este-
Eso era todo lo que necesitaba saber el ave. Sin demorarse sus ojos avistaron la salida del recinto e intentó alzar vuelo. Su impulso, sin embargo, fue mitigado por un regaño por parte de Gustav, su salvador -¿Qué pretendes hacer, niño? Con sólo un puñado de hombres Iggnar logró matar y capturar a tus seres queridos. ¿Acaso piensas que por ti mismo lograrás detener a todo el ejercito que resguarda el castillo?- las palabras del hechicero cortaron de forma profunda en el ave, dejándola impotente y cargada de rabia. Se detuvo en seco, cacareándo obstinado, pero devolviendo su atención al hombre, el cual aún no terminaba su conversación -Podemos recuperarlas, pero sólo si trabajamos juntos- condicionó Rurik, ofreciendo un rayo de esperanza en donde sólo había dolor y tragedia.
El fénix estuvo a punto de asentir, pero un sentimiento de duda se incrustó en su pecho. El viejo era un humano, que hasta donde sabía solía formar parte de los hombres del tal rey Iggnar. Un humano que participó en el deceso de sus padres, y que ahora había traicionado a los de su propia raza bajo razones que aún desconocía. ¿Cómo podía confiar en un ser así? ¿Qué seguridad había de que no estaba aprovechándose de él? Su lenguage corporal cambió a uno más defensivo, y sus ojos despedían una sensación de temor y cautela. Gustav pudo adivinar sus pensamientos, y ofreció una explicación -Entiendo su dolor, y lamento no poder haber hecho nada por tus padres- pausó de forma reverente -si me permite un momento, puedo relatarle mis intenciones-
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Post by Sven Velfast on Jun 1, 2017 14:32:02 GMT
El fénix volteó su rostro, resignado ante la situación pero aún batallando el impulso de abandonar aquel lugar y asegurarse un suicidio en un intento inútil por rescatar a su sangre. Bajó la cabeza, no en señal de sumisión mas de aceptación por escuchar lo que el anciano tenía por decir. Ante ello, con una paciencia que consternaba al arcano, Gustav dio inicio a su relato.
-Hace un puñado de décadas atrás, quizás inclusive antes de que usted eclosionara de su huevo, yo residía en el reino del este. Siendo un escolar talentoso en el campo de la magia, era común llamar la atención de gente importante.- el viejo hizo una pequeña pausa para tomar aire, sus palabras volviéndose más pesadas para ser expresadas -Sin embargo, jamás creí que recibiría una invitación de parte del mismísimo rey para unirme a sus líneas, como hechicero exclusivo de la corona- Rurik aclaró su garganta y prosiguió -Aquella invitación venía con una letra pequeña. De unirme a Iggnar, debía abandonar a mi esposa y mi hija, por lo que naturalmente me negué. De la manera más educada posible, claro está.- Gustav desvió la mirada a una pared contigua del recinto, y sus orbes parecieron cristalizarse conforme relataba -Oh, pero qué ingenuo fui. Aquella invitación no era más que una mera formalidad para satisfacer la voluntad del rey. En una fría noche, los hombres de Iggnar asaltaron mi hogar y asesinaron a mi esposa a sangre fría. Antes de que pudiera actuar, tomaron a mi hija como rehén... una dulce niña de tan sólo nueve años.-
La criatura de fuego pareció alterarse ante la mención de ese acontecimiento. Qué bajo, utilizar a los inocentes para manipular a otros. Así mismo había pasado con él, cuando intentó proteger a sus hermanas. El hechicero torció el gesto levemente, adolorido. A pesar de haber sido hace mucho, aquello era algo que aún lo atormentaba. Retomó el aliento y continuó su relato -El rey había decidido utilizarme, y lo logró usando a mi propia pequeña para extorsionarme. Me vendió la promesa de que me la regresaría sana y salva una vez que los planes en los cuales ocupaba mi participación terminaran de forma exitosa. Los años pasaron, los planes de alargaron y las promesas se pospusieron. La única prueba que tenía de que mi dulce Sigrid continuaba viva, eran las cartas que recibía de su parte.- El viejo dejó un suspiro fatalista escapar su aliento -Eventualmente entendí que moriría ahí, Iggnar nunca tuvo honor detrás de las promesas que me extendió. Pero no podía permitir que eso le pasara a Sigrid.- El fénix alzó su cabeza, tratando de deducir las siguientes palabras del anciano al prestar suma atención. El puño de Rurik se tensionó -Lentamente, elaboré un plan para rescatar a mi niña, y al menos asegurar su bienestar, aunque me costase la vida. Investigué con infinito cuidado donde podría estar Sigrid. Junté las piezas y ahí fue cuando descubrí...- la voz del viejo se resquebrajó, y el pecho del arcano se tensionó ante lo que temía escuchar -descubrí que fue utilizada para satisfacer las necesidades carnales del ejercito del rey, durante años tortuosos le mintieron diciendo que era por mi bien, de otro modo me matarían. La extorsionaron para que hiciera cosas horribles por la idea de mi propia seguridad. Y no fueron muchos los años antes de que su cuerpo cediera ante la enfermedad y muriera.- una lágrima recorrió las hendiduras de la piel arrugada de Gustav, hasta desfallecer en la línea de su quijada. Las palabras sobraban para expresar la profunda traición y manipulación que había vivido en carne propia por parte de su propia raza.
En ese momento el ave entendió la razón por la que el hechicero dio la espalda a los de su raza. Había sido traicionado preliminarmente, y utilizado de forma depravada mediante mentiras. Rurik se dirigió hacia el fénix, dando unos cuantos pasos -No queda más de mi, joven fénix. No queda más que vacío y sed de venganza. Me mantuve en silencio, maquinando una manera de destruir a Iggnar. Pero un ser como él no merece una simple muerte. Un ser tan torcido y pútrido como él merece retocerce en agonía, viendo su mundo arder.- la expresión del anciano cambió por una de dolor vengativo, mientras apretaba los dientes en un reproche de ira -Pero no tenía la capacidad de darle una lección de ese nivel por mis propios medios. Fue cuando salimos a dar caza a tus padres que la idea surgió en mi cabeza. Desgraciadamente la oportunidad no se presentó para capturarlos. Originalmente la intención era mitigarlos y retornarlos con vida, pero tus padres, pequeño, eran poderosos guerreros que no respondían a nuestra magia.-
El arcano se puso intranquilo ante aquella aclaración, por lo que Gustav clavó su mirada en la del otro y extendió la plegaria. -No te voy a mentir de la misma manera en la que lo hicieron conmigo, niño. En mis intenciones yacía el asistir los hombre de Iggnar para capturarlos, y en una oportunidad dada liberarlos con la intención de aliarnos, y darle fin a los que nos causaron daño. De esta forma, perpetraría la venganza que tanto añoro, mediante su ayuda.- El corazón del ave estaba atribulado. La honestidad del hombre dejaba desver que él y su familia iban a ser herramientas para llevar a cabo las intenciones del otro, como retribución de su libertad -No es mi lugar pedir esto, pero le imploro que unamos fuerzas. Rescataremos a sus hermanas, y me ayudará a obtener mi venganza. Conozco el castillo de Iggnar como la palma de mi mano, sé sus puntos débiles. Y sé donde se encuentran ellas. Por favor...- rogó el hombre, con visible dolor y desesperación.
Era una decisión donde no había campo para pensar al respecto. Estando la vida de su sangre en juego, la ayuda de aquel hombre era bienvenida, a costas de lo que eso implicaba. Después de todo, Iggnar era el culpable de toda aquella desgracia, y tanto él como Rurik eran simple víctimas en las manos de un degenerado megalómano que no entendía límites. El corazón del fénix estaba decidido, y asintió aceptante la súplica del hechicero.
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Post by Sven Velfast on Jun 5, 2017 13:57:46 GMT
Fue entonces cuando el hechicero tomó al joven arcano bajo su brazo, y lo instruyó en una estratagema para invadir el castillo del rey del este. El tiempo estaba sobre ellos, ya que entendiendo la naturaleza de Iggnar, la vida de las hermanas del fénix estaban en juego. Siendo criaturas míticas, el rey no las deshecharía tan fácilmente, pero los propósitos que podrían servir las mismas atentaban con ser aún más desviados que los de la infortunada Sigrid.
Con unas pocas semanas de preparación, Gustav entrenó y equipó al arcano apropiadamente. Logró, entre otras cosas, ayudarle al joven el manipular su propia magia para sellar su forma, y poder pasar desapercibido entre los humanos. Esta forma humana consistía de un jovenzuelo que no aparentaba tener más de diecisiete años, cabello corto negro, ojos azules profundos, tez clara y contextura media. Entre otros éxitos, pudo ayudar al otro a que controlase sus habilidades raciales innatas, siendo la manipulación y creación de fuego las principales. El fénix era joven, pero contaba con una inteligencia admirable, además de una facilidad para el aprendizaje si proyectado con la motivación indicada.
El anciano Rurik a cierto punto, días antes de poner su plan en moción, pudo notar una particularidad del joven; a pesar de la naturaleza de su raza, a ciertas temperaturas aumentadas se consumía a si mismo, cosa que su habilidad latente de cicatrización aumentada contrariaba a medida de lo posible. Ante ello, el hechicero se tomó la tarea de obsequiarle una especie de capa elegante y algo ostentosa- siendo dorada con detalles plata y carmesí, la cual fácilmente cubría la totalidad del cuerpo del chico. Aquella prenda era un artículo mágico, con propiedades térmicas para resistir y circular el exceso de calor que podía recibir o generar el cuerpo del fénix, con la función de que este no cayera inhabilitado víctima de su propia naturaleza.
Agregado a ello, le extendió el nombre de Sven, ya que el nombre dado por sus padres era impronunciable entre la lengua de los mortales. En los relatos que el hechicero mencionaba en oportunidades que se presentaban, Sven era un ser inmortal, no por razones mágicas o raciales, pero por su determinación y fuerza imparable que lo llevó a destruir un reino entero para vengar y liberar a los suyos, y lograr permanecer con vida. Era realmente simbólico para el caso en que se presentaban ambos.
El día finalmente había llegado. El plan iniciaba con una pequeña bufa, en la que el ave se adentraría en el castillo. Dado que no era exactamente bueno con las palabras, debido a su inexperiencia al lidiar con otras criaturas, Gustav ideó una manera sencilla para lograr aquel acto. Con el ingenio del hechicero y la agilidad del fénix, un señuelo fue plantado para atraer a los guardias de la entrada, robar sus ropas, y sustituirlos, ganando una entrada relativamente sencilla, pero costosa.
Sus intenciones no eran exactamente las de pasar desapercibidos, puesto que el propósito final de aquella intrusión era asesinar al rey y sus lacayos. Pero en el poco tiempo que tuvieron antes de ser descubiertos, el viejo y la criatura partieron caminos. Rurik se encargaría de localizar las hermanas del otro y liberarlas. El viejo conocía los pasillos de pies a cabeza, por lo que esa tarea era necesaria que la realizara él, y así asegurar la integridad de ellas y reunión pronta de la familia. De antemano, Gustav había ilustrado y mostrado a Sven la ruta más efectiva para encontrar la habitación de Iggnar, ya que el atraco se daba durante la noche.
Con todas aquellas variables en mano, el dúo nacido en dolor y abuso por manos de hombres iniciaron su vengativa obra; por un lado Rurik utilizaba su magia en modo sigiloso para inhabilitar y asesinar guardias que patrullaban el camino al calabozo, y por otro, el fénix levantaba la atención de todos lo que lo encontraban, quemándolos hasta que no fueran más que un puñado irreconocible de huesos carcomidos por el fuego. Los gritos inundaban los pasillos de aquel establecimiento, siendo ahogados por las llamas del arcano, el cual caminaba con más y más determinación, absorbido completamente por la sed de venganza y retribución. Era una fuerza imparable que reflejaba sufrimiento e ira, deshaciendo todo a su paso.
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Post by Sven Velfast on Jun 5, 2017 15:29:39 GMT
Los hombres de Iggnar fueron alarmados, causando un caos sin precedentes en los dormitorios y barracas de los soldados. Muchos de estos habían sido tomados por sorpresa, por lo que en la confusión de los gritos de sus superiores instándolos a que se levantaran a aniquilar a los instrusos lo más antes posible los llevó a caer en una muerte segura, teniendo poca información de con qué estaban lidiando, y dónde era que se hallaba el instruso. El ave, en su forma sellada, utilizaba las herramientas proporcionadas por Gustav y su escenario, para intensificar su manipulación elemental del fuego y básicamente convertir los pasillos en un horno masivo inundado de brasas, aumentadas a una temepratura recíproca al corazón iracundo de Sven.
Los pasillos eran adornados por candelabros sencillos y linternas de aceite, y el jóven contaba con botellas de líquidos que causaban una reacción química aumentada cuando entraban en contacto con el fuego, en ocasiones causando pequeñas explosiones fatídicas para los soldados que se protegían con armaduras metálicas, que terminaban siendo fuertemente contraproducentes en la situación en que se hallaban.
Aunque el paso de Sven era difícilmente detenido, esto no evitaba que recibiera daño. en ocasiones oportunas recibió flechazos y cortes de parte de hombres habilidosos, que propinaron heridas considerables mas no fatales. La habilidad de cicatrización acelerada del arcano le abría una puerta ventajosa a la hora de recibir daño de ese tipo, y por supuesto, pociones otorgadas por el hechicero, siendo más resistente e imparable durante los altercados.
A cierto punto Sven pudo lograr llegar a su objetivo, siendo este el cuarto de Iggnar, pero para su infortunio desgarrador, el mismo estaba vacío. La desesperación punzó en su pecho pero la razón sostuvo su cordura, y apreció los detalles y pistas que inundaban la habitación. Las sábanas estaban reposando sobre el piso, como si hubieran sido tiradas por apresuro. algunos artículos en las repisas y la mesa de noche habían caído al suelo o volcadas en dichas plataformas, como si hubieran sido golpeadas fuera de su lugar. Aquella escena parecía como si el hombre hubiera sido arrastrado contra de su voluntad fuera de su reposo, lo cual intuyó una sola cosa en la mente del fénix- Gustav.
Muchas de las llamaradas e incendios que había ocasionado el arcano en su camino, sirvieron para iniciar una destrucción masiva través del castillo, incidentemente bloqueando el paso para que la ayuda o asistencia de parte de los soldados llegara. El humo igualmente estaba causando sofoque en las habitaciones más cerradas y la piedra se recalentaba dando un efecto horno bochornoso.
Sven se apresuró en salir de esa habitación e intentó guiarse por su instinto, adentrándose por pasillos que aún no había atravesado. Su corazón estaba cada vez más acelerado y temeroso por la sospecha del destino de sus hermanas. ¿Las había encontrado? ¿Siquiera las buscó? ¿Qué estaba pasando? eran las incógnitas que atravesaban la cabeza del joven como agujas, conforme cada pisotada acelerada lo acercaba al salón del trono del castillo. Un sonido familiar y reconocible empezó a ocasionar un eco por los pasillos, siendo estos pasos metálicos apresurados posiblemente por parte de algunos soldados. No reparó en si estaba siendo seguido o no, algo le decía que estaba cerca de tener sus respuestas contestadas, y continuó su paso.
Y fue cuando dio con la sala principal del castillo; siendo vastamente amplio, con un trillo vestido en terciopelo con detalles dorados, marcando un camino hasta el trono. Alrededor, estandartes y banners orgullosamente desplegando el nombre del reino y la firma del mismo. Decoraciones hechas de oro puro, excediendo en elegancia y detalle. Y céntricamente, regocijándose entre toda aquella clase, yacía el trono.
E Iggnar.
Cabizbajo, con su corona a unos centímetros de caer de su cabeza, estaba una imagen de un hombre que representaba sólo un tercio de toda la miserabilidad que el fénix había sufrido. Sus extremidades se hallaban empaladas por estacas astilladas, clavadas en el asiento sobre las que reposaba. Parecía balbucear palabras, pero la sangre se abrobotaba en sus labios y caía mezclada con su saliva por las comisuras de su boca. Había sido claramente torturado, mancillado y humillado. A su lado, yacía su esposa, inerte y empalada de manera similar. Con una vista que pertubaría al arcano años después.
-SVEN- gritó el viejo, el cual se encontraba en las cercanías de los reyes del castillo -ÉL LAS ASESINÓ- gritó con desgarro -ÉL LAS MATÓ A SANGRE FRÍA- repitió con énfasis, lo cual completaría el mayor temor del fénix- sus hermanas habían muerto. Un grito fuerte, gutural y doloroso escapó la garganta del ave, inmediatamente llevándolo a que se transformara parcialmente en su forma verdadera. La ira había consumido por completo a Sven, y cada centímetro de su cuerpo se prendió en llamas, cuya temperatura superaba por creces las que podía normalmente soportar. Aún con la ayuda de la capa proporcionada por aquel hechicero, heridas se abrían en forma de quemaduras en su piel, pero eso a él poco le importaba. Aquel hombre había terminado a sangre fría con su familia, y quién sabe cuantas otras más. Debía pagar. Pagar con su propia sangre todo el dolor y miseria que le había ocasionado a sus hermanas.
Al momento de levantar paso en dirección al trono, un frío gélido y contrastante con su temperatura corporal lo invadió- un soldado oportunista pudo atravesarle con una jabalina, en un costado de su abdómen por la espalda.
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Post by Sven Velfast on Jun 21, 2017 15:41:44 GMT
El sangrado era profuso, pero la intensidad con la que ardía el fénix hacía que el líquido se evaporara al escapar de la herida. Incidentalmente, su cuerpo estaba en shock debido al sobreestímulo y quemaduras que estaba soportando debido a la incrementada temperatura. Su habilidad de cicatrización no estaba rindiendo de manera apropiada, y aunque aquella capa que lo cubría ayudaba con la disipasión de calor, la ira del ave había sobrepasado todo límite. Un dolor profundo y ácido apretaba su pecho, un ardor tan inexplicable que ningún ser, humano o arcano, debía experimentar a tan temprana edad, estaba aprisonando el corazón de Sven. Una vez más, la esperanza había sido completamente arrancada desde la raíz de su mente, y fue presentado aún con más misera. ¿Por qué estaban pasando esas cosas? ¿Por qué él tenía que sufrir estas cosas? De todos los seres que existían en la tierra, de entre los más viles y ruines, criaturas que no tenían derecho moral de seguir respirando entre aquellos que jamás habían alzado su mano en contra de nadie. De entre cientos de miles de millones de individuos en aquel plano de vida, él tenía que pagar. Sus hermanas tenían que sufrir, y sus padres debían morir. Los dioses, inexistentes. El destino, sádico. La vida, injusta. Aquel recinto fue inundado con los rugidos guturales del arcano cegado por la cólera. Sus llamas capturaban y tornaban en cenizas a cuanto individuo atrapara su vista, haciendo que los gritos de estos se esfumaran en cuestión de segundos. Era un genocidio sin igual el que desplegaban las manos escarapeladas del fénix. Poco a poco hizo camino, a pesar de sus heridas, hasta la presencia del rey, el cual aún respiraba aunque estuviera un pie fuera de este mundo. Gustav al observar al arcano acercarse, se apartó, dándole total merced al joven asediado por la ira. El viejo ya se había vengado, ojo por ojo, al torturar y asesinar a la reina frente a la vista de su marido. Los gritos agonizantes y desesperados
-Igg...nar- musitaba por primera vez Sven, el cual se había mantenido en permanente silencio toda su vida. No porque estuviera mudo, si no porque no encontraba la necesidad de hablar. Aquellas palabras fueron escupidas en un tono despectivo, sanguinario y vengativo, mientras sus manos se amarraban como una soga alrededor del cuello del rey, quemándo, pero no lo suficiente para asesinarlo. El rey de cabello dorado sucio abrió sus ojos como platos ante aquel toque, pasando de su estado letárgico a uno de horror, al encontrarse con la vista del fénix encolerizado, despidiendo un profundo dolor en la forma de violencia. El hombre aún se aferraba a su vida, escupiendo y tragando asfixiantes bocanadas de aire mientras intentaba pedir misericordia. El agarre de Sven simplemente se apretaba y ajustaba más, causando que las venas del cuello se saltearan, y el rostro de tornara rojo con tintes morados.
En la cabeza de Sven solo cruzaban los pensamientos de sus hermanas gritando aterrorizadas, adoloridas, implorando por piedad a aquel asqueroso humano, que tenía el nervio de levantar su rostro y suplicar por misericordia con su mirada. El rostro de ave estaba arrugado, apretándo sus dientes como si intentara reventarlos por la presión, mientras continuaba observando la vida esfumarse de los ojos desorbitados del rey Iggnar. Gruñidos escapaban su garganta conforme el cuerpo del hombre daba espasmos y de su boca brotaba sangre y saliva.
Gustav observó sin desviar la mirada, la forma impetuosa con la que el jóven fenix aniquilaba aquel hombre al ahorcarlo con sus propias manos . Muy a pesar de que Iggnar ya había fallecido, él continuaba aferrándose a su tráquea, como si aquello significara que sus hermanas volverían, o siquiera que su vida sería devuelta. Pero la venganza era un plato frío y vacío, que no tenía nada que ofrecer una vez que era perpetuado. Era de cierto modo triste, observar al joven desesperado tratando de buscar significado a su dolor conforme agitaba el cadaver el rey.
-Sven- mencionó el viejo Rurik en un tono bajo, solemne, sin intención de interrumpirlo u obligarlo -lo hicimos.-
El fénix alzó la mirada, dejando el cuello del rey ir. La cólera se había aplacado y todo lo que quedaba ahora era dolor. Un profundo e inexplicable dolor. Las llamas de su cuerpo se apagaron hasta revelar su piel, la cual estaba mayoritariamente en carne viva debido a las quemaduras que se había causado a sí mismo, y los restos de javalina derretida aún en su costado, de cierto modo bloqueando el sangrado.
-Hay que atender sus heridas, de otro modo podría ser m- Gustav intentó explicar, puesto que el estado en que se encontraba el otro era sumamente precario, pero fue prontamente interrumpido por la voz de Sven, fuerte y profunda.
-Dónde están- demandó a su mentor sin titubear. Aunque no fue explícito, la obviedad derrochaba de la escena. Gustav permaneció en silencio unos segundos, considerando si aquello era una buena idea puesto lo inestable que podía ser al estar consumido por emociones fuertes. Antes de poder pronunciar palabra alguna, Sven se volteó, clavando su mirada afilada en el viejo, repitiendo con más fuerza la demanda enterior. Rurik al notar que no tenía elección, llevó el brazo del fénix sellado sobre su hombro, para darle soporte al caminar, ya que estaba cojeando por la herida en su costado.
En completo silencio, caminaron hasta los calabozos del castillo. Sus pasos daban ecos en los vacíos corredores, apagándose al encontrar cadáveres en los pasillos. Uno que otro guardia aún estaba vivo, y otros hasta sin un rasguño, pero al ver que su rey había perecido, estos bajaron sus armas y se rindieron.
-No tiene que hacer esto- dijo el viejo, conforme abría la puerta de un calabozo cuyas paredes se veían quemadas, arañadas y golpeadas. En el piso de la habitación había una sábana vieja y arruinada, ocultándo unos tumúltos debajo de su sombra. El corazón de Sven se aceleró, y se adelantó al hechicero, ignorando el consejo de esto. Con sus manos arrancó aquel manto del suelo y lo que vió en el piso hizo que su pecho se encogiera- huesos. Eran los huesos de sus hermanas. Los sistemas óseos no estaban completos, pero habían dos cráneos de fénix. El arcano pudo reconocer a su sangre por la forma de los picos. Una de ellas lo tenía irregular, con la punta torcida ligeramente a la derecha, y la otra lo tenía manchado de una forma sumamente particular. No cabía duda que aquellos que sostenía entre sus palmas era nada más y nada menos que las partes de su adorada familia.
Cuando pensaba que no podría sentir una dolencia más profunda, se equivocaba, y aquello no era una excepción. El arcano gritó al cielo, con ira y dolor, derramando lágrimas que no parecerían detenerse pronto. Cayó de rodillas y pronto en el suelo, haciendose un ovillo junto a los restos de sus hermanas, hasta finalmente desmayarse por la pérdida de sangre.
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Post by Sven Velfast on Jul 4, 2017 16:19:58 GMT
Un despertar letárgico, pesado y adolorido caracterizó el regreso de la consciencia del fénix al mundo de los mortales.
Los momentos de confusión que otorgaba falsamente la mente conforme la misma se avivaba eran una bendición, que susurraban dulces mentiras de paz y resguarde a la consciencia. Hasta que, claro está, los recuerdos fluían de vuelta atropelladamente, como si una represa hubiera cedido por la presión del agua. El arcano abrió sus ojos aperezadamente, exhalando de manera cansada tras contabilizar todo lo sucedido en antelación a aquel momento. Muy dentro de su ser cruzaban deseos futiles de que todo aquello fuera una simple pesadilla, pero sabía que no era así- el dolor en su pecho era real, punzante, aplastante e implacable.
Sven se hallaba postrado boca arriba en una cama humilde, un tanto incómoda, pero servía apropiadamente para reposar. A su izquierda, una mesa de noche y el hechicero Gustav sentado en una silla que lucía tan vieja como su persona, el cual se encontraba cerrando un libro de portada opaca aunque adornado de runas brillantes. Tras apartar la lectura de su vista y notar que el ave, en su forma sellada, respiraba de forma pesada con los ojos entrecerrados, acató que al fin había recobrado la consciencia -Fue complicado, pequeño, pero Hel me concedió esta victoria- musitó Rurik en un tono aliviado, mientras recorría con la mirada el cuerpo del arcano, el cual estaba atendido con vendajes, unguentos y otros remedios para tranquilizar el dolor y ayudar que sanara de manera adecuada. Muy a pesar de la habilidad innata del ave para acelerar su propia curación, su cuerpo estaba en shock y no respondía apropiadamente; después de todo, estuvo con un pie dentro del reino de la muerte.
El arcano mantuvo el silencio. No había nada que decir al respecto, ni mucho menos la fortaleza o motivación para hacerlo. Intentó girarse sobre su costado, de modo que le daría la espalda al otro, pero su mortalidad fue nuevamente acentuada por un dolor penetrante en un costado del abdomen. Bajó la cabeza ligeramente para notar aquella herida siendo cubierta por un vendaje algo empapado por su propia sangre, y luego para torcer la mirada a un escritorio esquinero repleto de frascos y envases conteniendo sustancias y hierbas que no podía identificar a simple vista. -Ha dormido por cuatro días- indicó el hechicero -pero aún debe guardar reposo. Su cuerpo está retomando nuevamente el rítmo usual y cicatrizando de manera acelerada- explicó en oídos sordos. A Sven no le interesaba mucho aquello. Lo único que deseaba era el haber muerto junto a sus hermanas y padres, ya que había perdido todo sentido después de perpetrar su venganza. Nuevamente juntó las fuerzas y se volteó, ignorando completamente al viejo y siendo grosero con aquel gesto.
Gustav esperaba ese tipo de conducta, por lo que no le sorprendió. Esbozó un fuerte suspiro y guardó silencio unos minutos, dejando que el otro se acomodara en la comformidad que ofrecía el silencio antes de interrumpirlo nuevamente -No existen palabras para alentar a alguien que lo ha perdido todo- inició, siendo empático con el sentimiento -Lo entiendo, ya que esa fue mi realidad por mucho años... pero- pausó, tratando de leer el lenguaje corporal del otro. Sven se mantuvo quieto, aunque prestando atención -las cosas no tienen que terminar ahí- Aquella propuesta era algo fuerte ¿Qué podría ser lo suficientemente motivante como para regresarle la fuerza a sus piernas y levantarse nuevamente? -Sven, todos tomamos decisiones. Es una circunstancia inevitable mientras tengamos vida, es lo único sobre lo que tenemos control- intentó explicar -puede quedarse aquí, desperdiciando lentamente el regalo que le concedieron sus padres- infirió el viejo, refiriéndose a la vida del arcano -o puede tomar las riendas de su presente. Si se siente con las ganas de escuchar, puedo detallar una posible opción- cautivó Rurik, sabiendo que el joven, ante todo, era curioso. El ave, aún desganada, asintió tímidamente tras una larga pausa.
El viejo tomó aire y continuó -Con su ayuda, podemos rescatar a otros del infortunio que hemos vivido en carne propia. La gran caza está devorando a otros seres de naturaleza mágica, pero juntos derrocamos un reino, y sé que tenemos la capacidad de salvar a inocentes antes de que sea demasiado tarde- propuso sin tapujos. El arcano meditó unos momentos al respecto. Era cierto que juntos eran letales, y prueba de ello era la destrucción que brindaron al castillo del fallecido Iggnar, pero lo que le molestaba era sobre el destino de aquellos arcanos que "rescatarían".
-Hay santuarios seguros, si eso le preocupa. Escuché que al sur, hay un reino completamente en disposición de ayudar a los de su raza y brindarles residencia segura- pausó, pero sin desaprovechar el ligero interés por parte del otro -¿Cuál es su decisión, pequeño Sven?-
Aquello puso a pensar al fénix- no sentía la obligación de hacer algo de ese tipo, ni veía el propósito en pelear en contra de las circunstancias que se desataban en la tierra de los humanos, pero algo picaba en su consciencia. Quizás... quizás esa oportunidad serviría para poder encontrarle sentido nuevamente a su vida, y aún más importante, enorgullecer la memoria de sus progenitores. Había una chispa de esperanza entre todo el tormento y dolor a pesar de todo, la cual se negaba a fallecer. Sven se había hecho un ovillo, ignorando las molestias a raíz de sus heridas. Relfexionó unos largos minutos, hasta finalmente asentir.
-¡Enhorabuena!- exclamó Gustav, elevando sus manos suavemente a los costados en son de alegría -por el momento, descansa, que ya habrá un mañana para poner todo en orden.-
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Post by Sven Velfast on Jul 4, 2017 16:23:04 GMT
Los años pasaron y el fénix creció en un mundo donde el dolor lentamente se reemplazaba por un penetrante vacío, donde lo que mantenía su mente atribulada fuera del alcance de las memorias tormentosas era la ayuda que estaba extendiendo a otros arcanos desafortunados. Fue un acto desinteresado el continuar dicha labor, ya que no le encontraba propósito- muchas de las criaturas que arrancaba de las manos de los humanos ya estaban marcadas con heridas profundas e irreparables que ni siquiera el tiempo borraría. ¿Qué clase de vida se podía vivir así? Era la incógnita de Sven, sabiendo que él en carne era un experimento de dicha pregunta. De cierto modo, se convencía a si mismo de que aquello era lo indicado de hacer, puesto que un suicidio sería un insulto imperdonable a su familia.
Habían ocasiones en que el servicio que prestaba el arcano era apreciado con agradecimiento, fuese así una sonrisa y un sincero "gracias". Había una calidez en aquellas expresiones verbales que el joven ave repelía, como acto de mecanismo inconsciente para evitar apegarse a algo que podría perder nuevamente. Conforme el tiempo transcurría, el fénix crecía y torneaba su personalidad a una individualista, fría y solitaria, donde la única educación que recibía era por parte de Gustav, el cual no dudo en atender al otro y versarlo en el mundo y lo que este tenía que ofrecer. No obstante, la dedicación de Rurik no generó un lazo a con Sven, al menos no uno emocional o profundo. El joven se había acostumbrado a la presencia del viejo, mas nunca lo observó como algo más allá de un compañero de circustancias trágicas que le instruía en los caminos de la vida. Aún a pesar de la falta de conexión, le guardaba respeto, tanto por el dolor que vivió como a nivel de persona, puesto que era un ejemplo de que no todos los humanos eran una completa desgracia.
El hechicero, que era ahora retirado, podía observar la pesadez de corazón del arcano, el cansacio en sus actos y el vacio en sus ojos. La falta de interés por todo no le sorprendía, pero de cierto modo aún tenía esperanza de que encontrara algo que le diera sentido a su vida. A diferencia suya, estaba apenas iniciando su vida, mientras que él estaba terminando la suya. Fue así como una idea cruzó la mente del viejo, y se puso manos a la obra.
Por la naturaleza de sus actos, ambos se mantenían en movimiento constante entre residencias para evitar ser avistados o capturados por los hombres, por lo que la oportunidad de dejar a la criatura alada por su cuenta no sería del todo sospechosa. De ese modo, Rurik se embarcó en un viaje, dejando a Sven encargarse de los asuntos de rescate como usualmente lo hacía, solamente que esta vez estaría solo. Sin mas antelación, Gustav partió, dejando únicamente aviso de recabar información en las tierras del norte sobre un santuario de arcanos que estaba siendo amenazado por el reinado de dicho rey.
Sven no comprendía del todo por qué el viejo se embarcaría por su cuenta, mas no le prestó demasiada atención. Si aquel hombre moría, de cierto modo sería beneficioso, puesto que ya no tendría que vivir arrastrando las penurias de su familia fallecida. La soledad del fénix lo sumió aún más en pensamientos destructivos, fermentando odio personal y disgusto por la vida. Fue poco lo que pudo hacer mientras su mentor se encontraba de viaje, ya que Rurik era el que se encargaba de embarcar las criaturas a los santuarios del sur. Los días se alargaron, las semanas pasaron y dos meses se completaron, donde el tiempo transcurrió lento, pesado y oscioso. No obstante, Gustav encontró su camino de vuelta, contrario al destino que Sven pensaba había sufrido, y consigo traía una sorpresa única, que marcaría una etapa distinta en la vida del ave apaleada por las horribles circustancias.
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Post by Sven Velfast on Jul 20, 2017 16:20:49 GMT
A su lado, Gustav Rurik había traído un invitado peculiar, que se hallaba envuelto en un manto oscuro con la intención de ocultar su identidad de vistas impertinentes. Aprovechando que Sven no se encontraba en la residencia de momento, se dispuso a introducir a la criatura que traía consigo a los alrededores.
De momento, el fénix y el viejo residían en una modesta cabaña en las colinas circundando los límites de las tierras del este, aprovechando la niebla y la espesura del bosque para servirles de escudo protector. Inició por la sala, cuyo piso rechinaba notoriamente ante las pisadas de los presentes, dejando ver en los alrededores escritorios varios, cuyas superficies caóticos dejaban ver pergaminos y escritos, tinteros, plumas, libros en forma de torres y otros tipos de utensilios para la lectura y estudio. Así mismo habían libreros con decenas de escritos y lecturas sobre arcana y magia, entre otras cosas. El aire era un poco añejo y mohoso, y se podía observar telarañas en cada esquina y rendija de aquella habitación. Era de más decir que sólo hombres vivían en aquel hogar, por la falta de cuidado que derrochaba cada centímetro.
De manera similar, Rurik paseó entre los dormitorios, informando al invitado apropiadamente de las áreas y finalmente terminando en un patio descuidado, repleto de maleza donde unas cuantas tímidas flores luchaban por sobrevivir el abrazo de la plaga. El anónimo muy cortésmente se inclinó en reverencia, agradeciendo por el gesto del anciano.
-Muchas gracias- mencionó una suave voz femenina, más dulce y melodiosa que la lira -agradezco profundamente esta oportunidad que me ha otorgado- añadió con suma sinceridad. Al erguir su espalda y reincorporarse retiró de su rostro aquel manto y se lo cedió a Gustav, el cual había ofrecido tomarlo. El viejo dejó a la dama por su cuenta y se retiró hacia su área de estudio. Consigo, la mujer había traído ciertos artículos personales, donde contaba con un arcaico set de jardinería. Primeramente, se dispuso a dejar sus pertenencia en la habitación que habían dispuesto para su persona, para después regresar a la zona trasera de la casa y dedicarse a limpiar el patio. Pacientemente y con calma, se sentó cerca de unos arbustos e inició su faena de arrancar maleza, con ayuda de sus utensilios apartó y seleccionó plantas específicas, replantando flores y podando otras hasta poder establecer la fundación de un hermoso jardín, cuando este floreciera adecuadamente.
Conforme la otra se distraía en trabajos de jardinería, en la otra punta opuesta de la cabaña la puerta se abrió estrepitosamente, dejando entrever al arcano de cabello azabache en su forma sellada -Buenas tardes, Sven- saludó el viejo, sin apartar la mirada de su lectura. Aquella aura era bien conocida y no tenía necesidad de justificarla con sus ojos para saber que estaba acertado -Vístase, por favor- pidió Rurik amablemente, ya que también era usual del fénix andar descamisado y con un aspecto salvaje la mayoría del tiempo. El joven, sin embargo, ignoró la petición del maestro y se dirigió a su cuarto, pronto a sentirse extrañado al encontrar una de las habitaciones contiguas sin llave con la puerta entreabierta, y con lo que parecían pertenencias ajenas a él y el viejo. El arcano agudizó la vista y la mirada y el olfato, levemente empujando la puerta un poco más para ver con más claridad aquellos objetos e inmediatamente percibiendo un aroma particular a rocío mañanero. Analizó el entorno e inmediatamente la sospecha lo llevó a inspeccionar otras áreas de la casa, finalmente terminando el patio trasero.
Lo que recordaba como un área salvaje, enmarañada y por lo general, desaliñada, ahora era distinta- aunque aún faltaba trabajo por hacer, la mayoría del césped había sido recortado, la maleza extraída y acumulada en un solo punto para ser deshecha luego, y tierra fresca recién removida donde se alzaban arbustillos alegres. Para la sorpresa de Sven, lo que sacudió su pecho no fue el cambio estrepitoso de aquel, previamente fatídico, jardín, si no la vergüenza que estrujó su corazón al conectarse con uno ojos radiantes como el sol, pertenecientes a una dama desconocida. El vestido blanco de seda que adornaba su suave figura brillaba como rayos de luna, danzando en la débil luz del día de forma grácil y rítmica. Su cabello caía como una cascada, besando sutilmente su perlada piel y cayendo elegantemente de sus hombros sobre su pecho, resplandeciendo en tonalidades canelas y doradas. Su tierna voz ululaba ritmos angelicales, que decoraban dulcemente los sentidos del arcano. Pero su rostro, la cara de aquella doncella era un sueño, una revelación que no pincel ni cincel del más experimentado artista podía recrear. La complejidad y sutileza de su totalidad, la luz que emanaba su esencia, y la virtud que derrochaba de su alma eran producto de un toque divino, como si los dioses hubieran creado la más perfecta obra de arte, y cedido a los mortales un simple trozo de este, siendo esta dama la encarnación de dicha pieza celestial.
Sven se encogió con vergüenza, al notar que esta dama había detenido su solemne tarareo y avistado su persona. Ella relucía en belleza y pulcritud, y en contraparte él estaba sucio, en una presentación vulgar y deplorable. El rostro femenino sonrió cálidamente, pero antes de que pudiera pronunciar palabra alguna, Sven apartó la mirada y sintió la necesidad de huir.
-Mi nombre es Lotte, un placer- musitó la doncella, conforme apartaba sus herramientas de jardinería y hacía una reverencia. Su voz era baja y lírica y extrañamente reconfortante. El ave titubeó ante la presentación, como si quisiera decir algo, pero abandonó el área con prontitud, escondiéndose en su habitación.
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Post by Sven Velfast on Oct 26, 2017 15:32:36 GMT
Días, semanas inclusive, en los que el ave se negaba a confrontar o compartir siquiera espacio con aquella mujer que había provocado un terremoto en su mundo. No entendía el por qué ni la intensidad de dichos sentimientos y sensaciones, pero rehusaba rotundamente el dejarlos florecer en su mente y apropiarse de sus pensamientos. Resentía a su mentor, por el haber permitido la entrada a una extraña, pero el viejo tenía esa burda manía- el presentar escenarios inesperados y ofrecer sorpresas desagradables que alteraban la falsa paz que el fénix había construido con tal de mantener los pedazos de su sanidad unidos. Sin embargo, poco sabía que aquello le brindaría algo que estaría en par con las memorias tan gratas que conformaron la felicidad genuina de su pasado. Desconocía que el invierno que se había sentado en su alma para desertar cualquier gozo y gusto en su existencia, iría a ser mitigado por la pureza y bondad divina que convivían en una perfecta armonía dentro del cuerpo de aquella humilde jardinera.
Fue entonces, por obra del destino e inadvertidamente, con ayuda de Rurik que tan amenamente había planeado dicho teatro, que los caminos de Lotte y Sven iniciaron una danza de cortejo hasta unirse en sólo trayecto. Cuando la gloriosa copa del amor derrama su elixir sobre los resecos labios de aquellos muertos en vida, y besa los párpados de otros cuyo apagado sueño fue estrangulado por los horrores del pasado, cuando el rocío de una amanecer se filtra por las grietas de la prisión de un esclavo y humedecen aquello que habían dado por lesionado y sin arreglo, es justo el momento en que el ulular de dos almas abatidas por el peso de la existencia encuentran reposo al unirse en consuelo. Aunque la dama enaltecía el cariño sobre las dolencias físicas, y el varón las penurias y el ajetreo sobre la delicadeza, eran un complemento tal cual piezas del mismo rompecabezas.
Las asperezas siempre existían; la rudeza que se exteriorizaba por parte del áve para protegerse de sangrar aún más, las discusiones y golpes al ego que provocaban que la nephele se apartara para evitar consumirse en arenas de tristeza e incertidumbre, pero la afinidad que los había casado proyectaba una luz tan fuerte, que el amor prevalecía ante todo. Cuando alguna vez fue prisionero, Lotte supo liberarlo con uno de los sentimientos más básicos y fundamentales que estructuraban a la naturaleza misma. Paralelamente y sin siquiera saberlo, también fungió de pilar para la arcana, que sufría internamente por la soledad y el abandono cuyos dedos gélidos aprisonaban su corazón, apretando y asfixiando receloso de cualquier calidez que quisiera sentarse en el mismo. Tal fue la forma en que el inicio de una víspera despertaria del letargo al más afligido de los corazones, otorgándo un propósito por el cual despertar cada mañana y tiñendo las noches como lunas de miel. Una paz añorada por Sven, el cual rendiría culto a tan angelical figura en un altar que había formado con sus penurias ahora atrapadas en lazos de éxtasis y dulzura.
Los años servirían de testigos para el florecer de tan íntegra unión, sellada finalmente por la prueba de amor más sincera e íntima que dos corazones en unísono podrían lograr: la espera de un pequeño.
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Post by Sven Velfast on Oct 26, 2017 16:34:27 GMT
Su voluntad renovada por hacer lo justo, hacer paz con los horrores de su pasado, y proteger aquello que se sobreponía sobre cualquier bien, riqueza o hasta su propia seguridad, le daban el aliento de enfrentar la vida. El día a día era tranquilo- las únicas notoriedades eran situaciones que nacían a raíz de las misiones que ambos Sven y el viejo hechizero llevaban a cabo, bajo la intención de rescatar a seres inocentes de las garras de la guerra y los estragos colaterales entre las peleas de hombres. Eran escasos los momentos en que el ave permitía que Lotte se mantuviera sola en su morada, por el válido temor de que perdiera aquello que era una parte vital de su propia existencia ahora, y mucho menos en la condición tan delicada que ahora la arcana se encontraba- vulnerable con un embarazo avanzado. Usualmente, tendían a intercambiar lugares, de Sven no estar presente, Gustav era quien atendía a Lotte. Y justo aquel era el escenario en dicha tarde.
Rurik ya estaba en una edad avanzada, en la que el sueño lo visitaba antes de la hora designada, y sus movimientos eran más apagados y pacientes que hacía unas decadas atrás. Aunque su brillante mente aún hervía con la instensidad de como cuando tuvo su primer idea, su cuerpo humano empezaba a ser consumido por arrugas y debilidadesd de la carne. Los momentos en que la nephele y el anciano se mantenían bajo el mismo techo, solos, eran quietos y tranquilos. El humano solía sucumbir ante morfeo al estudiar en su silla mecedora, y la mujer se distraía en labores pertinentes a una doncella. Reparando ropas deshilachadas que su marido brindaba tras salidas, bordar mensajes de bienvenida para dar un toque femenino y cálido a la humilde morada en que residían, y por supuesto, atendía al jardín. En aquella tarde salió al patio, como siempre lo hacía, para inhalar el aroma veraniego que los frutos de su retoños habían otorgado después de tanto esfuerzo y dedicación. A diferencia de la primera vez, aquello había transicionado de ser una maleza deplorable y salvaje, a un pequeño oasis bendito que apagaba hasta las sensaciones más viles.
Un pequeño detalle sobresalió de entre aquel inadulterado paraíso. Había un girasol que rebelde le daba la espalda al sol, mirando a lo profundo del bosque, mientras sus hermanas es sintonía favorecían en dirección a la luz que las bañaba escasamente. Con más detenimiento, el punto en que aquella flor advertía, parecía abrirse un paso entre maleza y árboles, denominando un camino a un lugar incierto. Dudando por un momento de si era correcto, la mujer fue invitada por la ingenua curiosidad ha investigar aquello. Al fin y al cabo, siempre podía regresar en caso de cambiar de parecer. Conforme se adentraba, la oscuridad emanaba en los ecos de la arboleda, otorgando un aire tenebroso que advertía a la mujer a regresarse a la cabaña. Haciendo caso a sus instintos, la mujer intentó regresarse por el paso en que logró adentrarse tanto, sólo para notar como el mismo era inexistente ahora. El miedo empezó a plantarse en el pecho de la dama, pero el raciocinio la obligaba a calmarse, tanto por su propio bienestar y el de su bebé. Intentó reconocer árboles, pero la llegada de la noche hacia la tarea casi imposible.
No obstante, como si su desesperación hubiese sido escuchada por los dioses, una criatura pequeña y brillante apareció entre las ramas y arbustos de su derredor, capturando instantáneamente la atención de Lotte. Un pequeño dragón fae, colorido, algo minúsculo y emanando una luz particular bailó en su presencia, primero inspeccionándola, y más tarde guiándola. La nephele no dudó en tomar aquella oportunidad y le siguió sin mayores contradicciones, hasta llegar a un área en donde la luz resplandecía de flores y brotes que nunca antes había visto. El lugar en sí eran las ruinas de un viejo salón de festines y reuniones, amplio y vasto, ahora poseído por enredaderas y flora sacada de relatos fantásticos. Aunque la luz no asemejaba aquella del sol, el brillo era generoso como para reconocer cada escondite entre escombros de aquella zona, siendo lentamente consumida por el toque de la madre naturaleza. Sin duda, era un lugar mágico- el aire era distinto, las sensaciones extrañamente recomfortantes, y las plantas pistas de un mundo perdido.
El fae encontró reposo en una flor blanca, postrada sobre una superficie cuya forma delataba un trono resquebrajado. La criatura se veía pacífica y tierna, como si se estuviera tomando una merecida siesta tras rescatar a una damisela perdida en la espesura del bosque. La idea de que aquel era inconscientemente un caballero de armadura brillante la hizo sonreír, inevitablemente haciéndola caminar suavemente hacia donde dormía el pequeño arcano. Sus intenciones no eran perturbarlo, si no meramente apreciarlo en aquel estado tan puro y tranquilo. Al dar pasos silenciosos en su dirección, un pequeño crujir bajo la suela de su calzado interrumpió el silencioso canto de los insectos, y disparó un cuestionamiento por parte de la dama. Por inercia, retiró su pie de aquel lugar y se apartó, tratando de discernir que era aquello que ocasionó el ruido. La inspección determinó que era una especie de compuerta, dificilmente divisible si no se le daba la atención apropiada. Nuevamente la curiosidad apoderándose de su ser, Lotte buscó la manera más delicada para agacharse sin molestar su vientre, y abrió la pequeña puerta.
Estaba oscuro, y el aire contrastaba fuertemente el de la superficie. Había una pequeña melodía que, aunque pobre, era engatuzante, proveniendo de los interiores de aquel recóndito lugar. Poco sabía que al adentrarse en el mismo, estaba a punto de afrontar algo que volcaría su pequeño y ameno mundo.
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