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Post by Sven Velfast on Jul 20, 2017 13:40:45 GMT
El arcano escuchó cuidadosamente la pregunta de Amalthea, prestando especial atención al momento en que el nombre de aquella legendaria identidad fue pronunciado. Cierto era que tenía más de setenta años de residir en tierras Mirovianas, pero nunca había tenido un sólo encuentro con dicho mito. Bien podía hasta decir que aquello no era más que suposiciones y supersticiones, debido a la falta de evidencia por parte de todos aquellos que supuestamente habían entrado en contacto con dicha deidad. Primeramente, el mayordomo tomó un sorbo del té que se le fue ofrecido, saboreando la delicada mezcla de sabores por la elección de hierbas que había escogido la dama. Seguido a ello, con educación y etiqueta, tomó el cubierto apropiado y cortó un trozo pequeño de la tarta con la que le sorprendió, siendo esta un poco más dulce de lo normal para su gusto, pero aún agradable sin llegar a empalagar.
Tras haber limpiado sus labios con una servilleta y permitiendo que el silencio se alargara lo suficiente, tomó la palabra -No he tenido la oportunidad- confesó, conforme tomaba aquella ilustración entre sus manos e inspeccionaba el fino trazo -De cierta manera dudo su existencia, puesto que todos aquellos que dicen haber atestiguado su presencia, carecen de pruebas contundentes que confirmen su veracidad- fue sincero con su respuesta, pero siempre existía la indudable curiosidad que lo afligía desde que tenía memoria. -¿Cuál fue la razón de su encuentro?- musitó el fénix, tratando de discernir el propósito de que un ser de aquella magnitud se hubiera revelado de dicha manera ante los ojos de aquella doncella. ¿Acaso el pesado aire melancólico que la rodea habrá tenido algo que ver?
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