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Post by Ariel Ysk on Apr 26, 2017 4:09:16 GMT
Guardó en silencio y la observó moverse, le recordaba a la imagen de un lirio del campo mecerse en el viento gentil del verano, cuando todavía no llegaba la canícula. Levantó la cabeza, ansioso por beber algo de ella, tan siquiera una pista de sus angustias… pero ese tipo de ideas no le pertenecían, los miedos de los Soberanos eran igual de profundos que los de él. No estaba en él trabajarles las lágrimas, mucho menos arrancárselas cuando no eran suyas para tomarlas. Suspiró. —No hay vergüenza en hacerlo.— Comentó, como si estuviera recordándoselo a él también. —Después de todo, la carga de tu Estación depende del descanso de tu mente.— una justificación severa, pero siempre cierta. Si ninguno de ellos se mantenía sano, entonces podría caer caos sobre todos ellos, la isla, y la seguridad de la vida que habían dejado que se gestara ahí. Cerró los párpados para refrescarse los ojos y entonces volvió a observarla pensativa, inspeccionaba, veía… era un manojo eterno de reacciones. Era, en pocas palabras, fascinante.
No hizo ningún gesto cuando su hermana hizo que la planta muerta creciera un poco, no le sorprendía. Tampoco esperaba que se mantuviera viva por tanto tiempo. Sin la presencia de Aesther, las cosas tendían a morirse. No por nada su templo estaba tan lejos del de ella, cerca de donde todo huele al final de sus días. Ariel acomodó su cabello una vez más. Esta vez, alrededor de su cintura.—Sea lo que sea que esté nublando tu mente...— Continuó moviendo su cabello entre los dedos, en lo que terminaba, soltó un suspiro profundo. —Las plantas sólo pueden ayudarte a eliminarlo.— El resto quedaba en ella, pero la sabiduría del tiempo que los había visto nacer lo llevó a pensar que eso era algo que ya sabía.
—¿Yo?— Inocente, Ariel se llevó una mano a la barbilla. La acarició lentamente en un ademán inconsciente y caminó a su lado, poniéndose cerca de la ventana para ver el paisaje. Había algo en su porte que incomodaba, su corona lo había labrado así. Esperaba que para ella no fuera el caso.—Sueño con una noche despejada y una mente en blanco...— Entró a sus recuerdos, hizo espacio en sus memorias y espejeó con los dedos los mismos movimientos que había hecho alguna noche de Tragaluna. —nada más.— Juntó el resto de su información en el pecho y se volteó con ella ¿De qué le servía ahora vencerse a una melancolía que solo iba a marchitar el perfume de su hermana? —Me siento feliz justo ahora.— y bajó ligeramente su cabeza. —Me queda esperar que tu también.— Los reyes se inclinan ante los reyes y quería hacérselo saber. Si bien este no era el destino que había elegido para él; era el que le había tocado vivir. Hacerlo de frente era lo mejor que le quedaba hacer.
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Aesther
Soberana de la Primavera
Posts: 138
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Post by Aesther on Apr 28, 2017 21:39:52 GMT
Su hermano era demasiado gentil, demasiado atento. Si tuviera tan sólo un poco de aquél silencio, seguramente que podría comprenderse mejor a sí misma. -Ari, si tú eres feliz, yo soy feliz- respondió con una sonrisa, mirando aquél gesto que con tanto cariño el Soberano le dedicaba. Volvió su mirada hacia el paisaje tan sombrío que los cobijaba, perdida en los recuerdos, en la nostalgia y en la tristeza que poco se daba la oportunidad de dejar salir. -Son como fantasmas, ¿no crees?- preguntó con esos ojos sumidos entre la niebla y los árboles secos que parecían gritar con dolor a las afueras del Templo. -Perdón, no me hagas caso Ari-. Sacudió con suavidad su cabeza, tratando de alejar aquellos pensamientos que tanto rondaban su mente. -Es muy grosero de mi parte, contarte estas cosas cuando vengo de visita. Seguramente que ya tienes demasiado en qué pensar por tu propia cuenta-.
Se dio la vuelta, recargando su espalda contra el escritorio dejando escapar un suspiro para removerse de todo pensamiento negativo. Por un momento cerró los ojos, tratando de recobrar su usual temperamento; despreocupado y alegre. A veces era un poco cansado... -Te contaré de mis sueños nuevos cuando empiece a probar el té de Tragaluna-. Su voz parecía volver a recobrar la misma energía; sintiéndose un tanto esperanzada de que las pesadillas ya no la atormentarían tanto por las noches. -Me haré un diario de sueños; dicen que eso ayuda a recordarlos más fácilmente conforme pase el tiempo-.
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Post by Ariel Ysk on Apr 29, 2017 6:58:44 GMT
Ariel no respondió inicialmente. Supuso que aquella simple oración verdadera bastaba para ponerla contenta, pero no estaba seguro. Después de todo, los corazones de todos estaban en diferentes sintonías. Lo que fuera que ahondaba en la cabeza de su hermana tenía que ser lo suficientemente tenebroso como para opacar la sonrisa más brillante de todo Mirovia. Eso era algo genuinamente aterrador. Pero el miedo era lo que él manejaba mejor. Imaginarse aquellas angustias sólo lo hizo levantar su barbilla. La supervivencia de ella misma también dependería de la fortaleza con la que tomara sus miedos para verlos a la cara. Al final, todos tienen algo de otoño en sus corazones. Dejó su mano encima de su pecho, cerca de su corazón al escucharla hablar. Se le salió una risa silenciosa, más como un suspiro. —Lo son.— Se acomodó, su cabello cobrizo brilló con la poca luz que golpeaba el cristal, como si estuviera arrastrándose. —Aquí todos tienen fantasmas encima. Hasta el viento, hasta las piedras.— Acarició tiernamente el borde de su ventana en lo que ella se levantó. No comprendió la razón de sus disculpas así que negó con su cabeza. —No es grosero entablar una conversación conmigo de tus angustias, hermana. Tampoco me molesta.— Habló con cuidado, no quería que los espíritus de esa casa tomaran información que no les serviría. —Sin embargo, vivir con los ojos despiertos cuando es de noche, debe de serlo.— Bajó ambas manos para dejarlas en su regazo mientras la seguía con la mirada. Ese golpe de color no lo volvería a ver hasta que fuera a visitarla en su fiesta. —Es una idea digna de ti, un buen proyecto...espero tus sueños con ansias.— fue cuando se levantó, aclarándose la garganta. —Pero ellos te esperan a ti también.—
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Aesther
Soberana de la Primavera
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Post by Aesther on Apr 30, 2017 18:38:41 GMT
Cada palabra que salía de la boca de Ariel era como un susurro del viento acariciando sus orejas. Sentía escalofríos pero no por miedo. La gentileza de su voz, era demasiado benevolente con ella. Calmaba su miedo y su espíritu. Se preocupaba tanto por Ariel, pensando que era él quien necesitaba de su compañía que no se ponía a pensar que era ella quien realmente necesitaba de él. Levantó la cabeza para mirarle, sonreírle y aceptar lo que decía. Podía ver por la ventana cómo el Sol comenzaba a ponerse en el horizonte. Debía volver. -Eso me temo- contestó riendo; era lo único que podía hacer.
Tomó la maceta con semillas de Tragaluna y las apretó contra su vientre. Aún estando tan pequeñas podía sentir la vida que emanaba de ellas. Suspiró. No deseaba marcharse pero era hora. Estaba excediéndose con su visita. -Muchas gracias por recibirme- dijo al fin. La longitud de su sonrisa se extendió, buscando devolverse a su estado eufórico. Era difícil puesto que aún no deseaba regresar. Dio unos pasos lentos hacia la salida de la habitación como si luchara contra su propio cuerpo para darlos. Se detuvo. No era una despedida apropiada. Se regresó hasta donde se encontraba Ariel y lo abrazó; le tenía gratitud por su paciencia y por siempre estar en su mejor disposición para escucharla. Pensaría en la paz que su hermano le inspiraba antes de irse a dormir, tomaría del té de Tragaluna; debía tratar de tomar lo más que pudiera de su hermano quien poseía una fortaleza silenciosa y a pesar de su melancolía que parecía escaparse por sus poros, poseía un temple envidiable.
Regresó al Templo de la Primavera con un espíritu más tranquilo e incluso, podía sentirlo un poco más fuerte. Plantaría las semillas esa misma noche; las cosas serían diferentes a partir de ese día. Miró por la ventana despidiéndose del Templo del Otoño. Colocó sus manos sobre la ventana del carruaje, moviéndola suavemente conforme iba desapareciendo entre la neblina.
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Post by Ariel Ysk on May 1, 2017 7:53:11 GMT
¿Que había en ese momento que no fuera puro agradecimiento al presente? Estar con su hermana y ser capaz de ofrecerle una mano de ayuda era más de lo que podría querer de su día. Ella siempre tan alegre, tan despreocupada, brillante, hermosa… radiante como el mismísimo sol del verano. Se acomodó el cabello entre los brazos y ladeó su cabeza. Sentía que le había hecho bien ofrecerle aquellas semillas. Ella más que nadie sabría escucharlas y consentirlas para que le dieran pétalos para un buen té. Sus angustias no podrían echar raíz pero eso era algo que ella ya sabía.
—No ha sido nada. Recibirte en mi casa es un privilegio.— Movió sus hombros para que los mechones de pelo se pusieran en su lugar y distraído, no notó cuando de pronto Aesther estaba encima de él en un abrazo profundo. Ariel no sabía reaccionar a esos gestos así que tardó en reaccionar. Eventualmente le palpó la espalda con cuidado, como si se tratara de un niño. Hizo fuerza en su abrazo para asegurarle que sentía esto desde el fondo de su ser y, la soltó como se suelta una hoja para que se la lleve el viento. —Te veré pronto.—No la acompañó hasta la puerta del Templo para no entretenerla con la lentitud de su caminar y volvió a sentarse al borde de la ventana para observarla partir en su carruaje. Dejó salir un suspiro, era como si el aire se hubiera enfriado otra vez. En la distancia, uno de los árboles que estaban cercanos a sus territorios estaba rebosante de flores. Sonrió en la soledad, ella de verdad se había convertido en un evento por sí mismo.
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