Post by Cytka Niraj on Jun 13, 2017 6:47:42 GMT
Recuerdo aquel día tan vívidamente cuando duermo, es la pesadilla que me atormenta en las noches más duras y lo peor es que siempre pasa exactamente igual, cada detalle, repitiéndose toda la noche.
Recuerdo que mamá la había mandado a recoger manzanas temprano en la mañana, ya era el medio día y ella aún no volvía. Yo era apenas un cervatillo que comenzaba a aprender a leer. Recuerdo que ella me estaba enseñando a reconocer mi nombre y el suyo en papel.
Decidí yo salir a buscarla, sería pequeño pero reconocía su olor tan particular. A tulipanes frescos. Estaba confiado de poder encontrarla yo mismo, tenía que hacerlo pues estaba preocupado por ella.
Pregunté a un hada vecina si la había visto, con amabilidad me indicó que ruta había tomado. Haciendo hincapié en que hace tiempo que había pasado por aquí. Eso no me desanimaría, ella tenía que estar ahí.
El bosque no lo conocía bien en ese entonces, pero seguía una corazonada. Un vínculo fuerte entre nosotros dos me guiaba como un instinto. Ande un buen rato sin rumbo aparente, hasta que note los débiles trazos de su olor tan dulce.
Me dio fuerza a seguir buscándola ¿porque se ocultaba de mi? ¿Estaríamos jugando a las escondidas y por ello no se dejaba ver? No lo sabia en ese entonces, yo era pequeño ¿cómo iba a imaginarme una cosa diferente a un juego de niños?
Corría eufórico cuando el olor parecía incrementar, se encontraba combinado con otro nada familiar, este al igual que su esencia incrementaba. Me tomo algo de tiempo pero la encontré a las afueras del bosque.
Tendida en el suelo, cubierta con un extraño líquido dorado y rojo que yo no sabía reconocer en ese entonces. Sin temor me acerqué a ella, yo no tenía idea ¿cómo iba a tenerla?
Le lamo la mejilla para que sepa que la encontré, que deje de estar dormida y me acompañe a casa. El líquido rojo y seco sabia salado en mi paladar, en mis recuerdos ahora es amargo y me asquea.
No me responde. En ese entonces no lo note pero ahora en aquel recuerdo lo veo todo tan claro que asusta. Ella respira con dificultad, lento y suave con ciertos espasmos. De sus heridas emana la sangre dorada al estar fresca y carmesí al secarse. Sus ojos. Dioses, sus ojos. Apenas se abren para mirarme pero yo no los note en ese momento. Me perdí todo eso por ser tan pequeño.
Me acurrucó a su lado, debe estar cansada solamente. Cuando se sienta mejor nos iremos no hay problema.
Me quede con ella varias horas, durmiendo a su lado hasta que dejó de respirar.
Recuerdo el grito estridente de mi madre al encontrarnos. El horror de ver a su hijo recostado junto al cadaver destrozado de su hija le partió el corazón de tantas formas y a mi padre igualmente.
No quiero seguir viendo esto, la parte donde me apartan de Chrysta me despierta de lleno.
Me levanto de golpe, estoy en la cama de mi casa, lejos de aquel bosque. Respiró con dificultad, sudando y temblado como si hubiera estado corriendo por horas. Derramó las mismas amargas lágrimas que vienen cada vez que tengo aquella pesadilla y me rodeó a mí mismo con mis brazos para darme un poco de estabilidad. Habrán pasado años desde la muerte de mi hermana, pero sigue afectándome como el primer día que me explicaron que ella ya no vendría a jugar conmigo.
Recuerdo que mamá la había mandado a recoger manzanas temprano en la mañana, ya era el medio día y ella aún no volvía. Yo era apenas un cervatillo que comenzaba a aprender a leer. Recuerdo que ella me estaba enseñando a reconocer mi nombre y el suyo en papel.
Decidí yo salir a buscarla, sería pequeño pero reconocía su olor tan particular. A tulipanes frescos. Estaba confiado de poder encontrarla yo mismo, tenía que hacerlo pues estaba preocupado por ella.
Pregunté a un hada vecina si la había visto, con amabilidad me indicó que ruta había tomado. Haciendo hincapié en que hace tiempo que había pasado por aquí. Eso no me desanimaría, ella tenía que estar ahí.
El bosque no lo conocía bien en ese entonces, pero seguía una corazonada. Un vínculo fuerte entre nosotros dos me guiaba como un instinto. Ande un buen rato sin rumbo aparente, hasta que note los débiles trazos de su olor tan dulce.
Me dio fuerza a seguir buscándola ¿porque se ocultaba de mi? ¿Estaríamos jugando a las escondidas y por ello no se dejaba ver? No lo sabia en ese entonces, yo era pequeño ¿cómo iba a imaginarme una cosa diferente a un juego de niños?
Corría eufórico cuando el olor parecía incrementar, se encontraba combinado con otro nada familiar, este al igual que su esencia incrementaba. Me tomo algo de tiempo pero la encontré a las afueras del bosque.
Ahí estaba.
Tendida en el suelo, cubierta con un extraño líquido dorado y rojo que yo no sabía reconocer en ese entonces. Sin temor me acerqué a ella, yo no tenía idea ¿cómo iba a tenerla?
Le lamo la mejilla para que sepa que la encontré, que deje de estar dormida y me acompañe a casa. El líquido rojo y seco sabia salado en mi paladar, en mis recuerdos ahora es amargo y me asquea.
No me responde. En ese entonces no lo note pero ahora en aquel recuerdo lo veo todo tan claro que asusta. Ella respira con dificultad, lento y suave con ciertos espasmos. De sus heridas emana la sangre dorada al estar fresca y carmesí al secarse. Sus ojos. Dioses, sus ojos. Apenas se abren para mirarme pero yo no los note en ese momento. Me perdí todo eso por ser tan pequeño.
Me acurrucó a su lado, debe estar cansada solamente. Cuando se sienta mejor nos iremos no hay problema.
Me quede con ella varias horas, durmiendo a su lado hasta que dejó de respirar.
Recuerdo el grito estridente de mi madre al encontrarnos. El horror de ver a su hijo recostado junto al cadaver destrozado de su hija le partió el corazón de tantas formas y a mi padre igualmente.
No quiero seguir viendo esto, la parte donde me apartan de Chrysta me despierta de lleno.
Me levanto de golpe, estoy en la cama de mi casa, lejos de aquel bosque. Respiró con dificultad, sudando y temblado como si hubiera estado corriendo por horas. Derramó las mismas amargas lágrimas que vienen cada vez que tengo aquella pesadilla y me rodeó a mí mismo con mis brazos para darme un poco de estabilidad. Habrán pasado años desde la muerte de mi hermana, pero sigue afectándome como el primer día que me explicaron que ella ya no vendría a jugar conmigo.