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Post by Sven Velfast on Jun 29, 2017 0:00:28 GMT
Siempre habían momentos, muy apesar de la rectitud a la que se forzaba a sí mismo a seguir y del sumo autocontrol reglamentario con el que dirigía su presente, en los que su carne flaqueaba. Ya fuera por sentimientos que acentuaban su vulnerabilidad como ser vivo, o el roce con la muerte que le recordaba la preciaba mortalidad que se negaba en tomar.
En aquellos momentos, el fénix tomaba un viaje a las tierras del soberano del Invierno, con la simple intención de torturarse hasta olvidarse de sus tormentos iniciales. De una manera similar a como el cuerpo responde al desensibilizar áreas que están siendo sometidas a un sobreestímulo, Sven busca una montaña en alguna cumbre de las tierras gélidas, en los dominios del soberano del invierno, se despoja de su ropaje y se cierne en sufrir físicamente ypara limpiar su mente, a tal grado que su cabeza encapsula y entierra esas sensaciones, entumeciendo cualquier posible respuesta emocional o física que pudiese resquebrajar su mente. Es un ritual al que se somete de manera religiosa- todo con el fin de regresar a su estado frío e impenetrable donde las debilidades son inexistentes.
Durante este viaje, el mayordomo era sumamente volátil, y el proceso no acababa hasta que volviera a poner un pie de vuelta en los dominios de su Lord Velfast. Así fue como tomó dirección a la isla congelada y se sometió a dicha transición. Las noches y días que pasaban iguales, despojado de la mayoría de su atuendo, latigueado por un frío que carcomía el hueso. Pero más allá que las inconveniencias físicas, la mente del ave intentaba reconstruirse, atar cabos y dar fin a memorias tormentosas. Una vez que su sanidad tomó riendas de su cuerpo, alzó vuelo hacia las zonas más céntricas de Mirovia, aterrizando tempranamente al inicio de las tierras del este, debido a las quemaduras por el frío y la tenué necrosis que se había generado en algunas zonas de su cuerpo.
Cualquiera que le viese en ese estado fácilmente lo podía confundir por un vagabundo o ladrón, ya que vestía únicamente unos estropajos de prendas, siendo únicamente un par de pantalones que en alguna ocasión fueron finos, pero el tiempo, uso y hasta hoyos causados por fuego lo llevaron a ese estado deplorable. Sus brazos y cuerpo se hallaban expuestos, con manchas oscuras sobre la piel afectada por la ligera cangrena. Sin embargo, su rostro estaba limpio, y sus ojos profundos y mirada afilada destilaban una sed particular. Su cabello caía un poco descolocado sobre su espalda y hombros, aunque brillante. Activamente su cuerpo estaba cicatrizando debido a su habilidad innata racial que aceleraba el proceso, pero aquello no pasaba exactamente en un parpadeo. El fénix emprendió caminata, hallándose eventualmente en la Senda de los Espíritus, abriendo paso hacia Reapergate.
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Post by Agatha Bloodspell on Jul 3, 2017 21:52:32 GMT
Usualmente visitaba el Bosque de los Susurros cuando precisaba reunirse con sus hermanos pero esa noche se encontraba ahí con el propósito de buscar unas pequeñas flores que se daban muy esporádicamente bajo la luz de la luna. Sentía la tierra entre sus dedos, tibia, casi muerta. Se desmoronaba entre sus manos, volviendo a la poca vida que había sobre el suelo. No había sonido alguno, sólo el viento que ululaba... como un llanto de un alma perdida. Las ramas se mecían, rechinando como si temblaran por aquél sollozo.
De pronto escuchó un ruido, se quedó helada por un momento, con la cabeza ligeramente alzada pero sin mirar atrás, sólo enfocando sus afilados ojos azules sobre la corteza del tronco frente al que se encontraba hincada. Pasos... lejanos pero no lo suficiente como para pensar que pasaría desapercibida por quien fuese el dueño de tal andar. Más cerca... Su curiosidad la llevó a girar el rostro para ver a lo lejos una figura caminando en medio del sendero. Rodeado de la niebla y las sombras causadas por los árboles que bloqueaban la luz lunar, poco a poco fue vislumbrando a un hombre, que llevaba sobre la piel heridas expuestas y harapos rotos de los cuales pendían hilos y trozos de tela que se arrastraban sobre la tierra.
¿Quién era ella sino una mujer sola en el bosque? Vulnerable, blanco fácil... pero aquél hombre le pareció familiar. ¿Lo habría visto alguna vez en la ciudad? Sintió de pronto un tirón en el vientre, un hambre imprudente. Sería sencillo acercarse, aprovecharse de la situación y evidente debilidad del hombre... pero no... aún no. Era en esos momentos cuando su apetito deseaba dominarle que debía ser fuerte y sacrificar la sed por algo más grande que ella. Se puso de pie con cuidado, sin despegar la mirada del extraño. Caminó hacia él, cuidando de no hacer mucho ruido; no quería despertar a los espíritus que habitaban en el bosque. Llevó sus manos hasta un pequeño puñal que llevaba amarrado a la cintura, sólo por si era necesario.
-Señor- dijo en voz muy baja mientras iba acercándose a él. Podía distinguir su profunda mirada que por un momento le produjo un fuerte escalofrío. Apretó el puño contra el mango del arma que aún se encontraba reposando sobre sus caderas. Todavía no había urgencia de sacarla pero no se quedaría desprevenida por si algo sucedía. -¿Se encuentra bien?-.
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Post by Sven Velfast on Jul 4, 2017 12:41:47 GMT
La totalidad de la mente del arcano estaba plagada por ruido. Molesta e incesante estática que aturdía sus sentidos. El único pensamiento sólido que tenía era el de regresar a la residencia de su amo. Cada paso tenía que ser inundado con aquella motivación, con el único propósito de no perder su andar. Pero aquella concentración reventó caóticament como un cristal al estrellarse contra el piso, resquebrajándose y dejando en la incertidumbre al fénix, gracias a que una voz femenina atravesó sus oídos. Contrapuesto con sus movimientos anteriores, giró la cabeza de forma rápida y precisa en dirección a la dama, la cual su afilada vista capturó inmediatamente aquella deleitable forma y se clavó en los ojos ajenos, sin la intención de apartarse. Fueron unos largos momentos en los que la cabeza del mayordomo se volcaba, tratando de ejecutar una acción coherente en respuesta de la situación en la que se encontraba, mas no reaccionando adecuadamente.
Anteriormente, su andar era letárgico y pesado. Pero al reanudar su paso, aparte de cambiar dirección hacia la mujer, sus pisadas eran más precisas y concentradas. Su lenguaje corporal asemejaba tal cual como si un animal salvaje hubiese olido una presa, y se acercaba para acecharlo. En la mente del harapiento mayordomo, sin embargo, las intenciones no eran claras ni para él mismo, por lo que su actuar residía completamente en impulso e instinto. A pesar de su maltratado aspecto físico, el arcano tenía una fornida complexión, cuyos músculos se tensaban como si estuvieran reaccionando al dolor, pero también a los movimientos propios de su dueño.
Acercándose peligrosamente, al punto de hacer notar que no se detendría hasta invadir el espacio personal de la arcana, levantó un brazo, cuya mano estaba abierta en una media garra, dando la impresión de que iría a arrebatarle algo, o inclusive sujetarla.
-No... No...- respondió de una manera críptica e impropia -Este no es lugar para juegos...- añadió, en un tono filoso y sobrio.
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Post by Agatha Bloodspell on Jul 4, 2017 19:04:00 GMT
Al momento en que aquellos afilados ojos se clavaron sobre los suyos, se mantuvo quieta por un instante observando los pasos ahora más precisos que lo iban acercando a ella. Hubo una chispa de arrepentimiento en su pecho, de haberse quedado callada y dejar pasar al infeliz sin ser perturbado pero ahora que había captado su atención no había marcha atrás. Desenfundó el puñal aún manteniéndolo a su costado, tanteando los movimientos del arcano. Al levantar el otro su brazo, Agatha colocó el puñal frente a ella, protegiéndose de aquella cercanía a la vez que sus pupilas cambiaban de forma, en un acto calculado por protegerse mediante la intimidación.
-No me atrevería a jugar, señor- indicó clavando su mirada a mayor profundidad mientras el tono de su voz se tornaba más profundo, como si proviniera de las profundidades más oscuras de la tierra. Sabía muy bien de su desventaja, de lo poco que podía hacer en su defensa de llegar a extremos violentos aquél encuentro. Sus habilidades no la salvarían de un ataque físico puesto que eran exclusivamente para engatusar y jugar con la mente ajena. Apretó la mano contra el mango de su afilado puñal, alzando ligeramente su punta hacia el hombre. No deseaba hacer más uso de sus habilidades y menos en aquél estado de hambruna donde fácilmente podría perder el control. Observó con cuidado el rostro que ahora tenía frente a ella; parecía consciente mas la conexión entre su semblante y sus palabras aún aparentaba estar desconectada. La familiaridad de su rostro era imposible de ignorar realmente pero era difícil ubicarlo a una identidad y menos aún estando entre la oscuridad. En un impulso, su mano libre fue acercándose lentamente hacia aquella garra que abierta amenazaba con arrebatarle más que un susto. Envolvió su mano a su alrededor, intentando calmar la tensión. -¿Qué le sucedió?- preguntó esta vez más calmada a pesar del ligero temor que sentía asentándose en la base de su vientre. Sus ojos se paseaban insistentemente por el rostro de aquél hombre, intentando buscar respuestas entre el silencio que los envolvía aquella noche.
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Post by Sven Velfast on Jul 4, 2017 19:53:05 GMT
Aquella mano fría. Sus ojos frívolos y letales. Su voz profunda, mas sin dejar de ser dulce. Y el aura... a través de sus pupilas exudaba terror, que penetraba vorazmente los sentidos del arcano. Una presencia digna de una reina del inframundo.
El mayordomo reaccionó deteniendose en seco, como si intentase saborear aquel inesperado tacto en su cálida palma. Tras unos segundos de incertidumbre, la mirada del ave se despegó forzosamente de los de la criatura de la oscuridad, simplemente para bajar a su pecho y recorrer el largo de su brazo, hasta encontrarse la delicada mano que rodeaba la suya. El hombre reaccionó aprisonándola de vuelta, pero no de forma agresiva. Sus ojos nuevamente viajaron hacia la mujer, y el pesado aire tenebroso que proyectaba la esencia ajena se hizo cada vez más difícil de digerir por parte del fénix. No pudo ignorar aquel filoso instrumento que cortaba una separación entre ambos, que en un contexto cuerdo significaba una advertencia, más en la mente desconectada del arcano, era una invitación fúnebre a lo que añoraba de manera profunda en los rincones más oscuros de su cabeza.
-Sobre la montaña, le esperé...- mencionó de forma calmada, pero su voz estaba cansada -pero la crueldad destila de sus manos- conforme aquel discurso carente de aparente sentido escapaba los labios de la criatura de cabello azabache, sus pies se movieron y acortaron la distancia entre ambos, a tal punto que el filo de la daga que delimitaba el inicio del espacio personal de la súcubo se clavó, de manera superficial, contra el cuerpo del varón. Con la mano despejada, Sven la llevó al rostro de la mujer, mas reprimió el impulso de tocarle- la misma temblaba, como si estuviera en un conflicto interno entre deseo y razón, por lo que únicamente acarició el aire en la cercanía de su cara -Hel... Hel... permítame besar sus pútridos pies- repetía con un tonó poético, tal cual si un alma en pena estuviera rogando con tristes versos el ser escuchado -cuánto más debo esperar, hasta que su realeza se canse de este sádico juego...- la mano que amenazaba con acariciarle el rostro se posó sobre el hombro de la mujer, descendiendo ásperamente por lo largo del brazo hasta colocarse en la mano que se aferraba fuertemente a la daga -el beso... su mórbido beso, aún lo espero- tras mencionar aquello, sujetó con fuerza su mano y la forzó a caminar en reversa, pero sus acciones no escupían agresividad. Se detuvieron cortamente al toparse con la superficie de la corteza de un árbol, que serviría de apoyo para la espalda de la arcana.
Ruido, el ruido no se iba. Y ahora temor, temor que fluía de la piel de la mujer y se clavaba en la suya. La serpiente de Velfast estaba en un estado sumamente volátil y estaba luchando consigo mismo. Dejó ir la mano de la mujer, con la cual sostenía el arma blanca, y acarició suavemente la otra que aún mantenía capturada en la suya -...por favor- finalizó, en un tono algo resquebrajado.
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Post by Agatha Bloodspell on Jul 4, 2017 20:51:31 GMT
No despegó sus ojos de aquellos que se habían clavado sobre ella. El tacto que aprisionó su mano, se sintió con fuerza más no del todo amenazante... Una incertidumbre la invadió, despertando aún más la curiosidad que la había llevado en busca de su encuentro. Escuchó su voz la cual acarició sus oídos, cortando como un afilado cuchillo el silencio que de pronto se albergaba en aquél sendero. Podía ver con el rabillo del ojo cómo esa mano se cuestionaba el encuentro entre sus puntas y la piel expuesta de su rostro mas no movió sus ojos; aún brillaban en contra de la luna reflejando en ellos el cansancio y perdición del arcano.
Su corazón se aceleró, aquella cercanía, peligrosa, tentadora y sobretodo esperada, despertaba en su pecho el instinto que cada día reprimía en lo más profundo de su ser. Sin embargo, entre la embriaguez de su deseo percibía una tristeza que iba más allá del tono de su voz y la melancolía de su mirada. Casi podía respirarla, saborearla en su lengua como un elixir embriagante. Sus ojos se entrecerraron al sentirse hipnotizada por aquellas palabras lo cual sólo fue llevándola sin resistencia a moverse a merced de aquél hombre. Sintió el final de sus pasos al reposar su espalda contra aquella corteza que rasposa se clavaba sobre su piel. Podía sentir al final de su puñal cómo la punta se presionaba contra la carne, seduciendo en ella el impulso de hundirlo finalmente, escuchando aquella plegaria. Por un momento presionó el filo, seduciendo el deseo de aquél hombre que sufría... sufría en la búsqueda de entregarse ante la oscuridad del final. Acercó su rostro hacia él, sintiendo la cercanía de su aliento, el roce de su nariz sobre la suya. Atrayente era esa distancia; sus labios trémulos por una caricia, mas se mantuvo quieta, sin precipitarse a sellar su encuentro.
Bajó la mano que se encontraba en aquella peligrosa pero tentadora postura, dejando reposar el puñal ahora ya en el aire. -¿Qué es lo que esta alma perturbada carga en los abismos de su existencia para añorar este beso?- preguntó apenas en un susurro. Mantuvo su mano expuesta a esas caricias, mas la otra con la que sostenía el filo plateado se elevó de nueva cuenta, esta vez, rozando la delicadeza de los labios ajenos con aquella punta, siendo apenas un pequeño obstáculo entre esos dos rostros que se encontraban en las sombras. El filo rozó lo suficiente para hacer que un delgado hilo se extendiera sobre su boca, manchando la piel de un carmesí que destacaba entre la palidez de ese rostro. Sufría y eso despertaba su interés. //Somételo; juega con su alma// El fluido que ahora pendía de la afilada barbilla de aquél hombre, aceleró el pulso de Agatha aún más. Su respiración era pesada; podía sentirlo, el hambre, el fuego en la punta de sus pies y de sus dedos... pero no... su sacrificio y compromiso no eran juegos que se tomaba a la ligera, además... había algo en la oscuridad de sus palabras, en su ruego y profunda melancolía... Debía escarbar la superficie de su alma un poco más.
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Post by Sven Velfast on Jul 4, 2017 22:42:04 GMT
Nuevamente la burla.
Una vez más, de incontables veces, la diosa infernal jugaba con su existencia. Aquella hoja letal danzaba entre los labios de ambos, acariciando peligrosamente los suyos, a tal grado que su cálida sangre danzó a lo largo del instrumento y su rostro, descendiendo a la tierra donde le esperaba el descanso eterno en algún futuro.
-Dos siglos- inició, ahora con un tono más cortante conforme sus ojos azulados se insertaban en los de la perversa dama, lamiendo en un son sediento su propio labio, mordíendolo para dañar el fino corte y dejar la sangre brotar más -más de doscientos años en los que el vacío a alcanzado niveles más profundos e implacables- indagó el arcano, separando su palma de la ajena, con el fin de llevarla al reposo en donde su espalda se cernía, clavando los dedos y sus uñas en la corteza de manera ansiosa -El silencio penetrante, sus miradas hostigantes- con la mano opuesta, la llevó de vuelta a la presencia de la súcubo, con el pulgar y el índice separados y arqueados. El hombre respiraba de manera pesada, haciendo que las palabras que pronunciaba danzaran en la piel de la arcana, así mismo recibiendo la caricia de la respiración ajena contra su propia tez -sus gargantas no expresan palabra alguna, solo sus ojos acosan... atormentan mis sentidos- la mano se entrecerró dubitativa y temblorosa antes de finalmente postrarse sobre la mujer, amarrandose suvamente en su cuello, pero sin presionar. Sus labios ahora se arqueaban vacilantes, como un can que intentaba gruñir, enseñando los dientes pero arrepintiéndose del acto. Daba la impresión de que deseaban enterrarse en la carne que estaba frente suyo, pero no era un deseo lujurioso- era el impulso desesperado que luchaba por ser liberado, por caos, por emoción, por desenfreno. Su cabeza era un panal agitado, y su pecho reprimido durante años de cualquier emoción fuerte que fuera a romper la embotellada coraza de sentimientos que se fermentaban en su interior, intoxicándolo.
El agarre en la garganta femenina se tensó, pero sin lastimar. La presión fue gradual, conforme el hombre apretaba la quijada, sus dedos se enterraban en la tersa piel ajena, aunque deteniéndose antes de volverse peligrosos. Su rostro acortó la distancia entre ambos, pero opuesto a lo que se esperaba producto a la tensión generada por la situación, el rostro de Sven pasó al lado del de la otra, creando fricción a frotar las mejillas hasta que la frente del arcano de cabello azabache se estrellase contra la superficie del árbol. Su mano intentó penetrar más en el delicado cuello de la mujer, pero su palma desvaneció, cayendo un poco hasta descansar en la clavícula ajena. -Quiero escuchar que tienen por decir, pero ya cometí las atrocidades que les silenciaron para siempre- confesó, aunque sin remordimiento entre líneas -Estoy harto... cansado. He muerto en vida, mas los demonios se niegan en arrebatar mi carne- murmuró, cierto asco en sus acotaciones, pero su tono falleciendo -Qué más tiene en su repertorio dedicado a mi persona, oh Hel...-
Un silencio se prolongó entre ambos, donde el aliento constante de la garganta del fénix reposaba sobre el hombro de la criatura de la oscuridad. No obstante, el jadeo pareció cesar. -No hay nada nuevo que pueda ofrecerme- aquello último resonó en forma tentativa, descarada, convencido completamente del hecho.
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Post by Agatha Bloodspell on Jul 5, 2017 0:06:48 GMT
Esa voz cuyas palabras cada vez se tornaban más y más confusas, carentes de sentido. El hombre debía estar en un frenesí dentro de su mente, perdido... totalmente ajeno a la realidad. Estiró ligeramente la cabeza, permitiéndole envolverse más en su cuello mientras sus divagaciones terminaban por estremecer los rincones de su alma. Sintió aquél roce que le tensó cada músculo en su cuerpo, erizando cada centímetro de su piel en una respuesta sensible a un tacto incierto y misterioso. Bajó la mano, soltando el puñal que terminaría por caer al suelo, reflejando un poco una luz sobre su rostro.
Por un momento miró hacia la luna, curiosamente despejada, abandonada a liberar su brillo sin las limitaciones de la niebla y las nubes, como si deseara asomarse y presenciar aquella escena. Curiosa... atenta... Dando frente para escuchar los secretos más recónditos del corazón. Alzó sus manos las cuales se mantuvieron en el aire por un instante a los costados de aquél cuerpo que reposaban sobre ella. Las colocó sobre su espalda, envolviendo al extraño hombre en un abrazo. ¿Qué veía en ella en ese instante? Una puerta hacia la muerte o incluso... la muerte misma en carne, con el poder de arrancarle el alma del cuerpo y llevarle de la mano hasta los confines del infierno.
-El descanso de la muerte...- musitó rozando sus labios sobre los oídos del arcano. -Es un premio que debe ganarse... señor... Morir a manos mías... ¿cree que sea lo justo?- pronunció al momento que una minúscula sonrisa se dibujaba en sus labios. Podía sentir el sufrimiento... cómo la penetraba por medio de aquella voz, anidándose en su corazón, hundiéndolo pero embelleciendo el aire con su dolor. ¿Cuáles podrían ser las desgracias que a manos de este hombre se habrían dado? Una de sus manos se paseó por el cuello del hombre, acomodándose en la base de su nuca para mantenerlo descansando sobre ella. Resguardándolo aún a pesar de sus palabras que seguramente no lo harían descansar. -Dígame... ¿cuál ha sido la causa de su existencia todos estos años? Vivir... teniendo dos manos firmes para arrancarse el corazón... para hacer brotar la sangre en su interior... Dígame... ¿qué asuntos lo mantienen plantado a este mundo?-. Debía ser algo... alguien... Cada vez más se tornaba difícil contener su deseo, esa oscuridad que pedía alimento y desenfrene. Su curiosidad empezaba a mezclarse con sus juegos, llevándola a jugar un papel que no le correspondía. ¿Hasta dónde sería posible alimentarse de esa oportunidad? ¿Habría una consciencia que saldría a flote en algún momento? Ese rostro familiar... ¿en realidad lo habría visto antes o era un truco de su propia mente obligándola a beber de aquello le era tan necesario?
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Post by Sven Velfast on Jul 5, 2017 14:01:29 GMT
Los músculos del hombre se tensaron, y la diferencia de temperatura entre ambos cuerpos se hizo más evidente. La naturaleza inherente del arcano de fuego hacía que la complexión del mismo fuera similar a la de un horno encendido, aunque sin quemar, pero definitivamente transmisor de un calor atípico de cualquier otro tipo de criatura. Aquellas manos de seda le envolvían tan tersamente, que le invitaban a clavarse más en su cuerpo. La copa de temor que extendía la mujer a sus sentidos se desvanecía, pero sus palabras, aunque fuera tan simple como el tono de su voz, le embriagaban.
No obstante, las incógnitas fluyendo unas tras otras martillaron como clavos en la consciencia del arcano, arrastrándolo forzosamente al mundo de la lucidez- despacio y gradualmente. La nariz del hombre acariciaba el hombro, cuello y costado del rostro de la desconocida que lo atrapaba en dicho abrazo, dejando leves rastros de sangre de la herida en su boca. El olor que despedía el cabello de la dama era floral, veraniego, le traía recuerdos felices y miserables. Pero aquella imagen nublada, donde interpretaba a la súcubo como a la reina del infierno, la diosa Hel, se torcía debido a las pequeñas pistas que sus sentidos recababan. La figura que le sostenía se hacía más sólida y mortal, más alejada de su lúgubre deseo, pero incitadora a desatar otros. Su oído, siendo acariciado por las intricadas palabras de la desconocida, atraparon y saborearon aquella pregunta, la cual no era la primera vez que él mismo se había cuestionado en repetidas ocasiones.
Pero antes de responder, la mano que descansaba en las faldas del cuello de la otra viajó, ahora sin duda ni temor, al rostro de la misma, acariciando superficialmente sus labios con el pulgar mientras que el resto sostenía el costado de su quijada, explorando fugazmente esos detalles finos del rostro femenino.
-Expío todos y cada uno de mis pecados- respondió secamente, haciendo una dura aunque breve pausa entre palabras, para realzar el énfasis de aquella frase. La mano que invadía la boca ajena danzó con precisión a la parte trasera de la cabeza de la criatura de la oscuridad, y la mano que frenéticamente urgaba la corteza del tronco donde se recostaba, se amarró recelosa en la espalda baja de la dama, ensuciando su ropaje con la sangre que brotaba de sus falanges, producto de la fricción constante contra aquella superficie -El suicidio no es un derecho que me pertenece- inquirió, pero sin tono meláncolico esta vez. Su lenguaje corporal, la nostalgia y miseria en sus palabras parecían endurecerse poco a poco, dejando un rastro de apatía arraigada.
Una pared se había empezado a formar entre su corazón y la curiosidad de la dama, a raíz de la lucidez, sin embargo, su consciencia continuaba siendo maleable y volatil, siempre y cuando las cuerdas indicadas fueran tocadas en su contra. En un arranque de impulso aunque con completo control de su motora fina, apartó a la dama del árbol. La sujetó fuerte contra su cuerpo expuesto, con el fin de apreciar aquella figura tal cual si estuviera diseccionando una obra de arte. ¿Cuándo había sido la última vez que había sentido una carne ajena tan cerca de la suya? Fuera de un contexto laboral, y en uno de debilidad emocional... no tenía respuesta. Lentamente y con gracia, movió la femenina figura con la suya, indiferentemente de conocer si está tenía la habilidad de danzar. Despegó su rostro del cabello canela desteñido de la otra y le dedicó una mirada mordaz, afilada y acechadora una vez que sus ojos se conectaron nuevamente.
-¿Cree usted que una vida de servidumbre pueda limpiar siglos de transgreciones mórbidas?- preguntó el ave, extendiendo dicha retórica con hambre por conocer los pensamientos de la mujer que tan apasiblemente parecía descansar entre sus brazos.
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Post by Agatha Bloodspell on Jul 5, 2017 22:29:22 GMT
El calor que comenzó a sentir era distinto; el cuerpo ajeno se encendía sobre ella como si las pieles estuvieran a punto de fundirse una con la otra. Los roces de su presencia sobre la suya, atestiguando lentamente la superficie de su ser. Sus entrañas ardían más que la temperatura ya elevada de aquél abrazo. Desesperada en su interior, sentía sus extremidades suavizándose al tacto de aquél hombre. Sus labios entreabiertos, recibiendo la fricción de aquellos dedos que los exploraban con esa frialdad digna de erizar y avivar sus instintos.
Siendo despegada por una fuerza fuera de su ser, su cuerpo más cercano al otro. Alzó la mirada, apenas entreabierta por estar deliberadamente cayendo en el vaivén de la suavidad de sus palabras y el movimiento de sus manos. Esos ojos que la recorrían, afilados, como la misma punta del puñal que rozó sobre sus labios; sentía la recorrían de la cabeza a los pies. Apenas y sonrió. Ser apreciada, notada, de cierta forma examinada de aquella forma, no hacía más que hacer el palpitar de su corazón alborotado e impaciente, una alerta de sus propios sentidos.
La danza silenciosa... entre la oscuridad y las caricias del viento, se gestaba en aquél momento de manera perfecta. Oscuras y siniestras, sus siluetas se movían de manera apacible entre el eco de aquél sendero sin expectadores ni quién pudiera apreciar la belleza de tan mórbido aire que podía casi saborearse. -La entrega de su ser... su servicio y devoción... eso... mi señor... depende de quién lo reciba-. Bajó su rostro, apoyándose con cuidado sobre su pecho. Escuchaba el palpitar de ese corazón; parecía llorar. -La salvación de su alma pende de un hilo... frágil, delgado...-. Se mantuvo en silencio, con los ojos cerrados, descansando su mejilla sobre el cuerpo de quien guiaba sus pasos. Estaba siendo mecida por una melodía que sólo podía escuchar como ecos en su mente. Levantó la cabeza para mirarle y besar suavemente su barbilla ensangrentada. -Pero... ¿quién dicta... quién juzga y quién es el verdugo en realidad? La entrega al pecado... a la oscuridad...- Silencio de nuevo. -¿Tanta desgracia lo acompaña que entrega su vida a un servicio que no es el propio?-. No juzgaba tal manera de existir ya que ella misma vivía por algo más grande que ella. Se asomaba a los abismos oscuros de la maldad por estar un instante más próximo para verle.
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Post by Sven Velfast on Jul 6, 2017 13:37:59 GMT
Aquel beso se plantó frío e incitador, invitándolo a indagar más en lo que las circunstancias le ofrecían. Más profundamente en la lucidez de sus oscuros secretos, extasiarse con aquel aroma y toque ajeno que inundaban sus sentidos. Aquel Waltz dirigido por el caballero, que se negaba a partir distancia entre ambos cuerpos, los movían entre las tinieblas como dos amantes del sufrimiento. Elegantes, sin caer en la obscenidad. Pícaros, al sólo mencionar frases que aludían al interés del otro. Reservados, en ceder al creciente deseo. Anónimos, completos extraños conectados por la oscuridad que cargan sus pechos.
Fue unos momentos de introspección, en los que el fénix bañó su consciencia con aquellas palabras, antes de bajar el rostro y acortar distancia entre ambas bocas -¿Qué es la salvación, más que un rayo de esperanza fútil para los débiles de corazón, que aún se aferran a sueños efímeros para negar la inevitable realidad que los carcome?- aquellos labios esbozaban con resentimiento el torcido concepto, conforme acariciaban tenuemente los ajenos -No... No busco un paraíso. Me niego a postrar pie en un reino cuyos dioses nos han mirado, observado retorcernos en profunda miseria sin musitar acción alguna, para luego tener la osadía de invitarnos a su jardín, mediante la "salvación"- su mandíbula se tensaba, apretando los dientes en señal de desdén y desprecio, pero sin quebrantar esa intimidad entre ambos que florecía tétricamente. Aquellos roces entre sus bocas que ardían para finalmente conectarse, mas únicamente tentando al pecado en una bandeja fría.
El lenguaje corporal del mayordomo se tornó más agresivo; sus manos aferrándose con más tensión a la carne ajena y tornando sus pasos más acelerados, aunque manteniendo un ritmo coherente que protegía el misticismo de la danza. Su mirada, los frívolos ojos de aquel hombre penetraban en los orbes azules de la dama, diseccionando la esencia de la misma, queriendo develar sus impulsos y arrastrarlos a flote junto a los suyos -Es el destino que he elegido. Entregar mi orgullo y servidumbre en palmas ajenas- El vaivén de aquellos corazones se detuvo, y el cuerpo de Sven inició una curva en su columna, empujando el torso femenino hacia atrás, mientras el de él se inclinaba dominante sobre el mismo lentamente -Así es- respondió finalmente a la incógnita impuesta por el ser de la oscuridad -Busco retribuir inútilmente el horror que causé- musitó, ahora con su boca viajando por la comisura de los labios femeninos -apostando así que será suficiente para aplacar la tempestad dentro mi ser- aquel aliento y roce, marcando un descenso por su barbilla y acariciando suavemente su cuello -…hasta encontrar un añorado descanso- sembrando finalmente un beso en el pecho de la mujer, en el limbo donde su clavícula desciende y su escote se desviste.
-Júzgueme. Ejecúteme. Vierta su sentencia sobre mi carcasa- suspiró, como un susurro directo al corazón de la anónima que lo acompañaba. Una plegaria masoquista teñida en resentimiento propio e ira aplacada de siglos.
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Post by Agatha Bloodspell on Jul 7, 2017 4:20:16 GMT
Sus palabras chocaban contra las paredes de su corazón... La esperanza... sonaba a algo tan puro tan... tan ajeno a ella. Deseaba responder pero sus labios eran los que reaccionaban a los roces que parecían enviar tirones a cada extremo de su cuerpo. Podía sentir cada parte de su piel actuando acorde a la profundidad de su voz, de las caricias tan sutiles que con tanta reserva se daban el uno al otro.
Se dejaba llevar por esa repentina violencia; esos toques tan evidentes de un ardor interno que en ese hombre, desconocía el origen pero agradecía que fuera su cuerpo en donde depositara tal energía. Se aferró a aquellos ojos que parecían querer jalar lo que se encontraba tan adherido a ella; su alma, su escencia, sus más oscuros secretos.
El brillo de la luna de pronto fue opacado causando que la oscuridad a su alrededor se hiciera más profunda... como si tuviera un cuerpo; se sentía pesada. Se dejó llevar entre aquella danza, donde su espalda reposaba sobre el tacto de la mano ajena. El arrastre de sus labios sobre su piel, poco a poco bajando hasta depositar un solo beso en donde nacían las emociones, donde su palpitar golpeteaba las puertas de su corazón, amenazando con arrancarse.
Cerró los ojos, sintiendo caer en un abismo total. Con el cuerpo suspendido en las sombras; más allá de la vida, donde las almas encuentran su lúgubre descanso. Suspiró, dejando escapar entre su aliento la desesperación. Tragó saliva. Tan difícil era mantener quieto su deseo... Come.
Alzó la cabeza, devolviéndose a aquél vaivén. Refugió sus dedos detrás de su nuca, pegando su rostro al otro. Aún sus labios tentando a la lujuria y a la incertidumbre cada vez más creciente. -Si fuera yo quien tuviera tal poder entre sus manos...- pronunció lentamente, susurrando, teniendo como único testigo al extraño y a la luna que volvía a asomarse para iluminarlos. -... asistiría para acabar con su dolor pero... me temo que el responsable, quien posee el hilo de su vida entre sus dedos es alguien aún más cruel...-. Besó aquellos labios apenas un momento. Sólo un minúsculo contacto sin pasar al calor o a la pasión; apenas un vistazo al deseo de aquella miserable mujer. -Su alma aún se mantiene atada a este mundo... es esclavo de su propio juicio... La sentencia aún no ha sido dictaminada puesto que sus pecados aún escurren en sus manos-. Sus labios danzaban apenas por encima de los otros. La sangre ya sobre su piel, manchándola, como si fuera un reflejo de su alma tan quebrada.
Un tirón en sus entrañas... oscuridad... hambre... -Aunque si busca un castigo... tómelo... tómelo le digo- parecía que se quedaba sin fuerzas pero era más bien la lucha en su interior. Las palabras se escaban de su boca; escurrían como un río en su desenbocadura. Abriéndose a lo desconocido, a lo extenso y a lo profundo. Sus palabras rebeldes a su consciencia. Culpa... culpa... culpa...
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Post by Sven Velfast on Jul 12, 2017 14:12:59 GMT
¿En quién reposaba aquella macabra decisión? Alguien más cruel, más oscuro…
Aquella retórica empezó a incrustarse en la cabeza del arcano furtiva y dolorosamente. Un trágico drama teatral de un hombre que busca una paz incierta, a través del auto castigo y servidumbre ajena. Un ser, muerto en vida, que busca aplacar sus demonios, el recuerdo de aquellos cadáveres sin voz que se apilan en su consciencia, de la impotencia, de la inutilidad y la vergüenza. Una charada que construyó para sí mismo, como mecanismo de protección para evitar su cordura desmoronarse con el primer soplido de la brisa nocturna. Ahí, danzando con el reflejo del infierno, sediento por un fin, más no bebiendo del tóxico manantial. Bañando sus labios con el agua que no merece, pero sin atreverse a reclamar lo que no es suyo.
El ruido retornó a sus sentidos. Incesante estática, aguda y penetrante, invitando al ave a realizar acciones más primitivas.
Se detuvo en seco, llevando ambas manos al rostro de la mujer y aprisonandolo, como si este fuera a escapar de su vista. Sus ojos diseccionaron los opuestos y el rostro del mayordomo se inundó de emotividad. Una peligrosa y lúgubre, acompañada por una presión intermitente por parte de las palmas masculinas. Parecía como si estuviera reprimiendo un arranque de ira, dejando a flote pequeños vistazos de un fuerte deseo por destruir. El ruido que nublaba su juicio era denso, similar a la niebla que empezó a rodearlos como una gélida manta, cuyo frío tentaba el despojarlos de aquel calor que intercambiaban sus cuerpos. La tentación lo atravesaba como un millón de lanzas, sin intenciones de calmarse.
-Uná lástima… una lástima realmente…- fueron sus palabras crípticas, que se incrustaron en el silencio de la noche invitando al recital de un obituario. El fénix clavó sus labios finalmente en los ajenos; óxido de su propia sangre y el más dulce néctar saboreado en los labios de la extraña. Aquella unión conllevó a que las manos del arcano descendieran por los costados de aquella fina figura, apreciando cada rincón del mismo, cargando las mismas intenciones que destilaron hacía un momento del rostro del hombre. Aquella acción, más allá de ser un paso más cercano de la lujuria, fue una respuesta defensiva a los turnos tétricos que tomaban sus pensamientos. Un beso alargado, apasionado y elegante, pero carente de cualquier tipo conexión sentimental íntima. Manos que danzaban hasta abarcar los muslos de la mujer, clavando las falanges en aquella seductora carne, incitando algún tipo de reacción por parte de la dama. Una gama de movimientos ásperos con roces tersos, conllevándolo a sumirse más en aquella degustación de placer.
Pero sus acciones empezaron a mermar hasta detenerse finalmente, por lo cual dejó reposar temporalmente sus labios en el cuello de la arcana, como forma de tentativa.
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Post by Agatha Bloodspell on Jul 20, 2017 2:41:34 GMT
La presión en sus manos sobre su rostro la mantenía sometida físicamente mas parecía que era el sometimiento de una fuerza a punto de estallar dentro de aquél extraño. Mantuvo la mirada con él, perdiéndose en aquellos ojos que liberaban la tristeza y debilidad que tanto podía saborear en su aliento. Sus palabras la acariciaron, le erizaron la piel. Cerró los ojos, dejándose llevar por la profundidad de su voz ante aquél mensaje tan miserable... tan carente de esperanza.
La calidez ajena se posó sobre ella, sintiendo poco a poco ese calor que ardía en sus entrañas. El hambre... la sed... todo en un sólo acto, capaz de encender en ella la maldición de su especie; de sumirla en esa oscuridad que clamaba por adueñarse de lo ajeno. Se dejó llevar, dándole permiso de ser quien tuviera el control de aquél beso. Sus muslos reaccionaban al tacto de esos dedos delicados y alargados que se sumían en la suavidad de su piel como si se encontraran hambrientos, ansiosos por palpar su sensualidad. Una de sus piernas se alzó, acomodándose en las caderas del mayordomo.
Sentía esa necesidad de presionarse más, de dejar salir a ese demonio que habitaba en su interior. Con cada roce y rasgadura la voz que en ocasiones dominaba se hacía más y más fuerte. //Déjame salir// Se resistía con fuerzas mientras esos labios se acomodaban con derrota sobre su cuello. Podía sentir el palpitar de sus venas chocando suavemente contra esa boca que recorría su esencia. -La oscuridad terminará por consumirlo... tarde o temprano... El precio de sus pecados será cobrado en algún momento a lo largo de su vida... Nadie se escapa del juicio...-. Sentía cómo su respiración se aceleraba, elevando su pecho en un acto rebelde que delataba su agitación. -Tal vez... señor mío... este sufrimiento... es su tan merecido castigo... Vivir... recordando sus pecados-. //Cómetelo//
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Post by Sven Velfast on Jul 30, 2017 21:28:10 GMT
Aquella última frase detonó algo en el razonamiento borroso del ave, llevándolo a reiniciar su tenacidad por descubrir cada detalle en el cuerpo de la mujer. Aquel deseo profundizaba más allá que una simple lujuria- había algo dentro de aquel quebrantado, torturado y mitigado ser, que apenas y se vislumbraba en lo opaco de sus pupilas. Con firmeza, presionó el cuerpo de la extraña contra el suyo, y lo llevó de vuelta al tronco, utilizándolo de soporte para llevar el otro muslo femenino a su costado, y el mismo se abrazara en su hechura para mantener la posición. El arcano se separó apenas y lo suficiente, con la intención de penetrar en la mirada de la mujer e indagar en la oscuridad oculta detrás de sus palabras. -Si es así... ¿Qué me detiene?- indicó el ave, al tiempo que relamía un poco la herida en su labio y degustaba el suave sabor que aún permanecía después de aquel beso. -Si mi búsqueda por descanso es fútil, si la oscuridad me reclamará de nuevo en sus entrañas..- conforme desnudaba una parte de sus pensamientos, las manos del ave danzaban desde los muslos de la súcubo, a lo largo de su cintura, marcando camino sobre sus pechos y deteniéndose en las comisuras de su clavícula -¿Por qué debería privarme del llamado primitivo de mi cruel naturaleza?-
Egoísticamente, el mayordomo sólo observaba la situación entorno a su lucha interna, desconociendo que la criatura recargada contra el tronco y amarrada a su cintura por medio de sus piernas, también estaba en un sitio difícil y lúgubre. Precisamente era eso lo que jalaba de sus sentidos y lo atraían a su esencia de forma inconsciente- el aura sádica, sensual y sombría que su semblante y frases cargaban, eran como un dulce veneno para sus sentidos. -Por qué, por qué...- replicaba el arcano, conforme la estática en su cabeza lo conllevaba a actuar por inercia. Las manos se posaron en la garganta de la mujer, tratando de absorben esa vivacidad y calor que emanaba del mismo antes de subir al rostro -Destrúyame, antes de que sea demasiado tarde- susurró con son macabro, conforme se presionaba nuevamente en el cuerpo de la mujer y reanudaba el beso, que ahora era más brusco, y se centraba en un juego de tenues mordidas y succiones, que descenderían al costado del cuello de la misma. Sus manos se clavaron en el posterior de la cabeza ajena, y la espalda baja de la misma, incitando con roces y presiones en aquellas zonas erógenas a continuar alimentando aquel deseo y represión de tan bajos actos.
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