Post by Xhial Nalphalem on Jul 9, 2017 16:47:09 GMT
¿Cuánto ha pasado ya? Me han encerrado por mi acción, el descubrir su mentira, sus engaños, su falsa fe, hace una semana, quizás dos, que no veo la luz del sol, no sé que han hecho luego de mis actos, y espero, la gente no haya sufrido por mi culpa. Con suerte puedo hablar con los demás enjaulados, pero la mayoría, están al borde de la locura, esperando ser ejecutado, yo, creo dirigirme al mismo trágico destino, aunque es curioso, realmente no tengo una razón para seguir vivo, no tengo a nadie, ni familias, ni amigos, estoy solo.
Una celda se abrió, venían por uno, gritaba, peleaba, rogaba por su vida, y lentamente se lo llevaron, unos cuantos minutos después, simplemente escuchamos sus gritos, de desesperación, de auxilio, y luego de unos momentos, silencio. Eso paso cuatro, cinco veces más, en tan solo esa semana, los gritos en las jaulas aumentaban, pidiendo por ayuda, pidiendo perdón, insultando a sus opresores, yo simplemente me mantuve ahí, sentado, sin decir nada, esperando por mi turno de morir. Los demás prisioneros me hablaban, me gritaban, me culpaban. ¿Por qué? Mis ojos, decían que yo fui quien trajo las desgracias al pueblo Protegido de Dios, fue una acusación curiosa, casi llegue a creerla, casi.
Los días pasaban, y cada vez quedaban menos prisioneros, escuchaba las charlas religiosas de aquellos que nos apresaron, ejecutando uno por uno a aquellos que cometieron crímenes en contra de ellos, y usándolos como ejemplo para seguir subyugando a la gente, y al cabo de ese mes transcurrido, solo quedaba yo, listo para aquella muerte prometida hace semanas. Pensaba en que seria de mi luego de eso. ¿Dónde iría a parar mi alma? Claro, sí que tenía una, y pensando, comence a frustrarme, era el único que tuvo el valor de decirles en la cara su propio crimen, si muero, sé acabo para esa pobre gente, quería hacer algo más, el poder ayudarlos, pero no era más que un simple humano, o eso creí.
Entre toda mi frustración, eso se mostró ante mí, un brillo, una luz cegadora, de cual nació una nueva esperanza, un nuevo yo, descubrí lo que era, un Arconte. No lo creía, como alguien como yo era algo así, tal pares de alas, esa armadura divina cubriendo mi cuerpo, y aquella arma en mi mano, pero no era tiempo de analizarlo, había algo que debía hacer, escape de esa celda, escape del pueblo, pero ese no seria el último día que sabrían de mí, ese solo era el comienzo para la verdadera libertad.
Una celda se abrió, venían por uno, gritaba, peleaba, rogaba por su vida, y lentamente se lo llevaron, unos cuantos minutos después, simplemente escuchamos sus gritos, de desesperación, de auxilio, y luego de unos momentos, silencio. Eso paso cuatro, cinco veces más, en tan solo esa semana, los gritos en las jaulas aumentaban, pidiendo por ayuda, pidiendo perdón, insultando a sus opresores, yo simplemente me mantuve ahí, sentado, sin decir nada, esperando por mi turno de morir. Los demás prisioneros me hablaban, me gritaban, me culpaban. ¿Por qué? Mis ojos, decían que yo fui quien trajo las desgracias al pueblo Protegido de Dios, fue una acusación curiosa, casi llegue a creerla, casi.
Los días pasaban, y cada vez quedaban menos prisioneros, escuchaba las charlas religiosas de aquellos que nos apresaron, ejecutando uno por uno a aquellos que cometieron crímenes en contra de ellos, y usándolos como ejemplo para seguir subyugando a la gente, y al cabo de ese mes transcurrido, solo quedaba yo, listo para aquella muerte prometida hace semanas. Pensaba en que seria de mi luego de eso. ¿Dónde iría a parar mi alma? Claro, sí que tenía una, y pensando, comence a frustrarme, era el único que tuvo el valor de decirles en la cara su propio crimen, si muero, sé acabo para esa pobre gente, quería hacer algo más, el poder ayudarlos, pero no era más que un simple humano, o eso creí.
Entre toda mi frustración, eso se mostró ante mí, un brillo, una luz cegadora, de cual nació una nueva esperanza, un nuevo yo, descubrí lo que era, un Arconte. No lo creía, como alguien como yo era algo así, tal pares de alas, esa armadura divina cubriendo mi cuerpo, y aquella arma en mi mano, pero no era tiempo de analizarlo, había algo que debía hacer, escape de esa celda, escape del pueblo, pero ese no seria el último día que sabrían de mí, ese solo era el comienzo para la verdadera libertad.