E3: Kalos Kako-No libre-Cerrado

La voz de ella distrajo la breve inspección, atrayendo la atención de sus ojos violetas, se movió de nuevo sobre el rostro de ella, sobre la pequeña boquilla rosa; tomando el pitillo para golpearlo un tanto entre los dedos y botar la ceniza invisible aun lado entre las piedras alejando el humo mientras la escuchaba nerviosa. La lengua rojiza repaso el labio inferior donde la huella del cilindro pensativo, con humor en el rostro y las cejas alzadas ante su pregunta, al menos era bonita. Lo meditó, podía decir cualquier cosa.

Al final hundiéndose de hombros negó con la cabeza con la vista perdida en la distancia. —Espero, pero no por alguien.—Susurró con voz grave. volviendo a ella, notando las flores que decoraban su cabello, pensó en adivinar su raza, sin embargo sin una amenaza real, la habilidad perdía su encanto.—Así que no es usted nada más que oportuna, dulzura. Despreocúpese, la única que parece incomoda es usted y le aseguro que no la morderé a no ser que me lo pida.

La sonrisa fue ladina con un atisbo de tosca elegancia y bravuconearía al tiempo que devolvía el cigarrillo a sus labios y ladeaba la cabeza, frunciendo el ceño pero no para con ella.—No se me dan las multitudes, a veces uno necesita respirar un tanto y...quería calar uno de estos.

Soltó desenfadado terminando de consumir el pitillo para guardar el residuo en la pitillera de oro que extraño de sus prendas.—Pero de acuerdo a los buenos modales, que parece usted tener, ahora me corresponde a mi hacer las preguntas. —Inclinándose hacia ella se acaricio el mentón pensativo. —¿Quieres saciar tu curiosidad de mis labios o prefieres correr a donde la música y el baile?, no tendré problema en acompañarte ahora que he terminado y no tengo una escusa que me ate a seguir por las esquinas.
Irguiéndose de vuelta dio un paso más cerca de ella ofreciéndole el brazo zalamero, con una sonrisa de lobo.—¿que decides, bellerose?

Eerie observo el color subirsele por las mejillas suaves, relamiéndose los labios secos por el pitillo. Mirándola como si fuera un misterio exquisito y extraño que debía atender de alguna manera. Negando con la cabeza camino a su lado escuchándola. En alguna esquina de su mente una vieja canción se desgrano y la tarareo internamente, junto con la música de afuera, "Nunca, nunca", en voz de una mujer. De nuevo hacia la multitud, hacia la luz y la sensación de abotargamiento.

—No comparto tanto su gusto, pero puedo entregarme a cualquier placer con un mínimo de dificultad—Susurró con una sonrisa perfecta de dientes blancos complaciente, reacomodando una de las rosas que comenzaba a ocultarle parcialmente el rostro de la ninfa, devolviéndola con un toque de su dedo a su lugar.

Camino tranquilamente hasta que le soltó y se quedo a una cómoda distancia, pensando en lo que haría un tanto más serio, en las danzas, bueno, prefería las danzas de los aborígenes desnudos en algunas playas, a la luz de la luna y hechas para alejar a los espíritus, entre más ropas, más adornos, más utensilios menos se interesaba y más plástica y superficial le parecía. Negando con la cabeza abandono aquellos pensamientos y sin decir nada con pasos elegantes, la tomo de la cintura para atraerla hacia él hasta que sus cuerpos descansaron uno contra él otro en una nítida huella de calor. —Me gusta el estilo de britannia, el que viene de los pobres donde se hace un par y la cercanía es verdadera, madame.

Agregó con elocuencia en la voz, comportándose como debía, ya después se alejaría del tiempo con un trago de abstenta o borbón para que todo fluyera más aprisa. Deslizando la palma por las costillas de ella, delineo la forma de la columna para comenzar a moverse. Un grupo de cuerdas arañadas perezosamente en una melodía lenta y acariciante que invitaba a arrastrar los pies en círculos largos. —¿Que espera encontrar con esa cadena, madame Bellarose?, ¿un verdugo?, ¿podría creer si le dijera "la quiero" un extraño?

Se acerco a ella, curioso con los ojos oscuros, para escuchar su respuesta y sentir su aliento contra el mentón, otro giro, estirando las piernas y su rodilla se frotaba como el lomo de un gato contra los suaves muslos envueltas en tela.

Ante los pequeños balbuceos, el unicornio estrecho los ojos y frunció el ceño, ladeando la cabeza para escucharla mejor mientras acercaba su oído, un giro rápido y la pierna se deslizo, perezosamente arrastrándose sobre las baldosas, moviendola hacia atrás entre la multitud, perdiéndose de vista entre el vestido para reaparecer en su posición original con el siguiente paso. Donde la perdida, se contentó con la sensación de los pechos ajenos hincharse contra el suyo con cada respiración. El baile era igual a hacer el amor, el preludio seguía el mismo rito.

Los ojos negros e infinitos de Eerie la escudriñaron nuevamente, perdiendo el gesto serio en una sonrisa desenfadada en otro giro elegante. —Bien, esto es el verdadero desafió...es usted una pequeña tramposa—La manzana de adán bombeó un par de veces en su garganta mientras se pensaba lo que él mismo había formulado. —Depende de la persona, pero si soy verdaderamente honesto...

Su cabeza volvió a girar y se encontró con los enormes ojos fijos de ella. —No, no lo creería ni un poco.—Simulo hundirse de hombros bajo su agarre mientras la pierna volvía a rozar la ajena en otro giro y el calor volvía y se iba.— Pero los extraños tienen una magia interesante, a un extraño, uno que no sintiera la necesidad de volverse algo más, podría confiarle mis más oscuros secretos...o deseos. Porque existe la certeza de que jamás volverás a verlo y de que olvidará el encuentro sin más.

Relamiéndose los labios dio otro giro guardando silencio, habían recorrido una vez la pista circular, separándose de ella, la hizo girar sobre si misma antes de cogerla de regreso, con un mechón de cabello sobre el puente de la nariz, en su frente estaba el lunar en forma de diamante donde dormía su cuerno. Podía decirlo por ser malicioso, por el simple placer del descubrimiento. Mirándola a los ojos dando un paso adelante al ritmo de la melodía. —Soy un extraño...—Recalcó como si aquello no fuera una obviedad con el juego en los labios y una sentencia en la boca.

—Y usted me gusta, ahora tiene atascada en la garganta la respuesta a una declaración, juguemos, bellerose...

Mirándola desde arriba su rostro era hermético en cuanto a profundidad de sentimientos, nada más allá de la sonrisa ufana, del arco relajado de las cejas y el movimiento tenso de sus músculos al moverla a su antojo, guiándola como quería alrededor de la pista improvisada, mirando alrededor, con los giros el paisaje se desdibujaba y se hacía menos tediosos. Al volver a una posición más cómoda el unicornio asintió, pensativo soltando una sonrisa abierta de niño, brillante.

—Es esto entonces una declaración exitosa. Pensé que me rechazaría.—Dijo en un giro de nueva cuenta y volviendo al compás de cuatro pasos y giro y a la distancia normativa, apenas rozando el vuelo de su vestido. A la aburrida y fría normalidad. —No pensé que fuera a corresponderme, si.—Soltó en un tono bajo que se perdía con la música y las risas, más como algo para él que para ella. Haciéndose consciente del hecho.

La pregunta lo tomo un poco de sorpresa, bajando la mirada, sus pestañas hicieron sombra mientras buscaba ideas. La pieza de música tocaba a su fin y con ello aquella pequeña danza.—Le gustaría que siguiera a algo, huh...no puede terminar esto de forma insípida...eso no sería interesante.—Balbuceo deteniéndose frente a ella, como si de pronto hubiera encontrado algo perfecto, con la mano aun en su cintura la atrajo para girar nuevamente sólo que esta vez se quedo a la mitad, mirándola a los ojos sin la sonrisa en los labios ni un comentario ingenioso se inclino para besarla, un beso rápido, un choque caliente contra la boquilla ajena, y la sensación suave de las respiraciones mezclándose, un empuje de la lengua que delineo la forma de su boca y luego el aire, la nada, el sabor de la separación.

Eerie dejó escapar una risa grave acomodando de nuevo la rosa rebelde de antes para guiarla lejos de la pista donde las parejas algunas nuevas volvían a ocupar posición. Girándose para salir de aquello.

—No es la clase de extraño al que le desvelo mis secretos, a las mujeres se les cuentan en la cama, luego de una noche de joda y el correr del vino. No antes ni después...lo que sigue será su enojo, su vergüenza o su curiosidad que quedará, me temo señorita, insatisfecha.

¡Ah, esa mirada!, esa mirada le sentaba más, mejor asustada que deseosa, evitando sonreír e, unicornio se hundió de hombros sintiendose seguro, estirando la mano hacia una de las mesas de refrescos a donde se habían logrado acercar, le dio la vuelta a un pequeño tarro examinando su contenido. —No ponga esos ojos cordero, que no voy a hacer nada más salvo dejarla a la mesa, así podrá usted beber algo y pasar el susto con algo de comida.

Agregó sincero hundiéndose de hombros y guardando silencio para dar un trago a la bebida, disfrutando de la breve picazón en la garganta y el calor. Volviendo a su pareja de baile que parecía estar a punto de entrar en combustión tomando en cuenta el carmín de sus mejillas.

En cuanto al porque...—Torciendo los labios como si de verdad lo pensara apuro el resto de la bebida y deposito el tarro con elegancia callejera en la mesa, frunciendo el ceño mientras se acariciaba el mentón con la mano libre. —Se me hizo fácil, y parecía ir con la ocasión, puede tomarlo como un agradecimiento o un pago por hacerme bailar...soy un buen bailarín y nada en este mundo es gratis.

Estrechando los ojos a las luces y las mesas y al cómodo silencio que había más allá, bajando la cabeza hizo una profunda reverencia hacia la rubia. —Así este encuentro termina de forma inesperada y por lo tanto interesante, que tenga buena noche...ahora solo queda olvidar.

Dijo con villanía y un tanto de culpa, dándose la vuelta para alejarse, eso era todo.
—Adiós madame...